Errores Fósiles Evolutivos
por Brad Harrub, Ph.D. y Eric Lyons, M.Min.
Todos hemos visto fotos de nuestros presuntos antepasados animales. Normalmente, los artistas dibujan a estas criaturas como animales peludos que compartían características humanas tanto como de simios, a menudo cargando garrotes y viviendo en cuevas. La mayoría de nosotros incluso puede reconocer sus nombres: El Hombre de Neandertal, el Hombre Rodesiano, Lucy, el Hombre de Java. Pero ¿cuál es la verdad acerca del origen de la humanidad? ¿Evolucionamos de antepasados como simios como muchos quisieran que creamos, o fuimos hechos a la imagen y semejanza de Dios como Génesis 1:26,27 simplemente declara? Examine la evidencia siguiente, y luego usted será el juez. Nosotros pensamos que usted verá que el hombre no evolucionó de criaturas como-simios, sino que fue creado por Dios.
Al mirar la evidencia concerniente a los orígenes de los humanos, primero necesitamos cavar profundamente en el suelo. Sepultados debajo de capas de tierra y rocas encontramos esqueletos fosilizados—muchos de los cuales, una vez que son descubiertos, son almacenados en bóvedas donde estos son mejor protegidos que el oro. No obstante, estos esqueletos no lucen nada como los esqueletos que usted ve en los salones de ciencia o como aquellos que son pegados a la pared en Halloween. Estos esqueletos a menudo son aplastados por el peso de la tierra y las rocas encima de éstos, y raramente están completos. En vez de desenterrar simplemente un esqueleto completo, los investigadores a menudo encuentran pedazos pequeños de huesos esparcidos en áreas grandes (¡algunas tan grandes como una cancha de fútbol americano!). A menudo los fragmentos de huesos fosilizados son puestos juntos como un rompecabezas de piezas faltantes. Sin embargo, ¡ocasionalmente las piezas son puestas juntas, las cuales realmente pertenecen a dos o tres rompecabezas diferentes! Pero ¿qué acerca de todas esas fotos que usted ha visto en las portadas de las revistas—aquellas calaveras completas como de simios? Con frecuencia tales imágenes son simplemente fotos de piezas que han sido creadas usando cualquier fragmento de hueso que estuviera disponible. De esas piezas, los investigadores tratan de imaginar como la criatura pudo haber lucido (usted las conoce—aquellas criaturas peludas que frecuentemente son presentadas viviendo en cuevas). Realmente, estas presuntas criaturas como-simios que se suponía que debían ser los “eslabones perdidos” entre los humanos y los simios están lejos de serlo. Considere la evidencia.
EL HOMBRE DE NEANDERTAL
Generalmente hablando, los fósiles humanos no son encontrados con gran frecuencia en el registro fósil. No obstante, al pasar los años más de 300 especimenes de Neandertal han sido encontrados esparcidos por todo el mundo. Todos estamos familiarizados con las fotos de la criatura peluda como-simio que luce como si perteneciera a una cueva. Sin embargo, en 1957, los anatomistas William Straus y A.J. Cave examinaron uno de los fósiles franceses de Neandertal y determinaron que el individuo había sufrido de artritis severa (un diagnostico que había sido sugerido por Rudolph Virchow alrededor de 100 años antes). Desde ese tiempo, los científicos han debatido larga y fuertemente en cuanto a que si existe alguna diferencia entre los humanos modernos y los especimenes de Neandertal. Una de las autoridades principales del mundo sobre el hombre de Neandertal, Erik Trinkaus concluyó:
Las comparaciones detalladas de los restos esqueléticos de Neandertal con aquellos de los humanos modernos han mostrado que no existe nada en la anatomía de Neandertal que indique definitivamente habilidades locomotoras, manipuladoras, intelectuales, o lingüísticas inferiores a aquellas de los humanos modernos (1978, p. 10).
La especie de “Neandertal” no es nada más que un hombre moderno. No existe eslabón perdido aquí. [Las reclamaciones de que el ADN Neandertal muestra que las criaturas no están relacionadas a los humanos son polémicas en el mejor de los casos, y, en el peor de los casos, son erróneas (vea Major, 1997).
