Ya no podemos interrogar a cada una de esas mujeres para saber exactamente qué tenían en mente al postrarse ante Jesús (supongo que ninguna reflexión elaborada de tipo teológico, sino puro asombro y alegría). Jesús pocos días antes había dejado a una mujer untar sus pies con un carísimo perfume, porque sabía que lo amaba profundamente. Quizá también vio lo mismo en el corazón de esas mujeres, que abrazaban sus pies.
Lo que sí sabemos es que, Jesús pidió que se le soltara y aclaró el asunto. Les dijo quién era. Más claridad imposible:
Suéltame porque aún no he subido al Padre. Pero dile a mis hermanos: “subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios”.
¿Por qué Jesús tiene que aclarar que Él es también adorador de YHVH? Porque en medio del revuelo por saber que está vivo, podrían haberlo deificado. Jesús era comprensivo, y sabía que merecía el amor, la honra y exaltación de la gente, pero a la vez quería ser claro que Él es tan hermano tuyo como mío, respecto a la adoración a YHVH, nuestro único Dios y Padre.
Así pues, tanto Jesús como Pedro aclaran la situación a sus respectivos “adoradores”.