Re: El adventismo y su falsa "ley dominical"
Estimado ernesto gil. Saludos cordiales.
Tú dices:
"Y tendremos justicia cuando cuidemos de poner por obra todos estos mandamientos delante de Jehová nuestro Dios, como El nos ha mandado. Deuteronomio 6:25.
Humillado no contesta....
Respondo: La gran verdad fundamental del evangelio, de que por la fe recibamos atribuida la justicia de Cristo a nuestros pecados del pasado, y se nos conceda la justicia de Cristo para manifestar la naturaleza divina en la carne humana es innegable.
Nuestra propia naturaleza corrompida y pecaminosa nos es mostrada con toda su suciedad para que Cristo sea invocado para purificarnos, y llegue a ser en el verdadero sentido de la palabra: “el Señor, justicia nuestra”.
Podemos leer en las Sagradas Escrituras: “Tuya es, Señor, la justicia...”. Dan. 9:7. “Tu justicia como los montes de Dios...”. Salmo 36:6. “Justo es Jehová en todos sus caminos...”. Salmo 145:17. “Tu justicia es justicia eterna...”. Salmo 119:142. “Porque el justo Jehová ama la justicia...”. Salmo 11:7. “Para anunciar que Jehová mi fortaleza es recto, y que en él no hay injusticia”. Salmo 92:15.
En lo que se refiere al Ser de Justicia, las sagradas Escrituras son muy detalladas, claras y precisas. Nos es presentada como contraste del pecado y está muy estrechamente ligada con la santidad y piedad, sentada como contraste del pecado y está muy estrechamente ligada con la santidad y piedad. “Velad debidamente y no pequéis”. 1 Cor. 15:34. “A que dejéis, cuanto a la pasada manera de vivir, el viejo hombre que está viciado conforme a los deseos de error; y a renovaros en el espíritu de vuestra mente, y vestir el nuevo hombre que es criado conforme a Dios en justicia y santidad de la verdad”. Efe. 4:2224.
“Porque el fruto del Espíritu es en toda bondad, y justicia, y verdad”. Efe. 5:9. “Sigue la justicia, la piedad, la fe, la caridad, la paciencia, la mansedumbre”. 1 Tim. 6:11.
“Toda maldad (injusticia) es pecado...”. 1 Juan 5:17-18. El testimonio más bello y exaltante en cuanto a la justicia que se encuentra en la Palabra de Dios es quizás el siguiente que se refiere a Cristo: “Has amado la justicia, y aborrecido la maldad; por lo cual te ungió Dios, el Dios tuyo, con óleo de alegría más que a tus compañeros”. Heb. 1:9.
Este testimonio coloca a la justicia en contraste, en directa controversia a la injusticia, o sea el pecado. La Palabra explica que Dios es la fuente de la justicia y que ella es una de sus virtudes santas y divinas. La cuestión principal en cuanto a la justicia de Dios, y que para nosotros es la cuestión de mayor interés y consecuencia, es nuestra relación personal con esa justicia. ¿Hay justicia en cualquier grado en la naturaleza humana? Si la hay, ¿cómo puede ser conservada y desarrollada? De lo contrario, ¿hay un medio para alcanzarla? Si es así, ¿cuál es y cuándo puede ser obtenida?
Para la mente que no está disciplinada e iluminada por la Palabra de Dios, es este un problema difícil, obscuro e inquietante. En el anhelo de solucionar este problema el hombre seguramente habrá hecho muchos experimentos. Es completamente innecesario que haya inseguridad y confusión en cuanto a nuestra relación con la justicia de Dios, pues la verdadera situación está claramente definida en los escritos de la verdad. Las Sagradas Escrituras explican: “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios...”. Rom. 3:23. “Mas yo soy carnal, vendido a sujeción del pecado”. Rom. 7:14. “No hay justo, ni aun uno”. Rom. 3:10. “Yo se que en mí (es a saber, en mí carne) no mora el bien”. Rom. 7:18. Y por fin, “estando atestados de toda iniquidad”. Rom. 1:29.
