Re: Derechos de los homosexuales
Buenas.
Yo, por si alguno no lo sabe y para evitar errores, no soy cristiano, pero tampoco soy ateo, considero que existe un dios diferente al suyo, y en realidad a cualquier otro defendido por las religiones que conozco.
Dicho esto, primero indicar que a mí, personalmente, la homosexualidad no me parece un pecado… principalmente porque no creo en la existencia de eso que se conoce como “pecado”, igual, de creer en ella, podría ser de otro parecer. Por otra parte, no me inquieta demasiado lo que hagan con su vida; soy de la opinión de que la libertad de uno termina cuando empiezan las libertades de los otros. Si son homosexuales (o si gustan otros apelativos, pues esos) será su problema (en el caso de que exista). Si son felices y no hacen daño a nadie ¿quiénes somos para meternos a juzgar sus vidas por el simple hecho de quien les gusta o deja de gustarles?
Por supuesto, si violan o abusan de niños, entonces cometen un delito… pero también hay heterosexuales que lo hacen, y no veo que esté prohibida la heterosexualidad por ello ¿acaso lo está en su país? Que un una persona robe no significa que lo hagan todos los que pertenecen a su raza, género, país, etc. Lo mismo puede argumentarse de los homosexuales.
Por otro lado, alguno de ustedes debería revisar su biblia, por si es diferente de la que yo manejo. Si no he leído mal, en ella aparecen unos versículos escritos por Pablo (Apóstol, ni más ni menos) en su epístola a los Romanos, en los que se afirma, sin demasiado margen a interpretaciones, que ha de obedecerse sin cuestión a las autoridades públicas establecidas ya que su poder emana de Dios, si desean conocerlos, se los dejo (según la versión NVI):
“1 Todos deben someterse a las autoridades públicas, pues no hay autoridad que Dios no haya dispuesto, así que las que existen fueron establecidas por él. 2 Por lo tanto, todo el que se opone a la autoridad se rebela contra lo que Dios ha instituido. Los que así proceden recibirán castigo. 3 Porque los gobernantes no están para infundir terror a los que hacen lo bueno sino a los que hacen lo malo. ¿Quieres librarte del miedo a la autoridad? Haz lo bueno, y tendrás su aprobación, 4 pues está al servicio de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, entonces debes tener miedo. No en vano lleva la espada, pues está al servicio de Dios para impartir justicia y castigar al malhechor. 5 Así que es necesario someterse a las autoridades, no sólo para evitar el castigo sino también por razones de conciencia.
6 Por eso mismo pagan ustedes impuestos, pues las autoridades están al servicio de Dios, dedicadas precisamente a gobernar. 7 Paguen a cada uno lo que le corresponda: si deben impuestos, paguen los impuestos; si deben contribuciones, paguen las contribuciones; al que deban respeto, muéstrenle respeto; al que deban honor, ríndanle honor.” (Romanos, 13:1-7)
Un cordial saludo.
Atentamente, Cthulhu.
Lo primero que hay que señalar es que la pregunta noes tal
pregunta . En el sentido riguroso del término, se pregunta para
saber lo que no se sabe; es decir, para informarse . Pero en esta
ocasión, los interrogadores habían seguido y acosado a Jesús
desde los comienzos de su predicación y conocían ya
perfectamente la enseñanza del Nazareno en este punto tan
relevante. Ahora sólo se trataba de obtener de él una
declaración pública y solemneen la capital religiosa y política
de Israel por la que se rechazase abiertamente el pago del
tributo al Señor extranjero. La encerrona estaba bien urdida,
pues la confabulación contra Jesús ne cesitaba ser ahora algo
más que un rumor o un magisterio velado dicho en parábolas
(Mc 12.12, 4.10 -12, 4.33-34). Se necesitaba un
pronunciamiento público que permitiera sustanciar una
denuncia por sedición. Pienso que fue el rechazo del tributo ,
tanto o m ás que su pretensión de mesiani dad, lo que condujo a
Jesús a la cruz. Visto así, la perícopa evangélica sobre este
asunto cobra un relieve insospechado. No se trataba realmente
de definir sólo un punto de doctrina, sino de poner en manos
del gobernador roma no una prueba indubitable de subversión .
