En este diálogo, Jesús sabe bien que la mujer busca adorar al Padre, y que su pregunta no es ¿Quién es el Padre? sino ¿En dónde adorarlo?
Los samaritanos eran monoteístas y adoraban a YHVH, pero no tenían el conocimiento de Dios que tenían los judíos.
Sin embargo, Jesús no gasta un solo momento en explicarle a la mujer Quién es Dios. El énfasis de Jesús es en cómo adorarlo.
Créeme, querida mujer, que se acerca el tiempo en que no tendrá importancia si se adora al Padre en este monte o en Jerusalén. Ustedes, los samaritanos, saben muy poco acerca de aquel a quien adoran, mientras que nosotros, los judíos, conocemos bien a quien adoramos, porque la salvación viene por medio de los judíos. Pero se acerca el tiempo—de hecho, ya ha llegado—cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad. El Padre busca personas que lo adoren de esa manera (Jn 4:21-24, NTV)
Al darse cuenta la mujer que Jesús le está explicando cómo adorar al Padre, intuye que podría ser el Mesías, y de inmediato, sin perder el contexto, le dice:
—Yo sé que va a venir el Mesías (es decir, el Cristo); y cuando él venga, nos lo explicará todo.
Jesús le dijo:
—Ése soy yo, el mismo que habla contigo.
Así pues, Jesús se presenta ante la mujer como Aquel que siempre dijo ser: el Mesías, el Ungido. Aquel que nos enseña a adorar al Padre.