Esto contesta claramente la pregunta si existe cualquier grado de justicia en la naturaleza humana. No la hay. Al contrario, la naturaleza humana está llena de injusticia. Pero, en la misma Palabra encontramos la buena y alegre nueva de que Dios ha provisto una posibilidad para que podamos limpiarnos de nuestra injusticia y para que seamos revestidos y llenos de su perfecta justicia. Vemos que fue tomada esta precaución y que a Adán fue descubierta enseguida que cayó de su elevado y santo estado en que se encontraba. Esta misericordiosa medida de precaución fue bien comprendida por los hombres y mujeres caídos e injustos, ya al comienzo de la furiosa lucha sin parangón con el pecado. Esto lo vemos en los siguientes testimonios que nos son dados en las Sagradas Escrituras.
1.- En uno de sus sermones se refiere Jesús al segundo hijo de Adán y habla de él como de “que era justo, dando Dios testimonio a sus presentes”. Heb. 11:4.
2.- “Y Jehová dijo a Noé: Entra tú y toda tu casa en el arca; porque a ti he visto justo delante de mí en esta generación”. Gen. 7:1. Además: “Noé, varón justo, perfecto fue en sus generaciones; con Dios caminó Noé”. Gen. 6:9. 3.- “Y creyó Abraham a Dios, y le fue atribuido a justicia”. Rom. 4:3. 4.- “Y libró al justo Lot, acosado por la nefanda conducta de los malvados; (porque este justo, con ver y oír, morando entre ellos, afligía cada día su alma justa con los hechos de aquellos injustos)”. 2 Pedro 2:7-8. 5.-
De Zacarías y Elizabeth, que vivían justamente en el tiempo del nacimiento de Jesús, dice: “Y eran ambos justos (piadosos) delante de Dios, andando sin reprensión en todos los mandamientos y estatutos del Señor”. Luc. 1:6. 6.- El apóstol Pablo dice que los gentiles a quienes él predicó el evangelio “... han alcanzado la justicia...”. Rom. 9:30; 6:17-22. De esto deducimos que desde que fue hecha la promesa a Adán hasta el fin del tiempo apostólico, hombres y mujeres que a lo largo del camino han comprendido la justicia de Dios, tienen prueba visible de que sus vidas han sido agradables a Él.
¿Cuáles fueron las condiciones? ¿Cómo se conseguía esto? ¿Bajo qué condiciones tenía lugar este cambio maravilloso?
¿Era porque las circunstancias y el tiempo en el cual vivían estos hombres y mujeres eran favorables para la justicia?
¿Quizás era por las virtudes especiales y sobresalientes que eran naturales en aquellos que alcanzaban estos elevados campos de la divinidad?
Todos los informes sobre los tiempos y las respectivas personas nos dan un informe negativo. Eran personas con predisposiciones naturales, iguales a las nuestras y sus alrededores “... afligían cada día su alma justa...”. 2 Pedro 2:7-8. Ellos obtenían la impagable bendición de la justicia en el camino, el único camino por el cual pueden obtenerla los seres humanos desde que pecó Adán.
En el Nuevo Testamento es dada mucha importancia al camino para alcanzar la justicia. La explicación más clara y completa se encuentra en la carta de Pablo a los Romanos. Ya al comienzo de su demostración explica el apóstol: “Porque no me avergüenzo del evangelio: porque es potencia de Dios para salud a todo aquel que cree; ... Porque en él la justicia de Dios se descubre de fe en fe; como está escrito: mas el justo vivirá por la fe”. Rom. 1:16-17.
En el evangelio está descubierto para los hombres la perfecta justicia de Dios. Al mismo tiempo muestra el evangelio también el camino para que la justicia pueda ser obtenida también por los pecadores seres humanos, es a saber, por la fe. En las citas siguientes se explica esto más detalladamente:
“Porque por las obras de la ley ninguna carne se justificará delante de él; porque por la ley es el conocimiento del pecado. Mas ahora, sin la ley (las obras de la ley), la justicia de Dios se ha manifestado, testificada por la ley y por los profetas: la justicia de Dios por la fe de Jesucristo, para todos los que creen en él; porque no hay diferencia”. Rom. 3:20-22.
