84 Cuando mi Reino penetre en todos los corazones y su influencia divina invada los caminos y las sendas todas de los hombres, volverá esta Humanidad a sentir la beatitud, la paz que los primeros moradores de esta Tierra experimentaron en sí mismos y dirán los hombres de aquellos tiempos: -¡El Paraíso vuelve! ¡El Paraíso se acerca nuevamente anosotros!
85 Ese paraíso no es otra cosa que el Reino de los Reinos; el paraíso que habitaron vuestros primeros padres no estaba fuera de ellos, estaba dentro de ellos mismos. En su espíritu llevaron el paraíso que no era otra cosa que la paz de mi Espíritu, la paz de mi Reino, porque antes de que ellos despertaran para el mundo, siendo espíritus encarnados, hacían obras con cierta pureza.
86 Pero el Padre os pregunta: ¿Creéis vosotros que el Padre estuviera satisfecho con esa pureza de aquellas primeras criaturas, pureza que provenía de su inocencia y de su falta de saber? No, pueblo amado. Por medio de aquella inocencia el Padre no podía ser conocido por Sus hijos, no podía ser comprendido ni amado, no podía ser valorado ninguno de Sus atributos divinos.
87 No podía el Padre llenarse de gloriosa satisfacción si no contemplaba méritos en sus propios hijos y es por eso que el Creador dispuso que la carne revelara al hombre los secretos de la vida humana, pero al mismo tiempo permitió que el espíritu le revelase a la carne, por medio de la intuición, la existencia del Padre Creador.
Y ante la debilidad de la carne estaba la fortaleza del espíritu, presidida siempre por la luz de la conciencia, en la cual está mi ojo, está mi balanza, está mi voz.
88 En el instante en que el espíritu despertó para la vida humana, antepuso el llamado de la carne a la voz de la conciencia y a la revelación de ella, y el hombre renunció así a llevar una vida espiritualizada; en esa circunstancia comenzó el crisol, la lucha, las necesidades, el dolor, como las consecuencias o el resultado de todos los pensamientos, de todas las palabras y de todas las acciones.
89 Así entonces comenzó el desarrollo del espíritu a través del dolor y de las facultades humanas también, y aquella paz, aquel bienestar incomprensible, aquella beatitud que el espíritu experimentara en medio de su inocencia, fue desapareciendo a medida que la lucha, las necesidades, el trabajo y el arduo desarrollo del espíritu y la carne fueron siendo en el hombre.
Y el hombre se sorprendió de no encontrar ya aquella tierra de bendiciones, que bien conocía y a la que después no podía hallar.
90 ¿Dónde había quedado aquel jardín ameno, aquel edén que era el paraíso de las delicias, de la bienandanza, del bienestar y la inocencia? Se había elevado el Padre y había quedado solamente un átomo de paz, una chispa de luz y una conciencia para alumbrar la senda del hombre a través de su larga jornada.
91 Por eso en vano buscan los hombres aquel jardín; en vano los hombres han cruzado por distintos lugares en busca del paraíso y no lo han encontrado, porque el Paraíso nunca ha estado en esta Tierra, ha estado en el espíritu, en el corazón de los hombres.
92 Pero hoy os digo: El paraíso que poseyeron vuestros primeros padres por virtud de la inocencia, vosotros lo recobraréis por virtud de los méritos y de la conciencia.
93 Ya sabéis, discípulos del Señor, lo que es aquel paraíso que para unos ha sido solamente una figura o una parábola, para otros una leyenda y para muchos, algo sin valor.
94 El Paraíso existió, existe y persistirá en la eternidad. Y en todos los tiempos ese paraíso, que es el Reino del Padre, se ha acercado a los corazones que le buscan, a los espíritus que se elevan en pos de ese Reino, a los espíritus que abren sus puertas para recibir la influencia, el ambiente, la beatitud de aquel Reino.