Apreciado Alfageme
Apreciado Alfageme
Respuesta a Mensaje # 857:
1 – Cuando una vida humana está en juego la integridad a Dios no puede afectarse, a menos que retrocedamos al tiempo de las persecuciones romanas cuando el no renegar de Cristo y confesar a César como Dios y Señor acarreaba pena de muerte. Pero en la actualidad y en nuestros países de Occidente no hay nada que el hombre puede hacer para salvar su vida que suponga faltarle a Dios en algo. Bueno, ahora recuerdo que cuando niño conocí a un viejo italiano que vendía pizza por la calle. Mi abuelo me contó que salvó su vida en un naufragio quitándole por la fuerza el salvavidas a un cura. Todavía él contaba que se excusó diciéndole:
-Padre, usted es sacerdote y en cuanto se ahogue se va para el cielo, mientras que yo me iría para el infierno, cargado como estoy con tantos pecados.
El cura no fue muy listo pues bien que le podía haber dicho:
-Hijo, confiésate que te daré la absolución para que seas tú quien vayas al cielo y déjame a mí el salvavidas que allí no lo necesitarás.
Bueno, en cualquier caso, sería una manera indigna de salvar la vida.
2 – El ejemplo que traes de la fornicación me hizo también acordar a mis bisabuelos maternos; no porque ellos hubieran fornicado tal cual hoy lo entendemos, sino cómo lo entendían los redactores de la carta en la asamblea en Jerusalem de Hechos 15 y los destinatarios en las iglesias de Antioquía, Siria y Cilicia: casamientos entre parientes cercanos prohibidos en Levítico 18:6.
Resulta que promediando el siglo XIX, ambos andaluces, él de Sevilla y ella de Cádiz, eran primos hermanos, y no habiéndose visto nunca, a través de cartas que intercambiaban, se enamoraron.
Primero fue la familia de ella que emigró al Uruguay y más tarde la de él. Ambos se conocieron recién en el muelle del puerto de Montevideo. Se querían casar pero la iglesia católica no lo permitía por el cercano parentesco. Así que escribieron a Roma, y al cabo de los meses recibieron la dispensa papal para efectuar el matrimonio.
Cuando mi abuela se enojaba con mi abuelo la peor ofensa era decirle:
-¡Hijo de primos!
Existía la idea que los tales padecen algún trastorno mental.
Bueno, mi abuelo se excusaba diciendo:
-“De músico, poeta y loco, todos tenemos un poco”.
De ellos desciendo. Si no te parezco muy juicioso ¡pues ya sabes!
Cordiales saludos
Apreciado Alfageme
Respuesta a Mensaje # 857:
1 – Cuando una vida humana está en juego la integridad a Dios no puede afectarse, a menos que retrocedamos al tiempo de las persecuciones romanas cuando el no renegar de Cristo y confesar a César como Dios y Señor acarreaba pena de muerte. Pero en la actualidad y en nuestros países de Occidente no hay nada que el hombre puede hacer para salvar su vida que suponga faltarle a Dios en algo. Bueno, ahora recuerdo que cuando niño conocí a un viejo italiano que vendía pizza por la calle. Mi abuelo me contó que salvó su vida en un naufragio quitándole por la fuerza el salvavidas a un cura. Todavía él contaba que se excusó diciéndole:
-Padre, usted es sacerdote y en cuanto se ahogue se va para el cielo, mientras que yo me iría para el infierno, cargado como estoy con tantos pecados.
El cura no fue muy listo pues bien que le podía haber dicho:
-Hijo, confiésate que te daré la absolución para que seas tú quien vayas al cielo y déjame a mí el salvavidas que allí no lo necesitarás.
Bueno, en cualquier caso, sería una manera indigna de salvar la vida.
2 – El ejemplo que traes de la fornicación me hizo también acordar a mis bisabuelos maternos; no porque ellos hubieran fornicado tal cual hoy lo entendemos, sino cómo lo entendían los redactores de la carta en la asamblea en Jerusalem de Hechos 15 y los destinatarios en las iglesias de Antioquía, Siria y Cilicia: casamientos entre parientes cercanos prohibidos en Levítico 18:6.
Resulta que promediando el siglo XIX, ambos andaluces, él de Sevilla y ella de Cádiz, eran primos hermanos, y no habiéndose visto nunca, a través de cartas que intercambiaban, se enamoraron.
Primero fue la familia de ella que emigró al Uruguay y más tarde la de él. Ambos se conocieron recién en el muelle del puerto de Montevideo. Se querían casar pero la iglesia católica no lo permitía por el cercano parentesco. Así que escribieron a Roma, y al cabo de los meses recibieron la dispensa papal para efectuar el matrimonio.
Cuando mi abuela se enojaba con mi abuelo la peor ofensa era decirle:
-¡Hijo de primos!
Existía la idea que los tales padecen algún trastorno mental.
Bueno, mi abuelo se excusaba diciendo:
-“De músico, poeta y loco, todos tenemos un poco”.
De ellos desciendo. Si no te parezco muy juicioso ¡pues ya sabes!
Cordiales saludos