Estimado FJP (Fiel a Juan Pablo 2) Saludos coerdiales.
Tú dices:
Respondo: Pablo dice que ya en sus tiempos estaba en marcha el plan de la apostasía (2 Tes. 2:7-9), lo que permite entender que, si en algo los cristianos de los tres primeros siglos procedieron de manera diferente al evangelio eterno, es porque estaban apostatando.
Citar a los autores católicos del periodo postbíblico, ¿es una prueba fidedigna de la verdad? De ser así, ¿por qué los protestantes no hacen votos por los muertos, tal como lo enseñaron Tertuliano, Juan Crisóstomo, Lactancio, y Gregorio Magno? ¿Por qué no creen en el Purgatorio, tal como lo enseñaron Tertuliano y Agustín de Hipona? ¿Por qué no veneran a María, como lo enseñaron Justino Mártir e Ireneo de Lión? ¿Por qué no creen en la preexistencia del alma, tal como lo enseñó Orígenes? ¿Por qué además los protestantes no usan imágenes en sus iglesias, tal como lo hicieron Agustín, Jerónimo, Paulino de Nola, Basilo, Barlaam, Cirilo de Aljandría y tantos otros? Pues si el hecho de que ellos no guardaran el sábado demuestra la legitimidad de esta actitud, entonces todo lo demás que practicaron contra los mandatos divinos también será legítimo a los ojos de Dios.
Tal como lo entendió el protestante James Buchanan en el siglo XVI, hay una gran diferencia entre la teología histórica de la Escritura y la teología histórica de la iglesia, y esta diferencia está dada en razón de que los escritos bíblicos fueron inspirados, pero no los escritos "patrísticos".
Buchanan explica:
Estos escritos [de la iglesia católica], sean antiguos o modernos, no poseen autoridad divina en asuntos de Fe, y su enseñanza en estos temas no deben afectar nuestras creencias, a menos que pueda probarse que están en conformidad con las normas infalibles de la palabra de Dios… La levadura anticristiana, que existía en la iglesia primitiva, gradualmente se expandió y fermentó en tiempos posteriores, y se ha vuelto casi universal, cuando el poder de Roma, que tenía obstruido su temprano desarrollo, tomó su camino, y la "Apostasía" predicha tuvo libre curso, hasta culminar en el "Hombre de Pecado", que se sienta "en el templo de Dios" como "Aquel Inicuo" (ho ánomos), el cuerpo visible del "misterio de la iniquidad" (2 Tes. 2:3-8), u "hombre de pecado" (amartías). No podemos esperar que durante el progreso de esta Apostasía predicha, la verdad del Evangelio continuara en su pureza original, y hallamos que, consecuentemente, mientras continuó con su simplicidad durante los tiempos de la persecución y martirio, al final del segundo siglo comenzó a corromperse con muchas doctrinas erróneas y prácticas supersticiosas, que crecieron bajo el fomento de los padres más eminentes, tanto de la Iglesia Oriental como de la Iglesia de Occidente.
Esto lo escribe un protestante, no un adventista. Si es verdad que en el periodo postbíblico el Evangelio no continuó con su pureza original, ¿cómo podremos esperar una demostración doctrinal a partir de lo que aquellos hombres enseñaron? ¿No debe ser la Biblia, y la Biblia sola, la fuente de la doctrina? Por eso, recurrir a los "padres" católicos para demostrar una doctrina bíblica, sólo puede traernos más tinieblas que luz.
La historia enseña (no los adventistas) que fue Constantino el Grande quien el 3 de marzo de 321 decretó la santidad del venerabilis dies solis, para legitimar una práctica pagana que se había infiltrado en la iglesia desde los primeros siglos.
Tal como lo confiesa el sacerdote jesuita Félix Moracho, "El emperador Constantino, el año 321 decretó que el domingo tienen que descansar los jueces y las demás actividades ciudadanas. Este descanso, en los siglos V y VI se generalizó y se fue interpretando rigurosamente". Después de Constantino, Graciano y Teodosio ratificarán esta medida. El papa Inocencio I, en el 416 (su último año de pontificado), decretó que el domingo fuese día de ayuno. En el 538 el Concilio de Orleáns prohibió que se hiciera en domingo el trabajo con arado, o en viña, siega, cosecha, descasque, cultivo, seca, a fin de que las personas pudiesen frecuentar la iglesia. Y en el 590 el papa Gregorio I condenó como "anticristo" a quien enseñara que debiese guardarse el sábado como día de reposo. Esto revela que, al contrario de lo que se asegura en la pregunta 23, sí había cristianos que guardaban el sábado contrariando así los decretos imperiales y pontificales. De no ser así, ¿qué sentido tenía la amenaza de Gregorio?
