La conciencia humana (por sí sola) es una pobre y deficiente herramienta para distinguir el bien del mal. La misma Biblia dice que la conciencia puede cauterizarse (1 Timoteo 4:2). Antes de la obra redentora de Cristo, Dios le dio la conciencia a los gentiles (a los judíos les dio los 10 mandamientos o la Ley Judía) y al final, ambos grupos terminaron condenados. Debido a lo anterior, viene la obra redentora de Cristo con la que cualquiera (judío o gentil) puede ser hecho justo y recto mediante el sacrificio de Cristo. Entonces, para poder tener una concienca fortalecida y bien afinada para distinguir el bien del mal, es necesario el nuevo nacimiento en el que la persona acepta a Jesús como Señor y Salvador y de esa forma es transformada gracias al sacrificio de Cristo en la cruz. Con el nuevo nacimiento, la persona ya tiene una luz (el Espíritu Santo) que le ilumina el camino y un mejor entendimiento y conocimiento del bien y del mal. El que no nazca de nuevo, nunca tendrá un entendimiento completo y pleno del bien y del mal.