¿Cuán santa o sagrada es la sangre?

¿Una abstención repetida?

¿Una abstención repetida?

Cuando leemos la carta enviada por la asamblea en Jerusalem a las iglesias de Antioquía, Siria y Cilicia, podría extrañarnos que haya dos abstenciones que parecen repetidas: "...de sangre, de ahogado..." (Hch 15:29).

Sin embargo, tales recomendaciones no son redundantes sino complementarias: la mejor forma de asegurarse de no comer carne con su sangre era matar al animal por degüello. De ser muerto por estrangulamiento o ahorcado, aunque luego se desangre al animal para mejor preservar la carne o hacer morcillas con la sangre, al morir ahogado o asfixiado su carne retiene más sangre adherida a que si hubiese muerto degollado, conforme al mandamiento dado.

Esa es la razón por la que tantas veces al ir a comprar a la carnicería un pedazo de pulpa vacuna, al levantarla el carnicero para pesarla nos ha sorprendido la sanguinolenta mancha roja sobre la blancura del mármol de la mesada. Ese líquido rojo y espeso no es agua del descongelamiento, cuando sabemos que la carne ha llegado enfriada pero no congelada.

Los TJ se confían en el desangrado practicado en los mataderos, soslayando el hecho que los animales muertos por un fuerte choque eléctrico conservan más sangre en sus carnes que los que murieron por degüello.

Así, de poco sirve "abstenerse de sangre" cuando el animal del que proviene fue matado de manera impropia.
 
Re: ¿Cuán santa o sagrada es la sangre?

Una cosa que dice norberto es cierta: los TTJJ están en su derecho de dejarse morir si eso les parece correcto. Sin embargo, ¿por qué desperdiciar la vida cuando se puede mantener existente y útil para muchos años? Eso es solo uno de los cuestionamientos que los TTJJ se niegan a explicar al menos.


Ellos lo explican, y para mi su explicación es totalmente válida; no obstante si aplicaran el mismo razonamiento para el sábado, serían sabatistas, y lo mismo corre para la grasa. Pero yo me anclo en la medicina; pues si los testigos de Jehová aplican el mismo razonamiento para la medicina que para otras cosas incluido los cumpleaños; no harían uso en absoluto de ella, como formalmente lo hacen los "Científicos" cuyo postulado es mucho más razonable.
Pero cuidado que esto apela a una clase de fe y conducta que hasta ahora está fuera de mi alcance. Pero esto no evita que con la debida humildad pueda hablar de ello.
Por eso mi ultimo mensaje estuvo más de un día sin que nadie lo respondiera salvo tu.
Hay un solo capítulo en "toda" la Biblia que trata muy bien el asunto de la medicina; en el resto no se la recomienda en absoluto.

Horizonte-71, te pido que no contestes este mensaje, antes que otro lo haga. Además en dos (2) horas dejo el PC hasta dentro de 72 horas.

Saludos afectuosos
 
Re: ¿Una abstención repetida?

Re: ¿Una abstención repetida?

Cuando leemos la carta enviada por la asamblea en Jerusalem a las iglesias de Antioquía, Siria y Cilicia, podría extrañarnos que haya dos abstenciones que parecen repetidas: "...de sangre, de ahogado..." (Hch 15:29).

Sin embargo, tales recomendaciones no son redundantes sino complementarias: la mejor forma de asegurarse de no comer carne con su sangre era matar al animal por degüello. De ser muerto por estrangulamiento o ahorcado, aunque luego se desangre al animal para mejor preservar la carne o hacer morcillas con la sangre, al morir ahogado o asfixiado su carne retiene más sangre adherida a que si hubiese muerto degollado, conforme al mandamiento dado.

Esa es la razón por la que tantas veces al ir a comprar a la carnicería un pedazo de pulpa vacuna, al levantarla el carnicero para pesarla nos ha sorprendido la sanguinolenta mancha roja sobre la blancura del mármol de la mesada. Ese líquido rojo y espeso no es agua del descongelamiento, cuando sabemos que la carne ha llegado enfriada pero no congelada.

Los TJ se confían en el desangrado practicado en los mataderos, soslayando el hecho que los animales muertos por un fuerte choque eléctrico conservan más sangre en sus carnes que los que murieron por degüello.

Así, de poco sirve "abstenerse de sangre" cuando el animal del que proviene fue matado de manera impropia.

hola Ricardo como estas solo quisiera me dieras tu opinión con respecto a este texto de levitico y el uso que se le da ala sangre
Levítico 14:49-53
Reina-Valera 1995 (RVR1995)
49 Entonces tomará para limpiar la casa dos avecillas, y madera de cedro, grana e hisopo; 50 degollará una avecilla en una vasija de barro sobre aguas corrientes. 51 Tomará el cedro, el hisopo, la grana y la avecilla viva, los mojará en la sangre de la avecilla muerta y en las aguas corrientes, y rociará la casa siete veces. 52 Así purificará la casa con la sangre de la avecilla, con las aguas corrientes, con la avecilla viva, la madera de cedro, el hisopo y la grana. 53 Luego soltará la avecilla viva fuera de la ciudad, sobre la faz del campo. Así hará expiación por la casa, y quedará limpia.»
 
Re: ¿Cuán santa o sagrada es la sangre?

Aries32

La casa somos nosotros, como también cada uno de nosotros somos los leprosos individuales del capítulo anterior.

Todos los demás ítem, señalan al Ungido Salvador; él es la avecilla muerta, también la viva con los méritos de la muerta; el cedro, lo más excelso del reino vegetal que señala a la humanidad de un modo analógico, y el hisopo lo más humilde de ella; la grana no sé, quizá su realeza o el sacerdocio.

Perdóname Ricardo por meterme, pero seguro que te quedará algo por añadir. Por eso fui lo más sintético posible.

Saludos afectuosos
 
Estimado Aries

Estimado Aries

La expiación y limpieza de la casa la efectuaba el sacerdote de acuerdo al procedimiento estipulado. De tomarse esta porción como debe ser tomada, es decir, literalmente, no puede tener otro significado que el dado por el propio texto.

De tomarse alegóricamente buscando una aplicación espiritual, está bien lo aportado por Norberto más lo que pudieran añadir otros foristas.

Seguramente Rav Lifman pudiera ilustrarnos con algo proveniente de fuentes judías, pero tampoco es cosa de anular un texto para buscarle un sentido que ni siquiera Moisés previó.

A mí lo único que me preocupa de las avecillas es cuando levantan vuelo sin avisarnos de su ausencia sin siquiera un graznido.
 
Re: ¿Cuán santa o sagrada es la sangre?

Más reflexiones sobre el presente epígrafe.

La razón tiene que ver siempre con las distintas interpretaciones que unos y otros hacen de unos principios y valores fundamentales que, en abstracto y por defecto, aceptamos como autoevidentes e indiscutibles. He aquí algunos de ellos:

(Génesis 9: 4-6) “Solo carne con su alma —su sangre— no deben comer. Y, además de eso, su sangre de sus almas la reclamaré. De la mano de toda criatura viviente la reclamaré; y de la mano del hombre, de la mano de cada uno que es su hermano, reclamaré el alma del hombre. Cualquiera que derrame la sangre del hombre, por el hombre será derramada su propia sangre, porque a la imagen de Dios hizo él al hombre.

(Levítico 3:17) ”’Es un estatuto hasta tiempo indefinido para las generaciones de ustedes, en todos los lugares donde moren: No deben comer grasa alguna ni sangre alguna’”.

(Levítico 7:26) ”’Y ustedes no deben comer ninguna sangre en ninguno de los lugares donde moren, sea la de ave o la de bestia.
(Levítico 17:13) ”’En cuanto a cualquier hombre de los hijos de Israel o algún residente forastero que esté residiendo como forastero en medio de ustedes que al cazar prenda una bestia salvaje o un ave que pueda comerse, en tal caso tiene que derramar la sangre de esta y cubrirla con polvo.

(Deuteronomio 12:16) Solo la sangre no deben comer ustedes. Debes derramarla sobre la tierra como agua.
(Deuteronomio 12:23) Simplemente queda firmemente resuelto a no comer la sangre, porque la sangre es el alma y no debes comer el alma con la carne.
(Hechos 15:20) sino escribirles que se abstengan de las cosas contaminadas por los ídolos, y de la fornicación, y de lo estrangulado, y de la sangre.

(Hechos 15:29) que sigan absteniéndose de cosas sacrificadas a ídolos, y de sangre, y de cosas estranguladas, y de fornicación. Si se guardan cuidadosamente de estas cosas, prosperarán. ¡Buena salud a ustedes!”.

(Hechos 21:25) En cuanto a los creyentes de entre las naciones, hemos enviado [aviso], habiendo dictado nuestra decisión de que se guarden de lo sacrificado a los ídolos así como también de la sangre y de lo estrangulado y de la fornicación”.


Para entender esos dos niveles que tiene cualquier moral –el de los grandes principios y el de las interpretaciones concretas– siempre me ha venido bien la explicación que hace de ello Richard Hare, un filósofo analítico hoy bastante olvidado.

En un libro titulado “Moral Thinking”, Hare distingue entre los que él llama “principios prima facie” y los principios de “Laicidad y Religión” sobre los “20 principios críticos”.

Los primeros son simples y generales, inespecíficos; proceden, a su juicio, de la intuición. Los principios críticos, en cambio, pueden ser muy específicos, porque se aplican sólo a casos o situaciones concretas como el que aquí nos ocupa acerca de la prohibición específica a comer “sangre”. El conflicto aparece, en realidad, cuando se pretende otorgar el rango de principio prima facie a uno demasiado específico para encajar en dicho nivel, como el que aquí se defiende por el lado de nuestros detractores, como es el de hacer “encajar” un principio de duración indefinida, en otro que lo desvaloriza totalmente y lo hace inoperante en tiempo y sacralidad específicas.