El historiador católico Sócrates Escolástico registra hacia el año 440 que "aunque casi todas las iglesias del mundo celebran los sagrados misterios cada semana en sábado, los cristianos de Alejandría y de Roma, por una antigua tradición, han dejado de hacer esto". Por su parte Sozómeno, otro historiador católico, registra más o menos hacia la misma fecha: "la gente de Constantinopla, y de casi todas partes, se reúne en sábado, tanto como en el primer día de la semana, costumbre que nunca se observa en Roma ni en Alejandría". Así que la propia iglesia católica reconoce que la mayoría de los cristianos del mundo guardaba el sábado a mediados del siglo V.
Será con el paso del tiempo que la iglesia romana presionará por la implementación de la observancia del domingo, lo que finalmente conseguirá. El Catecismo del Concilio de Trento confiesa: "La Iglesia [católica] de Dios en su sabiduría ha ordenado que la celebración del día sábado fuese transferida al «día del Señor» [domingo]". Este catecismo fue escrito por orden del Concilio de Trento y publicado bajo la autoridad del papa Pío V.
Las investigaciones históricas confirman además el origen pagano de la celebración del domingo como día de reposo por parte del catolicismo. Franz Cumont declara: "La preeminencia asignada al dies solis ["día del sol"] ciertamente contribuyó al reconocimiento general del Domingo como día de fiesta", lo cual es ratificado por P. Cotton: "No puede negarse que el uso pagano del Domingo ha tenido un apreciable efecto en la Cristiandad al traer el Domingo Cristiano en preeminencia en la Iglesia como el único día de adoración".
Por su parte A. P. Stanley explica:
La retención del antiguo nombre pagano de Dies Solis, o Día del Sol ["Sunday", en inglés] para la observancia semanal cristiana se debe en gran medida a la unión del sentimiento pagano y el cristiano con que Constantino recomendó a sus súbditos, tanto paganos como cristianos, que el primer día de la semana fuera «el día venerable del Sol»… Era su modo de armonizar bajo una institución común las religiones discordantes del Imperio.
Pero si fue Constantino quien lo hizo, ¿por qué los adventistas denuncian al catolicismo de haberlo hecho? Porque, tal como lo explica el católico C. S. Mosna en su trabajo doctoral, fue la iglesia católica la que "influyó en la decisión de Constantino de hacer del domingo un día de reposo para todo el imperio, y esto indudablemente fue para darle al día del Señor un lugar preeminente sobre los otros días". Es por esto que la iglesia católica "puede reclamar el honor de haber garantizado al hombre una pausa en su trabajo cada siete días".
De manera que está más que probado que fue la iglesia católica, y no los apóstoles, la responsable de haber sustituido al sábado bíblico por el domingo pagano como día de reposo.
En cuanto a los cristianos que guardaban el domingo desde el segundo siglo, eso no demuestra que el domingo sea el verdadero día de reposo. Al contrario, lo que hace es ratificar que la apostasía predicha se estaba cumpliendo. Pablo demuestra que los cristianos de Galacia estaban enseñando herejías como la autojustificación por obras. Él los llama "insensatos" (Gál. 3:1). Aunque eran cristianos verdaderos, se habían alejado de la doctrina cristiana original apenas unos diez años después de haberla recibido. Las cartas dirigidas a las siete congregaciones del Asia Menor remitidas por medio del apóstol Juan demuestra además que diferentes herejías estaban abrumando a la comunidad cristiana primitiva. Si eso ocurría con la doctrina en presencia de los apóstoles, ¿qué no podía ocurrir después de la muerte de ellos?
En las catacumbas, donde se refugiaron los cristianos del imperio Romano durante los siglos II y III, se aprecia una iconografía que habla de un verdadero culto a la imagen de María, lo cual revela que "estaba difundida esta devoción a la Virgen".
A pesar de que la sola idea de dar "devoción" a María pueda causar hoy horror a los protestantes, es un hecho incuestionable que los cristianos de los primeros siglos se estaban apartando del segundo mandamiento, que prohíbe el culto a las imágenes, así como del cuarto, que ordena el reposo del sábado. Por eso, si se quiere vindicar la celebración del domingo en razón de que los cristianos de los primeros siglos así lo hicieron, habría que validar también el culto a las imágenes, así como otras doctrinas no menos paganas que fueron infiltrándose en la iglesia desde los tiempos de los apóstoles.