EL HOMBRE DE NEBRASKA
La revista Illustrated London News de junio 24 de 1922 presentó en su portada un hombre y una mujer que habían sido reconstruidos de un diente único encontrado en el estado de Nebraska. El artista incluso incorporó en los dibujos de su presunto “eslabón perdido” paisajes y vestuarios imaginarios.
Cuando Henry Fairfield Osborn, director del departamento de paleontología del famoso Museo Americano de Historia Natural en New York, recibió el diente fósil en febrero de 1922, él habría pensado que era un regalo de los dioses—aunque él no creía en ningún dios en absoluto. Marxista en su opinión, y miembro prominente de la Unión Americana de Libertades Civiles, él era consciente de que estaban siendo hechos planes por la ACLU [Unión Americana de Libertades Civiles—MP] para desafiar la legislación respaldada por cristianos que impedía la enseñanza de la evolución en las escuelas norteamericanas. Él vio el diente como evidencia preciosa para ese caso, el cual finalmente fue sostenido en 1925 en Dayton, Tennessee (y llegó a ser conocido como el Scopes “Monkey Trial” (“Proceso Mono” de Scopes).
El proceso, como se dio, fue algo como un asunto “arreglado”, aunque el diente nunca fue introducido como evidencia porque había disensión seria entre los científicos que lo habían examinado. La verdad finalmente se filtró (aunque oscuramente) para enero 6 de 1923, por medio del Museo Americano de Noviciados donde nueve diferentes autoridades citaron sus objeciones a la reclamación de que el diente fuera incluso vagamente relacionado al primate. Una investigación adicional fue hecha en Snake Creek (el sitio del descubrimiento original), y para 1927 los científicos concluyeron de mala gana que el diente era el de una especie de Prosthennops—un género extinto relacionado al pécari moderno (un cerdo salvaje). Estos hechos generalmente no fueron considerados dignos de noticia, pero sí aparecieron en Science (vea Gregory, 1927, 66:579). La décima cuarta edición de la Enciclopedia Británica (1929, 14:767) tímidamente admitió que un error había sido hecho y que el diente pertenecía a un “ser de otro orden”. El Creacionista Duane Gish por ende observó: “Esta fue la primera vez que un cerdo le hizo monerías a un evolucionista” (1985, p. 188). No existe eslabón perdido aquí.
EL HOMBRE DE PILTDOWN
Piltdown fue un yacimiento arqueológico en Inglaterra donde, en 1908 y 1912, los restos fósiles de humanos, simios, y otros mamíferos fueron encontrados. En 1913, en un yacimiento cercano algunos investigadores encontraron una mandíbula de simio con un canino desgastado como de un humano. Y así otro eslabón perdido fue puesto en marcha—uno que poseía el cráneo de un humano y la mandíbula de un simio. Piltdown fue proclamado como genuino por varios de los evolucionistas británicos más brillantes de ese tiempo—incluyendo a Don Arthur Smith Woodward, Don Arthur Keith, y Grafton Elliot Smith. ¿Cómo estos fragmentos falsos de hueso bromearon a las mejores mentes científicas del momento? Tal vez el deseo de ser parte de un descubrimiento científico grande cegó a aquellos dispuestos a autenticarlos. Muchos científicos ingleses se sentían excluidos por otros descubrimientos en el continente. Neandertal había sido encontrado en Alemania en 1856, y Cro-Magnon en Francia en 1868. Tal vez el orgullo nacional había impedido a los investigadores notar las marcas de rasguños hechas por las limaduras de la mandíbula y dientes—cosas que fueron aparentes a los investigadores después que la broma pesada fue expuesta.
Desde luego, la decepción hizo mucho más que engañar a pocos evolucionistas. El mundo entero fue involucrado en esto. Los museos alrededor del mundo expusieron orgullosamente copias y fotografías de los restos de Piltdown. Libros y periódicos también esparcieron la noticia a través del globo. Por consiguiente, el fraude tenía convencidos a muchos de que la humanidad sí, en efecto, vino de un antepasado evolutivo—lo cual muestra cuán crédula puede ser la gente algunas veces. En 1953, el Hombre de Piltdown fue expuesto como una falsificación. El cráneo era moderno, y el diente en la mandíbula del simio había sido limado. No existe eslabón perdido aquí.
