Un SEMANARIO de lo propio y ajeno con algo de sal, pimienta y una pizca de curry.

Asimismo, como sucedió en los días de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, sembraban, construían; 29pero el día que Lot salió de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo y acabó con todos. 30Así sucederá el día que se revele el Hijo del hombre. 31Aquel día, el que esté en la azotea y tenga sus cosas en casa no baje a recogerlas; igualmente, el que esté en el campo, no vuelva atrás. 32Acordaos de la mujer de Lot. 33El que pretenda guardar su vida, la perderá; y el que la pierda, la recobrará. (Lucas 17)

Pero no lo recibieron, porque su aspecto era el de uno que caminaba hacia Jerusalén. 54Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le dijeron: «Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo que acabe con ellos?». 55Él se volvió y los regañó. 56Y se encaminaron hacia otra aldea. (Lucas 9)


Yo insisto mucho en cómo Jesús nos transmitía el conocimiento de Dios Padre, con mucha precaución nos dejó a los futuros lectores del Evangelio un montón de pistas para discernir las acciones de Dios Padre o las acciones de la naturaleza, porque los hebreos asociaban absolutamente todo con Dios, fueran truenos, rayos o relámpagos, volcanes o terremotos, todo era acción de Dios, y eso provoca una injusta atribución de "delitos" o "justicia", según se mire.

Hoy hay millones de razones para exterminar poblaciones enteras, también hubo millones de razones para exterminarlas antes de Jesucristo y sin embargo no sucedió. ¿Qué clase de Justicia es aquella que extermina solamente un par de ciudades o un valle y deja al resto de malvados sin el justo castigo?
Al menos en el Diluvio se aplicó "tabula rasa" y exterminio total salvo una familia justa.

Jesús nos enseña a discernir y a ponernos a salvo cuando las señales sean claras, véase Pompeya por ejemplo: los historiadores narran que la población ignoró muchísimas señales como nos pasa ahora con el cambio climático. Yo estoy realmente asustado de que no nos tomemos en serio lo que está aconteciendo, y lo que es peor, lo neguemos por pura ideología. No me podré poner a salvo físicamente como sugiere Jesús, pero al menos espiritualmente quiero estar tranquilo si esto sigue evolucionando de la manera en que lo hace, hice lo que tenía que hacer, y proclamé la verdad de algo sin cortarme un pelo.

Hay esperanza, pero al ritmo que vamos no lo veo demasiado claro eso de poder revertir los efectos sin grandes catástrofes.

El fuego de Dios llegará a tu vida, como ha llegado a la mía. Esto es porque Dios te ama tanto como a mí. Si no lo aceptas y lo abrazas, el resultado será estancamiento espiritual como le sucedió a la mujer de lot, lo cuál es peor que el fuego purificador. Ojalá fuera de otro modo. Ojalá pudiera darte otras noticias.

La Cruz es el "fuego de Dios" que todo lo alcanza, alcanza todos los rincones del corazón, particularmente nuestra doblez y nuestra maldad. Algún día el fuego interior de Dios se hará visible, pues esta tierra y este cosmos está destinado al fuego, que es otra forma de decir que el fuego interior se manifestará "por fuera" y "todo ojo verá" lo que hasta entonces sólo se manifestaba por dentro.

Estas señales en Sodoma y Gomorra, así como muchas otras señales que Dios hizo, fueron "para nuestra enseñanza". Es decir, era símbolos de una acción divina interior, la acción de Dios en el corazón, a la cual debemos someternos.

Amor para ti,
Ibero
 

La FE (XVI)

Después de la inminente promesa de Isaac y la destrucción del mal, Abraham viaja hacia el sur habitando como peregrino en tierra de filisteos, el “reino de Gerar”, uno de los futuros archienemigos de Israel. A pesar de la promesa de Isaac, Abraham mantiene su vida errante en una tierra prometida llena de enemigos más numerosos y fuertes que él… y de los que seguía teniendo miedo. El miedo parece un enemigo constante e invisible en la vida errante. Por miedo a perder la vida, Abraham actuó igual que antes con los egipcios y aseguró que era su hermana (y ella también dijo que Abraham era su hermano) sin declarar que también eran marido y mujer. El rey de Gerar se prendó inmediatamente de Sarah. La anciana estéril poseía una belleza irresistible, una realeza embriagadora, una eterna lozanía adherida a su piel, una esencia que la hacía una Diosa entre los dioses. Igual que en Egipto, el rey de toda aquella zona se llevó hipnotizado a aquella “anciana” de 90 años a su casa para tomarla como esposa, y antes de tomarla Dios le avisó en un sueño para decirle que «era hombre muerto», y su familia «también». El rey se defiende diciendo que es inocente porque no sabía nada y Dios le dice que lo sabe y que además ha impedido que hiciera nada, pero le advierte que devuelva la mujer a su marido o que todos morirán. Abimelec, lleno de auténtico espanto, madrugó y llamó a todos sus siervos y les contó todo esto en privado, quienes también se llenaron del mismo espanto que su rey.

¡Mandó llamar a Abraham y le imputó como «enorme pecado» que no le dijera nada! Un rey incircunciso que gobernaba «sin temor de Elohim» queda lleno del temor reverente de Dios y habla de lo que a él le parecía un «enorme pecado». ¡Asombroso! El rey le ofrece una suma importante de dinero a Abraham, y un rebaño, y una vacada, y siervos y siervas… vamos, le riega de riquezas como muestra de su horror y, al contrario que hizo Faraón, le invita a vivir donde quiera dentro de los confines de su reino. También amonesta a Sarah por no decir que Abraham era su marido: «¡Di la verdad en todo!». Parece más un consejo paternal que un reproche, algo asombroso viniendo de un rey a quien se le ha arrebatado el deseo de sus ojos. Los reyes no suelen hacer estas cosas, más bien te lo quitan todo, te matan y después se ríen de ti.