La diferencia entre “prohibir” y “no prohibir” es bastante clara. Ahora bien, ¿Existe alguna excepción a la regla de no “comer sangre” algo que justifique poder hacerlo? ¡De ninguna manera! Al menos desde el punto de vista de Dios, no del hombre. Nunca siquiera se insinuó algún subterfugio que diera base para creer que, en ciertas circunstancias, Jehová no aplicaría la pena capital al infractor con alguna base argumental que le eximiera de la sentencia que sobre él pesaba. Caso contrario el del mandato claro y contundente –aun en caso de “matar” de manera accidental a otro semejante– conllevaba un, digamos, ritual que debía cumplirse con exactitud para evitarse problemas de morir a manos de algún varón que demandara cierta “venganza” de su ser querido y también tenía que respetar dichos arreglos que Jehová estableció en la “Ciudad de Refugio” en el antiguo Israel. Pero en el caso específico de la sangre no había atenuantes ni argucias que sirvieran para restarle importancia al respeto por la santidad de la vida humana, señalada por Dios en la “sangre”, de manera representativa, de todas las criaturas de la Tierra.

Sobre el “no comer sangre” en general no hay desacuerdo. Sí lo hay, y mucho, cuando el no “no comer sangre” especifica e incluye algunas excepciones, la mayoría de ellas personales acerca de lo que la misma Ley de los hombres interpreta según el país en que se ejecute, sobre la concepción que se tiene de la preservación de la vida humana (aunque en caso de guerra otros ideales revientan que justifican el irrespeto a la vida en aras de respetar otras). De ahí la dificultad de llegar a acuerdos sobre normas morales demasiado específicas que, casi siempre y según algunas circunstancias, se dejan de lado por la Autoridad Civil encargada de juzgar ciertas costumbres de índole religiosa.

Una moral laica, en cambio, no interpreta en términos tan contundentes el valor inalienable de la vida de cada persona. Ve un conflicto entre el derecho a decidir por uno mismo, derivado de la autonomía individual, y el valor superior de esa vida en general. El conflicto entre creyentes no fieles a la ortodoxia de las iglesias y no creyentes, sobre temas tan recurrentes como el aborto o la eutanasia, se sustenta en esa disparidad en la interpretación del valor de la vida.

Para unos, ese valor es superior a cualquier otro, incluido el valor de la libertad de quien no quiere seguir viviendo si para ello tienen que renunciar a sus más sagrados deberes para con Dios. Para otros, hay que ponderar en cada caso si el valor de la autonomía y libertad individual, puede estar por encima de lo que considera necesario para la preservación de su propia vida.

Esa apertura a la ponderación, a la duda, en definitiva, sobre qué valor es más importante aplicar en un determinado momento, debe prevalecer en cada caso en particular, siempre y cuando se analicen todos los elementos y reglamentaciones que sobre el tema se alude en las Escrituras. En el trasfondo de la acusación yace el convencimiento —jamás oculto— de quien no está en posición de criticar lo que no comprende a plenitud, más sí consciente de su decidido y recalcitrante rechazo al derecho ajeno por decidir cuál ruta escoger sin estorbos, que le permita el derecho que le asiste para tomar una decisión. Que en el acto intervienen otras ideologías que desmerecen por completo las posturas más “extremas”, es el que impera de manera definitiva para emitir juicio condenatorio sobre los que optan por estas alternativas en su forma de adorar, que no admite casuísticas ni consideraciones contingentes.

De lo problemático que resulta –desde el punto de vista humano– atribuir a una supuesta Voluntad Divina la distinción entre el bien y el mal dan buena cuenta las “diatribas” de los teólogos medievales para intentar justificar ciertos episodios bíblicos (como el sacrificio de Isaac), claramente condenable desde el punto de vista de la racionalidad humana, pero presentados en los Textos Sagrados como mandato de Dios coincidente al valor de la obediencia. Muchos han salido al paso tratando de “defender” a Dios alegando que, de hecho, la intención divina al ordenar el sacrificio del primogénito del Patriarca, no era el sacrificio como tal, sino poner a prueba la fidelidad de Abraham y su disposición sin trabas a obedecer el mandato Divino y, desde esta perspectiva, la razón les asiste. Sólo así se resolvía la incoherencia entre la orden recibida del mundo espiritual y la moralidad humana del mundo terrenal. Y es bajo este marco de circunstancias que dicho ejemplo nos puede guiar para determinar en qué momento debemos optar por la obediencia a Dios por encima de nuestra propia conservación de la vida; argumento este empleado como principal ariete ideológico que ha dificultado en grado sumo, llegar a un consenso definitivo en el presente epígrafe.

El ejemplo de esa fe inquebrantable que demostró Abraham ante la Divinidad es lo que nos debe asegurar nuestra segura postura de estar dispuestos a sacrificarnos o a “sacrificar” una vida en aras del respeto a quien de seguro puede devolvérnosla cuando lo estime conveniente. El mundo irracional jamás entenderá este tipo de fe. Aquí en este foro lo saben pero lo critican. Ahora bien, que no sea la prohibición a “comer sangre” motivo para ellos que amerite el sacrificio de la vida; esa es su interpretación. Esa es su convicción y, además, su derecho.

Pero es inútil fomentar la razonabilidad si los medios de comunicación de la presente sociedad netamente materialista no contribuye a ello. Si los medios se limitan a “informar” de lo que piensan o dicen unos y otros, escogiendo para ello a quienes representan las posturas más extremas y vociferantes (no representativas, por su parte, de la realidad religiosa, no así social), no están fomentando la razonabilidad sino más bien la exacerbación colectiva. En esta diaria lucha sin “cuartel” el que piensa en la apuesta por la tolerancia mutua, es quien más pierde como creyente en principios totalmente desconocidos para el mundo, pues se le exige que renuncie a más cosas, incluso se le está pidiendo que acepte como moralmente legítimas, decisiones que repugnan a su fe y que comprometen su relación con Dios.

Es cierto, cuanto más restrictivo es el pensamiento humano, más difícil le será dar por buenas las opiniones abiertas y laxas de sus conciudadanos. Pero en ética y moral, el problema tiene una única solución: sólo es una obligación moral lo que es universalizable, no desde el fanatismo (El nazi Adolf Eichman creyó universalizable el exterminio de los judíos que contribuyó a ejecutar), sino desde una abierta razonabilidad. Por eso conviene profundizar en ese valor, tanto para ponerlo en práctica como para evitar que sea la discusión no “razonable” la que, de hecho, articule los más enconados principios que se esgrimen y lanzan a diario y al calor impropio de una infame contienda ideológica, para socavar las bases fundamentales que dan forma a la identidad que nos distingue, ante un mundo incrédulo a pesar de su excesiva religiosidad, cuyo propósito ha sido y es, de manera indiscutible, precipitarse velozmente hacia su propia destrucción y ruina volitivas.

Un caluroso saludo.
 
Re: Estimado Aries

Re: Estimado Aries

La expiación y limpieza de la casa la efectuaba el sacerdote de acuerdo al procedimiento estipulado. De tomarse esta porción como debe ser tomada, es decir, literalmente, no puede tener otro significado que el dado por el propio texto.

De tomarse alegóricamente buscando una aplicación espiritual, está bien lo aportado por Norberto más lo que pudieran añadir otros foristas.

Seguramente Rav Lifman pudiera ilustrarnos con algo proveniente de fuentes judías, pero tampoco es cosa de anular un texto para buscarle un sentido que ni siquiera Moisés previó.

A mí lo único que me preocupa de las avecillas es cuando levantan vuelo sin avisarnos de su ausencia sin siquiera un graznido.

ok mi estimado solo lo puse por que la sangre tenia otro usos , no siempre que se mataba un animal su sangre se derramaba al suelo

saludos
 
Re: ¿Cuán santa o sagrada es la sangre?

...Una cosa que dice norberto es cierta: los TTJJ están en su derecho de dejarse morir si eso les parece correcto. Sin embargo, ¿por qué desperdiciar la vida cuando se puede mantener existente y útil para muchos años? Eso es solo uno de los cuestionamientos que los TTJJ se niegan a explicar al menos...

Ellos lo explican, y para mi su explicación es totalmente válida; no obstante si aplicaran el mismo razonamiento para el sábado, serían sabatistas, y lo mismo corre para la grasa. Pero yo me anclo en la medicina; pues si los testigos de Jehová aplican el mismo razonamiento para la medicina que para otras cosas incluido los cumpleaños; no harían uso en absoluto de ella, como formalmente lo hacen los "Científicos" cuyo postulado es mucho más razonable.
Pero cuidado que esto apela a una clase de fe y conducta que hasta ahora está fuera de mi alcance. Pero esto no evita que con la debida humildad pueda hablar de ello.
Por eso mi ultimo mensaje estuvo más de un día sin que nadie lo respondiera salvo tu.

Es bueno que te hayas acordado de mí; hay quienes piensan que soy liviano por "no tener argumentos"...

Hay un solo capítulo en "toda" la Biblia que trata muy bien el asunto de la medicina; en el resto no se la recomienda en absoluto.

Perdona, no te entendí bien ésto... ¿Podrías explicármelo, por favor?
 
Estimado Aries

Estimado Aries

ok mi estimado solo lo puse por que la sangre tenia otro usos , no siempre que se mataba un animal su sangre se derramaba al suelo
saludos

De acuerdo Aries, si cualquier israelita mataba un animal no solamente debía derramar su sangre al suelo, sino cubrirla con tierra (Lv 17:13).

Los sacerdotes, en el Tabernáculo primero y en el Templo más tarde, cumplían diversos ritos según están descriptos en este mismo libro de Levítico.


Cordiales saludos
 
Apreciado Melviton

Apreciado Melviton

Respuesta a Mensaje # 946:

Realmente, no sólo a mí sino a los lectores del epígrafe que nos leen, no pasará desapercibida vuestra actual apatía en la prosecución de nuestro amistoso diálogo.