EL HOMBRE DE JAVA
Este “eslabón perdido” fue clasificado como un miembro del Homo erectus, la criatura que supuestamente dio origen al Homo sapiens (humanos). Eugene Dubois había ido a las antiguas Indias Holandesas como un agente médico en 1887. A causa de que había tenido un interés profundo en la geología y paleontología desde su juventud, él inmediatamente comenzó a buscar fósiles. Primero trabajó en Sumatra, y luego fue a Java donde supervisó la colección de más de doce mil fósiles del área alrededor de la montaña Lawu. Los fósiles variaban de peces a elefantes a hipopótamos, pero los fósiles de antropoides o humanos antiguos estaban notoriamente ausentes. En 1890, el anatomista holandés enfocó su atención en la ribera de Solo cerca del pueblo de Trinil. En una curva de este río, él encontró capas corroídas de arenisca y ceniza volcánica—lo cual le pareció el lugar perfecto para buscar fósiles. Los escavadores descubrieron un diente fosilizado como de humano en septiembre de 1891. Un mes después, ellos descubrieron la parte superior de un cráneo. El hueso del cráneo era grueso y tenía tal curva que su cerebro pudiera ser solamente tan grande como la mitad del cerebro de un humano moderno. Al frente del cráneo, encima de las cuencas faltantes, había bolsas claras de cejas. Al principio, Dubois pensó que el fósil pertenecía a un chimpancé grande extinto. Sin embargo, el equipo continuó cavando en la rivera, un año después descubrieron un hueso del muslo en las mismas capas de arenisca, aproximadamente quince metros río arriba del lugar donde el diente y el cráneo habían sido encontrados. Contrario al cráneo como de simio, el hueso del muslo lucía como el hueso del muslo de un humano moderno. Fue obvio que éste pertenecía a una criatura que caminaba erguida. La primera reacción de Dubois fue atribuir estos descubrimientos a un individuo—un espécimen que caminaba erguidamente de una especie extinta de chimpancé. Él lo apodó Antropopitecos erectus (i.e., el antropoide como humano que caminaba erguidamente). A pesar de excavaciones adicionales, el grupo no descubrió algo más excepto un diente. Los dientes y el fémur fueron, en efecto, humanos. No obstante, fue demostrado que el casquete era de un gibón gigante (mono). No existe eslabón perdido aquí.
“LUCY”
Casi todos hemos oído de Lucy, la supuesta australopitecina de tres pies de alto que fue encontrada en Etiopía en 1974 por Donald C. Johanson. Ella fue considerada extremadamente importante porque el cuarenta por ciento de su esqueleto fue recuperado, y porque los evolucionistas creían que ella tenía más de tres millones de años de edad. Por muchos años, los científicos creyeron que esta criatura diminuta caminaba erguidamente y que era uno de los antepasados antiguos de la humanidad. Sin embargo, numerosos evolucionistas han llegado a negar tal posición. Don Solly Zuckerman, el famoso anatomista británico, publicó sus puntos de vista en su libro, Beyond the Ivory Tower (Mas allá de la Torre Marfil). Él había estudiado los australopitecinos por más de 15 años y concluyó que si el hombre descendía de un antepasado como simio, él lo había hecho así sin dejar un rastro sencillo en el registro fósil (1970, p. 64). Alguno puede sugerir, “Pero el trabajo de Zuckerman fue hecho antes que Lucy fuera descubierta”. Verdadero, pero eso pasa por alto el punto. La investigación de Zuckerman—que estableció definitivamente que los australopitecinos no eran nada más que simios que andaban en sus nudillos—¡fue realizada sobre fósiles más jóvenes (i.e., más cercanos al hombre) que Lucy! Si hallazgos más recientes son nada más que simios, entonces ¿cómo pudiera un espécimen más antiguo ser “más humano”? Luego, para complicar más el asunto, en la edición de abril de 1979 de la National Geographic Mary Leakey publicó su reporte del descubrimiento de huellas fosilizadas (de Laetoli, Tanzania) datadas incluso más antiguas que Lucy en 3.6-3.8 millones de años—huellas que ella admitió que eran “remarcablemente similares a aquellas de un hombre moderno” (p. 446). Si Lucy dio origen a los humanos, entonces ¿cómo los humanos pudieron haber existido más de 500,000 años antes que ella como para hacer tales huellas? [Vea Lubenow, 1992, pp. 45-58 para una refutación detallada de Lucy].
