Comentario de Sermon Bibli dice respeto a ese versículo;
1 Corintios 15:28
Y cuando todo haya quedado sometido a Cristo, entonces Cristo mismo, que es el Hijo, se someterá a Dios, que es quien sometió a él todas las cosas. Así, Dios será todo en todo.
Nuestras Relaciones con Cristo en la Vida Futura.
I. Al avanzar hacia la vida futura, tanto parece estar determinado que allí conoceremos a Dios inalterablemente y para siempre como Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu. Por lo tanto, el Hijo, tal como se descubre en la Trinidad, por supuesto, nunca se fusionará, ni se perderá de vista, ni en tal sentido se le someterá. ¿Cómo, entonces, debemos entender al Apóstol cuando testifica que el Hijo estará sujeto o se retirará de la vista? Habla claramente del Hijo encarnado, o exteriorizado en la carne, visible externamente y en forma humana, y conocido como el Hijo de María. Es Él quien, después de haber reinado externamente, puesto todas las cosas bajo sus pies, a su vez se someterá también Él mismo, para que Dios sea todo en todo, y las maquinarias hasta entonces visibles vuelvan para siempre a ser como antes del advenimiento.
II. La Trinidad, entonces, como la concibe Pablo, permanecerá, pero la filiación mortal, el hombre, desaparecerá y dejará de ser visible. Y no nos apresuremos a rechazar esto. Quizás nos hayamos estado prometiendo una felicidad en el mundo futuro, compuesta casi en su totalidad por el hecho de que estaremos con Cristo en su forma humana y personal, y hayamos usado esta esperanza para alimentar nuestros anhelos, al margen de toda relación superior con su filiación eterna. Nuestras relaciones con Cristo en la vida futura deben ser relaciones con Dios en Cristo y nunca con Jesús en Cristo. Se centran en la Deidad trina, y especialmente en el Verbo o Hijo Eterno, quien está representado temporalmente en la persona de Jesús. Pero cuando venga lo perfecto, lo que es en parte será quitado. Cristo permanecerá porque el Hijo Eterno está en él, pero Jesús, la parte humana, será sometido o quitado, porque todo lo que él pudo hacer por nosotros en la revelación de Dios ya está hecho. Allá atrás, bajo ese velo, está el Hijo de María, el Niño de su pesebre, el Sanador que anduvo a pie y durmió descubierto junto a los caminos y en las montañas, Aquel que se doblegó al sufrimiento, Aquel que podía ser odiado y morir; todo esto lo es Él arriba, como se nos caracteriza por lo que era abajo, de ninguna manera exaltado por encima de ello, sino más bien por ello, para siempre. Ido como Jesús, también como Cristo bajo el tiempo, Él es sin embargo el Hijo Eterno, eternamente cristificado por su historia mortal; de modo que lo contemplamos eternizado como nuestro Cristo, y lo oímos decir, por así decirlo, desde su humanidad: «Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el que es, el que era y el que ha de venir». Es como si el Cristo que amábamos fuera visible en todas sus queridas humanidades, aunque solo queda la Trinidad.