A Alfageme le escribí mi Mensaje # 901 el 27 de Febrero ¡y mutis!

Juaniyo escribió su último Mensaje # 931hace ya cuatro días y aunque le respondí el mismo día, hasta ahora ¡ni noticias!

Tú escribiste tus Conclusiones en el Mensaje # 922 hace ya una semana, y aunque al otro día ya lo estaba respondiendo con mis impresiones en el Mensaje # 925 recién ahora reaccionas.

Por supuesto que no te haré cargo a ti por ajenas displicencias, pero dado el fraternal apoyo exhibido llama la atención este compartido retraimiento.

Mi experiencia con los TJ en el Foro es que comienzan y prosiguen aportando en cualquier tema en el que decidieron participar, pero no concluyen ninguno pues se van retirando en cuanto ya no tienen qué decir a lo que a los otros todavía les queda por decir.

Además, ¿a qué cambiar nuestro amistoso diálogo por esta nueva forma impersonal que has adoptado con un mensaje general?

No que no tengas derecho a hacer como prefieras ¿pero ganas con ello?

¿Supones que Alfageme, Juaniyo o Mario Vertiz te contesten?

Bueno, seguramente que ni respuesta esperas pues más bien suena a un monótono toque de retirada, ¿pero por qué? ¿Temes acaso que pudiésemos llegar a una confrontación personal? Para ello se necesitan dos, y yo no estoy dispuesto a abandonar los buenos modales y creo que tú tampoco.

Tus presentes reflexiones están redactadas como una magnífica pieza de un catedrático entregada a sus alumnos de la Facultad de Psicología.

Algunos podremos captar su conceptuoso contenido; pero me temo que los más de nuestros lectores habituados a la simplicidad de los diálogos, no bien acaben su lectura se preguntarán: -¿Qué es lo que acabo de leer?

¿Acaso la sapiencia mostrada de tan ilustrada manera puede suplantar la debilidad de argumentos que no resisten a razonables objeciones?

Creo que todos preferirían menos exposición filosófica y más argumentación lógica al cotejar los pasajes bíblicos que fundamentan las distintas posiciones.

Cualquiera también habrá advertido que tenías una magnífica ocasión de asentar vuestra posición en el otro epígrafe que abrí sobre el Abstenerse, pero también apreciarán tu prudencia en no meterte en otro ruedo donde la lidia se te presentaría no menos fiera que en este.

Valoro pues altamente estas últimas reflexiones tuyas, pero lamento que lo entrecortado de nuestro diálogo no nos permita arribar juntos a buen puerto.

Comprendo las dificultades que todos tenemos en cuanto a la distribución de nuestro limitado tiempo, pero parece notorio que también hay otras.

Nuestro diferendo no puede dirimirse simplemente distinguiendo entre “principios prima facie” y los “principios críticos”, aunque todo ello contribuya de algún modo a un mejor entendimiento.

Por ejemplo, ahora dices:

“Nunca siquiera se insinuó algún subterfugio que diera base para creer que, en ciertas circunstancias, Jehová no aplicaría la pena capital al infractor con alguna base argumental que le eximiera de la sentencia que sobre él pesaba”.

Pero en el ya mentado caso del episodio de 1Samuel 14:31-35, habíamos visto que le fue dado aviso al rey Saúl:

“El pueblo está pecando contra el Eterno, porque come carne con sangre”.

Si bien el rey buscó y encontró la manera de solucionar el problema para que no siguieran haciendo así, no dispuso la pena capital para los que ya habían comido carne con su sangre. El sacerdote (v.36) nada le reprochó a Saúl por esto, ni tampoco lo hizo luego Samuel (15:1), ni la Escritura dice en parte alguna que se omitió cumplir con el mandato de ser eliminado quien comiera sangre (Lv 17:14).

Por supuesto que esto no fue un subterfugio, pero presenta un caso de incumplimiento al mandato sin censura alguna de rey, sacerdote, profeta o el menor comentario del cronista cuestionando la omisión de un castigo que hubiera sido ejemplificante.

A esto, debe unirse el que no haya constancia alguna que algún israelita hubiese sido ajusticiado por comer sangre, como sí lo hay –por ejemplo-, por quebrantar el sábado (Nm 15:32-36).

Aunque otras cosas que dices podrían cuestionarse, apenas me remití a una para no distraerme fuera de la propuesta del epígrafe.


Recibe mis respetuosos y amigables saludos
 
Re: Apreciado Melviton

Re: Apreciado Melviton

Saludos Ricardo;

Aunque no le parezca, de vez en cuando me llego para leer las valoraciones de unos y de otros, teniendo en cuenta el tiempo que posea, claro.




Valoro pues altamente estas últimas reflexiones tuyas, pero lamento que lo entrecortado de nuestro diálogo no nos permita arribar juntos a buen puerto.

Sobre esto, pues.... ¿es que esperabas llegar a algún puerto...?
Yo pensaba que solo navegabas, pero NUNCA me pasó por la mente, que tuvieras en mente desembarcar....

“Nunca siquiera se insinuó algún subterfugio que diera base para creer que, en ciertas circunstancias, Jehová no aplicaría la pena capital al infractor con alguna base argumental que le eximiera de la sentencia que sobre él pesaba”.

Pero en el ya mentado caso del episodio de 1Samuel 14:31-35, habíamos visto que le fue dado aviso al rey Saúl:

“El pueblo está pecando contra el Eterno, porque come carne con sangre”.

Si bien el rey buscó y encontró la manera de solucionar el problema para que no siguieran haciendo así, no dispuso la pena capital para los que ya habían comido carne con su sangre. El sacerdote (v.36) nada le reprochó a Saúl por esto, ni tampoco lo hizo luego Samuel (15:1), ni la Escritura dice en parte alguna que se omitió cumplir con el mandato de ser eliminado quien comiera sangre (Lv 17:14).

Por supuesto que esto no fue un subterfugio, pero presenta un caso de incumplimiento al mandato sin censura alguna de rey, sacerdote, profeta o el menor comentario del cronista cuestionando la omisión de un castigo que hubiera sido ejemplificante.

A esto, debe unirse el que no haya constancia alguna que algún israelita hubiese sido ajusticiado por comer sangre, como sí lo hay –por ejemplo-, por quebrantar el sábado (Nm 15:32-36).


La verdad es que este detalle me ha gustado.... !NO existe un castigo por la crasa desobediencia de haber ingerido sangre... ¿Y me pregunto por que...? Es claro que luego se sacrificaron animales a YHWH, lo que implica expiación, pero el comer sangre implicaba castigo de ser "cortado" (Levitico 17:10-15)

¿ Podrías darme tu opinión...?

Gracias de antemano.

David
 
Estimado Davidben

Estimado Davidben

Respuesta a Mensaje # 951:

1 – Según el contador de visitas, casi veinte foristas nos leen por cada mensaje que se aporta al tema, así que entre ellos te contaba por más que raramente participes. Además, así como Norberto, siempre tienes alguna agudeza que nos picanea, exigiéndonos.

2 – Si supiera de antemano que con tal o cual forista nunca podré ponerme de acuerdo, me desanimaría asumir el lance de un debate. Norberto y otros son pesimistas en cuanto a que algún éxito corone la discusión con algún TJ, pero caso que el otro me convenza de mi error todavía así triunfaría pues ahora habría llegado al conocimiento de una verdad que ignoraba. No tengo tampoco por qué desahuciar a un TJ como si por serlo no pudiese darse cuenta del tremendo sistema de error en que está metido.

3 – En cuanto al “¿por qué?” de tu pregunta es aventurado adelantar una opinión dada la falta de evidencia bíblica para una respuesta criteriosa; pero podría intentarlo, con los consiguientes riesgos a ser fuertemente cuestionado.

Antes que nada, conviene advertir que más descubrir el por qué no se cumplió en la ocasión con la sentencia estipulada por la Ley, bastante peso tiene el mero hecho de observar que pese a haberse incurrido en una infracción castigada con la pena capital, no recayó sobre ningún culpable activo (los que comieron la carne con su sangre) ni pasivo (rey, sacerdote) que se hicieron involuntarios cómplices al no ejecutar la pena.

Ahora mi opinión a ser combatida por mis habituales contradictores:

a) No hubo deliberada intención de los infractores de conscientemente violar la Ley.

b) Las batallas aquellas no eran cómodas como las modernas, en que muchas veces basta con oprimir botones. No se vencía fácilmente al enemigo, sino que la lucha cuerpo a cuerpo se prolongaba por horas con gran desgaste de energías. Cuando la victoria por fin coronaba a un bando, se lanzaban sobre las posesiones de sus vencidos, siendo lo más inmediato beber su agua y alimentarse de sus víveres o animales. Aquel no era un ejército disciplinado sino que leemos: “…el pueblo estaba muy cansado así que se lanzó sobre el botín, tomaron ovejas y vacas y becerros, y los degollaron en el suelo, y el pueblo los comió con la sangre” (vs.31, 32). Lo probable es que ni pensaron en cocinar las carnes, sino que crudas, sangrantes, todavía calientes, les hincaron el diente.

c) Aquello fue un caso de necesidad extrema, el instinto de sobrevivencia primó por sobre cualquier otra consideración legal que no estaban entonces en condiciones de colegir racionalmente. Si bien no todos, ni quizás tampoco muchos, algunos habrían realmente desfallecido y muerto si no recibieran esa inmediata reposición de energías.

d) El rey Saúl debe haberlo entendido así y habrá pensado que no era la muerte la mejor forma de recompensar a su victorioso pueblo guerrero. Además, diezmando sus propias tropas, ¿cómo proseguiría la guerra? No dejó de ser estricto Saúl, pues poco después estuvo dispuesto a hacer morir a su propio hijo Jonatán nada más que por haber probado un poco de miel.

e) Ahora nos toca examinar la actitud del Eterno. Siendo que no hubo reprensión de parte del sacerdote ni acción alguna del Señor de los Ejércitos trayendo algún juicio sobre los culpables, es muy sugestivo que seguidamente Saúl interprete que algún pecado debía estar impidiendo que el Eterno respondiera en cuanto a si debería descender sobre los filisteos. Paradójicamente, no fue la escandalosa ingesta de carne con su sangre en que parte de la tropa había incurrido, sino apenas la inadvertida prueba de un poco de miel en la punta de la vara de Jonatán que había motivado el silencio de Dios. ¿Qué nos dice esto?

f) Pues nos dice que el Eterno no puede ser menos comprensivo que el implacable rey Saúl, y que cuando la vida está de por medio, su mandato es “escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia…pues Él es tu vida”: “A los cielos y a la tierra llamo por testigos…” (Dt 30:19,20). Dios no es Dios de muertos sino de vivos. No es negocio para Dios que un hombre se le anticipe al sueño eterno cuando muy bien podría seguir sirviéndole en vida. Entre la vida y la muerte, el hombre que quiere amar a Dios, atender a su voz y seguirle, no puede tener duda alguna: siempre debe decidirse por la vida y no por el embuste de Satanás (Job 2:4).