En el siguiente artículo también nos muestra como fue posible que la Roma Pagana se convirtiera en la Roma Papal.
“La herejía o el alejamiento de la religión nacional, era considerado como traición. La conformidad religiosa era vista como algo esencial para la preservación del Estado.
En el Imperio Romano con su religión estatal que se centraba en la adoración del Emperador, diferentes religiones pudieron continuar su existencia, a condición de que sus adherentes simplemente reconocieran al Emperador como su Señor. [Como todos los paganos eran politeístas, esto no presentó ningún problema, excepto para los judíos, quienes eran monoteístas. Roma los hizo la única excepción por causa de la gran consternación y tumulto en Judea.] Durante los primeros tres siglos, los cristianos fueron enfrentados con esta prueba de lealtad; para ellos, una prueba religiosa. Les pusieron como requisito quemar un trozo de incienso en el santuario del Emperador (ante su insignia o imagen) y declarar “César es Señor”. Tal cosa era un medio para mantener la lealtad de los ciudadanos, pero esto no lo podían hacer los cristianos porque “Cristo es Señor”. Aunque ellos eran buenos ciudadanos, pagaban sus impuestos y eran leales al gobierno en todas las esferas, fueron perseguidos como “ateos y traidores al Estado”. Así era la vida y la muerte en una sociedad sacralista o monolítica.
El segundo principio fue el surgimiento del eclesiasticismo en las iglesias que habían crecido degeneradas y mundanas. De pastores y obispos locales, surgieron obispos parroquiales, luego obispos monárquicos y finalmente obispos metropolitanos, quienes gobernaban sobre amplias áreas geográficas. Esta estructura eclesiástica se uniría al Estado bajo Constantino y sería asimilada en el antiguo sistema pagano y sacralista del Estado Romano.
El cristianismo pre-constantiniano ya se había alejado mucho del patrón del Nuevo Testamento, debido al principio del eclesiasticismo y el error fatal de la regeneración bautismal. Este segmento apóstata del cristianismo (desviado cada vez más de la multitud de iglesias neotestamentarias que continuaron existiendo) estaba ahora preparado para fusionarse con el Estado sacralista de Roma.
Constantino el Grande (274-337) venció a los otros dos hombres del Triunvirato (Maxentius y Licinius) para llegar a ser el único Emperador. El reclamó la victoria por la señal de una cruz (Hoc signo vences - por este signo vencerás) y en el nombre del Dios de los cristianos.
[Históricamente, parece evidente que esto fue un astuto movimiento político de su parte al unir las fuerzas del cristianismo a sus filas. Sus adversarios ya habían tratado de respaldarse en sus antiguos dioses romanos, y así Constantino no podía esperar obtener apoyo ni de ellos (los dioses), ni de la gente.] En el año 313 D.C. (El Edicto de Milán) él dio al cristianismo una posición legal (permitió la existencia del cristianismo dentro del Imperio). Del año 316 al año 321 D.C. él trató de armonizar a las facciones conflictivas dentro del cristianismo por medio de su poder oficial. El personalmente presidió el Concilio de Nicea en el año 325 D.C. (la Controversia Arriana). Durante este tiempo Constantino todavía retenía su título oficial de
“Pontifex Maximus”, o Gran Sacerdote del Culto Romano (el título que ahora asume el Papa de Roma). El sistema religioso apóstata, caracterizado por el eclesiasticismo y la herejía de la regeneración bautismal, era ahora la iglesia del Imperio Romano.
Este “cambio constantiniano” provocó una contradicción en el uso de las palabras, un “sacralismo cristiano”. El cristianismo era para una sociedad mezclada, con la iglesia neotestamentaria como una entidad separada y diferente que se distinguía por características espirituales.
Tenía el propósito de ser una sociedad de creyentes en medio de una sociedad incrédula. El sistema apóstata eclesiástico se desvió para adoptar una mentalidad precristiana y así perdió toda característica del Nuevo Testamento. El poder de la iglesia ya no era espiritual, sino más bien, político, civil y militar. Esta iglesia apóstata ahora poseía dos “espadas”, la “espada del Espíritu” (supuestamente) y la espada del magistrado civil. Este sistema había renunciado a las armas espirituales sustituyéndolas por carnales. Los resultados de este “cambio constantiniano” eran tres: Primero, aparte de la iglesia apóstata existía un gran número de iglesias neotestamentarias, las cuales eran ahora consideradas heréticas y sujetas a persecución por parte de las Iglesias- Estatales. Estas iglesias mantenían las características neotestamentarias de una membresía regenerada, el bautismo de creyentes, y la conversión personal; negando la impía alianza entre la Iglesia y el Estado. Segundo, el magistrado civil ahora era visto como un
oficial en la iglesia, un legítimo constituyente (miembro) del “Cuerpo de Cristo”, el brazo secular llevaba la espada de acero para imponer la autoridad de la “verdad”.
