Re: ¿Algunas enseñanzas de Jesús fueron inmorales? Según Karina Moreno
Lo que Marilyn Monroe confesó en el diván
http://www.elmundo.es/suplementos/magazine/2008/445/1207578485.html
Cuando muere Marilyn, el 4 de agosto de ?962, se señala de inmediato con el dedo a su psicoanalista, Ralph Greenson. Había sido la última persona en verla viva y fue la primera en encontrarla muerta. Era su voz la que escuchó el oficial de policía de guardia en la comisaría central, cuando una llamada telefónica procedente del barrio de Brentwood sonó a las 4.20 de la madrugada: "Marilyn Monroe ha muerto. Se mató".
Profesor de psiquiatría en la Universidad de California, Greenson es entonces una gran figura del psicoanálisis en Los Ángeles y está considerado como el psicoanalista de las estrellas y como la estrella de los psicoanalistas de Hollywood. Durante la investigación se le interroga y se le pide que explique la enfermedad psiquiátrica de Marilyn, que aclare el contexto de su misteriosa muerte, ocasionada por una sobredosis de sedantes. Pero desde el día ?7 de agosto la investigación apunta a un "probable suicidio". Greenson queda fuera de las pesquisas, aunque en torno a su responsabilidad o culpabilidad seguirán surgiendo todo tipo de rumores. La gente se sigue preguntando si su célebre paciente no habría muerto de psicoanálisis...
¿Qué hay de todo ello? ¿Cuál era la enfermedad de Marilyn y qué hizo su terapeuta para curarla? ¿Qué otra cosa hubiera podido hacer?
Inmediatamente después de la muerte de la actriz, las conclusiones del Equipo de Prevención de Suicidios trazan el típico perfil de la candidata a matarse. "Vivía con miedos severos, con crisis y con depresiones frecuentes. La señorita Monroe había expresado a menudo su deseo de dejarlo todo, de abandonar su carrera e, incluso, de morir. En el pasado y en más de una ocasión, cuando estaba decepcionada o en fase depresiva, intentó suicidarse con sedantes. Pero cada vez que lo hizo, pidió ayuda y la socorrieron. Como la noche del 4 de agosto del 62, con la diferencia de que nadie la socorrió".
Marilyn se sometió a psicoanálisis durante su breve vida adulta. En ?960 inició con Greenson la que sería la última serie de las cuatro terapias que comenzaron en Nueva York, en ?954, y prosiguieron con Anna, hija de Sigmund Freud, en Londres, en ?956. Pero Greenson no realiza un auténtico diagnóstico sobre el caso de esta mujer profundamente enferma, a la que seguirá tratando durante 30 meses.
Lo que hace el especialista es subrayar los síntomas de paranoia y de reacción depresiva y le dice a un colega: "He descubierto en ella indicios de esquizofrenia. Tuvo una infancia atroz y, no sé si será verdad o mentira, pero ella habla de que fue sometida a abusos sexuales. Me llama profundamente la atención el contraste entre esta mujer extraordinariamente bella, quizás la más bella del mundo, y su alma inquieta y su sexualidad insatisfecha".
Lo único de lo que el psicoanalista está realmente convencido es que tiene ante sí un psiquismo frágil que en cualquier instante puede hundirse. "La trato como a los esquizofrénicos: coloco en primer plano las necesidades y el trabajo psíquico de mi paciente y, en segundo plano, mis opiniones personales de terapeuta". Similar era también el diagnóstico realizado por Anna Freud: "Inestabilidad emocional, impulsividad exagerada, necesidad constante de aprobación externa, no soporta la soledad, tendencia a las depresiones en caso de rechazo, paranoica con accesos de esquizofrenia".
La raíz del mal. Greenson descubre antecedentes familiares psiquiátricos serios. Un padre "desconocido", consumidor habitual de heroína, una madre esquizofrénica hospitalizada a lo largo de toda su vida tras haber abandonado a Marilyn a los ?5 días, una abuela que, en un acceso de locura, intentó asfixiarla cuando era sólo un bebé, sus entradas y salidas de diversos hogares de acogida y orfelinatos, donde, a veces, sufrió abusos sexuales.
El psicólogo se sorprende sobre todo por el consumo de drogas de Marilyn. "Aunque tiene el aspecto de una toxicómana, no encaja en esta categoría". En efecto, a veces Marilyn dejaba de tomar drogas, sin por ello presentar los habituales síntomas de padecer el síndrome de abstinencia. Sin embargo, Greenson intenta apartarla totalmente de ellas, recomendándole regular su vida. Pero un día, Marilyn le hace ir al Hotel Beverly Hills para que le administre una inyección intravenosa de Pentothal o de Amytal. Y Greenson acepta y, después, declara: "Le dije que todo lo que ya se había tomado bastaba para tumbar a media docena de personas y que, si no dormía, era porque tenía miedo de sus sueños. Le prometí hacerla dormir con menos somníferos, con la condición de que reconociese que luchaba contra el sueño".