Cordiales saludos
 
Re: Estimado Davidben

Re: Estimado Davidben

Respuesta a Mensaje # 951:

1 – Según el contador de visitas, casi veinte foristas nos leen por cada mensaje que se aporta al tema, así que entre ellos te contaba por más que raramente participes. Además, así como Norberto, siempre tienes alguna agudeza que nos picanea, exigiéndonos.

2 – Si supiera de antemano que con tal o cual forista nunca podré ponerme de acuerdo, me desanimaría asumir el lance de un debate. Norberto y otros son pesimistas en cuanto a que algún éxito corone la discusión con algún TJ, pero caso que el otro me convenza de mi error todavía así triunfaría pues ahora habría llegado al conocimiento de una verdad que ignoraba. No tengo tampoco por qué desahuciar a un TJ como si por serlo no pudiese darse cuenta del tremendo sistema de error en que está metido.

3 – En cuanto al “¿por qué?” de tu pregunta es aventurado adelantar una opinión dada la falta de evidencia bíblica para una respuesta criteriosa; pero podría intentarlo, con los consiguientes riesgos a ser fuertemente cuestionado.

Antes que nada, conviene advertir que más descubrir el por qué no se cumplió en la ocasión con la sentencia estipulada por la Ley, bastante peso tiene el mero hecho de observar que pese a haberse incurrido en una infracción castigada con la pena capital, no recayó sobre ningún culpable activo (los que comieron la carne con su sangre) ni pasivo (rey, sacerdote) que se hicieron involuntarios cómplices al no ejecutar la pena.

Ahora mi opinión a ser combatida por mis habituales contradictores:

a) No hubo deliberada intención de los infractores de conscientemente violar la Ley.

b) Las batallas aquellas no eran cómodas como las modernas, en que muchas veces basta con oprimir botones. No se vencía fácilmente al enemigo, sino que la lucha cuerpo a cuerpo se prolongaba por horas con gran desgaste de energías. Cuando la victoria por fin coronaba a un bando, se lanzaban sobre las posesiones de sus vencidos, siendo lo más inmediato beber su agua y alimentarse de sus víveres o animales. Aquel no era un ejército disciplinado sino que leemos: “…el pueblo estaba muy cansado así que se lanzó sobre el botín, tomaron ovejas y vacas y becerros, y los degollaron en el suelo, y el pueblo los comió con la sangre” (vs.31, 32). Lo probable es que ni pensaron en cocinar las carnes, sino que crudas, sangrantes, todavía calientes, les hincaron el diente.

c) Aquello fue un caso de necesidad extrema, el instinto de sobrevivencia primó por sobre cualquier otra consideración legal que no estaban entonces en condiciones de colegir racionalmente. Si bien no todos, ni quizás tampoco muchos, algunos habrían realmente desfallecido y muerto si no recibieran esa inmediata reposición de energías.

d) El rey Saúl debe haberlo entendido así y habrá pensado que no era la muerte la mejor forma de recompensar a su victorioso pueblo guerrero. Además, diezmando sus propias tropas, ¿cómo proseguiría la guerra? No dejó de ser estricto Saúl, pues poco después estuvo dispuesto a hacer morir a su propio hijo Jonatán nada más que por haber probado un poco de miel.

e) Ahora nos toca examinar la actitud del Eterno. Siendo que no hubo reprensión de parte del sacerdote ni acción alguna del Señor de los Ejércitos trayendo algún juicio sobre los culpables, es muy sugestivo que seguidamente Saúl interprete que algún pecado debía estar impidiendo que el Eterno respondiera en cuanto a si debería descender sobre los filisteos. Paradójicamente, no fue la escandalosa ingesta de carne con su sangre en que parte de la tropa había incurrido, sino apenas la inadvertida prueba de un poco de miel en la punta de la vara de Jonatán que había motivado el silencio de Dios. ¿Qué nos dice esto?

f) Pues nos dice que el Eterno no puede ser menos comprensivo que el implacable rey Saúl, y que cuando la vida está de por medio, su mandato es “escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia…pues Él es tu vida”: “A los cielos y a la tierra llamo por testigos…” (Dt 30:19,20). Dios no es Dios de muertos sino de vivos. No es negocio para Dios que un hombre se le anticipe al sueño eterno cuando muy bien podría seguir sirviéndole en vida. Entre la vida y la muerte, el hombre que quiere amar a Dios, atender a su voz y seguirle, no puede tener duda alguna: siempre debe decidirse por la vida y no por el embuste de Satanás (Job 2:4).


Cordiales saludos

interesante y razonable conclusion
 
Re: Estimado Davidben

Re: Estimado Davidben

Respuesta a Mensaje # 951:

1 – Según el contador de visitas, casi veinte foristas nos leen por cada mensaje que se aporta al tema, así que entre ellos te contaba por más que raramente participes. Además, así como Norberto, siempre tienes alguna agudeza que nos picanea, exigiéndonos.

2 – Si supiera de antemano que con tal o cual forista nunca podré ponerme de acuerdo, me desanimaría asumir el lance de un debate. Norberto y otros son pesimistas en cuanto a que algún éxito corone la discusión con algún TJ, pero caso que el otro me convenza de mi error todavía así triunfaría pues ahora habría llegado al conocimiento de una verdad que ignoraba. No tengo tampoco por qué desahuciar a un TJ como si por serlo no pudiese darse cuenta del tremendo sistema de error en que está metido.

3 – En cuanto al “¿por qué?” de tu pregunta es aventurado adelantar una opinión dada la falta de evidencia bíblica para una respuesta criteriosa; pero podría intentarlo, con los consiguientes riesgos a ser fuertemente cuestionado.

Antes que nada, conviene advertir que más descubrir el por qué no se cumplió en la ocasión con la sentencia estipulada por la Ley, bastante peso tiene el mero hecho de observar que pese a haberse incurrido en una infracción castigada con la pena capital, no recayó sobre ningún culpable activo (los que comieron la carne con su sangre) ni pasivo (rey, sacerdote) que se hicieron involuntarios cómplices al no ejecutar la pena.

Ahora mi opinión a ser combatida por mis habituales contradictores:

a) No hubo deliberada intención de los infractores de conscientemente violar la Ley.

b) Las batallas aquellas no eran cómodas como las modernas, en que muchas veces basta con oprimir botones. No se vencía fácilmente al enemigo, sino que la lucha cuerpo a cuerpo se prolongaba por horas con gran desgaste de energías. Cuando la victoria por fin coronaba a un bando, se lanzaban sobre las posesiones de sus vencidos, siendo lo más inmediato beber su agua y alimentarse de sus víveres o animales. Aquel no era un ejército disciplinado sino que leemos: “…el pueblo estaba muy cansado así que se lanzó sobre el botín, tomaron ovejas y vacas y becerros, y los degollaron en el suelo, y el pueblo los comió con la sangre” (vs.31, 32). Lo probable es que ni pensaron en cocinar las carnes, sino que crudas, sangrantes, todavía calientes, les hincaron el diente.

c) Aquello fue un caso de necesidad extrema, el instinto de sobrevivencia primó por sobre cualquier otra consideración legal que no estaban entonces en condiciones de colegir racionalmente. Si bien no todos, ni quizás tampoco muchos, algunos habrían realmente desfallecido y muerto si no recibieran esa inmediata reposición de energías.

d) El rey Saúl debe haberlo entendido así y habrá pensado que no era la muerte la mejor forma de recompensar a su victorioso pueblo guerrero. Además, diezmando sus propias tropas, ¿cómo proseguiría la guerra? No dejó de ser estricto Saúl, pues poco después estuvo dispuesto a hacer morir a su propio hijo Jonatán nada más que por haber probado un poco de miel.

e) Ahora nos toca examinar la actitud del Eterno. Siendo que no hubo reprensión de parte del sacerdote ni acción alguna del Señor de los Ejércitos trayendo algún juicio sobre los culpables, es muy sugestivo que seguidamente Saúl interprete que algún pecado debía estar impidiendo que el Eterno respondiera en cuanto a si debería descender sobre los filisteos. Paradójicamente, no fue la escandalosa ingesta de carne con su sangre en que parte de la tropa había incurrido, sino apenas la inadvertida prueba de un poco de miel en la punta de la vara de Jonatán que había motivado el silencio de Dios. ¿Qué nos dice esto?

f) Pues nos dice que el Eterno no puede ser menos comprensivo que el implacable rey Saúl, y que cuando la vida está de por medio, su mandato es “escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia…pues Él es tu vida”: “A los cielos y a la tierra llamo por testigos…” (Dt 30:19,20). Dios no es Dios de muertos sino de vivos. No es negocio para Dios que un hombre se le anticipe al sueño eterno cuando muy bien podría seguir sirviéndole en vida. Entre la vida y la muerte, el hombre que quiere amar a Dios, atender a su voz y seguirle, no puede tener duda alguna: siempre debe decidirse por la vida y no por el embuste de Satanás (Job 2:4).