El asunto de Sarah va más allá de todo lo expresable e imaginable. En el matrimonio, el hombre representa a Dios y la mujer a Su amada; la monogamia proviene de aquí y no de los bajos pulsos del ser humano. Sarah representa la Esposa y Dios aplicará Su celo para defender aquello que le pertenece. Si caminas en el camino de la fe, estés donde estés y vayas donde vayas; sin importar qué religión, gente malvada o situaciones imposibles se interpongan entre Dios y esta Amada Suya, Él va a defenderla e incluso usará a incircuncisos como voceros de Su voluntad monogámica.

Abraham oró a su Amigo y Dios sanó a Abimelec, a su mujer y siervas, sobre quienes ya había ejecutado un juicio de total esterilidad.

Este asunto de la Iglesia que representa Sarah parece algo muy, muy serio.


Amor,
Ibero
 
Última edición:
El fuego de Dios llegará a tu vida, como ha llegado a la mía. Esto es porque Dios te ama tanto como a mí.
Ahora te entiendo mucho mejor, mis disculpas por haberte leído superficialmente.

En 2022 viví ese Fuego que abrasa el alma de principio a fin y reveló el valor infinito y propósito de mi vida terrenal.

Pude morir para renacer y dejar obrar al que me forjó de la nada y me hizo existente para vivir en su Voluntad y su Gracia.

En 2024 por fin me terminé de convertir tras reconocer arrepentido mi impotencia ante mi lado más oscuro, y así se obró lo más difícil: verme en el Espejo del dolor más profundo e hiriente. Ahora "solamente" me queda abandonarme más y más hasta que (así lo presiento) ya no sea yo quien vive, sino Cristo en mi, como deberia ser la meta de todo creyente: resucitarlo en nuestra vida.

Por eso hace poco entendí por fin el significado del Fuego bíblico. Llevo tres años desde el Encuentro y espero seguir avanzando con firmeza. Un abrazo y perdón de nuevo.
 
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La FE (XVII)


Nos dicen (no sabemos si antes o después de dirigirse al sur), que «Dios visitó a Sarah» y que concibió y dio a luz. El texto es muy escueto, como si esta concepción y parto milagroso fuera cosa muy personal y reservada, manteniendo todo el proceso en un mutismo silencioso y respetuoso. Los textos afirman que Isaac provenía de Abraham y de Sarah (por ej., Heb. 7:10, Gén 15:4, Gen 21:2). Esto quiere decir que Isaac no fue un ‘milagro implantado dentro de Sarah por arte de magia’ ni cosa parecida: fue concebido como todo niño con papá y mamá. Esto no puede significar otra cosa que Dios recuperó la libido de dos personas ancianas imposibilitadas de actividad sexual para que concibieran un hijo. Ambos recuperaron la pasión de su juventud. Los que se rieron al considerar su vejez frente a la promesa inalcanzable de un deleite fértil, volvieron a disfrutar de plena vida sexual en pareja como si fueran adolescentes. Conociendo a Dios, yo diría que experimentaron en su vejez mayor plenitud y satisfacción, mayor llenura y grandeza. Abraham concibió muchos hijos después de la muerte de Sarah, de donde inferimos que su vitalidad sufrió una metamorfosis importante a partir de los 99 años de edad, que es cuando nos dicen que ya estaba apagada (Rom 4:19).

Abraham llamó al niño Isaac (te vas a reír), le circuncidó al octavo día (de este “ocho” habría muchas cosas que comentar) y Sarah dijo, llena de inefable alegría: «Dios me ha hecho reír… y el que oiga mi historia reirá conmigo». Ah… Sarah, sí que lo hizo, pues yo ahora estoy medio llorando y riendo al mismo tiempo, así que tenías toda la razón.

Cuando el niño creció, le retiraron la leche materna y Abraham celebró este “pasito de madurez” por todo lo alto. Dio la casualidad que ese día Ismael e Isaac estaban jugando juntos e Ismael bromeaba con Isaac en tono burlón. El texto hebreo original no parece señalar que Ismael se burlara “expresamente” de Isaac y se puede entender también como un simple “juguetear” con él. Pero Sarah vio algo detrás, una actitud (o algo que escuchó) que fue suficiente para saber que no debían crecer juntos. No sabemos si es algo que dijo o cómo lo dijo (ni si esto ya había ocurrido antes), pero la actitud de Ismael impactó a Sarah hasta el punto de darse cuenta de que no había posibilidad de convivencia y debía ser expulsado de la familia. Sarah tuvo la visión de una incompatibilidad insoslayable que no era de índole familiar sino espiritual.

A Abraham también le pareció muy grave cuando Sarah le dijo que tenía que echar de su casa a su querido Ismael, su fuerte hijo primogénito. Recordemos que lo llegó a recibir como la “promesa” y lo quería. Pero Dios le habló claramente esa misma noche para que escuchara a Sarah «en todo lo que decía» y le prometió que cuidaría de Ismael «porque es tu simiente». Tanto confiaba Abraham en lo que Dios le hablaba que, por la mañana muy temprano, despidió a Agar e Ismael, les dio una mochila con agua y pan… ¡y les dijo adiós!



