Discúlpame la tardanza, pero tenía mis motivos. Aquí voy de nuevo.
Creo que has ido acumulando toda una lista de reconocimientos a nuestra organización. Eso es bueno. Has ido aceptando la buena educación, lo solícitos que somos, la simpatía personal, las incesantes visitas domiciliarias en “bicicleta” y ahora, los “bien elaborados y revisados artículos de La Atalaya”; todo ello me llena de orgullo y placer, porque al menos en esto no pasamos desapercibidos.
Punto por punto fui analizando tus argumentos anteriores y creo que he sido muy claro y hasta he puesto ejemplos en cada párrafo que te refuto con propiedad y buen criterio, refiriéndome a todas tus ocurrencias a las que he antepuesto de manera sobresaliente, las evidencias argumentales que derriban lo que tú aún intentas mantener en pie.
Esgrimes argucias clásicas ya utilizadas desde hace muchos años y, en cada caso en particular, al hablar de nuestra “notoriedad” por las “cosas extrañas que decíamos al principio”, por supuesto que traía de cabeza a los cabecillas de la comunidad religiosa de la cristiandad. Jesús y sus apóstoles también conmovieron el mundo de aquél entonces cuando cantaron “una canción totalmente nueva” a la fe judía de la época y exactamente lo que tú aparejas ahora como un argumento que anota “goles” a tu partido, más bien reafirma, una vez más, que cuando el hombre se aparta de la enseñanza Divina comienza, poco a poco, a perder el “gusto” por las bellas melodías y opta por defender aquellas de oscuro origen, ruidosas y de mal gusto.
Sin embargo, mi deseo no es seguir con el “dime tú que yo te diré” como lo he expuesto en no pocas ocasiones anteriores. Si revisas tu último aporte, para nada refutas lo que pruebo ni desestimas tus propios escritos en donde has dejado evidencia de lo que con tanto ardor has defendido que ya ni te preocupas en repasar. En definitiva, es como si no hubieras dado ninguna respuesta..
Cualquier lector desprejuiciado podrá ver en mi última respuesta un análisis, “paso a paso”, de todo lo que has negado pero que no has demostrado lo equivocado que estoy, porque nunca te refieres a los puntos que destaco y, desde el principio, comienzo a enumerarlos uno por uno y para nada te refieres a ellos salvo por lo que aquí manifiestas, disconforme, pero de manera tan general: “Proyectas luces que clarifican lo que dices como si fuesen soles, mientras arrojas nubes y sombras sobre lo que yo digo para mostrar mi confusión y ceguera. Seguramente nuestros lectores requieren algo más que el solo decirlo así para realmente vean que demuestras lo que ahora muestras.”
Lo que más me sorprende es que te he demostrado que mis “soles” son auténticos y que no pretendo lanzarte las “nubes y sombras” que me reclamas haber hecho. He sido claro y contundente, no así tu negativa réplica a todo cuanto he argumentado.
Yo en ningún momento te he dejado saber que tu intromisión es “belicosa” y, mucho menos, que no tienes derecho de “regodearte” a tus anchas por donde desees hacerlo sin mayores contratiempos en lo que consideras “tu casa” y en donde te has recreado de manera satisfactoria dándote “cuatro gustos” desacreditando, por considerarlas “erradas y heréticas”, las prácticas y doctrinas que defendemos los TJ de las Escrituras, como el tema que aquí nos ocupa. Además, nadie ha “invadido” ningún foro, ni cristiano ni ateo, ni musulmán ni judío; creo que lo de “invadir” es tu peculiar concepto parecido al utilizado en mi país cuando empleamos el término “paracaidista”, cuando de manera irónica nos referimos a quien no ha sido invitado a la “fiesta” y aparece de pronto sin que nadie lo haya llamado. Creo que en este foro hay plena libertad de participación y en cuyas reglas jamás leí que se reservaba el “derecho de admisión” o, en su defecto, que no se aceptaba la ideología “TJ”. De haberlo sabido o de haberlo leído, ninguno de los TJ aquí participantes hubiésemos siquiera asomado nuestras narices. Y recuerda que nuestro verdadero “foro” es en la calle, de “casa en casa”. Allí está la verdadera pelea con los falsos representantes del Reino de Dios y contra las fuerzas de la obscuridad del “aire” que ahora opera en los “hijos de la desobediencia”.
Yo me he referido a todas esas “cosas que haces, a todas ellas, con pruebas lógicas, con sentido común y citas textuales de tus pronunciamientos y comentarios en los que me baso para sacar mis propias conclusiones y no me rebatiste ninguna de ellas y ahora resulta que por considerar “tedioso” el invertir tiempo para refutar lo por mí expuesto sales con otra de tus ya conocidas “argucias” con tal de no referirte a lo que con pruebas de todo tipo te planteo para tu consideración. Y todo pese a que tenías plena libertad para hacerlo y mostrarme cuán equivocado estoy.