Cordiales saludos

interesante y razonable conclusion coincidente con lo expresado en Lev. 17:15
donde un israelita, en caso de necesidad, podía comer un animal no desangrado que hubiese muerto por sí mismo, y el resultado de esto era solamente la impureza ceremonial, que requería además de un baño el lavado de las vestiduras
 
Re: Estimado Davidben

Re: Estimado Davidben

Respuesta a Mensaje # 951:


3 – En cuanto al “¿por qué?” de tu pregunta es aventurado adelantar una opinión dada la falta de evidencia bíblica para una respuesta criteriosa; pero podría intentarlo, con los consiguientes riesgos a ser fuertemente cuestionado.

Antes que nada, conviene advertir que más descubrir el por qué no se cumplió en la ocasión con la sentencia estipulada por la Ley, bastante peso tiene el mero hecho de observar que pese a haberse incurrido en una infracción castigada con la pena capital, no recayó sobre ningún culpable activo (los que comieron la carne con su sangre) ni pasivo (rey, sacerdote) que se hicieron involuntarios cómplices al no ejecutar la pena.

Ahora mi opinión a ser combatida por mis habituales contradictores:

a) No hubo deliberada intención de los infractores de conscientemente violar la Ley.

b) Las batallas aquellas no eran cómodas como las modernas, en que muchas veces basta con oprimir botones. No se vencía fácilmente al enemigo, sino que la lucha cuerpo a cuerpo se prolongaba por horas con gran desgaste de energías. Cuando la victoria por fin coronaba a un bando, se lanzaban sobre las posesiones de sus vencidos, siendo lo más inmediato beber su agua y alimentarse de sus víveres o animales. Aquel no era un ejército disciplinado sino que leemos: “…el pueblo estaba muy cansado así que se lanzó sobre el botín, tomaron ovejas y vacas y becerros, y los degollaron en el suelo, y el pueblo los comió con la sangre” (vs.31, 32). Lo probable es que ni pensaron en cocinar las carnes, sino que crudas, sangrantes, todavía calientes, les hincaron el diente.

c) Aquello fue un caso de necesidad extrema, el instinto de sobrevivencia primó por sobre cualquier otra consideración legal que no estaban entonces en condiciones de colegir racionalmente. Si bien no todos, ni quizás tampoco muchos, algunos habrían realmente desfallecido y muerto si no recibieran esa inmediata reposición de energías.

d) El rey Saúl debe haberlo entendido así y habrá pensado que no era la muerte la mejor forma de recompensar a su victorioso pueblo guerrero. Además, diezmando sus propias tropas, ¿cómo proseguiría la guerra? No dejó de ser estricto Saúl, pues poco después estuvo dispuesto a hacer morir a su propio hijo Jonatán nada más que por haber probado un poco de miel.

e) Ahora nos toca examinar la actitud del Eterno. Siendo que no hubo reprensión de parte del sacerdote ni acción alguna del Señor de los Ejércitos trayendo algún juicio sobre los culpables, es muy sugestivo que seguidamente Saúl interprete que algún pecado debía estar impidiendo que el Eterno respondiera en cuanto a si debería descender sobre los filisteos. Paradójicamente, no fue la escandalosa ingesta de carne con su sangre en que parte de la tropa había incurrido, sino apenas la inadvertida prueba de un poco de miel en la punta de la vara de Jonatán que había motivado el silencio de Dios. ¿Qué nos dice esto?

f) Pues nos dice que el Eterno no puede ser menos comprensivo que el implacable rey Saúl, y que cuando la vida está de por medio, su mandato es “escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia…pues Él es tu vida”: “A los cielos y a la tierra llamo por testigos…” (Dt 30:19,20). Dios no es Dios de muertos sino de vivos. No es negocio para Dios que un hombre se le anticipe al sueño eterno cuando muy bien podría seguir sirviéndole en vida. Entre la vida y la muerte, el hombre que quiere amar a Dios, atender a su voz y seguirle, no puede tener duda alguna: siempre debe decidirse por la vida y no por el embuste de Satanás (Job 2:4).


Cordiales saludos

Gracias Ricardo, por tu exposición. !Me ha gustado...! y comulgo con su criterio, de que aquel acto NO fue deliberado, sino producto de una necesidad ocasionada por el desgaste y cansancio que la batalla habia ocasionado.

David

 
Re: Estimado Davidben

Re: Estimado Davidben

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Originalmente enviado por Ricardo

a) No hubo deliberada intención de los infractores de conscientemente violar la Ley.

b) Las batallas aquellas no eran cómodas como las modernas, en que muchas veces basta con oprimir botones. No se vencía fácilmente al enemigo, sino que la lucha cuerpo a cuerpo se prolongaba por horas con gran desgaste de energías. Cuando la victoria por fin coronaba a un bando, se lanzaban sobre las posesiones de sus vencidos, siendo lo más inmediato beber su agua y alimentarse de sus víveres o animales. Aquel no era un ejército disciplinado sino que leemos: “…el pueblo estaba muy cansado así que se lanzó sobre el botín, tomaron ovejas y vacas y becerros, y los degollaron en el suelo, y el pueblo los comió con la sangre” (vs.31, 32). Lo probable es que ni pensaron en cocinar las carnes, sino que crudas, sangrantes, todavía calientes, les hincaron el diente.

c) Aquello fue un caso de necesidad extrema, el instinto de sobrevivencia primó por sobre cualquier otra consideración legal que no estaban entonces en condiciones de colegir racionalmente. Si bien no todos, ni quizás tampoco muchos, algunos habrían realmente desfallecido y muerto si no recibieran esa inmediata reposición de energías.

d) El rey Saúl debe haberlo entendido así y habrá pensado que no era la muerte la mejor forma de recompensar a su victorioso pueblo guerrero. Además, diezmando sus propias tropas, ¿cómo proseguiría la guerra? No dejó de ser estricto Saúl, pues poco después estuvo dispuesto a hacer morir a su propio hijo Jonatán nada más que por haber probado un poco de miel.


Estoy de acuerdo contigo hasta aquí y ese será el meollo del asunto para de allí partir y llegar a las conclusiones que llegas de manera coherente y acertada, exceptuando el punto (e y f), en el que te sales por completo del motivo principal que detuvo la sentencia de muerte para los infractores por parte de Jehová.

e) Ahora nos toca examinar la actitud del Eterno. Siendo que no hubo reprensión de parte del sacerdote ni acción alguna del Señor de los Ejércitos trayendo algún juicio sobre los culpables, es muy sugestivo que seguidamente Saúl interprete que algún pecado debía estar impidiendo que el Eterno respondiera en cuanto a si debería descender sobre los filisteos. Paradójicamente, no fue la escandalosa ingesta de carne con su sangre en que parte de la tropa había incurrido, sino apenas la inadvertida prueba de un poco de miel en la punta de la vara de Jonatán que había motivado el silencio de Dios. ¿Qué nos dice esto?

Aquí me parece que comienzas a “preparar el terreno” forzando el relato para que “encaje” dentro de tu permisivo concepto de minimizar a ultranza cualquier acción humana en donde se evidencie algún irrespeto a la Ley dada por Dios a su pueblo Israel, dirigiendo al lector por caminos equivocados para que evalúe la situación con respecto a la “prohibición” de comer carne juntamente con la sangre. Dices: “Paradójicamente no fue la escandalosa ingesta de carne con su sangre en que parte de la tropa había incurrido, sino apenas la inadvertida prueba de un poco de miel en la punta de la vara de Jonatán que había motivado el silencio de Dios. ¿Qué nos dice esto?”

Los motivos que dieron pie para la misericordia o comprensión de Jehová sobre el grave pecado en que habían incurrido (nota que en ningún momento dejó de ser pecado la ingesta de sangre) cuando Saúl les amonestó y los obligó a recapacitar y hacer lo que “era correcto a los ojos de Jehová”. El acto en sí violaba la ley de Dios sobre la sangre, como algunos de los hombres de Saúl se lo indicaron al decir: “¡Mira! El pueblo está pecando contra Jehová, comiendo junto con la sangre”. (1 Samuel 14:33.)

¿Violaron deliberadamente la Ley los soldados del rey Saúl? ¿Mostraron una total indiferencia a la ley divina referente a la sangre? (Números 15:30.) No. No existen razones para llegar a esa conclusión. El relato dice que el pueblo estaba ‘degollando los animales en la tierra y comiendo junto con la sangre’. Así que puede que hayan intentado desangrar a los animales. (Deuteronomio 15:23.) Sin embargo, debido al cansancio y al hambre, no colgaron a los animales degollados ni permitieron suficiente tiempo para que se desangraran bien. Degollaron las ovejas y el ganado vacuno “en la tierra”, lo que retardaría el desangrado, y enseguida cortaron carne de los animales que quizás yacían sobre la sangre. De modo que, aunque hubieran tenido la intención de obedecer la ley de Dios, no cumplieron con ella del modo ni al grado apropiado.

Como resultado, “el pueblo se entregó a comer junto con la sangre”, lo que constituyó un pecado. Saúl se dio cuenta de ello y mandó que se rodara una piedra grande. Dio la siguiente orden a sus soldados: “Acérquenme, cada uno de ustedes, su toro y, cada cual, su oveja, y en este lugar tienen que degollar y comer, y no deben pecar contra Jehová comiendo junto con la sangre”. (1 Samuel 14:33, 34.) Los soldados culpables obedecieron, y “Saúl procedió a edificar un altar a Jehová”.
Aquí se deja constancia que hubo una “rectificación” de sus acciones. Por ello fue la misericordia de Jehová, no por sus vidas. Si ellos no hubieran hecho caso y les hubiera valido “un carajo” la orden de Saúl y el pecar contra Jehová, ¿Qué crees tú que hubiera pasado entonces? Creo que la respuesta de Dios no se hubiera hecho esperar.