Amor,
Ibero
 

La FE (XVIII)

Esta rápida forma de obedecer ante una situación tan agria y dramática, este celo y visión del camino de la fe, nos demuestra que el padre de la fe tenía los ojos puestos en el cielo y no en la tierra. Él obedecía al Cielo, lo tenía por algo mucho más importante que sus sentimientos. Sin siervos, sin ganado, sin guía y sin ayuda ninguna, abandona a madre e hijo al cruel desierto sólo con lo más básico y escueto para sobrevivir unos pocos días. Abraham no actuaba así por casualidad, no lo hizo por odio o porque Sarah le diera estas instrucciones. Eran directrices interiores. Entendió que debía rechazar a su amado hijo y expulsarlo a aquellos áridos parajes solo con una mochila con mendrugos de pan y un poco de agua.

Y es que el camino de la fe confía en Dios, reposa en ese don, no en los auxilios naturales. Podemos ayudar al prójimo y entregarle dones, pero si no hemos entregado a Dios la prosperidad de ese auxilio, nuestra ayuda será vacía y vana. En este caso concreto, Abraham no solo entendió que no debía darles ningún dinero, sino que también sabía que los enviaba a una muerte segura a menos que Dios interviniese. Fue, por así decirlo, una confianza muy profunda en el Dios-de-la-fe.

Agar e Ismael vagan a solas por aquel árido secarral y se les acaba el agua, de tal forma que la madre puso al chico bajo un árbol y se sentó enfrente como a un tiro de arco de distancia para no verle morir deshidratado. La mujer llora y da voces de lamento; al mismo tiempo, el propio Ismael se humilla y clama a Dios dentro de sí, y Dios le escucha. Contesta su oración silenciosamente a través de la madre, a quien le dice que se levante y alce a Ismael tomándolo de la mano. La mujer lo hace y acertó a ver allí mismo una fuente de agua y dio de beber al joven. Después dice que Dios estaba con él, que creció en el desierto, que era muy diestro con el arco y que su propia madre le buscó una esposa egipcia. Ismael no parece que fuera tan hábil expresando sus sentimientos o conquistando mujeres. Puede que este “hombre-salvaje” incluso fuera muy tímido o muy asocial. Puede que este encuentro con Dios en su exilio cambiara para siempre la actitud burlona. ¡No sabemos! Pero sí sabemos que Agar a Ismael tuvieron que sufrir durante un tiempo una vida solitaria y triste.

Sabemos también que el Dios Redentor les asistió y siempre estuvo con ellos: los doce hijos de Ismael, “doce príncipes”, todavía viven a día de hoy y «practican en su mayoría el islamismo con un número aproximado entre 12 y 15 millones de descendientes distribuidos en 35 países». Dios cuidó de Ismael, tal y como prometió a Abraham… por amor al que andaba en el camino de la fe.

Todo cuanto rodea a Abraham… parece prosperar.



Amor,
Ibero
 
pero la actitud de Ismael impactó a Sarah hasta el punto de darse cuenta de que no había posibilidad de convivencia y debía ser expulsado de la familia. Sarah tuvo la visión de una incompatibilidad insoslayable que no era de índole familiar sino espiritual.
Ayer tuve una pequeña visión, debería haberlo escrito al momento, pero lo dejé pasar. A modo de resumen: vi a dos pueblos enfrentándose, pero en lo más profundo sabían que son hermanos y que viven bajo el mismo arco de la Vida como señal de una promesa de Dios para todas sus criaturas.

Más allá de ese Arcoíris los problemas se derretirán bajo el fuego del Sol, y allí le encontrarán omnipresente y expectante, dispuesto a abrazar a todos sus hijos dispersos, tanto los de Isaac y como los de Ismael.

Sarah mintió por la vida de Abrahán, a causa de la mentira sufrieron personas inocentes que creían en Dios, tanto es así que recibieron con claridad el mensaje divino y decidieron expulsar a Abrán y su mujer Saray colmados de bienes.

Dios nos quiere enseñar con la bendición de Ismael que todos los pueblos son fecundos y fruto de su Amor, que creemos en el mismo Dios bajo distintas banderas o entendimientos, pero que el trasfondo que rige todo es el de la Verdad anunciada en Cristo.
 
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Dios nos quiere enseñar con la bendición de Ismael que todos los pueblos son fecundos y fruto de su Amor, que creemos en el mismo Dios bajo distintas banderas o entendimientos, pero que el trasfondo que rige todo es el de la Verdad anunciada en Cristo.

Es cierto que hay muchas "formas" de entender a Dios y muchas "banderas" que reclaman su propia gloria. También es cierto que Dios bendice y castiga a los distintos pueblos, pero Él levantó una bandera en Sión... sólo una fructificación permanente:

José es retoño fructificador,
Hijo que hace fructificar,
Hijo mío, digno de imitar,
Renuevo vuelto a mí.

Gen 49:22

Pasando por alto los tiempos de ignorancia, Dios ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; por cuanto fijó un día en el cual va a juzgar a la humanidad con justicia, por medio del Varón que designó (Jesucristo), presentando garantía a todos al resucitarlo de entre los muertos.
Hch. 17:30

Si con tu boca confesaras a JESÚS como Señor y creyeras en tu corazón que DIOS lo resucitó de entre los muertos, serás salvo,
Rom 10:9

No hay 1000 banderas para salvación, sólo hay un Monte de Sión y un sólo pendón sobre ese "monte de salvación"... y los mil caminos que lleven hasta allí deben reducirse a UNO. Por eso el camino es "estrecho".