Tercero, el principio de coerción nació sobre la premisa de un “sacralismo cristiano”. El cristianismo del Nuevo Testamento estaba basado en el efectivo poder del Espíritu que potencia la predicación del evangelio, el poder regenerador del Espíritu Santo y la fuerza moral de la oración, la Escritura y las vidas piadosas, para efectuar la conversión de los hombres y para mantener una influencia preservadora en la sociedad. La verdad tenía que ser aceptada voluntariamente por la convicción y la fe personal.
El principio constantiniano trajo la coerción. Esto se nota gráficamente en la filosofía de Agustín (354-430 D.C.).
El fue un gran “padre” de la iglesia, un campeón de la gracia de Dios, pero también él fue un completo constantiniano. En sus debates en contra de los Donatistas él usaba la parábola de la cena y el siervo (Lc.14:23), para enseñar que los hombres deben ser forzados a recibir la verdad de la Iglesia Católica para su propio bien. El declaró que en el tiempo de los apóstoles, el cristianismo todavía no había recibido su poder completo y era incapaz de retener a algunos de sus seguidores (Jn.6:65-69), pero ahora que poseía el poder del Estado, podría “forzar” a los hombres a venir a su redil: "... en el tiempo en que la iglesia empezaba a crecer de la nueva semilla plantada este dicho no había tenido cumplimiento, “Todos los reyes se inclinarán ante él y todas las naciones le servirán”.
Esto está en proporción al cumplimiento más grande de esta profecía de que la iglesia ahora ejerce gran poder para que ahora ella no sólo invite sino obligue a los hombres a abrazar lo que es bueno". (Augustín, Carta Donatus, número 173, “The Nicean and Postnicean Fathers”, St Augustine, Vol. I, pp.546-547). Puesto que la salvación se consideraba como “dentro de la iglesia” y no fuera o separada de ella, el forzar a los hombres a entrar en la iglesia era la “salvación” de ellos, su propio bien. Esta filosofía sacralista no era diferente a cualquier sistema totalitario moderno (como el Nazismo, el Comunismo, etc.). El Papa Pelagius en el año 553 declaró: "...para forzar a los herejes y cismáticos, la iglesia posee el arma secular, para obligar en caso de que los hombres no puedan ser convencidos por argumentos razonables" (Leonard Verduin, “The Reformers and Their Stepchildren”, P.71)
La costumbre de quemar a los herejes fue el producto de esta filosofía. Esta práctica impía y bárbara fue el resultado de alegorizar los versículos de Juan 15:1- 6 y aplicar los símbolos a la iglesia. Si una persona era obstinada a pesar de todos los esfuerzos de la iglesia, ella tenía que ser entregada al arma secular, el magistrado civil para ser quemada.
De esta forma el “cambio constantiniano” produjo una iglesia estatal híbrida con una mentalidad precristiana, una “iglesia” que sólo podía administrar la salvación mediante su sacerdotalismo (es decir, la manipulación de los sacramentos por un sacerdote, como por ejemplo en la regeneración bautismal, etc.), un sistema eclesiástico cuya estructura se iguala a la del Estado. Este sistema tenía el poder de obligar a los hombres y bajo pena de muerte, traerlos a su dominio totalitario. En la historia subsiguiente mientras que el poder político de Roma se debilitaba, la Roma eclesiástica surgía para tomar su lugar, hasta que el poder papal en el siglo octavo pudo coronar o destronar a reyes. A través de la era medieval este principio constantiniano sería la base para la muerte de incalculables millones de creyentes neotestamentarios, quienes se atrevieron a permanecer fieles a Dios.
Este sistema ilegítimo enviaría a los ejércitos a aplastar las fortalezas del cristianismo neotestamentario en el Piedmont y en la costa sur de Francia. Desde Polonia hasta el Mar Negro, desde Africa hasta Inglaterra. Los temidos ejércitos de la Roma eclesiástica traerían la inquisición, el sufrimiento, y la muerte en el Nombre de Dios. ¡Tal era la naturaleza del constantinianismo y el poder religioso totalitario!” W. R. Downing. (Pastor bautista)
Bendiciones.
Luego todo Israel será salvo.