El arrianismo es el conjunto de doctrinas cristianas desarrolladas por Arrio, sacerdote de Alejandría, probablemente de origen libio, quien consideraba que Jesús de Nazaret no era Dios o parte de Dios, sino una criatura. Una vez que la Iglesia hubo aceptado como dogma la proposición opuesta, el arrianismo fue condenado como una herejía.
La naturaleza de Jesús era el problema más complejo de los primeros siglos del cristianismo, como lo revelan las discusiones teológicas. En los primeros siglos del cristianismo se planteaba el problema de la relación del Hijo y de Dios. A esto se le llamó las disputas cristológicas.
Al inicio de del cristianismo había corrientes doctrinales que consideraban a Jesus era un ser mortal, el cual había sido elegido por Dios, para realizar sus designios y que por ello podía llamársele Hijo de Dios; a esta doctrina se la llamó adopcionismo. Sin embargo, en la Iglesia cristiana se fue haciendo mayoritaria la opinión de que Cristo había preexistido como Hijo de Dios a su encarnación en Jesús de Nazaret, y que había descendido a la Tierra para redimir a los seres humanos; a esta nueva doctrina se la denominó encarnacionismo. Esta concepción de la naturaleza de Cristo trajo aparejados varios debates teológicos, ya que se discutió si en Cristo existía una naturaleza divina o una humana, o bien ambas, y si esto era así, se discutió la relación entre ambas (fundidas en una sola naturaleza, completamente separadas, o relacionadas de alguna manera).
El encarnacionismo prendió fuertemente en el mundo gentil, y especialmente en el occidente del Imperio Romano, mientras que las iglesias orientales defendían nociones más cercanas al adopcionismo. Arrio había sido discípulo de Pablo de Samosata, un predicador oriental del siglo III, y creía que Cristo era una criatura, aunque concedía que había sido la primera criatura formada por el Creador.
En la lucha de los encarnacionistas contra los arrianos hay varios factores a tomar en cuenta, como trasfondo de la discusión doctrinal:
Había una lucha de poder entre la Iglesia de Roma y las iglesias orientales, en una época en que la supremacía de la primera no estaba bien asentada todavía. Las iglesias orientales apoyaron a Arrio, mientras que las occidentales tendieron a apoyar a los encarnacionistas.
Pablo de Samosata había sido apoyado por la reina Zenobia de Palmira, enemiga mortal del Imperio Romano, y el emperador tendía a apoyar el encarnacionismo.
El encarnacionismo tenia mayor acogida en las clases acomodadas del Imperio (que vivían en Grecia o Roma), mientras que el Adopcionismo gustaba más a las clases empobrecidas (las que predominaban en las regiones orientales del Imperio).
Finalmente, en el Concilio de Nicea del año 325 se aprobó el credo propuesto por Atanasio, y la cerrada defensa del encarnacionismo hecha por Atanasio consiguió incluso el destierro de Arrio. Cuando éste fue perdonado el año 336, murió en misteriosas circunstancias (probablemente envenenado). La disputa entre encarnacionistas y arrianos iba a durar durante todo el Siglo IV, llegando incluso a haber emperadores arrianos (el propio Constantino I el Grande fue bautizado en su lecho de muerte por el obispo arriano Eusebio de Nicomedia). Ulfilas, obispo y misionero, propagó el arrianismo entre los pueblos germánicos, particularmente los hérulos, ostrogodos y vándalos. Después del Concilio de Calcedonia del año 381, el arrianismo fue definitivamente condenado y considerado como herejía en el mundo católico. Sin embargo, el arrianismo se mantuvo como religión oficial entre los germanos hasta el Siglo VI. El último rey germano en mantener el arrianismo fue Leovigildo, rey de los visigodos
A pesar de que el Arrianismo como tal haya desaparecido, se considera continuadores de ciertos aspectos del Arrianismo a varias comunidades religiosas:
La cristología de los Testigos de Jehová guarda similitudes con el arrianismo, en el sentido que ambas consideran a Jesús como el Hijo unigénito del Dios Padre, pero también tiene diferencias.
Los socinianos, una denominación nacida luego de la Reforma Protestante en Polonia, y los unitarios, que se desarrollaron en Transilvania y Hungría, y posteriormente en el Reino Unido, América del Norte y otras regiones, no creen en el aspecto divino de Jesús, por lo que en alguna medida pueden ser considerados herederos del arrianismo.