Amor,
Ibero
 
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La FE (XIX)


La biografía vuelve a hablarnos del soberano de esa “tierra filistea” donde Abraham ahora residía, el tal Abimelec. El rey y el general del ejército de ese reino se reúnen con Abraham y le dicen «Dios está contigo en todo lo que haces, así que prométeme por este Dios que no me engañarás y que harás misericordia conmigo y con la tierra en la que vives como forastero».

Esto no tiene ningún sentido.

Acuden a un anciano extranjero que no tiene interés en ser famoso, que nunca les ha amenazado porque, de hecho, no habla demasiado y no es un gran guerrero, que no destaca por nada, que apenas tiene descendientes y no tiene ejército, que vive errante en una tienda que monta y desmonta de vez en cuando… ¡y le piden clemencia como si fuera a ser el futuro gobernante de esa tierra! Le piden que no les engañe y que se apiade de ellos.

¿Qué noticias les llegaría a sus oídos? ¿Qué verían en Abraham? ¿Quizás llegaría a sus oídos la increíble historia de Sarah e Isaac? Abraham no hacía nada fuera de lo común aparte de ser fiel al camino de la fe, que en la práctica consistía en recorrer aquella tierra adonde Dios le había enviado. Simplemente vivía allí con sus rebaños, sus siervos y su familia, moviéndose de vez en cuando. ¡Era un tipo normal! ¿De qué manera viviría Abraham su vida privada, de qué forma tan honrosa y piadosa, para que Dios la exaltara de esta forma en público? ¿Cómo es posible que el rey de este lugar le rogara estas cosas?

Nada de esto tiene sentido si miramos la historia y nos negamos a introducir a Dios en la ecuación. Sin el auxilio divino, Abraham probablemente habría sido expulsado de allí, hubiera sucumbido a algún gobernante malvado que le quisiera robar o lo hubieran matado a la primera de cambio para arrebatarle la Diosa que tenía por esposa. ¡Pero aquí no! Con el visto bueno del comandante en jefe de sus guerreros, ¡el tal Abimelec en la práctica lo reconoce como el futuro Rey de todo su reino! ¿Qué clase de extraño sortilegio es este? Sólo Dios puede ser el autor e inspirador de esto.

Abraham se lo promete y, a continuación, como si aquello no le interesara mucho y estuviera más interesado en las cosas prácticas de su existencia, le comenta al rey cosas propias de ganaderos, pues había un pozo de agua que él había excavado y que los siervos del rey le habían arrebatado y esto no era justo. El rey se excusa diciendo que desconocía esta injusticia, pero Abraham le hace regalos (los mismos animales que Abimelec le regaló anteriormente) y hace apartar 7 ovejitas como testigo entre ambos de que ese pozo lo cavó Abraham. Ambos, rey y ganadero errante, tuvieron a bien hacer un pacto respecto a ese pozo que se conocería como Beer-Seba, es decir “Pozo de los Siete” o “Pozo del Juramento”.

Este pozo y asentamiento sería el situado más al sur de Israel en tiempos bíblicos. Allí se asentaría Abraham y de allí saldría Jacob hacia Egipto en tiempos de José cuando llegó un hambre atroz a la tierra prometida, la última vez que se nombra en la Biblia.

Abraham vivió muchos días como forastero en esa tierra filistea y «plantó un tamarisco en Beer-Seba, donde invocó el nombre de Adonai El-Olam». Dos detalles curiosos. El tamarisco es un extraño arbusto que a veces puede ser arbolito. No es frondoso ni bonito, tiene las ramas muy finas… pero es amigo de la sal, el calor y la sequía. Son capaces de ahondar sus raíces para encontrar aguas subterráneas. De hecho, son capaces de absorber sal por las hojas y luego llevarla hasta el suelo, haciendo de la tierra algo sólo compatible con su propia especie porque la sal supone un veneno para el resto de plantas. En cuanto al nombre Adonai El-Olam, es la primera y última vez que se usa en el texto bíblico. Fue una revelación personal de Abraham, y significa algo así como “El Señor-Dios del Universo” o “El Señor-Dios del Tiempo Indefinido”.



Amor,
Ibero
 
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La FE (XX)

Los hechos narrados a continuación enmarcan la cumbre de la obediencia, el listón más alto posible que haya alcanzado un ser humano en esta tierra hasta que llegara el Redentor a escena. Y es que lo que ocurre ahora en la vida de Abraham no tiene explicación usando ninguna lógica, no se puede entender ni aceptar bajo ningún concepto filosófico o racional. Todo cuanto conocemos “sucumbe” a este hecho… todos quedamos “retratados” ante lo que vemos aquí.

No se conocen las fechas exactas, los expertos y rabinos no saben la edad de Isaac (dicen que entre 20-37 años), pero nosotros sabemos algo que los expertos e incluso los sabios judíos no saben, y es que Dios escogió una fecha en la que Isaac tenía la misma edad que Jesús cuando este murió, unos 33 años. Han pasado 33 años desde el último encuentro reseñable con su Amigo-Dios y Abraham recibe esta palabra en su corazón:

«Toma a tu hijo, el amado a quien amas, a Isaac, y ve a la tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que Yo te diré».

Nadie hace caso a algo así a menos que hayas oído claramente, y Abraham lo oyó claro. Por eso madrugó al día siguiente, tomó a Isaac, un asno y dos mozos, cortó leña y se dirigió al monte Moriah, un monte insignificante como cualquier otro si no fuera porque está situado en una cosa que hoy llamamos Jerusalén, aquella famosa ciudad. Dios dirigió a este hombre a un monte en una ciudad que todavía no existía para que matara a la promesa que Él mismo le había dado.