En la primera parte de esta comprobación muestra el apóstol la parte que desempeña la ley en el problema de la justificación. “... Por la ley es el conocimiento del pecado”. Elconocimiento del pecado y no la liberación del pecado. La ley muestra el pecado. De esta manera declara a todo el mundo culpable delante de Dios. Rom. 3. Pero la ley no puede libertar del pecado. Ningún esfuerzo de parte del pecador en obedecer a la ley puede borrar su culpa o atribuirle la justicia de Dios. Esta justicia, así explica el apóstol Pablo, se obtiene “... por la fe de Jesucristo... Al cual Dios ha propuesto en propiciación por la fe en su sangre (un sacrificio reconciliador), para manifestación de su justicia, atento a haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados”. Rom. 3:22-25.
Solamente por la fe en la sangre de Cristo pueden ser borrados todos los pecados de los creyentes y ocupar su lugar la justicia de Dios a favor del que cree. ¡Oh, qué cambio maravilloso! ¡Qué manifestación de amor y gracia divina! Aquí tenemos un hombre nacido en pecado, como se expresa Pablo: “Atestado de toda iniquidad”. Su pecaminosa herencia es lo peor que podemos imaginarnos. Su alrededor está en la más baja profundidad que conocen los impíos. De alguna manera llega al corazón de este hombre el amor de Dios que resplandece sobre la cruz del Gólgota. Él cede, confiesa, se arrepiente y en fe reclama a Cristo como Salvador suyo.
En el mismo momento es aceptado como hijo de Dios. Todos sus pecados son perdonados, su culpa es borrada, es hallado justo y con seguridad justificado delante de la ley divina.
Este cambio maravilloso y sorprendente puede tener lugar en una hora.Esto quiere decir justicia por la fe. Después que el apóstol hizo esta clara y potente comprobación en cuanto al camino por el cual se puede obtener la justificación, ilustra la verdad explicada con un caso práctico. Toma la experiencia de Abraham como ejemplo. “¿Qué pues diremos que halló Abraham, nuestro padre según la carne?”. Rom. 4:1. Dando curso inmediato a la contestación decimos: Abraham obtuvo la justicia. Pero, ¿de qué manera? Pablo nos dice sobre esto: “Que si Abraham fue justificado por las obras, tiene de que gloriarse; mas no para con Dios”. Rom. 4:2. Ser justificado por las obras es solamente una suposición, una propuesta. ¿Podría resultar tal cosa? ¿Es éste el camino sobre el cual podremos hallar la justicia? ¿Qué dicen las Escrituras? “... Y creyó Abraham a Dios, y le atribuido (su fe) a justicia”. Rom. 4:3.
Esta comprobación determina para siempre el camino por el cual obtuvo Abraham la justicia de Dios. No fue por las obras sino por la fe. El Camino de Abraham, Único Camino.Al haber decidido la cuestión cómo obtuvo Abraham la justicia de Dios, continúa mostrando Pablo que éste es el único camino por el cual se puede obtener la justicia. “Mas el que no obra, pero cree en aquel que justifica al impío, la fe le es contada por justicia”. Rom. 4:5. ¡Qué bondad! ¡Qué gran misericordia! El Señor que “es justo en todos sus caminos” ofrece su propia justicia perfecta a todos y a cada pecador pobre, débil, indefenso y sin esperanza que quiera creer lo que él dice. Léelo otra vez: “Mas al que no obra, pero cree en aquel que justifica... la fe le es contada por justicia”.
Tan importante, tan fundamental es este camino de la justicia que el apóstol continúa en todo el capítulo comprobando, repitiendo y colocando en su verdadero lugar todo lo que en estas pocas palabras ha expresado tan claramente. Siguen a continuación algunas de sus comprobaciones: “Como también David dice ser bienaventurado el hombre al cual Dios atribuye justicia sin obras”. Rom. 4:6.
