Testigos de Jehová...¿restauración del cristianismo original?

APOLOS OMITE QUE SE LE ESTÁ MOSTRANDO SU FALACIA Y ...

APOLOS OMITE QUE SE LE ESTÁ MOSTRANDO SU FALACIA Y ...

Notamos:
- Cristo a la derecha de Dios.
- Llama a Cristro el unigénito de Dios, no solo del Padre
- Dice que "el mismo Dios de todas las cosas" es el "Padre de Cristo", y luego menciona separadamente a "nuestro Señor Jesucristo". No menciona ninguna fórmula trinitaria. Ni siquiera menciona al espíritu santo en esa misma frase. Si la trinidad era tan evidente, ¿qué raro, no?


Mire, ahora estamos mostrando a todos sus falacias respecto a la resurrección. Como no puede ante ello, como siempre, trata de meter cortina de humo. Usted tranquilo, que solo llevamos un 6% de TODO CUANTO NOS MOSTRARÁ CIRILO... atienda a sus deberes, y deje esto para su momento. QUE TAMBIÉN LE CAERA EL PELO.
 
¿¿Viste? Cirilo dice que Isaías no vio al Padre, sino al Hijo

¿¿Viste? Cirilo dice que Isaías no vio al Padre, sino al Hijo

El profeta Isaías, al contemplar este trono antes de la venida en carne del Salvador, afirma: «Vi al Señor sentado en un trono excelso y elevado», etc. (6, 1). Pues al Padre «nadie lo ha visto jamás» (Jn 1,18; cf. I Tim 6,16)(43). A quien el profeta vio entonces era el Hijo

De modo que él admite que el Padre no es el mismo Hijo.
 
APOLOS ES SUMAMENTE TAN FALAZ QUE...

APOLOS ES SUMAMENTE TAN FALAZ QUE...

De modo que él admite que el Padre no es el mismo Hijo.

Aquí lo tienen, se le mostró su falacia tan claramente, que tan siquiera nos habla de ello. SU PRETENDIDA NEGACIÓN DE LA RESURRECCIÓN SE HA QUEDADO SIN SUSTENTO... y aquí lo tienen dale que te pego con una simpleza que en breve la veremos.
 
LA VERDADERA restauración del cristianismo original

LA VERDADERA restauración del cristianismo original

El Padre engendra al Hijo en la suma perfección 10

7. Por consiguiente, el Hijo de Dios lo es por naturaleza y no por adopción, engendrado por el Padre. Pero el que ama al que le engendró ama también a quien él ha engendrado. Pero quien desprecia al engendrado por él transmite su afrenta a su progenitor. Y cuando oigas hablar de que Dios engendra, no andes pensando en la generación corporal, ni pienses en una reproducción que entraña corrupción, no sea que vayas a caer en la impiedad. «Dios es espíritu» (Jn 4,24) y su generación es espiritual; pues los cuerpos, por su parte, engendran cuerpos y en la generación corporal debe haber un transcurso de tiempo.

Sin embargo, en la generación del Hijo desde el Padre no hay ningún intervalo temporal. Además, cuando se engendra algo, es engendrado como realidad imperfecta; sin embargo, el Hijo de Dios ha sido engendrado como perfecto: existiendo en la actualidad, existe desde el principio, nació sin un comienzo. De ese modo nacemos nosotros, pasando después de la ignorancia infantil al uso de razón: imperfecto es, oh hombre, tu nacimiento, aunque se produce un crecimiento mediante sucesivos añadidos. Pero en el caso que nos ocupa no pienses nada semejante ni te venga a la mente debilidad alguna del progenitor, (como si dijeses): engendró a alguien imperfecto que, pasando el tiempo, logró la perfección. Al progenitor lo acusas de debilidad al decir que lo que después fue concedido por el transcurso del tiempo no se había dado, según tu parecer, desde el principio.

8. No creas, por tanto, que se trata de una generación humana ni semejante a como Abraham engendró a Isaac. Pues Abraham no engendró a Isaac porque quisiese, sino porque alguien distinto a él se lo concedió. Cuando es Dios y Padre el que engendra, no hay en ello ignorancia ni tampoco deliberación. Y decir que no sabía lo que engendraba es una impiedad grandísima. Decir también que estaba sopesando las circunstancias y que luego comenzó a ser padre es también impiedad de la misma categoría: pues no es que Dios existiese primeramente sin hijos y que después, en un momento determinado, llegase a ser padre, sino que siempre ha tenido al Hijo. Lo engendró, no al modo como los hombres generan a los hombres, sino como lo conoció únicamente él, el que lo engendró antes de todos los siglos como Dios verdadero.
 