Tres días viajando, tres días durante los que el Errante lo arrastra todo por aquella polvorienta tierra, cada paso un triunfo muy superior al de los escaladores que llegan al Everest, cada partícula de su ser deshecha por el camino de la fe. ¿Cuántas veces se acordaría que su descendencia sería “tan numerosa como el polvo de la tierra”, esa misma cuyo polvo él mismo levantaba durante el camino? Ese mismo Dios que le había dicho eso tan bonito ahora le reclama esa descendencia «como sacrificio». ¿Cómo sufriría este largo camino a Moriah? ¿Su sudor sería como gotas de sangre? ¿Podría conciliar el sueño siquiera?

Nos dicen que sí, que consiguió llegar. Abraham divisó el lugar indicado «desde lejos». Dejó asno y mozos allí “lejos” para que esperaran, cargó la leña a hombros de su propio hijo… y ambos siguieron hasta Moriah.

Padre e hijo en una tierra extranjera que no era suya, el hijo cargando el madero en compañía de su padre.



Amor,
Ibero
 

La FE (XXI)


Isaac entiende que van a hacer un sacrificio. Sumergido en el mismo Espíritu de su padre (siempre profético, viendo cosas que aún no son como si fueran), dice:

—¿Dónde está el cordero?

¡Sabía que era un cordero! No un carnero, no un ternero, no una oveja… ¿quién le había dicho eso? Su padre contesta en el mismo Espíritu:

—Será Dios quien provea el Cordero, hijo mío.

Y llegaron a la colina.

Abraham erige un altar, unas pocas piedras planas donde poner la leña… ata a Isaac (y se deja atar), lo pone sobre la leña (y se deja poner sobre la leña), toma el cuchillo para degollar a Isaac (y se deja degollar)… y entonces «El Ángel de Dios» (no “un ángel” sino “ÉL-ÁNGEL”) da una voz desde los Cielos:

—¡¡¡Abraham!!! ¡¡¡Abraham!!!

Muy fuerte debió ser esta voz desde el Cielo cuando Abraham estaba decidido a cometer lo que algunos llamarían «el mayor error de la vida de un completo desquiciado»:

—¡Heme aquí! —este hombre siempre dispuesto a escuchar y a detenerse para escuchar (algo tan importante, quizás, como la propia escucha).

—Detente, no le hagas nada… ahora conozco el temor de Dios que hay en ti (tu amor, tu reverencia, tu querer honrarle), porque no me has rehusado a tu hijo, el amado.

Entonces vio a un carnero (un cordero adulto) enredado en sus cuernos en un zarzal lleno de pinchos, símbolos de esa humanidad cruel y profundamente inhumana que, 2000 años después y en esa misma colina, colocaría sobre la cabeza de un Cordero Adulto una corona llena de espinas para mofarse de Él. Y Abraham sacrificó el carnero allí, en la total soledad del camino de la fe, en aquel paraje solitario sin más testigos que un hijo que recorrió el mismo camino que su padre. Y llamó el nombre de esa colina Adonai Yireh, que significa “Dios es visto en el monte”, nombre que nunca más se vuelve a usar en la Biblia.

El Señor volvió a repetirle la misma promesa… era una promesa que, en realidad, sólo podría entenderse casi 2000 años después, cuando en ese mismo lugar lleno de pecadores se gritaría «¡Crucifícale! ¡Crucifícale!» mientras sacrificaban a su Cordero en la colina del Gólgota, donde «todos le vieron»:

«Juro por Mí mismo, oráculo de Dios, porque has hecho esto a causa de Mí y no has rehusado a tu hijo, el amado, que te bendeciré grandemente, te multiplicaré grandemente como las estrellas de los cielos y la arena junto a la orilla del mar, que tu descendencia poseerá la puerta de sus enemigos y que en tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra; pues obedeciste mi voz».

Una pormenorizada definición de los logros del Carnero Jesús, la simiente espiritual y terrenal de Abraham. Pues el camino de la fe tiene como meta y misión desembocar en este Cristo, descendiente espiritual y terrenal de Abraham, padre de la fe. Y si tu fe no ha desembocado en Cristo y se ha perdido en él… quizás no hayas llegado todavía a ninguna parte o quizás hayas desatendido la fe que Dios te dio.



Amor,
Ibero
 
Fe de erratas:

La FE (XXI)
¡Sabía que era un cordero! No un carnero, no un ternero, no una oveja… ¿quién le había dicho eso? Su padre contesta en el mismo Espíritu:
¡Sabía que era un cordero! No una cabra, no un ternero, no una oveja… ¿quién le había dicho eso? Su padre contesta en el mismo Espíritu:
 

La FE (XXII)

Abraham tenía 2 hermanos. Sólo quedaba vivo uno de ellos (el padre de Lot murió joven), y le informan de que la mujer de su otro hermano por fin ha tenido hijos. A continuación, nos informan de que Sarah fallece en Hebrón con 127 años, unos 4 años después del sacrificio de Moriah. Nos dicen que Abraham no estaba allí cuando murió (probablemente seguía en Beer-Seba) pero acude a Hebrón, hace duelo y la llora.

Es entonces que se dirige a los hijos de Het, los nativos de aquella tierra, y les dice que, aunque sea extranjero y peregrino en su tierra, le cedan una tierra donde enterrar a su difunta. Los hijos de Het le responden en la misma línea que Abimelec: reconocen al extraño nómada extranjero como «príncipe de Dios» y le dicen que escoja cualquier sepulcro que desee. Abraham, imagino que lleno de tristeza y el corazón roto por la pérdida, se arrodilla ente ellos pidiéndoles que le permitan comprar por su precio una cueva llamada Makpelah, propiedad de un tal Efrón, una cueva justo delante del bosquecillo de Mamre que tanto le gustaba a Abraham.

