UNA VACUNA CONTRA LA DESINFORMACIÓN
“La información falsa abunda en las redes sociales. Nadie sabe quién crea estos mensajes falsos ni por qué lo hace. Este fenómeno de engaño deliberado es objeto de estudio para los científicos sociales, ya que representa una amenaza creciente.
Hay muchísimos ejemplos de este tipo de información, y aunque desde principios de este año parece ser un fenómeno relacionado con la pandemia, con rumores del virus como arma biológica hasta informes engañosos sobre una cura milagrosa que los médicos no quieren contarnos… todos sabemos que la información falsa existe desde antes, incluso de las redes sociales.
Claro está, que con los avances tecnológicos la desinformación tiene alcances nunca vistos. Ahora no sólo son chismes de vecinos, rumores o presagios, sino que incluyen esfuerzos de alto perfil como la negación del cambio climático, los movimientos antivacunas, el terraplanismo, entre muchos más.
¿Por qué es preocupante? Todos tenemos el derecho de creer en lo que queramos, el problema es el riesgo de que podamos usar la información falsa como base para la toma de decisiones. Lo que nos pone en peligro y arrastramos a otros. Con lo que consecuentemente, es difícil transitar una mejor calidad de vida comunitaria.
Obviamente, como todo lo que tiene que ver con la condición humana, no toda la información falsa, desinformación o fake news tiene un origen desconocido o potencialmente psicopático. Los expertos han encontrado que mucha es simplemente errónea, incluso generada o compartida de buena fe, aunque también, otro tanto se formula específicamente con la intención de engañar.
Sea cual sea el origen y su fin último, detenerla una vez aceptada por su público meta parecer una batalla perdida. Investigadores, compañías tecnológicas, periodistas y verificadores de datos han tratado de desacreditar la información errónea durante años. Facebook, YouTube, Google y otros gigantes de la información retiran constantemente información falsa de sus plataformas, amonestando a los que la comparten… Pero la información falsa sigue fluyendo.
Las y los investigadores del tema, han descubierto que “desengañar” no es tan simple como proporcionar a las personas la información correcta y esperar que suplante las creencias falsas. No, no es como ese juego de niños “encantados”, no basta con tocar con una pelota de información verdadera para informar correctamente, por varias razones.
La primera y más profunda es que una vez que estamos convencidos de que lo que creemos es cierto ¿Qué hacemos si alguien nos dice que estamos equivocados? Seguro pensarás que depende de muchas cosas: quién, cuándo y cómo nos lo dice, y cuáles son sus argumentos. Pero la verdad, es que hay creencias muy difíciles de replantear. Para nuestra mente, es como extraer una parte importante de la comprensión de cómo funciona el mundo.
Todos nos hemos enfrascado en más de una discusión defendiendo nuestras creencias. Sabemos el desgaste emocional que conlleva y lo infértil que puede ser. Aun así, la lucha contra la desinformación no es inútil.
La clave es encontrar una efectiva de hacerlo. Algunos investigadores han obtenido resultados prometedores, aunque preliminares, para buscar la “vacuna” de la desinformación a partir de juegos de entrenamiento. Otros están observando los mecanismos mentales de las personas que han recibido un mensaje falso. Aunque aún hay pocos estudios, si hay progreso que podemos empezar a aplicar. Además, conforme se conozca más cómo reaccionamos, aceptamos y decidimos propagar estas noticias, podrían implementarse estrategias a gran escala para retrasar o incluso anular las cadenas de transmisión de la desinformación.
Actualmente se han identificado al menos tres factores clave de cómo absorbemos la información, cómo se forman nuestras creencias y se modifican nuestros comportamientos a partir de la información que recibimos, aunque esta no sea verdadera.
El primer factor es el contagio social, es decir, la tendencia que tenemos de pensar y actuar como nuestros amigos y familiares. Los investigadores han documentado durante mucho tiempo el efecto de estos vínculos sobre el tabaquismo, la obesidad y otros comportamientos.
Varios experimentos sociales sugieren que adoptamos comportamientos solo después del refuerzo de varias personas, y a partir de lo que pensamos de esas personas o grupo social que defienden o no una creencia o comportamiento. Este fenómeno es mucho más complejo de lo que se lee, pero las investigaciones van descubriendo más mecanismos de cómo funciona.
Otro factor clave es que para que aceptemos una información falsa como verdadera tiene que hacer clic con nosotros. Pueden ser especialmente poderosas cuando evocan nuestras emociones negativas como el miedo, la ira o el asco. Pero también cuando van acompañadas de sentimientos paliativos como la esperanza o evocan nuestras creencias espirituales. Así es como todas las curas falsas, pero aparentemente milagrosas, para las enfermedades que más tememos se hacen populares.
