Métodos de "inculturación" de los primeros misioneros protestantes a tierras americanas:
EL PACTO DEL MAYFLOWER
El desigual triunfo de la Reforma
El movimiento iniciado en 1517 con la fijación de las 95 Tesis en Wittenberg -y que convencionalmente recibe el nombre de Reforma - estaba llamado a experimentar una rapidísima expansión. Al año siguiente de la publicación de las 95 Tesis por Lutero, Zuinglio comenzó a apoyar la idea de la Reforma en la ciudad de Zurich. En 1527, apenas una década después de las famosas tesis, el luteranismo se había convertido en la religión estatal en Dinamarca y Suecia. Al año siguiente, la Reforma se extendía triunfal por Basilea, Saint-Gall, Schaffhouse y Mulhouse, mientras Lutero y Zuinglio se reunían en Marburgo con la intención de llegar a un acuerdo - que no se alcanzó - entre todas las iglesias reformadas. Antes de que acaba la década, la Reforma se había extendido también a España, Italia y Francia, y la siguiente comenzó con la clara ruptura entre Inglaterra y el papado.
A finales de los años cincuenta, la Inquisición había logrado acabar con el minoritario protestantismo español - que, en realidad, hundía sus raíces históricas en movimientos independientes de Lutero - pero para ese entonces, los protestantes habían triunfado también en Escocia, buena parte de los Países Bajos y el resto de Escandinavia. Cuando concluyó el siglo, la Reforma se había establecido en todo el norte de Europa, amplias zonas del centro del continente e incluso había conseguido mantener un testimonio importante en Francia donde el Edicto de Nantes de 13 de abril de 1598 aseguraba, siquiera momentáneamente, su supervivencia.
Con todo, el triunfo, incluso donde se había producido, era muy desigual. En algunos casos, implicaba su transformación en una iglesia estatal relativamente tolerante hacia las otras confesiones protestantes pero radicalmente opuesta a la convivencia con el catolicismo que daba muerte a sus correligionarios en la Europa del sur. En otros, supo evitar el carácter estatal y abrió la tolerancia a fes históricamente despreciadas como era el caso de los judíos. Incluso no fueron pocos los protestantes radicales - como los Hermanos suizos y los mennonitas - que se negaron a participar del poder estatal y rehusaron servir en el ejército como también lo habían hecho los primeros cristianos. Éstos no pocas veces se vieron perseguidos por su insistencia en seguir literalmente las enseñanzas de Jesús tanto por católicos como por otros protestantes. En términos generales, puede indicarse que precisamente las confesiones protestantes que más se distanciaron del catolicismo también abogaron con más fuerza y más convicción en favor de la tolerancia y la libertad para todos, mientras que las que se mantuvieron más cerca del modelo romano también se manifestaron más restrictivas al respecto.
El caso del protestantismo inglés
La historia de la Reforma en Inglaterra revistió unas particularidades con escasos paralelos con otros países finalmente decantados hacia el protestantismo. Inicialmente, su monarca Enrique VIII había sido un fiel católico. Fue incluso especialmente considerado por el papa como "Defensor fidei" cuando escribió un tratado antiluterano en el que mantenía la doctrina católica sobre los sacramentos.
Esa situación comenzó a experimentar un cambio de enorme envergadura cuando Enrique VIII llegó a la conclusión de que su esposa Catalina de Aragón era estéril y de que necesitaba una anulación del matrimonio a fín de casarse con otra mujer que le proporcionara descendencia. Inglaterra había conocido un siglo largo de guerras civiles hasta la entronización de la dinastía de los Tudor y los temores de Enrique en el sentido de que esos tiempos pudieran iniciarse de nuevo distaban mucho de ser absurdos. En otras circunstancias, es posible que el papa hubiera sido sensible a las peticiones de Enrique porque existían precedentes medievales de actos como el solicitado por el monarca inglés. Sin embargo, el contexto no podía ser peor.
Catalina de Aragón era pariente del nuevo emperador Carlos V y lo último que deseaba el pontífice era enfrentarse con él. Finalmente, el resultado de la negativa fue que Enrique VIII repudió a Catalina pese a todo e inició un cisma.
En 1531, se había convertido en jefe de la iglesia de Inglaterra.
Con todo, Enrique no simpatizaba en absoluto con la Reforma e incluso respondió a los intentos de los protestantes por extenderla condenando a muerte a éstos. Precisamente, su defensa de una teología católica - aunque separando la iglesia nacional de la obediencia al papa - explica en buena medida que el pontífice no lo excomulgara hasta 1538. A fín de cuentas, Enrique era un cismático pero resultaba más difícil motejarlo de hereje.