Cuando esto llega a oídos del propietario, le ruega que la acepte como un regalo, y dice esto públicamente en presencia de los “hijos de Het” como testigos. Estaba dispuesto a regalársela alegremente porque también admiraba en lo secreto a Abraham. Pero Abraham no estuvo de acuerdo y volvió a postrarse ante el pueblo de aquella tierra, suplicándoles que le permitieran pagar por ella, haciéndoles ver que era algo muy importante para él. Efrón la tasó, reiterando que no era necesario en absoluto pagar por ella, «que era una frusilería», pero Abraham le dio el precio tasado con plata pesada ante unos comerciantes que pudieran atestiguar la cantidad y la adquirió con un precio.

No parece que el camino de la fe acceda fácilmente a obtener cosas gratis. Las ideologías humanistas no parecen tener mucho eco en la senda de la fe. Siempre insiste en pagar un precio justo por las cosas, no a obtenerlas regaladas a costa del trabajo y el sudor ajenos. Esta es una constante en los descendientes de Abraham, los que anduvieron por el camino de la fe. Rechazaron insistentemente los regalos para cosas importantes en nombre de la amistad, de la sociedad o de cualquier otra idea. Este comportamiento se fijó también en el subconsciente de todos los hebreos… hasta a Judas pagaron un precio que ellos consideraron justo para llevar preso al Maestro.

Abraham no sólo adquirió la cueva, sino el campo donde estaba la cueva y la arboleda que rodeaba a la cueva, y depositó allí el cadáver de su querida Sarah, la Diosa entre los dioses.



Amor,
Ibero
 
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La FE (XXIII)

Abraham tenía entonces unos 137 años, «entrado en días» como reconoce el texto bíblico, y «el Señor había bendecido a Abraham en todo». Abraham, viéndose ahora privado de mujer y que su propio hijo estaba soltero, se le enternece el corazón por Isaac y la pérdida de su madre. Habla con Eliezer, el siervo más antiguo de su casa, su secretario personal, su hombre más fiel, en quien confiaba plenamente y aquel que dirigía todos sus asuntos. Le pide que «consiga esposa para su hijo Isaac», pero no de entre las cananeas de aquella tierra, sino de la tribu de sus padres, de la tierra en la que nació y que dejó atrás. Abraham entendió que había algo en sus raíces a lo que debía volver, a una voluntad divina que reposaba en sus parientes. Había llegado el tiempo de honrar a la casa de sus padres, y la mujer de su querido y amado ‘vas a reírte’ tenía que provenir de esa misma tribu que abandonó por llamado de Dios.

Dios puede honrar a la familia que es dejada atrás en el camino de la fe… pero lo hace en Sus tiempos y a Su manera.

A este siervo encomienda esta gran responsabilidad, haciéndole jurar que buscará esposa entre su tribu. El siervo le pregunta qué debe hacer en caso de que la mujer no quiera acompañarle en el viaje, que si es correcto «llevar a Isaac hasta esa mujer». Abraham le dice que «no», que Isaac tiene que quedarse donde está y que si la mujer no quiere acompañarle queda libre de toda responsabilidad y del juramento. Abraham entiende que Isaac pertenece a la Tierra Prometida, al camino de la fe, y que no debe volver al camino de lo terrenal. Además, le dice que el Señor enviará a su Ángel como protector. Esta misión no es, pues, una misión al azar, sino algo que viene de Dios para Abraham y su familia. El mayordomo principal de la casa hace su juramento poniendo su mano bajo el muslo de Abraham, es decir, bajo la autoridad y fortaleza de la fe. Es un juramento sometido a la fuerza del que recibe el juramento y no sobre las propias fuerzas del que jura.


Amor,
Ibero
 

La FE (XXIV)


Este hombre toma 10 camellos y una dote importante y se hace un viaje larguísimo desde Canaán hasta Mesopotamia (entre el río Tigris y Éufrates, actual Irak) para buscarle esposa a Isaac. Después de un fatigoso viaje de al menos 1000km (si fue en línea recta, que seguramente no lo fue), por fin llega a la ciudad del hermano de Abraham y aparca al atardecer los camellos a las afueras de la ciudad al lado de un pozo, justo a la hora que salían «las aguadoras», es decir, las chicas que recogían agua para llevarla a casa (se entiende que no tenían grifos en la ciudad). Este hombre alza un ruego al Señor: «¡Haz misericordia a mi señor Abraham! Que la chica a la que pida agua para mí también me ofrezca agua para los camellos, y sea esa la que has designado para Isaac». Dicho y hecho, tal cuál sucede con una muchacha «guapísima» llamada Rebeca que cumple la oración de Eliezer al dedillo; la chica sirvió a ese desconocido dando agua a todos sus camellos. El mayordomo la observa sin creerse todavía muy bien lo que estaba pasando y cuando termina le da un collar y brazaletes de oro (probablemente Rebeca se quedaría algo alucinada al ver tantos regalos de un desconocido), preguntándole de quién era hija. Ella descubre su parentesco con Abraham, tras lo cual este hombre da las gracias al Señor por haberle guiado de este modo a la complexión de su difícil misión.

