Ya sabemos que quedó abolido, mi hermano. Tú y yo estamos de acuerdo en eso.
Ahora bien, si tú eres capaz de explicar la razón por la que quedó abolido sin que por ello quedaran violentadas las Escrituras que tenían los judíos, sabrás por qué es posible también que el cristiano actual no peca cuando acepta una transfusión.
¡En la razón que des para explicar la abolición de la circuncisión y el sábado, está la clave! Por eso mi insistencia, que espero puedas perdonar.
En 49 D.C. se le presentó al concilio cristiano reunido en Jerusalén una pregunta acerca de la circuncisión.
Algunos judíos cristianos habían insistido en que los gentiles tenían que ‘circuncidarse conforme a la costumbre de Moisés.’
Pero la cuestión básica era si los conversos no judíos tenían que guardar toda “la ley de Moisés.”—Hech. 15:1, 5.
En la reunión del concilio, Pedro, Pablo y Bernabé informaron lo que Dios hizo por medio de ellos.
Los conversos gentiles habían sido aceptados sobre la base de fe sin conformarse primero al reglamento de la ley mosaica.
Pedro razonó que no había necesidad de tratar de insistir en que los gentiles guardaran un código de leyes que ni siquiera los judíos podían guardar.
Entonces el concilio consideró que contenía una indicación inspirada de que Dios aceptaría a gente de las naciones. Amos. 9: 11, 12.
Era patente que los gentiles no iban a tener que circuncidarse y conformarse a la ley de Moisés antes que pudieran hacerse cristianos. (Hech. 15:16-18)
El discípulo Santiago, que parece haber sido el presidente, dijo:
“Es mi decisión el no perturbar a los de las naciones que están volviéndose a Dios, sino escribirles que se abstengan de las cosas contaminadas por los ídolos y de la fornicación y de lo estrangulado y de la sangre.
Porque desde tiempos antiguos Moisés ha tenido en ciudad tras ciudad quienes lo prediquen, porque es leído en voz alta en las sinagogas todos los sábados.” Hech. 15:19-21.
El concilio estuvo de acuerdo, y su decisión escrita decía: “Al espíritu santo y a nosotros mismos nos ha parecido bien no añadirles (a los gentiles) ninguna otra carga, salvo estas cosas necesarias: que sigan absteniéndose de cosas sacrificadas a ídolos y de sangre y de cosas estranguladas y de fornicación.” Hech. 15:28, 29.
Algunos que hoy creen que los cristianos no están obligados por ese decreto, sostienen que no fue nada más que una ‘concesión temporaria para aplacar los sentimientos judíos.’
Y señalan a Hechos 15:21, donde Santiago después de dar la lista de cosas prohibidas declara que se leía Moisés en las sinagogas todas las semanas.
Piensan que Santiago estaba sugiriendo que los cristianos gentiles se abstuvieran de estas cosas, para que no les fueran ofensivos a los judíos que consideraban esas cosas como violaciones notorias de la ley mosaica.
No hay duda de que los cristianos primitivos reconocían el valor de evitar las cosas que causaran innecesario tropiezo o tendieran a estorbar el esparcimiento de las buenas nuevas.
Por eso, aunque Pablo mismo sabía que ya no estaba bajo la ley mosaica, estaba dispuesto a conformarse a los caminos de los que la tenían en alta estima. 1Cor. 9:20-23; Hech. 21:20-28.
Los requisitos de la Ley no eran malos o nocivos. Al conformarse a estos requisitos, Pablo, un judío natural, evitaba lo que tendía a impedir que otros judíos aceptaran su mensaje y obra.
De modo similar, si los cristianos gentiles obraban de acuerdo con la decisión del concilio y evitaban la idolatría, la sangre y la fornicación, podrían hallar menos resistencia religiosa al tratar con los judíos.
Ese decreto no pudo haber sido solamente un esfuerzo para dar la apariencia de que los cristianos estaban cumpliendo con la ley de Moisés.
Pues la decisión no requería específicamente que los gentiles cristianos se circuncidaran, y la circuncisión era fundamental para que alguien fuera judío o prosélito. Fili. 3:5.
El solo evitar las cuatro cosas que alistó Santiago no haría de los cristianos incircuncisos una especie de ‘medios hermanos’ con los judíos.
Santiago no dijo que ‘la ley de Moisés es leída todos los sábados.’
Él dijo: “Moisés . . . es leído en voz alta . . . todos los sábados.” (Hech. 15:21)
Moisés había escrito el Pentateuco o Tora, los cinco primeros libros de la Biblia. Estos libros ciertamente exponen la Ley. Pero contienen mucho más.
Los escritos de Moisés también contienen un registro de los tratos y puntos de vista divinos de un tiempo anterior a la Ley. Compare con Marcos 12:26 y Éxodo 3:2, 6.
Este era un punto importante que debería tenerse en cuenta en relación con la congregación cristiana.
Aunque Dios ya no requería la observancia del código de la ley mosaica, había indicaciones anteriores de su voluntad, que él esperaba que apoyara toda criatura humana que le sirviera.