HOMO HABILIS (“Hombre hábil”)
Esta es la criatura que supuestamente ha evolucionado de Lucy. Aunque, el registro fósil demuestra que (según los sistemas de datación de los evolucionistas) el Homo habilis y el Homo erectus existieron juntos como contemporáneos por muchos años. Fue descubierto un esqueleto fósil bastante completo del Homo habilis que indica que esta criatura fue simplemente un simio que en ninguna manera estuvo relacionado al hombre. Este pequeño fósil es de un adulto hembra que parado era de alrededor de tres pies de alto. Esto es tan pequeño como, o más pequeño que Lucy. Además, el resto del esqueleto fue en cada parte tan primitiva (como simio) como la de Lucy, quien fue supuestamente dos millones de años más antigua que este adulto hembra H. habilis. Si la evolución realmente fuera verdad, nosotros esperaríamos ver cambios físicos que hacen a esta criatura más como humana. No existe eslabón perdido aquí.
EL HOMBRE DE ORCE
En 1982, el “hombre de Orce” fue descubierto cerca de la ciudad española de Orce. Este “eslabón perdido” fue declarado humano debido a los estudios de un fragmento craneal único. Basados en este hallazgo, algunos científicos sobre-emocionados reconstruyeron un hombre entero. Por un tiempo, se dijo que el Hombre de Orce representaba el fósil humano más antiguo jamás descubierto en Europa. El fósil vino del yacimiento Venta Micena, y es designado VM-0. Un simposio científico sobre el hallazgo fue planeado para el fin de mayo de 1984. Sin embargo, pronto en ese mismo mes, las autoridades españolas enviaron más de 500 cartas cancelando las invitaciones al simposio. ¿Por qué? Duane Gish (citando un reporte noticiero de la UPI de mayo 14 de 1984), explicó: “No obstante, expertos franceses fueron capaces de confirmar que el casquete era de un asno de seis meses de edad” (1985, p. 82). Dos científicos franceses que examinaron los fósiles concluyeron que los fragmentos “pudieron haber venido” de un asno. ¿Un asno? No existe eslabón perdido aquí.
EL HOMBRE RODESIANO
Este famoso esqueleto fue encontrado en 1921 en una mina de zinc en lo que fue entonces Rodesia Británica en África del Sur. El hallazgo consistía de huesos de tres o cuatro miembros de una familia: un hombre, una mujer, y uno o dos hijos. Los huesos fueron desenterrados por una compañía minera, no por científicos experimentados, y por eso mucho permanece sin conocerse acerca de las circunstancias del estilo de vida de la gente. Solamente el cráneo del hombre sobrevivió, y fue este cráneo que al final causó muchos problemas a los evolucionistas. Una vez que los fósiles llegaron al Museo Británico de Historia Natural, el primer miembro del personal en examinar los huesos fue Don Arthur Smith-Woodward. Este fue el mismo científico quien previamente había logrado elogios mundiales como el co-descubridor de lo que desde ese entonces ha llegado a ser uno de los fraudes científicos más llamativos de los tiempos modernos—el Hombre de Piltdown. Los huesos faciales convencieron a Smith-Woodward a reconocer sus “características muy humanas” en su propio trabajo escrito en 1921 por Nature. Aunque, él también alegó ciertas cualidades como de simio, y ningún subordinado iba a desafiar su autoridad mientras que él permaneciera en su oficio. Smith-Woodward se jubiló en 1928, y los eventos tomaron un giro más oscuro. Antes de su jubilación, el puso a W.P. Pycraft, un ornitólogo (un especialista en aves) y Conservador-Asistente del Departamento de Zoología del Museo, a cargo de la reconstrucción de los huesos del hombre Rodesiano. ¿Cómo un especialista en aves podría ser asignado a reconstruir restos humanos? ¿Qué conocimientos especializados tendría un ornitólogo concernientes a los puntos más sutiles de la anatomía humana? En vez de permitir que alguien familiarizado con tal anatomía reconstruyera la cadera triturada, un especialista en aves fue designado a reconstruirla—con una orientación completamente falsa. Esto entonces dio al pobre Hombre Rodesiano una postura bastante ridícula—aquella de tener sus rodillas encorvadas hacía su costado mientras que sus pies (los cuales no estaban disponibles) estaban volteados hacia adentro. Por ende el Hombre Rodesiano llegó a ser apodado “el hombre encorvado” como resultado de la postura asignada por el Dr. Pycraft. No fue sino hasta muchos años más tarde—cuando científicos realmente calificados en anatomía humana examinaron el esqueleto—que el hallazgo fue determinado como siendo nada más que un hombre moderno. No existe eslabón perdido aquí.
