Re: Abstenerse: ¿de qué, quiénes, y cuándo?
Saludos Ricardo.
Lo prometido es deuda.
Comentaré en base a algunas de tus últimas respuestas de aportes de mis hermanos como generalidades de lo mucho que se ha tocado y agregando, bajo mi óptica y estilo, algunas particularidades que quizás mi hermano Juaniyo no haya considerado por falta de tiempo. Sin embargo, me sumo a su eficiente forma de explicar la verdad a partir de las Escrituras y admiro también su paciencia y dedicación por esclarecer, como lo hizo de forma tan sorprendente en los aportes #228, #231 y #235 que tuve el placer de leerlos detenidamente y a los que tú, de manera siempre cortés, decidido y muy educada forma de corresponder, estuviste dispuesto, como siempre, pero a oponerte hasta a las más obvias particularidades que, aún así, objetabas de manera robotizada y como automático.
Dentro de las muchas perspectivas y formas de enseñar la verdad de lo que bien hemos aceptado como herencia especial de Jehová nuestro Dios, es para lo que nos capacitan; no para contradecir por “defecto” las enseñanzas de nuestros contendores; sino más bien por esmerarnos en razonar con ellos a partir de las Escrituras, enseñándoles a observar todas las cosas que Dios ha mandado que se comuniquen a la humanidad, no para la conversión de esta, sino como testimonio, antes de que venga el fin prometido.
Ahora bien, entrando ya en materia y analizando lo que tú equivocadamente le endilgas al concepto “abstenerse”, rayando ya en una excesiva manipulación antojadiza de la definición del vocablo para ajustarla a las insulsas interpretaciones que se emplean para salir del aprieto a sabiendas que lo que se pretende decir, amparada a una muy pobre herramienta ideológica empleada para explicar algo que no necesita ninguna ayuda de interpretación periférica para “mejor proveer”, se hace, más que necesaria, la intención de llegar a la verdadera conclusión que nos transmite la palabra “abstenerse”.
Aceptamos que el “abstenerse” pudiera estar ligado y, de hecho lo está, al no “comer (también) la sangre” manifestado en Lv 17:14. Lo que no puedes afirmar, ni probar, es que el cambio del término “comer” en Lev por “abstenerse” de Hechos se haya dado como única opción para deducir en una sola dirección cuando, de hecho, el término “abstenerse” es muchísimo más amplio (y no lo puedes negar, espero) que el simple acto de “comer” por la boca como la única vía de introducir la sangre al cuerpo. Y la simplicidad con que relacionas una cosa con la otra como siendo idénticas en significado y aplicaciones, se debe a tu renuencia a conocer los “motivos” por los que Jehová prohibió comer la sangre como símbolo de la vida, que nunca respondieron con propiedad interpretativa.
Mientras no comprendas el motivo tras la prohibición, jamás podrás llegar a la luz de la verdad que ya ha sido revelada a sus siervos por espíritu santo. Que tú consideres que nuestro interés en saber los motivos que la Deidad tuvo para el señalamiento de ciertas reglas o leyes y que con sobradas razones son más que exclusivas y pertinentes a su derecho de establecer sus propias normas, no es porque no seamos respetuosos del derecho que tiene el Altísimo para que, cuando lo estime conveniente, establezca cualquier tipo de legislación que su Autoridad así lo decida. El siempre ha hecho todo según su beneplácito; pero este hecho que nadie ha negado, no quita el que invoquemos su Divina Inspiración para que nos capacite y nos haga comprender el alcance de sus leyes que, de una u otra forma, nos afectan a nosotros como sus hijos terrestres. De hecho, Santiago fue más que específico cuando nos aconseja: “Por lo tanto, si alguno de ustedes tiene deficiencia en cuanto a sabiduría, que siga pidiéndole a Dios, porque él da generosamente a todos, y sin echar en cara; y le será dada. Pero que siga pidiendo con fe, sin dudar nada, porque el que duda es semejante a una ola del mar impelida por el viento y aventada de una parte a otra”. (Sant 1:5,6) Si todo lo que está en la Biblia fuera tan “claro como el cristal” (no estoy diciendo que todo es de difícil entender) no habría razón para un consejo en donde se nos insta y se nos motiva a pedir “sabiduría” al Altísimo para poder comprender la magnitud que su Enseñanza quiso mostrarnos para edificar nuestro espíritu de acuerdo a su Voluntad.