De manera que no se indica para nada –como lo das a entender con segundas intenciones– que “existe” evidencia veraz en este relato que nos autoriza para cuando las circunstancias “apremian” o nos veamos en “peligro” de muerte, entonces “tenemos licencia” para transigir –hasta las últimas consecuencias– faltando a nuestros votos irrespetando en todos los casos, las justas leyes y principios eternos de Dios.

Y este mismo principio aplica en todo los demás preceptos y condicionamientos que debemos acatar para heredar la vida eterna. Lo que determina nuestra muerte espiritual no es el que cometamos el pecado por “defecto” de fabricación, por “inercia” o como “automáticos” porque con él nacemos y no lo podemos quitar de encima hasta que muramos. Lo que determina grandemente nuestra buena o mala relación con Dios es la “práctica constante y voluntariosa” del pecado. Yo puedo tener, en mi condición de hombre, deseos deshonestos en muchos momentos de mi vida; lo malo está en que yo los desarrolle hasta el extremo de llegar, por ejemplo, a desear otra mujer que no sea mi esposa. Lo mismo aplicó a los soldados del relato. Un momento de debilidad no planeada ni astutamente deliberada, puede justificarnos al momento de cometer un error grave, siempre y cuando estemos dispuestos a reconocerlo una vez hecho y a rectificar de inmediato para no volverlo a cometer y que no se convierta en una costumbre en casos de emergencia, porque ya la estaríamos convirtiendo en una práctica de dicho pecado como excusa precisa para justificar todo cuanto hagamos.

f) Pues nos dice que el Eterno no puede ser menos comprensivo que el implacable rey Saúl, y que cuando la vida está de por medio, su mandato es “escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia…pues Él es tu vida”: “A los cielos y a la tierra llamo por testigos…” (Dt 30:19,20). Dios no es Dios de muertos sino de vivos. No es negocio para Dios que un hombre se le anticipe al sueño eterno cuando muy bien podría seguir sirviéndole en vida. Entre la vida y la muerte, el hombre que quiere amar a Dios, atender a su voz y seguirle, no puede tener duda alguna: siempre debe decidirse por la vida y no por el embuste de Satanás (Job 2:4).

Como te lo expresé al principio, lo que tú intentas justificar aquí es el motivo equivocado del por qué Dios mostró misericordia a los soldados, cuya opción número uno era (desde tu punto de vista) porque la “vida” de ellos era más valiosa en ese momento que el acato de una de sus normas. Nada más lejos de la verdad mi estimado Ricardo. Lo que motivó a que Dios pasara por alto la transgresión (y conste que la transgresión sí se dio y es harto evidente en el relato) fueron las circunstancias y el extremo cansancio de aquellos hombres que posiblemente ya no coordinaban sus actos de la manera normal, ya sea por el agotamiento y el hambre físicos, sino también por el estado mental en el que se encontraban.

En cuanto a los textos que citas ninguno justifica el transgredir un mandato de Dios a cambio de la preservación de la vida. El texto de Deuteronomio 30;19,20 dice otra cosa totalmente diferente a la que según tú va dirigido. Dice así: “De veras tomo los cielos y la tierra como testigos contra ustedes hoy, de que he puesto delante de ti la vida y la muerte, la bendición y la invocación de mal; y tienes que escoger la vida a fin de que te mantengas vivo, tú y tu prole, [SUP]20[/SUP] amando a Jehová tu Dios, escuchando su voz y adhiriéndote a él; porque él es tu vida y la longitud de tus días, para que mores sobre el suelo que Jehová juró a tus antepasados Abrahán, Isaac y Jacob que les daría”.

Cualquier persona desprejuiciada y sin ideas preconcebidas que lea este pasaje, en ningún momento deducirá que allí se está justificando que, en situaciones de “emergencia”, tenemos “luz verde” para invalidar algún mandamiento de Dios por cuanto para Él es más importante el conservarnos vivos que el que obedezcamos su voz. Lo que subrayo lo dice muy claro: “ESCUCHANDO SU VOZ Y ADHIRIÉNDOTE A ÉL” y, si en ese “escuchar su voz y adhiriéndonos a Él” perdemos la vida, Él estará más que complacido y habremos hecho la mejor elección porque, como tú debes saberlo muy bien, la “verdadera” vida no es en este “mundo”, sino en el que viene. ¡Esa es la vida a la que tenemos que afianzarnos! Pero para lograrlo, debemos obedecer a Jehová y sus Leyes a fin de que nos “mantengamos realmente vivos”, no violando sus normas, sino, por el contrario, respetándolas y acatándolas aunque nuestra vida esté en peligro de muerte.

Respetuosos saludos de siempre.
 
Apreciado Melviton

Apreciado Melviton

Respuesta a Mensaje # 956:

e) Lo de empezar a “preparar el terreno” que tú apuntas es bien cierto, pero no es esa cosa que yo haga para forzar una pieza que encaje en el hueco del puzle, sino que la misma Escritura trae a colación un episodio con el que lo sigue, a fin de que discernamos que la grave afrenta del pueblo a ojos de todo el mundo, fue tolerada de una forma que no lo fue la más leve, individual y perceptible sólo a los ojos de Dios como fue la pizca de miel que gustó Jonatán. A veces el Eterno de veras que nos sorprende con esta valoración de las cosas que Él hace, tan diferente a como nosotros medimos y calculamos.

Bien dices que fue pecado grave el que el pueblo cometió, pues el propio Saúl les dice: “¡Vosotros habéis sido infieles!” (v.33).

No se desprende del texto que los desesperados del pueblo que participaron de la matanza hubieran degollado los animales con intención de ajustarse a la ley del desangrado de los mismos, pues con ello no haríamos más que aumentar su culpabilidad, cosa que no queremos hacer. Los degollaron porque esa era la forma acostumbrada para matarlos, y ni pensaron que los cuerpos de las víctimas apoyados en el suelo no soltarían la sangre. En cuanto a la Ley de Dios sobre la sangre, no se acordaron para cumplirla ni para quebrantarla. No tuvieron intención de obedecer ni de desobedecer sino que la acuciada ansiedad que traían les llevaba a actuar de forma instintiva e irreflexiva.

Saúl previno la solución para que no continuasen comiendo y pecando de esa manera, pero con no pecar más no eliminaban el pecado ya cometido.

Dado que conozco el texto que dice “Aquella noche cada uno llevó su propio buey y lo sacrificaron allí” (v.34) no necesito conjeturar qué hubiese hecho el Eterno con ellos caso que se le hubiesen desacatado al rey. La obediencia consciente de ahora no alcanzaba a reparar o compensar la inconsciencia de su desobediencia anterior.

El pueblo pecó, porque si bien el preservar sus vidas saciando su hambre era lícito, no era lícito hacerlo de la manera que ellos hicieron.

Misericordia es precisamente cuando Dios no nos da el castigo que merecemos por el pecado cometido.

No ha sido nunca una segunda intención mía como escritor sino tuya como lector, inferir que in extremis podemos desobedecer a Dios si en ello nos va la vida.

No es necesario que con tanta frecuencia me traduzcas dando tu propia versión de lo que escribo.

Sería una burda simpleza de mi parte sugerir que las transfusiones de sangre pueden realizarse pues Dios hace la vista gorda si la vida del paciente está en peligro.

Mi convicción se apoya en firmes mandamientos positivos en cuanto a las mismas y jamás en tan endebles pretextos.

f) Tampoco dije yo que Dios priorizó la vida de los hombres por sobre la desobediencia cometida para no juzgarlos de inmediato -como en otras ocasiones hizo-, sino que esas fueron las consideraciones que el rey Saúl pudo haber tomado en cuenta para no ajusticiarlos, adhiriéndose con su silencio el sacerdote.

Lejos de lo que me achacas, comencé asentando que “No hubo deliberada intención de los infractores de conscientemente violar la Ley”, y seguidamente y parafraseando lo sucinto del texto describí el especial estado en que habrían quedado aquellos israelitas para desesperadamente hacer como hicieron. El pecado siempre es pecado pero Dios no juzga de la misma manera lo deliberado con lo falto de toda intención de quebrantar sus mandamientos. La rebeldía siempre es peor que la negligencia.

Mi punto de vista siempre es mi punto de vista y no tu propio punto de vista sobre el mío (valgan todas las redundancias).

No es justo que porque no veas en mi exposición ningún flanco vulnerable por el que me puedas entrar, acometas contra molinos de viento diciendo que son gigantes.

De ningún modo yo veo en la porción de Dt 30:19, 20 luz verde para invalidar un mandamiento de Dios bajo pretexto de preservar la vida, sino una tremenda luz roja para que no invalidemos sus dos primeros mandamientos bajo pretexto de acatar una disposición que no nos concierne, y que de concernirnos tampoco se infringe con las transfusiones la prohibición de comer sangre, antes bien se le obedece y glorifica dando un poco de nuestra vida que está en la sangre en la poca que donamos al paciente urgido de ella.

La transfusión de sangre, entonces, no es una excepción a la regla, ni una concesión especial por extrema necesidad, como si con ello se violara Lv 17:14 o Hch 15:29, sino el privilegio de los hijos de Dios de por puro amor dar su vida por sus hermanos en caso extremo o algo de ella en los demás que la urgencia del caso demande la transfusión.

Lo que siempre debemos obedecer –aun con riesgo de vida- es la voluntad de nuestro Dios tal como nos es revelada en su Palabra y jamás la de hombres que escuchan y repiten las palabras del diablo como si fuesen ciertas (Job 2:4).