Los hechos científicos y estadísticas reales, no se extienden de la misma forma, porque difícilmente se les relaciona con aspectos personales. Y esto tiene que ver con el tercer factor: nuestra visión del mundo.
Todos tenemos cultura, conocimiento, creencias y experiencias de la vida que conforman nuestra historia personal. Estas historias, son la razón por la cual la verificación de hechos y la desacreditación de información dudosa pueden no ser útiles para todos.
Cualquier tipo de intento directo de decir: “esto no es así, verifica tu información” no funciona, porque no nos gusta escuchar que podemos estar equivocados o peor aún, que nuestro querido abuelo lo estuvo o nuestra hija (una brillante profesionista) lo está. El sólo hecho de que se nos señale el posible error, así sea de la manera más amable, nos ofende. Sobre todo si la fuente de la información (aunque no sea una fuente primaria) tiene un vínculo emocional con nosotros, como lo hemos ejemplificado.
Un ejemplo que involucra los tres aspectos mencionados: en un grupo escolar se comparte una imagen sin fuente que contiene información sobre que los cubrebocas han asfixiado a una niña de 11 años, la imagen contiene en viñetas porqué un cubrebocas es peligroso, la foto de una pequeña con un moño negro en la esquina indicando el luto, y pide en un mensaje que cuidemos a nuestros hijos y que no usemos cubrebocas. Además la persona que lo compartió coloca un mensaje que dice “cuidémonos todos, bendiciones”. La reacción inmediata del grupo de padres es agradecer, y reforzar la información falsa, porque seguramente le ha pasado lo mismo a un conocido de un conocido.
Entonces otra persona coloca un mensaje que dice “Antes de hacer caso a ese mensaje, verifiquen la información y pidan la opinión de un profesional de la salud. El uso del cubrebocas es una medida preventiva y además hay muchísimos modelos. Tengan cuidado con la información que comparten.” Este mensaje es recibido con ánimos negativos y se toma como una ofensa a la persona que compartió la información errónea, porque la desacredita.
Una corrección que contradice una narrativa conmovedora (ya que todos en ese grupo tienen hijos de la edad de la niña y miedo a que les pase algo así) puede ser contraproducente y hacer que las personas se aferren a la información original con más fuerza que nunca. Y la resistencia a la verificación de hechos puede volverse especialmente fuerte cuando la ideología está involucrada. Aunque en este caso las dos personas que protagonizan los mensajes esté bienintencionadas con su comunidad, la primera información es errónea y peligrosa.
Las personas tendemos a pensar irracionalmente que no mantener nuestros puntos de vista nos arriesga a perder estatus en nuestros círculos social. Una discusión sobre creencias puede no buscar dar con la verdad y tener como único fin convencer al otro. Finalmente, no es totalmente inútil sugerir la verificación de hechos, en el ejemplo, se espera que varios de los hayan verificado su información y tomado la mejor decisión.
Ahora nosotros podemos tener en cuenta el contagio social, como nos conecta lo que se dice y nuestra visión del mundo, quizás podemos generar nuestras propias estrategias para protegernos contra la desinformación. Y por lo tanto, tomar mejores decisiones en nuestra vida diaria.
A nadie nos gusta ser engañado por noticias falsas, y debemos tener en cuenta que si hay personas que intentan engañarnos. Siempre habrá personas que van a creer firmemente estas noticias falsas, no pierdas tu energía tratando de cambiarlas. Pero si nosotros dejamos de compartir las noticias de dudosa procedencia podemos impedir que lleguen a estas personas, con lo que generamos un bien social.
Con la pandemia de COVID-19 todavía en curso, existe una necesidad de ser especialmente críticos con la información errónea. Ya sea que se trate de una cura falsa, afirmaciones de que altas dosis de vitamina C, miel y plata coloidal curarán el coronavirus o que no usemos el cubrebocas. Una opción que tenemos es identificar las emociones a las que se alude ¿Juegan con nuestros miedos?, ¿Son sensacionalistas?, ¿Dan esperanzas sin fundamentos reales?, ¿No tienen fuente o la fuente no se puede verificar?.
Sin embargo, más que nuestra capacidad crítica, la mejor vacuna contra la información falsa, es reconocer que todos podemos cometer errores y hemos compartido información errónea en algún momento, aunque haya sido de buena fe. No importa nuestro grado escolar, ni nuestro estatus social, o nuestra edad, grado de responsabilidad, todos podemos desinformar, pero también podemos modificar nuestras creencias a partir de la búsqueda de la verdad.
Información con Ciencia para Oliva Noticias Multimedios
Gladis Yañez y Rodrigo López, de Sábados en la Ciencia
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