El consejo de Jehová siempre ha estado encaminado a que solicitemos su ayuda en todo momento, siempre y cuando nuestro actuar sea en base a la fe y para conocer el alcance apropiado de alguna ley por Él transmitida que por el momento no está del todo clara. Nunca ha sido lo contrario. Si prohibió “comer carne con su sangre” por alguna razón lo hizo. La sangre nunca fue contemplada ni siquiera en la dieta del hombre. La prohibición no era entonces el prohibir la acción de “masticarla” o “beberla” simplemente. Indicaba algo mucho más profundo que una simple prescripción antojadiza que se le “vino en gana” establecer. A lo que realmente le temes es, no el pedirle a Dios cuentas de lo que por derecho le corresponde de manera exclusiva para hacer y deshacer, sino más bien el temor que tienes de descubrir que todo tu castillo de naipes que has edificado sobre tan débiles bases, se te venga encima y “captes” la verdadera enseñanza detrás de la prohibición a la que nunca le diste ninguna importancia.
El marco de circunstancias y el “motivo” de la prohibición fue la “sangre” animal, claro está, no la humana. Sin embargo, por consenso unánime nadie deduce que si se prohibió “comer sangre animal”, entonces SE PODÍA, por el contrario, “comer sangre humana” o bien, estaba permitida por Dios. Creo que en esto hay consenso unánime (excepto por el forista Edil que ha interpretado lo contrario) por lo que esta deducción racional por los otros aceptada para nada es un argumento a “favor”, que como no había “orden expresa” para evitar la ingesta de sangre humana”, entonces había “luz verde” que permitiera hacer algo que no se había prohibido, como el beberla, por ejemplo. ¡Este es el punto! Aquí aplica el principio indicado por Pablo cuando dijo que aunque las naciones que no “estaban bajo ley”, hacían por “naturaleza” las cosas de la ley, siendo “entonces una ley para sí mismas”. Sí, a veces por naturaleza, aunque no exista texto explícito que indique lo contrario, no por ello vamos a abocarnos a hacer eso que es “contrario a la naturaleza”, justificando cuanta extravagancia hagamos porque no hay “ley” que nos acuse, tal y como nos lo explica el apóstol.
Aduces que las iglesias primitivas estaban en territorio gentil y, evidentemente, se iban estableciendo “sobre la base de sus primeros convertidos”. Ahora bien, si comprendes esto por qué insistes en agregar a dicha actividad tu propio criterio que, además de equivocado, está lleno de lagunas enormes que no pueden explicar el contrasentido de lo que con tanta firmeza expones. Tu premisa o deducción de la “temporalidad” del decreto apostólico no tiene fundamento por varias razones de peso. Analicemos bien el texto de Hechos 15:28,29 y su contexto:
1. “Porque al espíritu santo y a nosotros mismos nos ha parecido bien no añadirles ninguna otra carga…”
En primer lugar observa que el apóstol menciona que al “ESPÍRITU SANTO” y a ellos les ha parecido bien no añadirles ninguna otra CARGA”. ¿Carga? ¿De qué? ¡Pues de las cosas que iba a indicarles a continuación como “NECESARIAS” de guardar! Aquí el término empleado de “carga” o “sobrepeso”, o “responsabilidad” o, como lo define el diccionario como parte de sus posibles definiciones: “Obligación que conlleva una actividad o una situación” o “Efecto que provocan en la persona hechos o situaciones que cansan, desgastan o hacen sufrir”. Aquí no se está señalando una “carga” a otros cuya vigencia obedece a una indicación temporal. No es normal aquí por dos razones: a) La carga “temporal” necesaria a llevar no tenía que ver nada con “sangre” y b) con ninguna otra de las cargas “temporales” indicadas en la lista enumerada por el apóstol como necesarias de cumplir y en el mismo nivel de valor. El hecho que hasta el “espíritu santo” (no que habló el espíritu de forma literal, sino más bien haciendo relación a que su “inspiración” fue necesaria) interviene para “avalar” el “acuerdo apostólico” fue para “enderezar los asuntos” que con respecto a enseñanzas equivocadas por parte de algunos judeocristianos, se estaban impartiendo para que los “gentiles” las observaran. En base a esta disputa, Pedro les dijo: “Ahora, pues, ¿por qué están ustedes poniendo a Dios a una prueba, imponiendo sobre el cuello de los discípulos (gentiles) un yugo que ni nuestros antepasados ni nosotros fuimos capaces de cargar? Por el contrario, confiamos en ser salvados mediante la bondad inmerecida del Señor Jesús de la misma manera como esa gente (gentiles) también”. Ahora bien, ¿Cuál fue la disputa que se traían? ¿La sangre? ¿La fornicación entre parientes consanguíneos? ¡No!, Veamos cuál: “Y ciertos hombres bajaron de Judea y se pusieron a enseñar a los hermanos: “A menos que se circunciden conforme a la costumbre de Moisés, no pueden ser salvos”. Pero cuando hubo ocurrido no poca disensión y disputa de Pablo y Bernabé con ellos, hicieron los arreglos para que Pablo y Bernabé y algunos otros de ellos subieran a donde los apóstoles y ancianos en Jerusalén respecto a esta disputa”. (VNM) Espero no me salgas con que la cita de esta versión es espuria. Y, más adelante, el verso 6 termina explicando: “Sin embargo, algunos de los de la secta de los fariseos que habían creído se levantaron de sus asientos y dijeron: “Es necesario circuncidarlos y ordenarles que observen la ley de Moisés”.