Para los evangelistas, exonerar a Jesús, a toda costa, de este
cargo resultaba determinante para demostrar que su héroe no
fue un Mesías tradicional que promovió la instauración divina
del Reino en la Nueva Jerusalé n, sinoel Dios encarnado que
vino para expiar con su muerte el pecado de la humanidad. Al
propio tiempo, la recentísima acción violenta en el Templo —
existía ya la tradición de que el Mesías debía destruir el viejo
Templo prostituido y sustituirlo por unonuevo e
inmaculado—también había colmado la paciencia y el temor
de la oligarquía sacerdotal, porque «llegó todo esto a oídos de
los príncipes de los sacerdotes y de los escribas, y buscaban
cómo perderle; pero le temían, pues toda la multitud estaba
maravillada de su doctri na» (Mc 11.8). Los herodianos y los
fariseos necesitaban ahora, ellos también, «sorpren derle en
alguna declaración» (Mc 12.13). Acercándosele, le preguntan:
«¿es lícito el tributo al César, o no? ¿Debemos pagar o no
debemos pagar?» (v.14).
En segundo lugar, obsérvese que nose le pregunta si hay
obligación de pagar el tributo , sino si es
lícito (exestin) pagar
el tributo. En este atributo verbal está inequívocamente
implícita —para los advertidos—la cuestión teológica . No se
pregunta si es lícito a los romanos cobrarel tributo, sino si
es
lícito a los judíos pagarlo. Mt 22.17 y Lc 20.22 repiten
literalmente la cuestión de la licitud; este tenor redaccional
prueba que se trataba de una de las cuestiones más candentes
del día entre el p ueblo judío, porque señalaba una frontera
entre quienes se conformaban con el
estatuto de Israel como
colonia de un Estado pagano y
quienes se alineaban con el
nacionalismo político -religioso de los judíos. Jesús estaba de
este lado, como vamos a ver.
La licitud de pagar o no el tributo entrañaba una
doble
cuestión: una
cuestión de obediencia al Emperadorcomo
soberano en terreno conquistado, y una
cuestión de fidelidad a
Yahvécomo señor del pueblo elegido, que le debía una lealtad
íntegra derivada de las recíprocas obligaciones de un pacto
(berith ). Como la pregunta no era tal sino una treta , una
encerrona, una respuesta afirmativa en boca de Jesús
equivaldría a condonar un
doble pecado: de idolatría y de
apostasía . Conociendo muy bien la opinión del Nazareno, los
interrogadores lo ponían en una situación realmente difícil y
comprometida. Si negaba la licitud del pago del tributo, este
grave pronunciamiento público desencadenaría una inmediata
reacción romana violenta que él no deseaba provocar, pues
todo i ndica que estaba convencido de que el Reino sólo podía
imponerse por la mano milagrosa de Dios en el contexto de
una movilización ideológica en la dirección del
arrepentimiento y la obediencia a la Ley.
Si admitía la licitud
del pago, no sólo arruinaba ante sus seguidores la excelencia y
crédito de su causa, sino que cancelaba ante su inquebrantable
conciencia la empresa a la que se había consagrado
enteramente por inspiración de Dios. Jesús, hombre de gran
coraje personal e integridad moral, pero también a stuto como
una serpiente, improvisó la estratagema del denariuscon la
efigie del César:
«¿De quién es esta imagen y esta inscripción?
Ellos dijeron: del César. Jesús replicó:
dad al César lo que [en
el latín de la Vulgata, quae, las cosas que] es del Césa r, y a
Dios lo que es deDios. Y se admiraron de él» (Mc12.16- 17).
La efectista anfibología se centra en la
moneda: como ostenta
la efigie del César, puede tomarse a primera vista como una
cosa que pertenece a él; pero
el tributo no es la moneda, que es
un simple medio de pago,
sino el acto de sumisión personal ,
que sólo se le debe a Dios. La sinécdoque tuvo éxito.
Intérpretes eclesiásticos del Nuevo Testamento traducen
literalmente apodóte por «restituid» o «devolved» —en lugar
de «dad»—, creyendo afianza r así la exégesis heredada y a
todas luces falseadora. Realmente, esta traducción, además de
no alterar el significado de lo que estoy explicando, enfatiza el
juego de la sinécdoque astutamente compuesta para el caso,
pues se subraya el giro metonímico que busca desplazar la
cuestión de la licitud del pago del tributo mediante la
inserción de la deliberadamente equívoca referencia a una
moneda que, por llevar la
efigie imperial y haber sido
acuñada
en las cecas del Estado romano, podría convencionalmente
tomarse en sentido lato por
«cosa» perteneciente al César