La chica sale corriendo muy asombrada a avisar de lo que ha pasado a su familia. Labán, su hermano, invita a Eliezer y a la comitiva que le acompañaba a su casa, donde les hospedan. Eliezer les cuenta todo sin quitar ni un detalle de la riqueza de Abraham, de la misión encomendada, de su oración contestada inmediatamente. Al oír esto, padre y hermano de Rebeca (prima segunda de Isaac), lo consideran cosa «del Señor». Pero Labán intenta retrasar el viaje de vuelta de Eliezer 10 días… a Labán lo encontraremos más tarde y tenía la naturaleza de un auténtico estafador, un aprovechado. Eliezer le ruega que los dejen marchar, y entonces preguntan a Rebeca si desea partir ya con estos hombres hacia Canaán. Ella está de acuerdo y la despiden bendiciéndola así:

¡Hermana nuestra eres!
¡Conviértete en miles de millares,
Y posean tus descendientes la puerta de sus enemigos!


Una bendición muy similar a la que usó el Señor con Abraham antes de tener ningún hijo (de la que estos nada sabían), lo cual parece indicar que fue una bendición dirigida e inspirada por el Cielo y no por los hombres.

Rebeca hace este largo viaje de vuelta a Canaán con nodriza y doncellas acompañantes. Al llegar dio la casualidad de que Isaac venía de visitar el famoso pozo de Agar, aquel ‘he visto al que me ve’. Era el atardecer y había salido a dar un paseo de meditación por el campo fuera del calor del mediodía, alza sus ojos y ve a los camellos. Rebeca también lo ve, se apea del camello y pregunta a Eliezer sobre ese hombre. Eliezer le dice que es Isaac, tras lo cual ella cubre su belleza con un velo, en clara actitud de respeto y sumisión a su futuro marido.

Después Isaac la lleva a la tienda en la que vivía su madre (probablemente la misma que él mismo habitaba ahora), y la tomó por mujer y la amó. Curiosamente, no dice que hubiera celebración ni boda. Sencillamente, ambos se unieron bajo un mismo pacto, y añade que «Isaac se consoló por la pérdida de su madre».



Amor,
Ibero
 

La FE (XXV)


Cuando nuestra historia del padre de la fe parece llegar a un final, nos dicen que Abraham volvió a casarse al menos con 137 años y tuvo 6 hijos con esta nueva esposa. El milagro viril que recibió con 100 años no era ningún chiste ni Dios limitó este don, aunque se cumpliera la promesa de Isaac. Sin embargo, Abraham siguió fiel a su camino. Dejó toda su herencia a Isaac como testimonio de obediencia y envió al Este a los otros hijos, lejos de Isaac; aunque, en este caso, los colmó de regalos, con los que quizás pudieron asentarse con cierta comodidad allí donde llegaran. Mantuvo viva la llama de la visión de Sarah hasta el fin de sus días: lo de Isaac era “único”, debía vivir “alejado del resto”, no podía “compartirse” con ningún otro.

Abraham vivió una segunda vida después de irse Sarah. Consiguió sobreponerse a esta enorme pérdida… y murió con 175 años, casi 40 años más que Sarah. Una vida en extremo bendecida por Dios con una vejez que fue casi como si no fuera vejez. La describen como «buena y satisfecha», cosa que, por la naturaleza misma de la vejez, es un oxímoron. Las vejeces no son buenas ni satisfechas. Más bien son malas y estériles.

A su muerte tenemos dos cuestiones curiosas. La primera, que «fue reunido a su pueblo», de donde entendemos que se reunió con esa «nube de testigos» que viven «en el seno de Abraham» y que llamamos «iglesia». Abraham fue reunido con un pueblo que todavía no existía en la tierra, pero que ya existía a través de los eones. Se reunió «con lo suyo propio», con este organismo vivo que llamamos «iglesia». El Señor da testimonio de que la «iglesia» no está sujeta a las leyes del tiempo y de la muerte: existía en tiempos de Abraham, en tiempos de Cristo y en tiempos de siglo XXI. Fue el nombre que tomaron las primeras comunidades locales de creyentes cuando Cristo murió y resucitó… pero ya existía como «ente» desde mucho antes, incluso con otros nombres.

Así que Abraham, el Hombre-Errante-Amigo-de-Dios, fue reunido con SU pueblo, un pueblo que era SUYO, le pertenecía (por así decirlo), le estaba esperando y ya existía aun antes de que él caminara el Camino de la fe para ser padre de ese pueblo. ¡Cuál no sería su consolación y sorpresa cuando, una vez cruzó la puerta del no-tiempo, se encontrara con toda su descendencia espiritual… y natural! Solo tras su muerte se reunió con todo aquello a lo que dedicó su existencia y nunca conoció en vida.

La segunda cuestión es que Isaac e Ismael sepultaron el cadáver en la cueva junto a Sarah. Aquí nos encontramos lo que parece una extraña reconciliación entre estos dos hombres. ¿De qué hablarían? ¿Qué perdón habría entre ambos? ¿Qué aceptación habría de alcanzar Ismael para enterrar a un padre que les había abandonado a él y a su mamá a la muerte, y volver a hablar con este hermano causante de todo su dolor y desamor familiar? ¿Quizás Ismael entendiera y respetara a Isaac? ¿Quizás incluso él mismo se convirtiera en “Isaac” ante Dios aunque el simbolismo de su hermano permaneciera?

