Re: De cómo la Iglesia Católica abandonó la doctrina bíblica enseñada por Agustín:
Esto lo dice Agustín, no yo: Agustín: “este asentimiento es un resultado de la operación monergística de Dios en la voluntad esclavizada del pecador”.
Energía en una sola dirección.
O sea que está de acuerdo con Calvino y la biblia, en desacuerdo con Trento.
Cito a Agustín de Nuevo y está de acuerdo con Calvino:
En este misterio de su voluntad es donde atesoró las riquezas de su gracia según su beneplácitoy no según nuestra voluntad. La cual no podría ser buena si Él mismo, según su beneplácito, no la ayudara para que lo fuese( no niega el libre albedrío, sólo que cree que con éste sólo elegimos el mal). Pues después de decir: Según su beneplácito, añadió: el cual se había propuesto en sí mismo, es decir, en su Hijo, de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra. En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad, a fin de que seamos para alabanza de su gloria, nosotros los que primeramente esperábamos en Cristo.
-Lea como dice Agustín que no según nuestra voluntad porque no podría ser buena si a Dios no le placiera. No está negando el libre albedrío, sólo que Agustín no se fía de ese principio en el hombre, porque está muerto.
Sigue diciendo Agustín, de nuevo, de acuerdo con Calvino:
Y así, recomendando aquella gracia que no es dada en virtud de algún mérito anterior, sino que es ella la causa de todos los buenos méritos, dice: No que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia viene de Dios. [4] Fijen aquí su atención y ponderen debidamente estas palabras los que piensan que procede de nosotros el principio de la fe, y de Dios solamente el aumento de ella.
Nos llama la atención aquí "los que piensan que el principio de la fe procede de nosostros" .
Discerta ampliamente Agustín en sus libros sobre el libre albedrío y de cómo toda buena obra, incluso el creer es un don de Dios, que Dios las hace en nosotros, aún el perseverar, como dice el mismo Agustín, "para que nadie se gloríe"
Coincidiendo con Calvino Agustín sigue diciendo:
queriendo, por otra, adjudicarse a sí propio el mérito de creer, trata el hombre de conciliarse con Dios atribuyéndose a sí mismo una parte de la fe y dejando la otra para Dios; pero tan insolentemente, que se adjudica a sí mismo la primera, concediendo a Dios la segunda, y así en lo que afirma ser de ambos, se coloca a sí mismo en primer lugar, y a Dios en segundo término.
Llega Agustín a llamarles insolentes a los que opinan que pueden creer por ellos mismos.
CIC.1739 Libertad y pecado. La libertad del hombre es finita y falible. De hecho el hombre erró. Libremente pecó. Al rechazar el proyecto del amor de Dios, se engañó a sí mismo y se hizo esclavo del pecado. Esta primera alienación engendró una multitud de alienaciones. La historia de la humanidad, desde sus orígenes, atestigua desgracias y opresiones nacidas del corazón del hombre a consecuencia de un mal uso de la libertad.
3.- El Santo Concilio de Trento nos dice:
Canon I. Si alguno dijere, que el hombre se puede justificar para con Dios por sus propias obras, hechas o con solas las fuerzas de la naturaleza, o por la doctrina de la ley, sin la divina gracia adquirida por Jesucristo; sea excomulgado.
Canon. IV. Si alguno dijere, que el libre albedrío del hombre movido y excitado por Dios, nada coopera asintiendo a Dios que le excita y llama para que se disponga y prepare a lograr la gracia de la justificación; y que no puede disentir, aunque quiera, sino que como un ser inanimado, nada absolutamente obra, y solo se ha como sujeto pasivo; sea excomulgado.
Santo Concilio de Trento. CÁNONES SOBRE LA JUSTIFICACIÓN. Sesion V, 17 de junio de 1546.
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En los dos primeros puntos estamos de acuerdo con el C. de Trento, porque condena el semipelagianismo y el pelagianismo, lo mismo que nosotros.
En el tercer punto, CanonIV es donde pierden el foco:
CAN. IV. “Si alguno dijere, que el libre albedrío del hombre movido y excitado por Dios, nada coopera asintiendo a Dios que le excita y llama para que se disponga y prepare a lograr la gracia de la justificación; y que no puede disentir, aunque quiera, sino que como un ser inanimado, nada absolutamente obra, y solo se ha como sujeto pasivo; sea excomulgado”.
Expresado de manera positiva, los teólogos del concilio están aseverando en este canon que el hombre coopera con Dios en su salvación asintiendo cuando Dios mueve y excita su voluntad. La teología agustiniana no se opone a esta declaración, siempre que entendamos que la cooperación del hombre es el fruto del cambio que Dios ha hecho en su voluntad por medio de su gracia.
En otras palabras, según Agustín, “este asentimiento es un resultado de la operación monergística de Dios en la voluntad esclavizada del pecador”. De manera que esta terminología del concilio deja abierta el punto más crítico de la controversia: quien hace que el primer movimiento en la salvación.
Por otra parte, los teólogos de Trento pierden el foco de la cuestión al anatematizar a todos aquellos que declaren que el pecador “no puede disentir, aunque quiera, sino que como un ser inanimado, nada absolutamente obra, y solo se ha como sujeto pasivo; sea excomulgado”.
Ni Agustín ni los reformadores enseñaron que la gracia irresistible de Dios obliga al pecador de tal manera que este no puede disentir aunque quisiera. La gracia irresistible de Dios obra de tal manera en el pecador que éste no disiente precisamente porque no quiere disentir. Ni Agustín ni los reformadores consideran la voluntad del pecador como una cosa inanimada, aunque tanto uno como los otros enseñaron que el hombre es pasivo al recibir la gracia de la regeneración.
CAN. V. “Si alguno dijere, que el libre albedrío del hombre está perdido y extinguido después del pecado de Adán; o que es cosa de solo nombre, o más bien nombre sin objeto, y en fin ficción introducida por el demonio en la Iglesia; sea excomulgado”.
Una vez más los teólogos de Trento pierden el foco. Agustín no enseño que el libre albedrío humano se hubiese “extinguido después del pecado de Adán”; los reformadores tampoco. “Lo que se extinguió, según Agustín, fue la libertad, la habilidad moral de hacer el bien”.