Muy distinta fue la posición teológica de Eduardo VI, el sucesor de Enrique VIII. Aunque muy joven cuando accedió al trono, había sido educado en la doctrina reformada y decidió convertir a la iglesia anglicana en una confesión medularmente protestante. Posiblemente lo hubiera logrado de manera completa de no haber muerto tan joven y no haber sido sucedido por una católica tan convencida como María Tudor. En 1553, María inició gestiones ante la Santa Sede con la finalidad de llevar a Inglaterra nuevamente al redil católico y dos años después derogó todas las normas vigentes de carácter protestante.
El matrimonio de la reina María - que merecería el apelativo de Bloody (sanguinaria) por las matanzas de protestantes realizadas siguiendo sus órdenes - con Felipe II de España pareció asegurar que Inglaterra volvería a ser ganada por la iglesia católica en breve. Sin embargo, aquel matrimonio no tuvo sucesión y poco después falleció María siendo ocupado el trono inglés por la reina Isabel I, también hija de Enrique VIII. Al igual que su padre, pero a diferencia de Eduardo VI, Isabel no sentía ninguna simpatía especial por la causa de la Reforma pero encontraba hasta cierto punto beneficiosa la consagración del cisma. Si, finalmente, decidió confirmar el giro protestante de la iglesia anglicana se debió, primero, a la excomunión fulminada contra ella por el papa y, segundo, al temor - quizá no del todo fundamentado - a un golpe católico promovido por la Santa Sede y apoyado por España.
En 1563 se aprobaron en Inglaterra los 39 Artículos de la iglesia anglicana que, en teoría, la convertían en una confesión protestante pero que, en realidad, la situaban en una especie de tierra de nadie que algunos comenzaron a denominar "via media" entre las iglesias protestantes y el catolicismo. Así, el anglicanismo aceptaba los principios reformados de "Sola Escriptura", "Solo Christo" y "Sola fide". Pero, a la vez, incluía tesis católicas como la de la sucesión episcopal, dejaba la puerta abierta a interpretaciones sacramentales cercanas a las del catolicismo y no era tan riguroso como las iglesias reformadas en cuestiones como la confesión o el uso de imágenes. El hecho de que además mantuviera el carácter estatal de la iglesia colocaba en una situación especialmente difíciles no sólo a los católicos - que fueron considerados no del todo sin razón como enemigos de la dinastía - sino también a buen número de protestantes que sólo deseaban profundizar en los principios fundamentales de la Reforma y que, precisamente por eso, nopodían sentirse a gusto en el seno del anglicanismo. En poco tiempo, para estos dissenters el bien más ambicionado fue el de la libertad de conciencia.
William Bradford y los peregrinos
En 1590, nació en Austerfield, una ciudad de Yorkshire, en Inglaterra, un niño que recibió el nombre de William Bradford. Perdió a sus padres siendo aún un niño pero tuvo la fortuna de que éstos le dejaran una cierta fortuna y de que además sus abuelos se ocuparan de su educación. Cuando contaba con unos doce años de edad William comenzó a entregarse a la lectura de la Biblia lo que no tardó en llevarle a cuestionar la teología anglicana y especialmente aquellos aspectos que la acercaban más a la iglesia católica. En 1593, se había aprobado en Inglaterra una legislación acentuadamente contraria a los no-conformistas de manera que no pocos pensaron que la única salida para evitar la prisión o la ocultación de sus creencias era la emigración.
Cuando contaba 18 años de edad, William se dirigió a Holanda junto a otros disidentes. La elección resultaba totalmente lógica ya que, pese a su carácter mayoritariamente calvinista (o quizá precisamente por eso), Holanda se había convertido en un emporio de la libertad religiosa que no era negada ni siquiera a anabautistas o a judíos. Bradford fue arrestado en dos ocasiones por intentar abandonar Inglaterra pero en ambos casos logró ser puesto en libertad tras exponer los motivos de su viaje y se le autorizó a reunirse con sus amigos en Amsterdam.
