EL CASO BÍBLICO DE MARÍA LA ESPOSA DEL CARPINTERO JOSÉ EN NAZARET
Isaías 7:14 profetizó de ella como la virgen que daría a luz a Jesús.
Pasaron los siglos, y venido el cumplimiento del tiempo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, el Verbo que estaba con Dios y era Dios, se hizo carne.
Un emisario del cielo, identificado como Gabriel, fue enviado por Dios, desde el tercer cielo, atravesando constelaciones y galaxias, hasta llegar a la vía láctea, donde se halla un pequeño sistema planetario, con un puntico azul diminuto, llamado tierra, el cual se va agigantando a medida que Gabriel se acerca, y desde la atmósfera sus ojos se posan en Nazaret, una ciudad de Galilea y la ve, es María.
Es el mismo Gabriel que 6 meses antes le habló a Zacarías, padre de Juan el bautista y ahora está delante de la virgen profetizada por Isaías, la saluda y le dice:
Luc 1:30 Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios.
Luc 1:31 Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS.
Esto ocurre, en María, estando desposada con José el carpintero de Nazaret.
Aún no se han casado, no hay boda todavía, pero el barrio sabe que está comprometida.
Lo que no saben es la visita de Gabriel, porque María guardaba todas estas cosas en su corazón y las meditaba en su corazón, porque se sintió preñada, sin ningún contacto humano, lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es.
Un empadronamiento, o censo, decretado por el poder imperial de Roma, hizo que José, con quien María había sido desposada, la llevara a la ciudad de Belén, donde, según la profecía, nació Jesús.
Llegaron pastores a quienes su nacimiento había sido anunciado por ángeles, acompañados por una multitud de las huestes celestiales que alababan a Dios y lo adoraron como Dios.
Los sabios, también lo adoraron, luego, conociendo Dios las intenciones asesinas de Herodes, hizo que José llevase a María y al bebé a Egipto y a su regreso, se quedaron a vivir en Nazaret.
Doce años después, a su regreso de la fiesta de la Pascua en Jerusalén, Jesús se queda en la ciudad, sin que José y María se den cuenta inicialmente y cuando se regresan a buscarlo, tuvo que escuchar las misteriosas palabras asociadas a su ocupación en los negocios de su Padre Dios.
En las Bodas de Caná, ya adulto, el pronunció otra frase misteriosa: "Qué tengo yo contigo, mujer", esta expresión claramente enseña que no existe ningún vínculo filial entre la raza del primer Adán y el Hijo de Dios, como el segundo Adán, del cielo, Espíritu Vivificante, y no alma viviente como el primer Adán.
Posteriormente, en otra ocasión, María vino con los hermanos de Jesús, los otros hijos de José, deseando hablar con Él; pero de nuevo un dicho misterioso declaró que los que hicieron la voluntad de Su Padre eran Sus hermanos y hermanas, y madre, leemos:
Mat 12:46 Mientras él aún hablaba a la gente, he aquí su madre y sus hermanos estaban afuera, y le querían hablar.
Mat 12:47 Y le dijo uno: He aquí tu madre y tus hermanos están afuera, y te quieren hablar.
Mat 12:48 Respondiendo él al que le decía esto, dijo: ¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos?
Mat 12:49 Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos.
Mat 12:50 Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, y hermana, y madre.
No hay duda de que María comprendió posteriormente la profundidad de estos dichos cuando llegó a enterarse de lo que su MUERTE había logrado PARA TODA LA HUMANIDAD (Jn.1:29; 3:16)
Después la contemplamos en Jerusalén esperando el don del Espíritu Santo, en el establecimiento de su Iglesia (Hch 1:14; 2:1).
CONCLUSIÓN BÍBLICA SOBRE MARÍA:
La Iglesia de Cristo, la llamamos Bienaventurada, porque en verdad fue un gran honor ser el vientre escogido para que el Espíritu Santo, engendrara a Jesús; pero no se revela que ocupara algún lugar de autoridad o privilegio más allá de otros santos; de hecho, la forma en que el Señor le habló a ella, contradice cualquier herejía de esta clase, que busca asociar a María como la madre de Dios, pues en tal caso, ella también sería digna de adoración, tal como hacían las naciones paganas, con la reina del cielo.