Era sobre la circuncisión el asunto que obligó al “espíritu santo” y a los apóstoles emitir el decreto de la “abstención” como necesaria indicando los puntos medulares que tenían que “guardar”, tanto judíos como gentiles como parte del Nuevo Pacto establecido por Jesucristo en donde se hizo, de los dos pueblos, (judío y gentil) uno solo en unión con Cristo Jesús. De haberse tomado el acuerdo apostólico sobre este particular por “disimulo” o por “no hacer tropezar a los tercos judíos que optaban por circuncidarse, en dicho caso, sí hubiera sido propio deducir que era una disposición “temporal” hasta que los judíos hubieran “asimilado” que no era viable el seguir con esta costumbre u otras de la antigua Ley y menos, tratar de persuadir a los gentiles para que las ejecutaran ellos también como parte de los requisitos para salvación. Entonces es aquí cuando los apóstoles “decretan” algunas de las pautas a seguir para evitar reglas ya obsoletas y no obligatorias que “ambos pueblos” tenían por obligación observar al pie de la letra. Si eres objetivo, verás que la disputa no fue acerca de la “sangre”. Al contrario, fue por la circuncisión, y la resolución aunque no indique ni mencione explícitamente que la circuncisión “está excluida” como carga a llevar, es obvio que no se incluye en la lista de las “cargas” que enumeran los apóstoles que sí tienen que prestar atención cuidadosa para que les fuera bien como cristianos del Nuevo Pacto.
Conclusión: la “circuncisión” quedó abolida como uno de los rituales judíos cuando estaban bajo el antiguo Pacto de la Ley dada a Israel. Los que originaron la falsa enseñanza fueron los judíos cristianos, no los gentiles, en cuyo caso si el tema hubiera sido el no “comer sangre” únicamente como consejo a los gentiles para que no maltrataran la conciencia de los cristianos judíos, Dios tampoco hubiera permitido tal disimulo de una prohibición cuya desobediencia incurría en muerte –ya no física por ejecución de un Pacto ya obsoleto– sino en muerte espiritual o de una sucia conciencia desde el punto de vista de Dios.
De manera que el “decreto temporal” del que tanto te afianzas para defender lo que expones a tu favor no es viable por ningún lado por donde lo analices. Dicha interpretación antojadiza tuerce el verdadero “espíritu” del decreto que no deseas entender, obligándote más bien a inventarte tu propia concepción del término que de hecho “te estorba”; el de “fornicación”, aduciendo equivocadamente que aquí, explícitamente, se refiere a relaciones íntimas entre parientes cercanos que era “costumbre” posible entre los judíos o cristianos gentiles convertidos al Señor; y todo, como única manera desesperada de poder explicar que el término “fornicación” aquí indicado, fuera igual que la “abstención de sangre” como una orden de carácter temporal. Si esto no es torcer deliberadamente las Escrituras y oponerse a la verdadera enseñanza del “espíritu santo” de Jehová, mi estimado forista, con razón estás opuesto a todo sano razonamiento que de las Escrituras estamos obligados a interpretar, no importando para nada quiénes son los que hayan sido nombrados como los depositarios apropiados de la Sabiduría Divina en estos tiempos tan particulares en que vivimos. Ya tú lo dijiste muy claro en otro aporte y espero que esta vez no digas que te “mal interpreté” de nuevo, cuando te dejaste decir que la “repulsa” que sientes por los fundadores de la WT es mucho mayor que la que pudiéramos sentir nosotros por los “guías” espirituales que dieron forma a la apropiada y pervertida ideología de la cristiandad en todos sus extremos.
2. “Salvo estas cosas necesarias: que sigan absteniéndose de cosas sacrificadas a ídolos, y de sangre, y de cosas estranguladas, y de fornicación.