Con mi inalterable respeto y personal simpatía
 
¿Fidelidad a la Palabra de Dios o a la del gobernante?

¿Fidelidad a la Palabra de Dios o a la del gobernante?


Este capítulo 14 de 1Samuel es sumamente ilustrativo en el asunto que tratamos y el diferendo que nos enfrenta. La segunda mitad del mismo coincide en contarnos de dos infracciones cometidas con el comer:

a) Cronológicamente, la primera la comete Jonatán al transgredir –por ignorarlo- la prohibición real de comer cosa alguna hasta la noche.

b) La segunda, es la precipitación del pueblo que al caer la noche se echó sobre los animales del botín, degollándolos en el suelo, y comiendo carne con su sangre.

En un aporte anterior advertimos que ante la grave ofensa contra un mandato de la Ley, cometida por muchos, el Eterno no procede contra los culpables activos, ni contra los pasivos –el rey y el sacerdote- que no los ajusticiaron como debían haber hecho.

Resulta paradójico, entonces, que Saúl interprete luego el silencio de Dios a su consulta, como que algún pecado en el pueblo estaba frenando la señal esperada para proceder contra los filisteos (vs.37, 38).

En el episodio que se nos narra desde el v.36 al 46 veo una alegoría de una situación que nos es fácil imaginar en una clínica hospitalaria actual:

1 – Jonatán está representado por un niño hijo de TJ o un TJ mayor que habiendo sufrido un grave accidente yace inconsciente en la camilla mientras los médicos procurar detener la hemorragia de una grave herida.

2 – Saúl representa a los padres de aquel niño o al cónyuge del herido, asistido por ancianos de la congregación que le apoyan en respetar la voluntad, del ahora inconsciente, a no ser transfundido.

3 – El pueblo (v. 45) nos representa a nosotros, los foristas que no somos TJ.

Veamos ahora el paralelo entre el episodio bíblico y la situación propuesta:

a) Jonatán nada sabía del juramento con que su padre obligó al pueblo (v.27) como tampoco discierne responsablemente el niño o la víctima que ha perdido el conocimiento por su accidente.

b) Saúl reaccionó con la severidad a la transgresión a su propia orden que le faltó con los que habían comido carne con sangre, quebrantando la expresa Ley de Dios.

c) El pueblo, como nosotros ahora, reconocemos en la preservación de la vida la justicia de lo hecho conforme a la voluntad de Dios (v.45).

Todavía es posible atender a más analogías:

1 – La orden del rey Saúl era improcedente como bien lo hizo notar su propio hijo Jonatán (v.29, 30). Peor, todavía, haber juramentado al pueblo bajo sentencia de maldición (v. 24). De manera similar, el Cuerpo Gobernante de los TJ desde Brooklyn, Nueva York, sostiene que el Esclavo Fiel y Discreto les ha revelado que es contrario a la voluntad divina salvar la vida por la transfusión de sangre (una forma de comerla). Los ancianos de las congregaciones por todo el mundo proceden a la expulsión de sus miembros que claudican aceptando ser transfundidos.

2 – Jonatán testifica haber sido aclarados sus ojos por haber probado un poco de miel, mostrando con ello que si bien transgredió la disposición real, no así la de Dios (v.45). Del mismo modo, quien salva su vida al ser transfundido cumple con la voluntad de Dios aunque transgreda lo preceptuado por quienes ejercen el gobierno de la Organización Watchtower.

3 – El pueblo libró a Jonatán de una muerte anunciada así como nosotros procuramos crear una conciencia sensible a la verdad de la Palabra de Dios entre las autoridades nacionales, a fin de que no se permita más que por propia voluntad un paciente opte por no recibir la transfusión que lo salvaría.

La displicencia del rey Saúl para cumplir con lo prescrito en la Ley en contraste con lo estricto que se mostró para condenar a su propio hijo, va de la mano con igual displicencia de los TJ a mandamientos tan claros como el del Señor Jesús en Jn 15:12 y en 1Juan 3:16.

Son fieles para cumplir estrictamente lo reglado por sus propias autoridades y simultáneamente desobedientes al mandato expreso del Señor Jesús.


Cordiales saludos
 
Re: ¿Fidelidad a la Palabra de Dios o a la del gobernante?

Re: ¿Fidelidad a la Palabra de Dios o a la del gobernante?

Fe de erratas:
En el 1 - debí escribir "procuran" en vez de "procurar".
En la penúltima cita bíblica el texto es de Juan 15:13.
 
Re: Apreciado Melviton

Re: Apreciado Melviton

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Originalmente enviado por Ricardo

e) Lo de empezar a “preparar el terreno” que tú apuntas es bien cierto, pero no es esa cosa que yo haga para forzar una pieza que encaje en el hueco del puzle, sino que la misma Escritura trae a colación un episodio con el que lo sigue, a fin de que discernamos que la grave afrenta del pueblo a ojos de todo el mundo, fue tolerada de una forma que no lo fue la más leve, individual y perceptible sólo a los ojos de Dios como fue la pizca de miel que gustó Jonatán. A veces el Eterno de veras que nos sorprende con esta valoración de las cosas que Él hace, tan diferente a como nosotros medimos y calculamos.

Bien dices que fue pecado grave el que el pueblo cometió, pues el propio Saúl les dice: “¡Vosotros habéis sido infieles!” (v.33).

No se desprende del texto que los desesperados del pueblo que participaron de la matanza hubieran degollado los animales con intención de ajustarse a la ley del desangrado de los mismos, pues con ello no haríamos más que aumentar su culpabilidad, cosa que no queremos hacer. Los degollaron porque esa era la forma acostumbrada para matarlos, y ni pensaron que los cuerpos de las víctimas apoyados en el suelo no soltarían la sangre. En cuanto a la Ley de Dios sobre la sangre, no se acordaron para cumplirla ni para quebrantarla. No tuvieron intención de obedecer ni de desobedecer sino que la acuciada ansiedad que traían les llevaba a actuar de forma instintiva e irreflexiva.

Saúl previno la solución para que no continuasen comiendo y pecando de esa manera, pero con no pecar más no eliminaban el pecado ya cometido.

Cuando no se “peca” más, el “pecado” antes cometido queda reducido a nada y realmente sí es eliminado totalmente de la memoria Divina cuando esta extiende misericordia. Insistes aquí en negar el verdadero espíritu del concepto de la redención, negando lo contrario de lo que nos otorga cuando admitimos, aceptamos, reconocemos y cambiamos nuestro andar, obedeciendo y enmendando las culpas al convertir ese “negro” pecado en una “larga bata blanca” de limpieza y frescura que nos hace dignos de recibir la absolución de todo lo malo que hayamos propiciado contra Dios.

Además, lo que insertas y tratas de comparar entre lo que ocurrió con los soldados y lo que pasó con Jonatán no es como lo enfocas. Son situaciones muy distintas y en circunstancias muy distintas. En el fragor del combate, fue Saúl y no Jehová, el que cometió la imprudencia de pronunciar una maldición sobre cualquiera que comiese antes de terminar la batalla. Jonatán ignoraba esta maldición y comió algo de miel silvestre. Más tarde, delante de Saúl, Jonatán estuvo dispuesto a morir por haber tomado la miel, pero por respeto a la resolución de un “ungido” de Jehová. Sin embargo, el pueblo le redimió, ya que reconoció que Dios había estado con él aquel día. Aunque no se indica algún pronunciamiento al respecto del Altísimo, es de lógica establecer que estuvo de acuerdo con los hechos tal y como se llevaron a cabo. Jehová muchas veces permite que sea su pueblo el que dirija los asuntos para probar su temple y disposición con respecto a lo que vaya aprendiendo.

Dado que conozco el texto que dice “Aquella noche cada uno llevó su propio buey y lo sacrificaron allí” (v.34) no necesito conjeturar qué hubiese hecho el Eterno con ellos caso que se le hubiesen desacatado al rey. La obediencia consciente de ahora no alcanzaba a reparar o compensar la inconsciencia de su desobediencia anterior.

Si no alcanzaba a “reparar” o “compensar” lo que la “inconsciencia” les obligó a mal actuar, no se habría extendido sobre ellos la misericordia como un hecho contundente al no ser ejecutados por desobedecer la Palabra expresa de Dios que, de ninguna manera, fue promulgada para que jugaran con ella por no “existir” evidencia alguna de su aplicación, en el ajusticiamiento de algún incauto o negligente infractor para el que fue formulada (la Ley).

El pueblo pecó, porque si bien el preservar sus vidas saciando su hambre era lícito, no era lícito hacerlo de la manera que ellos hicieron.

Esta pequeña frase tuya resume todo mi cuestionamiento anterior al que decides refutar en todos sus extremos sin comprender lo que con tanta propiedad te expuse en base a los contextos bíblicos. Deberías haberte ahorrado innecesariamente tantas palabras contrarias a mi postura, si aquí me das tu adhesión más que clara –y contundente además– de lo que al parecer no te deja ya siquiera colegir adecuadamente, cuando ambos estamos de acuerdo respecto a lo que realmente sucedió de la anécdota aquí narrada en el libro de los Jueces. Porque si vuelves a leer mi planteamiento podrás fácilmente deducir que es exactamente lo mismo que tú aquí aceptas como una deducción compartida por un TJ.

Misericordia es precisamente cuando Dios no nos da el castigo que merecemos por el pecado cometido.

Entiendo perfectamente lo que significa misericordia y es también innecesario que me recuerdes el significado del término, cuando no es la misericordia lo que aquí se cuestiona y estamos tratando de aclarar.

No ha sido nunca una segunda intención mía como escritor sino tuya como lector, inferir que in extremis podemos desobedecer a Dios si en ello nos va la vida.