“... Porque decimos que a Abraham fue contada la fe por justicia”. Rom. 4:9. “Plenamente convencido de que todo lo que había prometido, era también poderoso para hacerlo. Por lo cual también le fue atribuido a justicia. Y no solamente por él fue escrito que le haya sido imputado; sino también por nosotros, a quienes será imputado, esto es, a los que creemos en el que levantó de los muertos a Jesús Señor nuestro, el cual fue entregado por nuestros delitos, y resucitado para nuestra justificación”. Rom. 4:21-25.
Esta confirmación, claramente bosquejada y convincente, muestra a cada alma perdida a través de todos los tiempos el único camino para salir del pecado, culpabilidad y condenación, y llegar a la justicia, o sea a la salvación de la condenación y la muerte. Con esto están de acuerdo todas las demás explicaciones de las Sagradas Escrituras referente a este importante problema: ¿cómo puede obtenerse la justificación? Las palabras: “justicia por la fe” representan la transformación más maravillosa en este mundo materialista, que la mente humana puede lograr. Demuestran el don más grande que Dios pudo dar a la raza humana en su infinita plenitud.
El grandioso hecho que está expresado en estas palabras fue estudiado, interpretado y aceptado con alegría por millones y millones durante los siglos pasados, y hasta el día de hoy es el motivo del más sublime interés y de mayor importancia para la familia humana. Si echamos una breve mirada retrospectiva a nuestras explicaciones comprobamos: Que la ley de Dios exige justicia de todos los que están sujetos a su justicia. Pero por la transgresión todos están inhabilitados a ejercer la justicia que la ley exige. ¿Qué debe hacer por lo tanto el pecador? Su transgresión de la justa ley de Dios lo ha hecho injusto. Lo ha puesto bajo la maldición de la ley. Por lo tanto recibe la condenación y ha de pagar el castigo de su transgresión. El castigo es la muerte. Su culpa es tan grande que exige la vida. Está bajo una maldición que ya no puede quitar.
Está frente a su castigo del cual ya no puede escapar. ¿Qué puede hacer? ¿Hay un camino de escape en esta situación oscura y sin esperanza? Si, hay. La justicia de Dios sin la ley está anunciada y testifican de ella la ley y los profetas. “La justicia de Dios por la fe de Jesucristo, para todos los que creen en él...”. Rom. 3:22. Esto muestra el camino para cumplir con las exigencias de la ley y comprueba claramente que el único camino para poder hacerlo es por “fe”. Para el entendimiento natural, no iluminado, es la solución del oscuro problema, un misterio. La ley de Dios exige obediencia y pide hechos justos en las manifestaciones diarias de nuestra vida. ¿Cómo puede cumplirse con estas exigencias por fe, en lugar de las obras? En sencillas palabras se nos da la respuesta: “Siendo justificados gratuitamente por su gracia, por la redención que es en Cristo Jesús; al cual Dios ha propuesto en propiciación por la fe en su sangre, (un sacrificio expiatorio) para manifestación de su justicia, atento a haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados”. Rom. 3:24-25.
¡Qué maravillosa solución del terrible problema del pecado! Únicamente nuestro Padre eterno, omnipotente y misericordioso podía y quería dar una solución tal. Solamente los escritos inspirados podían revelarlo. Este camino para libertar a un pecador puede ser hallado solamente en el evangelio sin mácula de Cristo. “Por fe puede él (el pecador que ha obrado tan injustamente y ha ofendido a Dios) presentar a Dios los méritos de Jesucristo y el Señor atribuye la obediencia de su Hijo a favor del pecador. La justicia de Cristo se acepta en lugar de las faltas de la persona”. Review and Herald, 4 de Noviembre de 1890.
Cristo ha venido a este mundo como Salvador. Se hizo nuestro representante. Ocupó nuestro lugar en la lucha con Satanás y el pecado. Fue probado en todo como nosotros, pero no pecó. Él amaba la justicia y aborrecía la injusticia. Su vida completamente obediente satisfizo las exigencias más elevadas de la ley. Y, ¡oh maravilla, es de admirarse que Dios acepta la justicia de Cristo en lugar de nuestras faltas e injusticias! En esta divina transformación “recibe Dios al pecador, le perdona y lo justifica, ... y además le ama como ama a Su Hijo”. Review and Herald, 4 de Noviembre de 1890.