No lo sabemos, pero parece que el caso se repitió después porque Isaac y Rebeca tuvieron más Ismaeles; no fue por malas decisiones… sencillamente sucedió. El mismo dilema regresó tomando otra forma porque Rebeca tuvo gemelos, uno “aborrecido” y otro “amado”; uno ejemplo de la mente terrenal que no tiene interés en Dios (Esaú), el otro ejemplo de la mente del Espíritu entregado a los intereses de Dios (Jacob). Hermanos que luchaban entre sí «para alcanzar la divina bendición» desde el vientre de la madre, ¡pero que en vida aprendieron, tras muchas lágrimas y sufrimiento, a amarse y perdonarse! El contraste se nos muestra desde el principio hasta el final… y quizás por eso no deberíamos desesperar cuando se nos dice que nosotros también tenemos dentro a Ismael e Isaac: un “hombre viejo viciado” y otro “hombre nuevo santificado”; al primero debemos “hacer morir” (no atender, no abrazar, no escuchar) y al segundo debemos “renovar” (atender, abrazar, escuchar).

Ojalá Dios nos ilumine respecto a estas cosas.



Amor,
Ibero
 

El Israel Natural


Los recientes bombardeos estratégicos de Israel sobre Irán con apenas alguna consecuencia para Israel han sacado de su madriguera a todas las ratas anti-sionistas del universo conocido, es decir, a todos estos anti-israelíes furibundos que, en el fondo, no son más que almas desesperadas mendigando con sus brazos en alto un poco del coraje, inteligencia y fortaleza propios de este pueblo milenario que se niega a desaparecer del mapa de la historia humana… un pueblo que mantiene con tozuda desfachatez su derecho a escribir los más profundos e importantes renglones delante de las narices del resto de naciones.

Los propios romanos, el duro y cruel imperio bajo el que se juzgó al judío Jesús, quedaron asombrados de la capacidad de lucha y martirio de estos hijos de Abraham en el sitio de Jerusalén, según nos cuenta Josefo. Una derrota que se produjo porque, creo yo, Dios mismo participó de ella para conseguir doblegarlos, una derrota profetizada en su propia pasión casi 40 años antes del tiempo señalado. Pueblo correoso este el hebreo como un trozo de pergamino viejo que se niega a ser consumido por el tiempo y que se las ingenia para reaparecer escrito sobre nuevos latifundios sembrados de hatikva-esperanza.

Pero este asunto del pueblo judío no es una cosa “ahí afuera”: nos lleva necesariamente hasta ti, querido lector.

El antisionista cristiano se ha convertido en una moda modernista que, en realidad, esconde un oxímoron que manifiesta una pobreza espiritual y una ignorancia bíblica de cierto calado. He llegado a la feliz conclusión de que la mejor forma de explicar a los que ignoran este tema del pueblo hebreo pasa por hacerles escuchar al apóstol de los gentiles, San Pablo, en su "epístola a los romanos". Allí tropiezan y caen los más eruditos e insignes teólogos de la orbe. Así pues, tú, cristiano antisionista, tienes la obligación casi imperiosa de leer TODA la epístola de Romanos de arriba a abajo y pedir al Santo Espíritu que te la explique y revele al corazón. Así me liberé yo de mis veleidades antisemitas, de mis flecos de incredulidad.

¡Ánimo: hay esperanza para ti como la hubo para mí!

El antisionismo cunde entre los intelectuales. Me he topado con católicos y evangélicos, los más cercanos a la cuna de mi cultura religiosa, que se consideran de gran talla intelectual y que detestan a este pueblo y especialmente a este pueblo. Algunos lo demuestran de una forma sutil y otros pueril. Incluso he conocido a algunos que los defendían para después, en estos tiempos de crisis y dificultades, darles la espalda y unirse a la voz de sus enemigos. El pueblo judío es, a todas luces, un detector infalible de ego y orgullo, las dos columnas que sostienen el trono de Satanás. Por esto enseña el apóstol judío llamado Pablo en su archifamosa epístola a los Romanos (Rom 11:17-32) que aquellos que nos llamamos cristianos tengamos mucho cuidado y temor con este asunto. Allí insiste el apóstol en lo absurdo de que un gentil se jacte ante un judío; en lo absurdo de creer que se mantendrán siempre en incredulidad; en lo absurdo de que Dios pueda fracasar con la simiente natural de Abraham.

Quienes hayan leído la serie que he publicado aquí, en este blog improvisado, sobre el padre de la fe, se darán cuenta de la inmensa necedad que encierra la idea de que Dios “se olvidará de Isaac”. Es un asunto tan estúpido y jactancioso que podría compararse a su defensor con aquel que está convencido de que Dios miente o no cumple sus promesas. De hecho, Pablo enseña que habrá una enorme alegría y gozo en los lugares celestiales (esto significa en la Iglesia, en el Cuerpo de Cristo) cuando este pueblo se vuelva de corazón al Señor Jesús. Esto significa que tú, querido lector, has quedado fuera de juego (es decir, de la realidad de Cristo) si no amas con toda tu alma a este “pueblo rebelde y contradictor”; en el peor de los casos, puede significar que hayas perdido el rumbo de tu moralidad e incluso la brújula de tu prosperidad espiritual si no te cuidas de amar a este canario de la mina, a estas ramas naturales, a este pueblo judío de quien tantas cosas podemos aprender y del que tanto temor divino podríamos obtener.

Si hoy te consideras anti-sionista cristiano, es posible que debas empezar a agachar esa orgullosa cabeza de metal, que debas empezar a reconocer tu estupidez, tu desamor, tu ignorancia… tu vergonzosa falta de fe en esa “palabra de Dios” que fatuamente paseas los domingos por la mañana, esa misma palabra divina que dices respetar y honrar.





Amor,
Ibero.
 
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