Eugenio IV (Papa del 3 de marzo de 1431 al 23 de febrero de 1447)
La elección.
Tres semanas antes de su muerte, Martín V había firmado las bulas que convocaban el concilio para la ciudad de Basilea y otorgaban poderes a Julio Cesarini, entonces legado en la guerra contra los husitas, para reunirlo, presidirlo y también clausurarlo. De estas bulas tomaron pie los cardenales para juramentarse en torno a unas condiciones que habrían de plantearse al nuevo Papa para su cumplimiento: habría de hacerse a través del concilio la esperada reforma in capite et in members; se garantizaría al colegio la mitad de las rentas pontificias; no se procedería contra un miembro del mismo sin acuerdo de sus colegas; y que el juramento de fidelidad de los oficiales tuviera que dirigirse al papa y al colegio conjuntamente. Bajo tales condiciones procedieron a elegir a Gabriel Condulmer, un pariente de Gregorio XII, veneciano y de familia rica, austero agustino, obispo de Siena y cardenal desde 1408. En el momento de su elección gobernaba la marca de Ancona y Romagna. Aunque su conducta personal fuese irrepochable, la faltaban sin duda dotes de habilidad en el difícil juego de la política. Al proceder contra los Colonna, tratando de recuperar las vastas posesiones que disipara su antecesor, se excedió en el rigor, provocando una terrible enemistad.
El concilio suspendido.
El problema fundamental era el concilio ya convocado. Las tormentas que amenazaban Constanza estallaron ahora con gran violencia. Eugenio IV confirmó el 31 de mayo el nombramiento y poderes de Cesarini, pero éste, ocupado en los graves problemas de su legación, no pudo asistir personalmente a la sesión inaugural, del 23 de julio, haciéndose representar por Juan de Palomar y Juan de Ragusa. Se fijaron de inmediato los cuatro contenidos: reforma de la Iglesia, solución al conflicto husita, restablecimiento de la paz entre Francia e Inglaterra y búsqueda de la unión con la Iglesia oriental. La cruzada contra los husitas registraba un desastre: Cesarini, vencido en el Taus, llegó a Basilea con el convencimiento de que era el concilio la única vía posible para resolver el problema haciendo concesiones a los sectores moderados. Hasta el 14 de diciembre de 141 no se celebró la primera sesión solemne; en este momento la asistencia era muy escasa.
Mientras tanto Eugenio IV había recibido, por medio del canónigo Jean Beaurepere, enviado por Cesarini, un comunicado desalentador: la exigua asistencia, las dificultades de acceso a Basilea, la cercanía amenazadora de Federico de Austria y del duque de Borgoña, la hostilidad mostrada por los habitantes, eran motivos suficientes para que se pensara en otro lugar. Se habían recibido además noticias alentadoras de los griegos, que se mostraban deseosos de negociar la unión pero reclamaban una ciudad a ellos más asequible. Todo esto decidió al pontífice, en una fecha tan temprana como el 12 de noviembre de 1431, a ejecutar el traslado. Una bula (18 de diciembre) enviada a Cesarini por medio del nuncio Daniel de Rampo, ordenaba la disolución del concilio, convocando otro para Bolonia año y medio más tarde....
continuará