En respuesta a su pregunta (ya me gustaría que usted me contestara a ciertas preguntas como yo lo hago con las suya), María no es un ángel, es un ser humano (por naturaleza) al igual que los miles de santos y de santas que están en el cielo.
María (para los católicos) no heredó el pecado pues fue hallada "llena de gracia" (sin pecado) y para nosotros nunca perdió ese estado de gracia (no pecó). Al menos, bíblicamente hablando, no encontramos que María pecara.
Sus afirmaciones deben de ser agregaduras que le da su organización porque lo que es en la Biblia: ni confesó su pecaminosidad ni reconoció no ser inmaculada. Es la forma que usted tiene de adaptar una enseñanza de hombres a lo que NO SE ENSEÑA en la biblia.
Que el Señor nuestro Dios le bendiga a usted y a los suyos.
oH SI
Maria subió al cielo con sus zapatos puestos
Y los santos son seres humanos también
¿Como respiran los seres humanos en el espacio?
LOs astronautas llegan oxigeno de la tierra
¿Como come ese humano en el cielo?
Para los catolicos no heredo el pecado
para los catolicos..............
Maria ofreció una OFRENDA POR SU PECADO
Es digno de mención el hecho de que también se llamó “bendita entre las mujeres”
a otra mujer, Jael, que vivió en los días de los jueces de Israel. (Jueces 5:24, NC.)
La New Catholic Encyclopedia (1967, tomo VII, págs. 378-381)
admite respecto al origen de dicha creencia:
“ la Inmaculada Concepción no se enseña explícitamente en las Escrituras
Los primeros padres de la Iglesia consideraban a María santa, pero no absolutamente libre de pecado.
Es imposible dar una fecha precisa de cuándo se tuvo dicha creencia como artículo de fe,
pero parece que para el siglo VIII o el IX había sido por lo general aceptada.
En 1854 el papa Pío IX definió el dogma] ‘que sostiene que la Santísima Virgen María
fue protegida de toda mácula del pecado original al primer instante de ser concebida’”.
El Vaticano II (1962-1965) confirmó esta creencia.
(The Documents of Vatican II [Los documentos del Vaticano II], Nueva York, 1966, preparado por W. M. Abbott, S.J., pág. 88.)