Aquí como puedes observar claramente, el apóstol hace énfasis en cuatro aspectos necesarios de acatar y, ninguno de ellos, tiene algo que ver con la “circuncisión” de la disputa que se traían. También si aplicas discernimiento encontrarás que estas cuatro restricciones están relacionadas entre sí, por supuesto en términos de distinguida generalidad. Lo que se sacrifica a ídolos siempre está “rodeado” de otras peculiaridades como derramamiento de sangre, ingesta de sangre, sacrificios con sangre, etc. Las cosas “estranguladas” no por ser estranguladas había que evitarlas, sino por no haber sido escurrida de manera apropiada la sangre del animal que fue “estrangulado o ahogado” y, el último, la “fornicación” que también es una de las particularidades de las fiestas desenfrenadas en donde se idolatran (animales, personalidades, ídolos de barro, espirituales, etc.) y de lo que significaba el término en toda su dimensión como costumbre asociada, por lo general, con las fiestas estrepitosas, “partidas ilegales y borracheras con vino”. Ahora bien, estas “cargas” impuestas como generalidades para que se observaran “cuidadosamente” jamás podían haber sido consejos “temporales”. Eso sería como razonar “con las patas” mi estimado, no con el cerebro. En otras palabras, lo que los apóstoles establecieron era que la “circuncisión” no procedía y estaba abolida desde todo punto de vista, no así la abstención de la sangre y otras “cargas” sugeridas que, a partir de ese momento, deberían de acatar de manera continua sin ningún vislumbre cercano que siquiera sugiriera la posibilidad de su cercana caducidad.
3. “Si se guardan cuidadosamente de estas cosas, prosperarán”. (VNM) “…Bien harán ustedes si evitan estas cosas”. (NVI)”.
El consejo apropiado de los apóstoles era “bien harán ustedes si evitan estas cosas”. Para nada se deduce que dichas recomendaciones tuvieran dentro de sí alguna interpretación que siquiera se acercara a una prescripción temporal de estas aberraciones propias de costumbres gentiles y de algunos judíos que todavía no estuvieran muy convencidos de ciertos comportamientos como no apropiados del todo, aunque fueran una costumbre general y “bien vista” en el mundo que les rodeaba y con el que tenían que lidiar empezando por un “apartarse de él” en todo sentido de la palabra, cuando se pudiera poner en peligro la relación espiritual con su Señor y Maestro.
Algo digno de apuntar y de hacerte notar es el hecho indiscutible, que la finalidad cristiana es el de establecer un “sólo pueblo unido y hacer la paz en unión con Cristo Jesús” pero reuniendo a las diferentes etnias de la raza humana según las múltiples variedades que han existido entre los humanos. Por lo tanto, cualquier marcada “diferencia” que se estableciera que no estuvieran al alcance de los verdaderos principios de unidad que el pueblo de Dios había recibido como directriz a seguir, eran simples conceptos no comprendidos en su totalidad, lo que hacía el señalamiento de algún tipo de incomprensión o injusticia, como algo oportuno, adecuado y digno de ser observado, para bien del hombre.
Por otra parte, no veo la relevancia argumental de señalar la falta de protagonismo de algunas etnias como las que señalas en forma de crítica “de más” a las que nos tienes acostumbrados, ausentes en la “cúpula existencial y “burocrática” del CG de EFD; siempre señalando a la “Torre” de Brooklin como la “madriguera de cosas extrañas”, buscándole cuantas “manchas” tenga el tigre que sean “dignas” de ironizar así como el “lunar canceroso que carcome” al entero cuerpo del “proletariado” seguidor de la melodía whachtoweriana. Inviertes tiempo que hasta los “santos lo llorarían” en banalidades y arremetes con mucha energía destacando puerilidades intrascendentes y que no merecen siquiera la pena el aclararlas porque dichas observaciones en las que te recreas a menudo, desde nuestro punto de vista, se te caen por su propio peso de la inconsistencia analítica que manifiestas de forma irrestricta.