No es de sorprenderse pues que Pablo hace notorio a todo el mundo que fue el amor de Cristo que lo impulsó a hacer su arduo trabajo y a considerarlo como un gran privilegio y tener por gozo la pérdida de todas las cosas para ganar a Cristo y ser revestido de Su justicia, que es atribuida al pecador por fe. Justamente así se explica cómo la fe ocupa el lugar de las obras y es atribuida a justicia. Esta preciosa verdad debería ser muy clara para cada creyente. También debería ser la experiencia personal de nosotros. Nos debería capacitar a dar término a nuestras propias obras, esfuerzos y luchas y a aceptar en nosotros la fe tranquila, pero viva y llena de confianza, o sea los méritos, la obediencia y la justicia de Cristo. Esto podemos presentar entonces a Dios en lugar de nuestras transgresiones. Con alegría debería aceptar el perdón concedido y la justificación y enseguida conoceríamos la paz y la alegría que un camino tan maravillosos produciría en nuestros corazones. “Justificados pues por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”. Rom. 5:1.
Muchos Han Errado el Camino.Qué extraño que qué triste es el hecho de que este sencillo y hermoso camino de la justicia es tan difícil de aceptar y de hallar para el corazón natural y carnal. Para Pablo era una gran pena que Israel, sus parientes conforme a la carne, erraron tan fatalmente el camino. Él decía: “
Mas Israel que seguía la ley de justicia, no ha llegado a la ley de justicia. ¿Por qué? Porque la seguían no por fe, mas como por las obras de la ley”. Rom. 9:31-32.
Al otro lado “...
los gentiles que no seguían justicia, han alcanzado la justicia, es a saber, la justicia que es por la fe”. Rom. 9:30.
Ahora descubre el apóstol el verdadero misterio del derrumbe de Israel: “
Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios. Porque el fin de la ley es Cristo (Aquel a quien señala la ley), para justicia a todo aquel que cree (a éste sirve para justicia)”. Rom. 10:3-4.
Por fin termina el apóstol sus explicaciones en cuanto a esta cuestión tan sublime con las siguientes palabras llenas de esperanza: “
Mas ¿qué dice? Cercana está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe, la cual predicamos: que si confesares con tu boca al Señor Jesús, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia; mas con la boca se hace confesión para salud”. Rom. 10:8-10.
“La justicia por la fe” no es una teoría. Los hombres pueden tener la teoría de ella y no reconocer la “justicia que es válida delante de Dios, sino esforzarse en levantar su propia justicia”. “Justicia por la fe” es un hecho, una realidad experimentada. Es subordinarse a la “justicia de Dios”. Es un cambio de posición frente a Dios y a su ley. Es una renovación, un renacimiento. Sin este cambio no hay esperanza para el pecador porque quedaría bajo la maldición de la inmutable y santa ley de Dios, y su terrible juicio quedaría sobre su cabeza. ¡Cuán importante se muestra por eso el hecho de que por una clara y real experiencia sepamos que este grandioso e importantísimo cambio, denominado “justicia por la fe”, ha sido verificado en nuestro corazón y vida por el poder de Dios! Solamente entonces podemos orar sinceramente si decimos en el Padre nuestro: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre”. “Este nombre es santificado por los ángeles del cielo y por los habitantes de los mundos sin pecado. Cuando oráis: “Santificado sea tu nombre”, pedís que sea santificado en este mundo, santificado en nosotros mismos. Dios os ha reconocido delante de hombres y ángeles como sus hijos; orad que no deshonréis el buen nombre que fue invocado sobre vosotros. ¡Os envía Dios al mundo como su embajador! ¡En cada hecho de la vida, debéis manifestar el nombre de Dios! Esta petición os exige poseer Su carácter. No podéis santificar su nombre, no podéis representarlo ante el mundo a menos que vuestra vida y carácter representen la vida y carácter de Dios. Esto lo podéis hacer únicamente cuando aceptéis la gracia y justicia de Cristo”. El Discurso maestro de Jesucristo:90. Capítulo 2
Bendiciones.
Luego todo Israel será salvo.