Entre otras cosas, los seguidores de la herejía arriana opinan y opinan de la Trinidad, pero no la entienden.
Les obsesiona, pero no la conocen. A Cristo, tampoco.
Le escupen, la pisan, la quieren reventar y, la prístina doctrina de la Trinidad, permanece incolumne.
Siglos llevan esos engendros tratando de roerla, deformarla, caricaturizarla y sin embargo, la doctrina de la Trinidad no se mueve. Ni un ápice.
Les obsesiona, pero no la conocen. A Cristo, tampoco.
Le escupen, la pisan, la quieren reventar y, la prístina doctrina de la Trinidad, permanece incolumne.
Siglos llevan esos engendros tratando de roerla, deformarla, caricaturizarla y sin embargo, la doctrina de la Trinidad no se mueve. Ni un ápice.