Lo de “líderes” tú lo has dicho. Nosotros nunca hemos hablado que tenemos “líderes”; ni “caudillos”, ni “padres”. Lo que hemos dicho es lo que la Biblia dice que iban a ver; “Pastores”, “Superintendentes”, “Obispos”, “Siervos ministeriales” o “Diáconos”, etc. y a lo que ni siquiera has tenido la consideración mínima de humildad que se requiere para aceptar lo obvio y además explícito, registrado en los Escritos Sagrados para nuestra instrucción y capacitación espiritual. Esto no lo puedes negar, al menos espero que no lo hagas. Pablo nos habla de hombres capaces de llevar la responsabilidad y llevar la “superintendencia” con orgullo, humildad y como “guías espirituales” colocados y nombrados por “espíritu santo”, para pastorear la Congregación de Dios”. Al menos creo que esto sí lo comprendes bien aunque no estoy muy seguro de ello. ¿Para ti qué significa el pastoreo? ¿Un simple puesto decorativo o simbólico de una gran responsabilidad ministerial por la que incluso se exigirá cuentas por ella?
Insistes en responder con crítica a quien te mal interpreta cuando adviertes que el forista no captó el punto que tenías intención de transmitir. Pero a veces no se sabe la dirección de tu enseñanza, que más bien das a entender que lo haces con doble intención respondiendo siempre lo contrario de lo que sea que se haya interpretado de lo que quisiste decir. A veces pareciera que criticas un aspecto de algo cuando en verdad lo que estás es analizando imparcialmente el asunto que señalas pero como no lo defines de manera clara, y tu “chip central de inteligencia” ya está programado para no darle “crédito” a nada que provenga de la WT, prefieres presumir de un escaso potencial de sentido común y lógica elemental, que ceder un ápice en tu denodado y decidido “espíritu de la contradicción” que ya ni siquiera te deja pensar por ti mismo, dejando siempre portillos por los que se deja entrever, de manera clara y contundente, la posibilidad de responder lo contrario de lo que por simple sentido común deberíamos compartir.
Insistes, además, en decir que el señalamiento del término “fornicación” descrito en Hechos 15:29 difiere diametralmente con el “otro” del mismo nombre pero que es más “amplio y prolijo” que este que se circunscribe únicamente a los “matrimonios incestuosos” entre los judíos de conformidad con lo que dice Lv. 18:6. ¿Pero de dónde extraes tú semejantes criterios mi estimado Ricardo? ¿Del mismo “espíritu santo” que le informó a Pedro? No creo pero ni poniéndole todo el empeño del mundo, ¿O quizás de la simple letra de la Biblia pero sin ese espíritu revelador? De este último sí creo que lo hayas sacado. Ahora bien, siendo demasiado condescendiente contigo en tu limitación de este personal y estrecho concepto de entender aquí el término “fornicación”, aún así, caes en un impresionante contrasentido otorgándole a este vocablo de “pecado restringido”, una duración temporal que, aunque se hubiere dejado de practicar dentro de algún tiempo en particular, aún así no hubiera sido posible que fuera de aplicación “temporal” por cuanto la posibilidad de reincidir en las mismas prácticas siempre estaría latente en la mente corrupta del hombre caído de la Gracia de Dios. Dicha “carga” impuesta para evitar este personal concepto de “fornicación”, aún dentro de tu estrecho y conveniente criterio, jamás hubiera sido promulgado de manera temporal por razones obvias que al parecer insistes en no reconocer. En otras palabras más fáciles aún de comprender, el concepto de “fornicación” en realidad no varía, es el mismo de siempre, y aunque se hubiese indicado por los apóstoles como aplicado a ciertas prácticas específicas como práctica impía de algunos invitados por el Señor a su Gracia, jamás hubiera sido de carácter temporal su señalamiento por ser un pecado que siempre incurriría en “muerte”, no importando su prolija manifestación de hechos deleznables o bien, pocos de ellos, que para el caso sería lo mismo. La “fornicación” aquí empleada es de permanente vigencia como uno de los pecados más graves indicados en las Escrituras y ni tú ni nadie, tiene el derecho de darle un caprichoso toque de derecho temporal con tal de torcer de manera tan vergonzosa, un decreto tan claro de imperecedera vigencia por nuestro Verdadero Dador de Estatutos.
Te agradecería sobremanera que si respondes te refieras al aspecto medular del tema de tu epígrafe para que podamos “desgranar”, paso a paso, para llegar a despejar lo del “abstenerse” de la sangre, entre otras cosas descritas en el texto que has escogido para su debida consideración.
PD. En relativamente poco tiempo me referiré a los aportes de mi hermano Juaniyo que en verdad me cautivaron y, aún más, fui cautivado por su “elocuencia” Ricardo, cuando vez tras vez lo que haces es rehuir por cualquier rendija que encontrabas, con tal de no aceptar lo que de forma tan razonada y aplastante, mi hermano te indicaba como un excelente Ministro de las Buenas Nuevas.
Recibe mi más sincera consideración, como siempre.