Otro síntoma de su enfermedad es que Marilyn hace gala de una sexualidad adictiva que no es más que la expresión de su malestar afectivo. "Embellecer su cuerpo es, para ella, el principal medio de adquirir una cierta estabilidad y dar un sentido a su vida. Cuando se siente víctima de la angustia asume su papel de huérfana, de masoquista que provoca a los demás y hace todo lo posible para que la maltraten y abusen de ella. Su pasado está cada vez más fijo en los traumas que sufren los huérfanos. Esta mujer de 34 años sigue funcionando con la idea de que continúa siendo una niña indefensa", escribe Greenson. Ante la gravedad de su estado, decide ocuparse a fondo de ella. La recibe todos los días, incluidos festivos; la autoriza a llamarle tanto de día como de noche; la acoge en su casa para comer o dormir; la lleva de vacaciones con su familia; le proporciona cuidados corporales y gestiona sus relaciones amorosas con Yves Montand, Arthur Miller, los hermanos Kennedy y Sinatra. Finalmente, se convierte en el representante de su carrera, garantizando al estudio que pondrá fin a sus retrasos y desapariciones de los rodajes.
Avariciosa terapia. Greenson trata de reparar la falta de vínculos familiares y de amor materno que padece. Sin embargo, inspirado por la ambición de convertirse en el que ha curado a la mujer más famosa del mundo (aunque también por intereses económicos), su comportamiento chocará con la neutralidad y con la deontología de su profesión.
Esta influencia suscita hostilidad en Hollywood. "Se ha convertido para él en una inversión, y no sólo financiera. No sólo se ocupa de ella, sino que fabrica su enfermedad, que sea considerada como una desamparada. Hay algo siniestro en este psicoanalista que ejerce una mala influencia sobre ella", denunciaba el realizador Walter Bernstein.
Y sin embargo, la terapia continuó. Escuchar a Marilyn conduce a Greenson a concluir que su problema no es sexual, sino que se trata, sobre todo, de una especie de desorden de la imagen que tiene de sí misma. Es de esas enfermas que él llama "pacientes pantalla", creando una imagen que los protege contra otra verdad interior, más negra y mucho menos sostenible. En el caso concreto de Marilyn, Greenson cree que la "pantalla" era, en concreto, la pantalla del cine.
La atención a la estrella se fue tornando cada vez más intensa y caótica. El rodaje de Vidas rebeldes, durante el verano de ?96?, fue una catástrofe: depresión, comas médicos y hospitalización. "Ante todo, me esfuerzo por ayudarla a que deje de sentirse sola, para evitar que busque una salida en las drogas o frecuentando a personas destructivas. Es el tipo de terapia que se adopta con una adolescente que requiere consejos, afecto y firmeza".
Pero, poco a poco, el cuerpo de la mujer y de la actriz dejan de ser, para ella, refugio contra el terror de vivir. En su cuerpo ocupan todo el sitio las drogas y las enfermedades. "No quiero envejecer. Quiero ser siempre como soy hoy. Sigo sin saber actuar. En el momento en que mi cara no esté a la altura y, cuando mi cuerpo siga el mismo camino, entonces no seré ya nada. Nada en absoluto", dice ella.
Durante los últimos meses, el espacio que separaba al psicoanalista de la actriz cambia. Y Marilyn, que había seducido y manipulado por su sufrimiento real a sus maridos, amantes, amigos y terapeutas, ejerce sobre Greenson una fascinación especial. El propio Greenson le confiesa a Anna Freud: "Se ha convertido en una mujer paranoide y muy enferma. Puede usted imaginar lo difícil que es tratar a una actriz de Hollywood, a alguien que se encuentra completamente sola en el mundo, pero que, al mismo tiempo, es una gran celebridad".
Dependencia. Marilyn y aquel al que ella llama su "salvador" entran juntos entonces en lo que la psiquiatría llama una "locura compartida".
Intercambian sus ideales y cada cual asume los síntomas del otro. Ella, "la chica de las imágenes", se da cuenta, poco a poco, de que no será por su apariencia física como va a reafirmar su ser y como va a encontrar su salvación, sino por medio de las palabras grabadas en su historia y en su carne.
Él, el intelectual, se deja atrapar por su fascinación. Evita a los pacientes y pasa su tiempo en los pasillos de los estudios de la Fox, cediendo por una especie de complejo de Pigmalión. Pero, tras dos años de una enorme atención a la estrella, Greenson se cansa y huye a Europa.
Marilyn, abandonada, terminaría hundiéndose. Definitivamente. Murió dos meses después. Está claro que Greenson no mató a su paciente, pero tampoco le impidió morir. Su último psicoanalista le permitió vivir un poco menos mal… y un poco más tiempo.
Este es un claro caso de enfermedad mental de tipo espiritual que la psiquiatría no solo no supo aliviar o solucionar sino que esta en sospecha de ser causante de la muerte de Marilyn.
JLK