Re: El Concilio de Constanza y el Mito de la Sucesión Apostólica.
Giuseppe Alberigo y el genuino espíritu del Concilio
14.08.07 @ 09:16:58. Archivado en Espiritualidad, Vida cotidiana, Iglesia
Hilari Raguer
Historiador
La noticia del fallecimiento de mi maestro y amigo Giuseppe Alberigo me entristece, pero a la vez me evoca preciosos recuerdos. Había nacido en Milán en 1926 pero cuando le conocí era profesor de Historia del cristianismo en la Facultad de Ciencias Políticas de Bolonia y a la vez director del Istituto per le Scienze Religiose y de su revista Cristianesimo nella storia. En agosto-septiembre de 1978 participé en Bolonia en un seminario que él dirigía sobre Juan XXIII, para la formación de historiadores de la Iglesia. Alberigo quería enseñar a los futuros historiadores a trabajar con documentos. Para ello dividió la vida de Roncalli en tantos períodos como participantes (una veintena).
Cada uno debería estudiar toda la documentación roncalliana de aquellos años disponible. Su hipótesis de trabajo era que Roncalli fue algo más que el bonachón simpático de las “florecillas”, que no sabía lo que se hacía. Así lo han querido presentar, so capa de benevolencia, los enemigos del Concilio. Nos distribuyó con mucha antelación, como instrumento de trabajo, una conferencia del cardenal Lercaro de 1965 sobre Juan XXIII, preparada por Giuseppe Dossetti, un diputado del ala izquierda de la Democrazia Cristiana que dejó la política y, ordenado sacerdote, era el consejero intelectual y teológico de Lercaro, y acabaría retirado en una comunidad monástica contemplativa que él había fundado. Por inspiración de Dossetti, Lercaro había creado en 1953 un centro de documentación, del que saldría el Istituto que dirigía Alberigo.
La conferencia de Dossetti-Lercaro distinguía tres tipos de cultura: hombres de las fuentes, hombres de los manuales y hombres de los ensayos. Comentando más tarde esta conferencia con el padre. Miquel Batllori, me dijo que con toda evidencia Dossetti pensaba en tres Papas: Pío XII el de los manuales, Pablo VI el de los ensayos y Juan XXIII el de las fuentes. Roncalli tenía una sólida cultura basada en las grandes fuentes del cristianismo de las que estaba empapado: Biblia, Liturgia, Padres, historia de la Iglesia, los concilios, los grandes maestros de la espiritualidad cristiana. Los hombres de las fuentes –proseguía Lercaro– pueden ser simples consumidores de cultura, pero si además son geniales son los que, basados en la más sana tradición, pueden dar el gran salto hacia el futuro. Es lo que hizo Juan XXIII.
Se hablaba un día en aquel seminario del cardenal Tardini y su Villa Nazareth para huérfanos de guerra. Una alumna comentó que muchos curiales montaban algo parecido de cara a los medios de comunicación. El profesor le replicó: “No es esto, señorita. Es algo mucho peor. Tardini se tomaba muy en serio Villa Nazareth, le dedicaba mucho tiempo y dinero y amaba como un padre a aquellos huérfanos, pero como Secretario de Estado apoyaba la política de los Estados Unidos y de la OTAN, que tendía a producir huérfanos de guerra”.
En sus numerosos estudios sobre Juan XXIII (alguno en colaboración con su esposa Angelina), Alberigo ha insistido siempre en que en Juan XXIII no hubo nunca aquella dicotomía de Tardini entre su personalidad humana y espiritual y su actuación en las distintas misiones encomendadas, desde sacerdote o diplomático hasta Papa. Las notas que lo caracterizan ya de joven (origen humilde, distinguir lo esencial de lo secundario, bondad natural, una religión que redunda también en felicidad en la tierra, obsesión por la paz), habrán de caracterizar “su” Concilio: Iglesia de los pobres, aggiornamento, misericordia y no anatemas, una Iglesia no señora sino servidora de los hombres y Paz en la tierra.
La obra maestra de Alberigo es la monumental Historia del Concilio Vaticano II, en cinco volúmenes (1995-2001), preparada bajo su dirección por un equipo internacional del que formamos parte Evangelista Vilanova y un servidor, publicada en seis lenguas. De acuerdo con el ideario del Istituto, se quiere superar la simple exégesis de los documentos conciliares para presentar sobre todo el acontecimiento, el nuevo Pentecostés que profetizó Juan XXIII, para recuperar el genuino espíritu conciliar, que Pablo VI sacrificó en más de un punto para evitar la ruptura con la minoría conservadora. El posconcilio ha seguido esta vía minimalista. Pero, como ha dicho Salvador Pié, hay que interpretar el nuevo Código a la luz de Lumen gentium, y no al revés.
Tobi, despues de esto, lanza una pregunta a los que conserven la capacidad de Razonar.
¿Que razón pudo tener el cardenal Roncalli para escoger el nombre de Juan XXIII un de los tres papas que el Concilo de Constanza declaró anti-papa?
¿Con ello no mostró su deseo de volver a los principios que determinó dicho Concilio?
¿Un tímido deseo de que el romanismo volviese al cristianismo?
Intento fallido. Paulo VI cuidó de ello con una clara devoción pagana.