Por lo tanto, si algunos, fueran judíos o cristianos judíos, y estimaban en gran manera los escritos de Moisés, deberían poder ver la necesidad de que los adoradores verdaderos se abstuvieran de
“estas cosas necesarias” que antecedieron la Ley y continuaron después que ésta terminó.
La voluntad expresa de Dios con respecto a la sangre es un ejemplo.
Muchos siglos antes de dar la ley por medio de Moisés, Dios le dijo a Noé que se abstuviera de la sangre.
Al dar a las criaturas humanas permiso para comer carne, Jehová declaró llanamente: “Solo carne con su alma, su sangre, no deben comer.”
Eso excluía comer carne de un animal que fuera estrangulado para guardar su sangre en la carne. También excluía el comer o beber sangre. Gén. 9:3, 4.
Posteriormente, Dios declaró su voluntad acerca de la sangre en la ley que dio a los israelitas. Lev. 17:11-14; Deu. 12:23.
No obstante, cuando la Ley fue cumplida y ya no les era obligatoria a los adoradores verdaderos, la prohibición de Génesis 9:3, 4 permaneció en vigencia.
Y ésta no se le había dado solo a Israel, sino a toda la humanidad, por medio de Noé, el progenitor de la raza humana.
Por consiguiente, la lectura semanal de “Moisés,” que incluía a Génesis 9:3, 4, haría más que solo presentar la ley mosaica, que era para los judíos, sino también lo que decía acerca de la sangre.
También mostraría que el abstenerse de la sangre y de cosas estranguladas, todavía era necesario para todas las personas que querían la aprobación de Dios. Eso les sería manifiesto a los judíos en sus sinagogas.
Les sería manifiesto a los hebreos cristianos que estaban bien familiarizados con lo que se leía en las sinagogas.
Y les sería manifiesto a cualesquier gentiles que, por contacto con los judíos o los cristianos, llegaran a saber de los preceptos básicos expuestos en la Palabra de Dios.
Lo mismo era cierto respecto a la referencia del decreto sobre “fornicación,” que, según la palabra griega empleada aquí, incluiría una amplia gama de conducta sexual inmoral.
No era preciso que una persona estuviera bajo la ley de Moisés y tratara de sujetarse a ella, para saber que Dios desaprobaba estas ofensas sexuales.
Los sucesos previos a la ley mosaica aclaraban que eran malas a Su vista. Gén. 12:15-17; 20:2-9; 26:8-11; 34:2-7; 38:12-26; 19:5-11; Jud. 7.
Además, el registro de la adoración verdadera antes que se diera la ley mosaica mostraba claramente que la idolatría era mala. Gén. 35:2, 4; Éxo. 8:25-27; 12:12; compare con Josué 24:15.
Esto suministraba una base amplia para que el concilio de Jerusalén requiriera que los cristianos se abstuvieran de “cosas sacrificadas a ídolos.”
Para ser aprobado por Dios, el cristiano no podía participar del alimento del sacrificio, durante una ceremonia idólatra ni hacer nada que fuera un acto de adoración de un ídolo o un dios falso. Núm. 25:2; Rev. 2:14.
Los gentiles que se hicieran cristianos tendrían que manifestar que estaban ‘guardándose de los ídolos,’ como escribió el apóstol Juan cerca del fin del siglo primero. 1 Juan 5:21.
Los tratos de Jehová por medio de Pedro, Pablo y Bernabé y la decisión del concilio de Jerusalén, indicaron que no era necesario que un gentil converso se circuncidara, o tratara de guardar la ley mosaica.
Y en los escritos inspirados de Pablo se declaró este hecho vez tras vez. Col. 2:13-17; Gál. 3:23-25; Rom. 6:14.
Sin embargo, el leer los escritos de Moisés revelaba que continuaba la necesidad de evitar la sangre, cosas estranguladas, la fornicación y cosas sacrificadas a ídolos.
El hecho de que Moisés pusiera por escrito esta información, bajo la inspiración del espíritu santo, dio fuerza adicional al comentario del concilio de Jerusalén:
“Al espíritu santo y a nosotros mismos nos ha parecido bien no añadirles ninguna otra carga, salvo estas cosas necesarias.” Hech. 15:28.
Ciertamente sería incorrecto decir que para conservar la paz con los judíos el concilio cristiano estaba pidiendo que los cristianos se abstuvieran solo temporalmente de la fornicación.
Las relaciones sexuales inmorales eran incorrectas antes que se diera la Ley.
Eran incorrectas bajo la Ley. Eran incorrectas en 49 D.C. después de haberse cumplido la Ley.
Y todavía son definitivamente incorrectas. Los que las practican no pueden heredar el reino de Dios. 1 Cor. 6:9, 10; Gál. 5:19-21; Rev. 21:8.
Lo mismo es cierto de la idolatría y el uso incorrecto de la sangre.
Estas cosas están permanentemente prohibidas para los que desean la aprobación del Dador de vida, Aquel que merece nuestra devoción exclusiva. Gén. 9:3, 4; Hech. 21:25.