LA VERDADERA restauración del cristianismo original

LA VERDADERA restauración del cristianismo original

9. Al ser, pues, el verdadero Dios Padre, engendró un Hijo, Dios verdadero, semejante a él. Y no como los maestros tienen discípulos, es decir, tampoco al modo como Pablo dice a algunos: «He sido yo quien, por el Evangelio, os engendró en Cristo Jesús» (I Cor 4,15). Pues quien no era hijo por naturaleza ha llegado a serlo como discípulo. Pero en el caso que nos ocupa se trata de un hijo por naturaleza, de un verdadero hijo. Tampoco como vosotros, los que vais a ser iluminados, sois hechos ahora hijos de Dios; pues también vosotros sois hechos hijos, pero en adopción por gracia, según lo que está escrito: «A todos los que lo recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Ellos no nacieron de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de hombre, sino que nacieron de Dios» (Jn I, 12-13)11. Y nosotros nacemos ciertamente del agua y del Espíritu (cf. Jn 3,5), pero no es así como Cristo ha nacido del Padre. Recuérdese que en el momento del bautismo la voz dijo: «Este es mi hijo» (Mt 3,17; cf. 17,5), y no: «Este ha sido hecho ahora Hijo mío». Al decir «Este es mi Hijo», declaraba que ya era Hijo antes de realizarse el bautismo.

10. El Padre no engendró al Hijo como la mente genera en los hombres la palabra. Pues en nosotros la mente es algo subsistente, pero la palabra que se pronuncia se pierde en el aire. Nosotros hemos sabido, sin embargo, que Cristo nació no simplemente como una palabra que se pronuncia, sino como Palabra subsistente y viva, no proferida y difundida con los labios, sino engendrada desde el Padre eterno de modo inefable y con una sólida subsistencia12. «En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba con Dios y la Palabra era Dios» (Jn 1,1), sentado a la derecha (cf. Sal 110,1). Palabra que entiende la voluntad del Padre, Palabra que todo lo construye según su beneplácito, Palabra que baja y asciende (cf. Ef 4,10)13. Pero una palabra, cuando se profiere, no baja y sube al pronunciarla, sino que se expresa diciendo: «Yo hablo lo que he visto donde mi Padre» (Jn 8,38). Es una Palabra llena de autoridad y que ejerce su dominio sobre todas las cosas, pues el Padre ha entregado todo al Hijo (cf. Jn 13,3 y Mt 11,27)14.
 
LA VERDADERA restauración del cristianismo original

LA VERDADERA restauración del cristianismo original

11. Lo engendró el Padre, pero no como alguno lo entendió, sino como él solo sabe15. Pues no nos abrevemos a explicar cómo lo ha engendrado. Sólo podemos hablar de cómo no ha sido dicha generación. Es cierto que el Hijo procede del Padre, aunque también toda la naturaleza engendrada o creada. «Pregunta a la tierra y te lo dirá» (Job 12,8 hebr.). Aunque interrogues a todas la cosas que hay sobre la tierra, no te lo podrán decir. Y es que el globo terráqueo no puede explicar quién es su modelador ni su artífice. Y no sólo la tierra lo ignora, sino que también el sol lo desconoce. Pues el sol fue creado el cuarto día sin saber qué había sido creado en los tres días anteriores. Pero quien desconoció lo que se hizo en los tres días anteriores a él, no puede evidentemente decir quien fue el autor. Tampoco lo dirá el cielo, pues éste fue puesto por Cristo, por voluntad del Padre, como si fuese una humareda. Tampoco los cielos de los cielos ni las aguas que están sobre los cielos serán quienes lo cuenten. ¿Por qué, pues, te lamentas, oh hombre, de no saber lo que los mismos cielos ignoran? Y no son sólo los cielos los que ignoran esta generación, sino que incluso no lo saben las criaturas angélicas. Si alguien -suponiendo que fuese posible- subiese all primer cielo y, al observar el lugar de los ángeles que allí habitan16, acercándose, preguntase cómo Dios ha engendrado a su Hijo, tal vez le respondería: Más arriba los hay mayores y más altos que nosotros. Pregúntales a ellos. Sube hasta el segundo y tercer cielo: alcanza, si es que puedes, hasta los tronos y dominaciones, y también los principados y las potestades. Si alguien llegara hasta allí —es imposible—, renunciarían a describirlos, puesto que ni siquiera los habrían explorado.

12. Siempre me he asombrado de la curiosidad de algunos que, opinando temerariamente de cuestiones religiosas, caen en la impiedad. Piensan que los tronos y las dominaciones, creados por Cristo, y además los principados y las potestades17 están sin descubrir, y así intentan averiguar al Creador con mayor curiosidade18. Dime en primer lugar, tú que eres muy atrevido, qué diferencia hay eritre trono y dominación. Busca entonces las cosas que atañen a Cristo. Dime qué es un «principado» y una «potestad» o qué es un «poder» y un ángel. Indaga entonces con curiosidad al Creador, pues «todo se hizo por él» (cf. Jn 1,3). Pero no quieres interrogar a los tronos y dominaciones o quizá más bien es que no puedes. Y, ¿quién hay que conozca hasta la profundidades de Dios sino el Espíritu Santo (cf. 1 Cor 2,10-11), que es el que habló en las Escrituras? Pero ni siquiera el mismo Espíritu Santo habló en las Escrituras de (I modo de) la generación del Hijo por el Padre. ¿Por qué indagas afanosamente lo que ni el mismo Espíritu Santo describió en las Escrituras? Y si ignoras lo que ha quedado escrito, ¿podrás indagar las cosas que no se han escrito? Muchas son las cuestiones de que trata la Escritura: si lo escrito no podemos abarcarlo, ¿por qué fatigarnos nuestro ánimo con lo que no está escrito? Nos es suficiente con saber que Dios engendró a un único Hijo.
 