Una vez en Holanda, William Bradford se colocó como aprendíz de un sedero hasta que llegó a la mayoría de edad. Al alcanzar ésta, liquidó la herencia que sus padres le habían dejado en Inglaterra y con el montante se estableció en Leyden. Sin embargo, no iba a permanecer mucho tiempo en los Países Bajos. Por aquellos días, algunos de los emigrados protestantes procedentes de Inglaterra estaban acariciando la idea de encontrar una nueva tierra en la que no sólo pudieran ser tolerados sino donde además tuvieran la posibilidad de establecer un nuevo modelo social sobre bases completamente novedosas. Obviamente, tal posibilidad sólo resultaba planteable en el continente americano y así fue como buena parte de la iglesia inglesa que pastoreaba un hombre llamado Robinson decidió hacerse a la mar a bordo de un barco llamado Mayflower. El día de la partida fue dedicado a la oración y antes de zarpar, el pastor predicó sobre el texto que se encuentra en el libro bíblico de Esdras 8, 21 :
"Y allí, junto al río Ahava, proclamé un ayuno, para que pudiéramos humillarnos delante de nuestro y buscar de Él un camino recto para nosotros, y para nuestros hijos y para todos nuestros bienes"
Según la mentalidad de aquellos emigrantes, su condición era la de peregrinos similares a los descritos en la carta a los Hebreos (11). La expedición se enfrentó con no pocas dificultades durante su travesía de manera que en lugar de llegar a Virginia, que era el destino en que se había pensado, atracó en Cape Cod, Massachusetts, el 11 de noviembre de 1620.
Este cambio de lugar creó una situación que no había sido contemplada previamente por los peregrinos. Su intención al llegar a Virginia era gozar de mayor libertad que en Inglaterra pero también la de someterse y disfrutar del gobierno inglés ya establecido en ese enclave. De hecho, algunos de los peregrinos habían suscrito dos años atrás un documento conocido como el Acuerdo de Leyden (Leyden Agreement) en virtud del cual quedaban establecidas sus prioridades que eran fundamentalmente las de practicar su religión y reconocer la soberanía del monarca inglés.
Sin embargo, ahora, al llegar a un territorio no ocupado previamente por Inglaterra, los peregrinos tuvieron que afrontar la necesidad de establecer una mínima estructura de gobierno que les permitiera regirse en los tiempos inmediatamente venideros. Antes de proceder a desembarcar, sus objetivos quedaron reflejados en un escrito. Éste documento no fue otro que el denominado Pacto del Mayflower.
El Pacto del Mayflower
El texto del mencionado pacto - que reproducimos íntegro a continuación - es muy breve. Sin embargo, su trascendencia es enorme ya que contiene lo suficientemente delimitadas algunas de las líneas fundamentales de lo que será el desarrollo de la historia norteamericana posterior :
"En el Nombre de Dios, Amén. Nosotros, cuyos nombres figuran en la parte inferior del escrito, los súbditos leales de nuestro amado y soberano Señor, el rey Jacobo, por la gracia de Dios, de Gran Bretaña, Francia e Irlanda Rey, defensor de la fe, etc, habiendo emprendido, para la gloria de Dios y el avance de la fe cristiana, y el honor de nuestro rey y del país, un viaje para constituir la primera colonia en las zonas norteñas de Virginia, por la presente, solemne y mútuamente, en la presencia de Dios y de los unos ante los otros, pactamos y nos unimos en un cuerpo político civil, para nuestro mejor ordenamiento y preservación, y la consecución de los fines ya señalados ; y en su virtud para poner en funcionamiento, constituir y formar leyes, ordenanzas, actas, constituciones y cargos justos e iguales, de tiempo en tiempo, como deberían ser pensados más adecuados y convenientes para el bien general de la colonia ; prometiendo toda la debida sumisión y obediencia.
En testimonio de todo ello firmamos aquí con nuestros nombres en Cape Cod el 11 de noviembre, en el año del reinado de nuestro Señor soberano, el rey Jacobo de Inglaterra, Francia e Irlanda, el dieciocho, y de Escocia el cuarenta y cuatro. Anno Dom. 1620"
En primer lugar, siguiendo la tradición de la época, los firmantes del Pacto señalaron su lealtad al rey Jacobo, y a continuación de manera convencional indican que han realizado el viaje - cuyo destino inicial era Virginia - con la finalidad de establecer una colonia en la que se glorificara a Dios, se extendiera la fe cristiana y se honrara al rey y a la nación. No hay nada excepcional en este inicio y puede decirse que se corresponde sin grandes modificaciones con otros similares de la época en que se enfatizaba tanto los vínculos con la metrópoli como el deseo de dotar a cada misión colonizadora o conquistadora de una legitimación espiritual. Recordemos que incluso en el caso de España y Portugal, esa legitimación no era autoconcedida por cada nación sino que derivaba de una autoridad espiritual superior.