¿HOMBRE “DELFÍN”?
Un misterioso “hueso del cuello” fue encontrado a finales del siglo veinte que algunos científicos creían que podía haber pertenecido a otro hombre simio transicional primitivo. Usando algo de plancton marino fosilizado recogido en el yacimiento de excavación, los evolucionistas incorrectamente dataron este nuevo hombre simio en 5 millones de años de edad (¡que es casi 2 millones de años más antiguo que Lucy!). Provisionalmente llamado Hombre de Sahabi, finalmente se descubrió que el hueso único era un fragmento, no de un antepasado humano erguido, sino ¡de una costilla de un delfín!
Lo que el “registro” muestra es casi un siglo de falsificaciones y arreglos de científicos que intentan forzar a los trozos y fragmentos fósiles para ajustarse a las nociones de Darwin, todo en vano. Hoy en día los millones de fósiles permanecen como restos muy visibles y siempre presentes de la mezquindad de los argumentos y de la pobreza total de la teoría que marcha bajo la bandera de la evolución (1983, p. 125, énfasis añadido).
CONCLUSIÓN
Aunque las descripciones de los artistas de antepasados como-simios procuran proveernos con eslabones perdidos, nosotros ahora sabemos que los fósiles indistinguibles de los humanos modernos pueden ser trazados totalmente hasta 4.5 millones de años atrás (usando los métodos de datación evolutiva). Esto sugiere que los humanos verdaderos estuvieron en escena antes que los australopitecinos aparecieran en el registro fósil. Adicionalmente, sabemos que anatómicamente el Homo sapiens moderno, los Neandertales, el Homo sapiens arcaico, y el Homo erectus vivieron como contemporáneos en un tiempo u otro. Ninguna de estas criaturas evolucionó de una forma más robusta a una condición más grácil. Además, todos los fósiles atribuidos a la categoría del Homo habilis son contemporáneos con el Homo erectus. Por ende el Homo habilis no solamente no evolucionó en el Homo erectus, sino que no pudo haber evolucionado del Homo erectus.
Desde 1992 existieron aproximadamente 6,000 fósiles como de humanos. Algunos son cráneos no completos, mientras otros pueden ser solamente pocos dientes. La mayoría de estos fósiles pueden ser colocados en uno de dos grupos: simios o humanos. Pocos fósiles sí tienen características extrañas o muestran estructuras anormales de huesos. Pero ¿significa eso que los humanos evolucionaron? No. Esto simplemente significa que hemos descubierto una variación en la estructura del hueso—una variación que usted igualmente puede ver hoy a su alrededor. Algunas cabezas son grandes, otras son pequeñas. Algunas narices son en punta, y otras son planas. Algunas mandíbulas lucen curveadas mientras otras lucen cuadradas. ¿Significa esto que algunos de nosotros estamos todavía “evolucionando”? O ¿significa que existen diferencias ocasionales en los seres humanos? Recuerde este simple ejercicio la próxima vez que usted vea una foto de una de esas criaturas como simios exhibida prominentemente a través de la portada de una revista nacional de noticias. Mire a un esqueleto (cualquiera funcionará) y trate de dibujar a la persona que solía vivir con esa estructura esquelética. ¿De qué color fue su cabello? ¿Fue su cabello ondulado o liso? ¿Fue varón o mujer? ¿Tenía mejillas llenitas o delgadas? Estas son preguntas difíciles de responder cuando se nos da solamente pocos huesos para examinar. Las reconstrucciones que usted ve en las fotos no son basadas exactamente en la evidencia de los fósiles, sino también sobre cómo los evolucionistas piensan que estas criaturas pueden haber lucido. No obstante, la evidencia fósil real es clara. El hombre no evolucionó por millones de años. En cambio, Dios, el Dador de vida, creó a la humanidad justo como la Biblia declara (Génesis 1:26,27).
