En la actualidad están en vigencia dos pactos, la ley y la gracia.No vemos en los Evangelios que Jesús haya abolido la circuncisión, ni la observancia del sábado, ni mandamiento alguno que su Padre había ordenado.
Cuando sanó, pidió a quienes había sanado que se presentaran ante el sacerdote para hacer su rito de purificación.
Jesús guardaba las fiestas que su Padre había enseñado a través de Moisés.
Es más, Jesús nunca advirtió a su discípulos que dejarían de ofrecerse sacrificios para expiación de los pecados tras su muerte. Habló de su sacrificio, habló de la destrucción del Templo, pero no dijo que dejarían de ofrecerse.
La única vez que Jesús habló de dar un mandamiento "nuevo", fue cuando nos pidió amarnos los unos a los otros (Jn 13:34)
Pero como leemos en 1 Juan 2:7-11, este no era un mandamiento realmente nuevo, sino antiguo. Está en la Torah misma.
Por eso, cada vez que se le acusó a Jesús de querer quitar la Ley de Moisés, o de violarla, Jesús refutó tal acusación.
A Jesús lo que le preocupaba era darle el verdadero significado a la Ley. Ejemplificar cómo se cumplía.
Quería que distinguiéramos entre la esencia espiritual, interna de los mandamientos, y la observación externa.
Cuando podemos hacer tal distinción, entonces podemos con mayor facilidad cambiar rituales que ya no sirven y substituirlos por otros nuevos.
Quienes determinaron que no era necesario que se guardara la Ley de Moisés fueron los apóstoles, no Jesús. Y tal exención era pensando en los gentiles. Nunca prohibieron a los judíos conversos que se circuncidaran si así lo deseaban, o que siguieran absteniéndose del cerdo si así lo deseaban. Lo que condenaron fue imponer tales observancias como requisito para aceptar a Cristo, y creer que tales observancias, por sí mismas, los ponían en situación mejor ante Dios.
Para Pablo, como para los demás apóstoles, los rituales externos de la Ley de Moisés no son malos, sino irrelevantes. Lo importante es el amor con que se hacen las cosas. Notemos como Pablo no condena la circuncisión, sino el creer que la circuncisión por sí misma, como acto externo, nos hace justos ante Dios.
Porque lo exterior no hace judío a nadie, y estar circuncidado no es una señal externa solamente. El verdadero judío lo es en su interior, y la circuncisión no es la literal sino la espiritual, la del corazón. El que es judío de esta manera es aprobado, no por los hombres, sino por Dios. (Rom 2:28,29)
Porque en Cristo Jesús nada valen la circuncisión ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor. (Gál 5:6)
Y la gracia no es para darle un verdadero significado a la ley, la ley y la gracia son dos cosas muy diferentes. el pacto de la ley es el esfuerzo propio y el otro pacto, la gracia, es el Espíritu. para entrar al nuevo pacto tienes que morir a la ley y ser liberado de ella.
Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra. Romanos 7:6