Pues rara es la forma en que a veces transmites lo que en verdad en el fondo deseas compartir. No es la primera vez, sino varias veces, que has hecho uso del recurso “preservación de vida” como prioridad número uno, llegando a “revolver” los términos que no quedan del todo claros y la manera en que presentas tus argumentos, rebosantes de sutiles ambigüedades, dan a entender muchas cosas a la vez, precisamente por no llamarlas por su nombre de pila, sino por el “apodo” de turno.

No es necesario que con tanta frecuencia me traduzcas dando tu propia versión de lo que escribo.

Lo mismo digo yo de quienes haciendo un “derroche” innecesario de interpretaciones teológicas, acostumbran con asombrosa frecuencia traducir, dando sus propias opiniones sobre todo lo que escribieron los autores de la Biblia. Esto es una realidad histórica. Si no, que lo digan los cientos de versiones bíblicas que existen en donde se emplean términos y vocablos tan disímiles entre sí, dando origen a las múltiples definiciones y doctrinas teológicas que enarbolan las más de 6000 sectas protestantes tan dispares entre sí, tan solo del cristianismo, existentes en el mundo de hoy.

Lo que quiero decir es que a menudo, no por ignorancia ni por omisión volitiva, optamos por “mal interpretar” a nuestro escritor por la forma en que se expresa o el empleo frecuente de términos que quizás tenía en mente transmitir, y que en la mente de quien le lee, es totalmente contraria la forma en que se autodefinen los conceptos empleados por el escritor, que no riman con el concepto de quien le está leyendo en esos momentos.

Sería una burda simpleza de mi parte sugerir que las transfusiones de sangre pueden realizarse pues Dios hace la vista gorda si la vida del paciente está en peligro.

Pues hasta el momento no has demostrado que las transfusiones de sangre sean legítimas alternativas y, además, “bendecidas” por Dios, como recurso médico desesperado y actualmente “profesional” para prolongar la vida de las personas como una –aquí sí emplearía apropiadamente el término– “burda simpleza” pretendiendo que es un “sabio recurso” que el Altísimo tenía “bajo su manga” para dárselo como premio de consolación al humano de los últimos tiempos. Lo que sí has probado, (y conste que ningún TJ lo haya puesto en duda alguna vez) y de lo único que puedes sentirte satisfecho, es que la Biblia no habla, en ninguna de sus páginas, de “transfusiones sanguíneas”. ¡Eso sí!

Mi convicción se apoya en firmes mandamientos positivos en cuanto a las mismas y jamás en tan endebles pretextos.

f) Tampoco dije yo que Dios priorizó la vida de los hombres por sobre la desobediencia cometida para no juzgarlos de inmediato -como en otras ocasiones hizo-, sino que esas fueron las consideraciones que el rey Saúl pudo haber tomado en cuenta para no ajusticiarlos, adhiriéndose con su silencio el sacerdote.

Lo curioso contigo es que cuando te conviene decides no tener que conjeturar sobre si el “Eterno esto o si el Eterno, lo otro” como tratando de restarle fuerza a lo que muchas veces tenemos que razonarlo con verdadera pasión y convicción para llegar a conclusiones satisfactorias, lo que deja entrever más allá de toda duda tus verdaderas intenciones al oponerte a “conjeturar” lo que si bien haces, llegarías a la misma conclusión que tu oponente ideológico y eso, mi estimado amigo, para ti no es computable. Pero aquí sí “supones” sobre las “consideraciones que el rey Saúl pudo haber determinado”, tomando en cuenta todos los elementos para no perjudicar a los guerreros israelitas. ¡Conjetura es conjetura, no importa el personaje! Lo que pasa es que eres parcial y cuando no te conviene, no deseas razonar ni “conjeturar”.

Lejos de lo que me achacas, comencé asentando que “No hubo deliberada intención de los infractores de conscientemente violar la Ley”, y seguidamente y parafraseando lo sucinto del texto describí el especial estado en que habrían quedado aquellos israelitas para desesperadamente hacer como hicieron. El pecado siempre es pecado pero Dios no juzga de la misma manera lo deliberado con lo falto de toda intención de quebrantar sus mandamientos. La rebeldía siempre es peor que la negligencia.

Yo nunca te he acusado de lo que aquí ahora me achacas tú a mí. Lo que sí dije es de tu “doble intención” de pretender minimizar la ofensa a Jehová por desobediencia, pretendiendo hacernos creer que de seguro no era tan grave la falta de comer carne juntamente con la sangre, cuando le diste notoria relevancia al hecho de que a Dios le importaba más la “vida” de los guerreros que la “ofensa” cometida en Su contra. Tú dijiste claramente que: “No es negocio para Dios que un hombre se le anticipe al sueño eterno cuando muy bien podría seguir sirviéndole en vida.” Tan claro como el cristal y no veo que me juzgues a mí por “interpretarte” de manera como lo hice, cuando, tan claro, expones lo que a Dios más le importaba del guerrero: su vida por sobre su obediencia. ¡Más claro ni el agua mi estimado!

Lo que yo creo es que esa forma tan peculiar que tienes de redactar tantos y tantos conceptos entrelazados entre sí, que, al leerlos y razonarlos, no nos deja claro el panorama de lo que pretendiste decirnos con claridad, como para no “pecar” mal interpretándote por cuanto tocas varios puntos a la vez como “célebres palabras” o “connotados proverbios” que parecieran independientes entres sí pero a la vez, unidos por algún “extraño” denominador común.

Mi punto de vista siempre es mi punto de vista y no tu propio punto de vista sobre el mío (valgan todas las redundancias).

Pues mi punto de vista es lo que deduzco del tuyo que, al analizarlo, deja de ser “el tuyo” para convertirse en “el mío”. Eso ocurre en todos los debates. No debería extrañarte ¡Simple filosofía práctica!

No es justo que porque no veas en mi exposición ningún flanco vulnerable por el que me puedas entrar, acometas contra molinos de viento diciendo que son gigantes.

Por el contrario, y sin el ánimo de contradecirte por defecto, observo no “uno”, sino “muchos” flancos vulnerables dándome más que suficientes motivos para acometer contra tus defensas que has idealizado como “gigantes”, claro, molinos gigantes, pero de ¡Viento al fin y al cabo!

De ningún modo yo veo en la porción de Dt 30:19, 20 luz verde para invalidar un mandamiento de Dios bajo pretexto de preservar la vida, sino una tremenda luz roja para que no invalidemos sus dos primeros mandamientos bajo pretexto de acatar una disposición que no nos concierne, y que de concernirnos tampoco se infringe con las transfusiones la prohibición de comer sangre, antes bien se le obedece y glorifica dando un poco de nuestra vida que está en la sangre en la poca que donamos al paciente urgido de ella.

En esto estamos de acuerdo, yo tampoco veo esa “luz verde” que permita el invalidar un mandamiento bajo ningún pretexto. Pero resultas que tú dijiste lo siguiente: “Pues nos dice que el Eterno no puede ser menos comprensivo que el implacable rey Saúl, y que cuando la vida está de por medio, su mandato es “escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia…pues Él es tu vida”: “A los cielos y a la tierra llamo por testigos…” (Dt 30:19,20).

A no ser que me domine el prejuicio y que carezca de agudo criterio o bien, me esté volviendo más “viejo” y ya no coordine mis movimientos neuronales, observo aquí tu clara intención de indicar que la “preservación de la vida” es más importante incluso que la obediencia a Dios, porque “cuando la vida está de por medio” (fueron tus palabras) hay que “escoger la vida” (cuando comieron sangre de manera tan apresurada por tratar de preservar la de ellos). No hay vuelta de hoja. Nadie cita un texto si no es con la intención de avalar o negar lo que con tanta insistencia defiende. Disculpa, pero aquí reitero mi sana crítica. Tú dices muchas cosas a la vez y las revuelves para no definirte. Siempre te he dicho que no “aterrizas” nunca. Lo que empleas es una “carretilla” constante de “golpes” sicológicos que empleas para atontar al lector con repetitivas “célebres palabras” pero que ninguna al parecer defiende alguna enseñanza de contexto basada en las Escrituras.

La transfusión de sangre, entonces, no es una excepción a la regla, ni una concesión especial por extrema necesidad, como si con ello se violara Lv 17:14 o Hch 15:29, sino el privilegio de los hijos de Dios de por puro amor dar su vida por sus hermanos en caso extremo o algo de ella en los demás que la urgencia del caso demande la transfusión.

No será ninguna “excepción” a tu regla, querrás decir; a tu criterio por imponer preceptos ideológicos que son válidos para vivir con ellos en contubernio con este mundo comandado por satán (¿Otra mentira más del opositor de Dios?). Claro, al no ser el “gobernante del mundo” (lo que él le dijo a Jesús quien también le dio la razón y Pablo luego lo confirmó de nuevo); como “todo” lo que dice es una pura mentira, nada hay en este mundo que esté bajo su influencia, en contra de Dios; ni sus gobiernos, ni sus reyes, ni sus prácticas, ni sus costumbres, ni sus entretenimientos ¡Nada de nada! Entonces, ¡Qué siga la fiesta y sigan “bebiendo sangre” al estilo “moderno”; a las violaciones disimuladas y “actualizadas” como afrenta a Dios y a su Soberanía Universal!

Lo que siempre debemos obedecer –aun con riesgo de vida- es la voluntad de nuestro Dios tal como nos es revelada en su Palabra y jamás la de hombres que escuchan y repiten las palabras del diablo como si fuesen ciertas (Job 2:4).

¡Pues vaya mentira se dejó decir el diablo con respecto a la generalidad y fragilidad humanas! Insistes en discutir lo que no tiene discusión. Tú aquí estás a la defensiva de no aceptar nada que venga de él, por cuanto crees que al aceptar alguna de sus quizás poquísimas verdades (tú lo dijiste en un aporte anterior), le estás dando seguimiento a una mentira. Y curiosamente es una “mentira” que en un 90 por ciento de los casos resulta ser una “Mentira Verdadera y, encima ¡Aplastante!!!!

Recibe igualmente mi más sentida consideración.