Aunque los evolucionistas clamen que las similitudes entre los humanos y los chimpancés prueban que nosotros evolucionamos de criaturas como simios, el hecho permanece siendo que el hombre puede hacer muchas cosas que los animales nunca han sido (y nunca serán) capaces de hacer. Considere, por ejemplo, la habilidad del hombre de hablar. La Biblia nos dice en Génesis que Adán fue creado con esta habilidad “en el principio”. El mismo día que él fue creado, nombró a todos los animales que Dios trajo ante él (Génesis 2:19), y luego él usó el lenguaje para ofrecer excusas como por qué el desobedeció a Dios. Los seres humanos mantienen conversaciones todo el tiempo. Pero ¿cuándo fue la última vez que usted escuchó a los monos en el zoológico conversar con los demás usando palabras? O ¿cuándo alguna vez ha escuchado a su perro hablar al (no ladrar al) gato de la casa de al lado? Como el evolucionista Richard Leakey admitió una vez: “El lenguaje efectivamente sí crea un abismo entre el Homo sapiens y el resto del mundo natural”. El don del habla es una parte fundamental de la naturaleza del hombre que le compara a Dios y le separa del resto de la creación.
A diferencia de los animales, el hombre también es creativo. Él ha construido naves espaciales que viajan 240,000 millas a la Luna; ha hecho corazones artificiales para el enfermo; y continúa construyendo computadoras que pueden procesar billones de piezas de información en un segundo. Por otro lado, los animales no pueden hacer tales cosas porque les falta la habilidad creativa que Dios dio solamente al hombre. Han sido hechos numerosos intentos para enseñar a los animales a expresarse en el arte, la música, y la escritura, pero ninguno ha producido el éxito esperado. Declarado sencillamente, existe un gran abismo entre los seres humanos y los animales en el reino de la creatividad.
Finalmente, a diferencia de los animales, el hombre siempre ha buscado adorar a un ser superior. Aun cuando se separa del Dios verdadero, el hombre todavía adora a algo, sea a un árbol, a una roca, o incluso a sí mismo. Ninguna raza o tribu de hombres en algún lugar en el mundo carece de la habilidad y el deseo de adorar. No existe duda de que las habilidades únicas del hombre le separan del mundo animal y le comparan a Dios. El primer capítulo de la Biblia revela que los seres humanos fueron creados “a la imagen de Dios” (Génesis 1:26,27). Esto no significa que Dios nos creó a Su imagen física, ya que Dios es espíritu (Juan 4:24), y los espíritus no poseen un cuerpo físico (Lucas 24:39). En cambio fuimos creados con muchas otras cualidades que Dios posee (aunque en un nivel diferente)—como siendo capaces de hablar, amar, y hacer nuestras propias elecciones.
REFERENCIAS
Gish, Duane T., (1985), Evolution: the Challenge of the Fossil Record (El Cajon, CA: Creation-Life).
Gregory, W.K. (1927), “Hesperopithecus Apparently not an Ape nor a Man,” Science, 66:579-581.
Lubenow, Marvin (1992), Bones of Contention (Grand Rapids, MI: Baker).
Major, Trevor J. (1997), “Does a Recent Study of Neandertal DNA Prove that Neandertals Were Completely Unrelated to Modern Humans?,” Reason & Revelation, 17:86-87, November.
Rifkin, Jeremy (1983), Algeny (New York: Viking Press).
Trinkaus, Erik (1978), “Hard Times Among the Neandertals, “Natural History, 87[10]:58-63.
Zuckerman, Solly (1970), Beyond the Ivory Tower (New York: Taplinger).
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