Sin embargo, una cuestión muy diferente son las líneas que siguen a continuación de la declaración de los primeros principios. Lejos de hacer referencia a una dependencia institucional de la Corona o al traslado del modelo social europeo a tierras americanas, los peregrinos se comprometen a construir una nueva entidad política en virtud de un pacto social libre y concluido por todos. El concepto, sin duda, se asienta en algunas de las tradiciones reformadas más importantes que, finalmente, volverán a hacer acto de presencia durante el período de la Revolución americana. Sin embargo, quizá lo más interesante sea la manera en que los peregrinos conciben que se desarrollará de manera concreta ese pacto. Éste implica, en primer lugar, la puesta en funcionamiento de un sistema legislativo ("leyes, ordenanzas, actas, constituciones") y ejecutivo ("cargos") establecido por períodos ("de tiempo en tiempo") y concebido sobre la base del "bien general".
En otras palabras, el sistema estamental del Antiguo Régimen europeo no es censurado directamente - de hecho, se reconoce la sumisión al monarca -pero en la colonia es sustituido por un sistema político electivo, pactado por todos, destinado al bien general y dotado de facultades legislativas y de gobierno. Dentro de una monarquía estamental - que en un par de décadas entrará en guerra con el Parlamento por sus arbitrariedades - se acababa de constituir por un acto de voluntad popular un sistema que podría calificarse de pre-democrático. Sin embargo, de la mentalidad del Pacto iban también a derivar otras consecuencias que cambiarían la Historia, que modelarían el devenir futuro de los Estados Unidos y que no serían tan positivas.
Después del desembarco
La vida de los primeros peregrinos no resultó en absoluto fácil. Ya algunos habían perdido la vida durante la travesía y el primer invierno en tierra fue realmente terrible. De los 103 que desembarcaron en las costas del nuevo continente, 51 fallecieron durante el primer invierno. Sin duda, las condiciones eran difíciles pero buena parte de la responsabilidad por aquel desastre derivaba de los propios colonos que ni se habían equipado con un mínimo de sensatez para establecerse en los nuevos territorios ni tampoco tenían unos conocimientos rudimentarios que se lo permitieran. Con toda seguridad, de no haber recibido la ayuda generosa y desinteresada de los indígenas, no hubieran podido sobrevivir en aquella tierra. La actitud de los indios constituyó, por lo tanto, una auténtica bendición para ellos. No puede, sin embargo, decirse lo mismo de las consecuencias que aquellos actos tuvieron para los aborígenes. Es más que posible que de haberlas previsto hubieran dejado morir a los colonos ingleses sin mover un dedo en su ayuda.
Desde un principio, los recién llegados no tuvieron ningun problema en hacerse con tierras pero muy pronto quedó de manifiesto que el hambre que tenían de ellas era insaciable. Para los indígenas las consecuencias fueron terribles porque al expolio material se unieron pronto males aún mayores. El primero fue la llegada de nuevas enfermedades como la viruela. William Bradford, que sería elegido gobernador de la colonia de Plymouth, describió con tonos muy realistas la manera en que una epidemia de esta enfermedad provocó la muerte de un elevado número de indios que "murieron muy miserablemente". Las consecuencias que Bradford sacó de aquel episodio no pudieron ser, sin embargo, más iluminadoras :
"muy pocos se salvaron, incluyendo el gran saquem... y casi todos sus amigos y familiares... por la maravillosa bondad y providencia de Dios, ni uno solo de los ingleses cayó tan enfermo o en la menor medida fue tocado por esta enfermedad"
Los indios habían muerto en masa y los ingleses, no. Detrás de semejante catástrofe para unos y suerte para otros, en opinión de Bradford, sólo podía verse la mano de Dios favoreciendo a los colonos. Precisamente, el primer gobernador de Massachusetts escribiendo en 1634 acerca de una epidemia similar que había tenido efectos desastrosos sobre los indios señalaba :
"en cuanto a los nativos, han muerto casi todos de viruela, de manera que el Señor nos ha facilitado el dominio de lo que poseemos"
Acababa de nacer la teoría del Destino manifiesto al que habían sido llamados los colonizadores, una teoría que enseñaba la existencia de un llamado especialmente providencial para los pobladores anglosajones del Norte y que, de manera bastante directa, legitimaba la expansión territorial fueran cuales fueran sus costes para las poblaciones autóctonas. Porque muy pronto quedó de manifiesto que los colonos no iban a contentarse con la desaparición de los indígenas merced sólo a las plagas que, presuntamente, Dios derramaba sobre ellos. Estaban más que dispuestos a colaborar con la tarea del Creador exterminando directamente a los indios.