Siempre he sostenido que cualquier persona que hubiera hecho caso omiso a la prohibición que sobre la sangre pesaba, con toda propiedad, cae por simple “lógica” en una falta de “respeto” a las normas Divinas pero tú me contradices saliéndote por la tangente rebatiéndome (no demostrándome) que el término “respeto o irrespeto” no aparecen en las Escrituras como si por no aparecer en ellas invalidara su lógica deducción ¿Qué quieres que piense? Pues que lo que te gusta es llevar la contraria y siempre encuentras el “portillo” perfecto por donde escabullirte, con tal de no darme la razón cuando la tengo, no digamos ya por la interpretación teológica que hacemos del “no comerás sangre”; sino de lo que se extrae por simple verdad de pedrogrullo.
Por lo tanto, no veo lo malo en proyectar esas “luces como soles” cuando las dirijo por el sendero de la razón presentando las evidencias que me respaldan en el tema aquí planteado.
Por otra parte, la “simplicidad” de tus cortos aportes, que como “misiles teledirigidos” los avientas para que destruyan las bases de la “Torre”, es más fácil de utilizar cuando lo que hacemos con ellos es negar y criticar literalmente en “dos plumazos”, toda una ideología bien fundamentada y rica en apropiadas deducciones de los libros Sagrados. Ante la acusación de “¡Eres culpable!” –simple, corto pero muy delicado– siempre viene la defensa –prolija, razonada y llena de ejemplos– que como las mías, sobrepasa por mucho a la acusación que la originó. Creo que un debate de altura se debe caracterizar por contender con todo tipo de argumentos propios, implícitos y explícitos, en que cada quien se extienda hasta donde lo considere conveniente, para un mejor entendimiento de su tesis o ideología por la que se rige. Ante un ¡Eres culpable! No es tan fácil responder con un simple ¡No lo soy! como pretendes ¡Y caso cerrado!
Si he comenzado a cuestionar tu forma de razonar apartándome un poco del tema aquí por ti propuesto, ha sido única y exclusivamente, porque tú te deslizas poco a poco a otros “sub-temas” en donde se hace patente que lo que falla no es el texto bíblico, sino tu precipitada obsesión por contra argumentar lo que cualquier TJ proponga.
Por lo tanto, no veo la necesidad de discutir ni contradecir lo que a ti te ha parecido interpretar lo que debe o no debe ser según tu ideología con la que te educaron, en claro contraste con la mía de igual forma. En el aporte 1053 lo que expones no son pruebas expresas que digan sí o no a las transfusiones. Toda tu propuesta se basa en conjeturas y personales interpretaciones de lo que según tú enseñan los textos sagrados. Nosotros no nos basamos nada más en la letra de la escritura; vamos más allá tratando de interpretar lo que Jehová evidentemente dejó abierta como posibilidad del verdadero entendimiento de lo “sagrado de la sangre” para nuestro beneficio y del por qué se dio la orden de no “comer sangre” y del por qué a partir de allí, se levantó toda una estructura espiritual en torno a la representatividad de la vida por la sangre, llevándonos directamente al sacrificio del Hijo de Dios por nuestros pecados y moribunda condición.
Ya aquí se ha dicho todo lo que se debía decir, se han puesto demasiados ejemplos y ninguno ha sido aceptado (por ambas partes) por considerar, cada una, lo equivocado de la otra, y todavía pretendes continuar exigiendo pruebas a las no transfusiones cuando de antemano sabes muy bien que el “Eterno” Dios siempre deja a sus siervos la responsabilidad final, para que con la ayuda de Su espíritu prometido por medio del Mesías, se llegue al verdadero entendimiento de lo que se quiso transmitir desde el principio; del valor representativo de la sangre y del por qué se dio el mandato de no “comerla”; acción esta que ninguno de ustedes ha querido referirse de manera clara y contundente; ya sea por no saber responder o bien, porque tampoco les interesa conocer la verdad que se encuentra un poco más allá de donde termina la punta de sus narices.
Al menos en este último aporte tuyo te hago notar tus incongruencias y tus desatinos argumentales, que aunque no se refieren de forma directa al tema de marras, al menos nos da una pequeña luz de lo que te hace vulnerable y se te puedan cuestionar las bases fundamentales que no te permiten, del todo, comprender el verdadero propósito de la Ley del Altísimo. Porque si fácilmente fallas en aplicar la razón cuando se tiene y la lógica cuando se analiza de conceptos periféricos como el de “meter al cuerpo” o el de “respeto e irrespeto” discutiendo la sana deducción de acuerdo a lo que se extrae de los textos sagrados, ¿Qué se podría esperar cuando de acertar apropiadamente la verdadera enseñanza detrás del término “abstenerse” que lo acomodas al “clisé” de lo que ya de antemano han determinado como lo correcto e indiscutible?
Con todo mi reconocimiento por tu consideración y paciencia