En 1636, fue encontrado muerto en Block Island un tal John Oldham, al que se había expulsado de la colonia de Plymouth. Nunca estuvo muy claro quien lo había asesinado pero, de entrada, los colonos dieron muerte a más de una docena de indios que se hallaban cerca de la escena del crimen. Pese a todo, el jefe de los Narragansetts ofreció investigar quiénes podían haber sido los culpables y castigarlos. Con tal finalidad envió a 200 guerreros a Block Island para dar con los supuestos asesinos de Oldham. Se equivocaba al no comprender que los colonos sólo estaban buscando una excusa para exterminar a toda la población aborigen. Así comenzó la denominada guerra de los Pequots que concluyó con la aniquilación casi total de éstos sin excluir a ancianos, mujeres y niños. El mismo William Bradford describió de manera bastante realista los sentimientos de entusiasmo que aquel episodio despertó en los colonos :
"Fue una terrible visión contemplarlos friéndose en el fuego y los ríos de sangre que apagaban éste, y lo horrible que eran la peste y el olor que salían ; pero la victoria pareció un dulce sacrificio, y dieron la alabanza por ello a Dios, que había actuado de una manera tan maravillosa en su favor, encerrando a sus enemigos en sus manos y dándoles una victoria tan rápida sobre un pueblo tan orgulloso e insolente"
Como señalaría John Robinson a William Bradford, lo más penoso de aquel episodio no era que los indios hubieran sido exterminados de manera totalmente injustificada por los padres peregrinos sino que no habían tenido la suerte de aceptar la fe de sus enemigos antes de que éstos acabaran con ellos :
"¡Oh, qué felíz cosa hubiera sido si hubieras convertido a algunos antes de matar a cualquiera de ellos !"
Las excepciones a este proceso general - en el que pronto se realizó el primer ensayo de guerra química al entregar a los indios mantas contaminadas con viruela para que murieran con más rapidez - fueron muy escasas y, a diferencia de lo sucedido en Iberoamérica con Las Casas y otros defensores de los indios, jamás contaron con respaldo oficial. Así, por ejemplo, el bautista Roger Williams tuvo que alejarse de los demás colonos para fundar un enclave en el que ni se asesinara a los indígenas ni se persiguiera a nadie por denunciar aquellas atrocidades. Pero nunca estuvo bien visto por el resto de los colonizadores. En cuanto a los cuáqueros de Pensilvania, los creadores del primer ente político dotado de tolerancia hacia todas las creencias, fueron los únicos colonos blancos que insistieron, pese a la concesión regia, en pagar a los indios las tierras que ocupaban y también resultaron los firmantes del único tratado con los pieles rojas que jamás fue violado. Sin embargo, cuando perdieron la mayoría en la asamblea de Pensilvania, el nuevo gobierno no tardó en enzarzarse en una guerra de expansión contra los indios.
Para multitud de etnias aquellos primeros pasos de los conquistadores anglosajones en el continente fueron el final. Sin embargo, vistos desde una perspectiva histórica, se trataban sólo del principio. En los siglos siguientes, las tribus indígenas de América del norte - con las que jamás se produjo un mestizaje - desaparecieron por docenas o fueron diezmadas y recluidas en reservas. No debería extrañar que, según su propia confesión, Hitler inspirara parte de la política nazi seguida contra los judíos en el ejemplo de la mantenida por los norteamericanos contra los indios. En ambos casos se perseguía el exterminio de una raza con fines de expansión territorial y económica y en ambos casos se tenía la convicción de obedecer a un destino providencial y racialmente superior.
En ese sentido, el Pacto del Mayflower cambió radicalmente la historia. Implicó, por un lado, la firme decisión de constituir el embrión de lo que serían unas instituciones representativas que acabarían confluyendo en el establecimiento de una democracia. Sin embargo, significó asimismo la convicción - rara vez sacudida por cualquier evidencia moral contraria - de que los colonos de América del Norte disfrutaban de una ayuda especial de la Providencia en la realización de sus propósitos. Finalmente, implicó la legitimación de una forma de actuar que adjudicó al oponente, aunque fuera involuntario, el carácter de enemigo satanizado y candidato al exterminio.
Precisamente por estas razones, la historia de América - y con ella la del mundo - se transformó radicalmente a partir del Pacto del Mayflower y también resulta incomprensible sin hacer una referencia a él.
Tomado de "Textos que cambiaron la historia" (C. Vidal, Planeta)