LA VERDADERA restauración del cristianismo original

LA VERDADERA restauración del cristianismo original

13. No te dé vergüenza confesar tu ignorancia cuando en ella tienes algo de común con los ángeles19. Sólo quien engendró conoce a quien engendró, y el que por él ha sido engendrado conoce a su progenitor. Y el que ha engendrado sabe lo que ha engendrado. Y el Santo Espíritu de Dios da testimonio en la Escritura de que el engendrado es Dios sin que haya habido un comienzo. «En efecto, ¿qué hombre conoce lo íntimo del hombre que está en él? Del mismo modo, nadie conoce lo íntimo de Dios, sino el Espíritu de Dios» (1 Cor 2,11). «Porque, como el Padre tiene vida en sí mismo, así también le ha dado al Hijo tener vida en sí mismo» (Jn 5,26). Y, además, «para que todos honren al Hijo como honran al Padre» (5,23). Y: «Como el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da la vida a los que quiere» (5,21). Y ni el que engendra queda disminuido en nada ni el engendrado carece de cosa alguna (sé que ya he hablado de estas cosas)20. Pero es por seguridad nuestra por lo que estas cosas se han repetido con frecuencia. Ni quien engendró tiene padre ni el engendrado tiene hermano. Ni el engendrador se convirtió de este modo en hijo ni el engendrado llegó a ser padre. De un solo Padre ha sido engendrado un Hijo único. No se trata de dos ingénitos ni de dos unigénitos. Sino que sólo hay un Padre ingénito (ingénito es el que no tiene Padre) y hay sólo un Hijo, engendrado eternamente por el Padre: no nacido en el tiempo, sino engendrado antes de los siglos: y que tampoco ha experimentado un crecimiento, sino que ha sido engendrado como actualmente es.

14. Creemos, por consiguiente, en el Hijo unigénito de Dios, nacido del Padre como Dios verdadero21. Pues un Dios verdadero no engendra un dios falso, como ya se ha dicho. Ni engendró tras haber deliberado consigo mismo, sino que lo hizo desde la eternidad de un modo mucho más rápido, como es lógico, que nuestras palabras y nuestro pensamiento. Pues nosotros, cuando hablamos en el tiempo, empleamos tiempo, pero, cuando se habla del poder divino, el acto de engendrar está fuera del tiempo. Y, como se ha dicho muy a menudo, no es que llevara al Hijo de la no existencia al ser, ni al que no era lo recibió en adopción; sino que el Padre, que existía desde la eternidad, engendró eterna e inenarrablemente a su Hijo único, que no tenía ningún otro hermano. Tampoco se trata de dos principios, sino que cabeza del Hijo es el Padre22, que es el principio único. Así pues, el Padre engendró al Hijo como Dios verdadero, llamado «Emmanuel», que, entendiéndolo bien, se traduce como «Dios con nosotros» (cf. Mt 1,23)23
 
Cirilo cita de un texto que menciona que hay otros dioses

Cirilo cita de un texto que menciona que hay otros dioses

Y a otros la Escritura dice: «Hijos sois de Yahvé vuestro Dios» (Dt 14,1). Y, en otro lugar: «Yo había dicho: "¡Vosotros, dioses sois, todos vosotros, hijos del Altísimo!"» (Sal 82,6)6. Pone: «Dije», y no: «He engendrado». Pues ellos recibieron por la voz y la palabra de Dios la adopción que no tenían. Pero él (el Mesías) no pasó de ser una cosa a convertirse en otra, sino que desde un principio nació como Hijo del Padre


¿Notaste? Cirilo está hablando de aquellos que llegan a ser hijos de Yahvé (a diferencia de Cristo que ya desde el principio era Hijo de Dios), y cita Salmo 82:6 donde se dice que estos hijos adoptivos son "dioses".
 
ESTAMOS MOSTRANDO EL FALAZ ARGUMENTO DADO POR APOLOS...

ESTAMOS MOSTRANDO EL FALAZ ARGUMENTO DADO POR APOLOS...

¿Notaste? Cirilo está hablando de aquellos que llegan a ser hijos de Yahvé (a diferencia de Cristo que ya desde el principio era Hijo de Dios), y cita Salmo 82:6 donde se dice que estos hijos adoptivos son "dioses".

Bueno, empezaremos de nuevo. Ya que no se ha dado cuenta de cual es el tema, empezamos de nuevo:

Bien, ya ha llegado el momento debido. Ahora, y poniendo a Dios como testigo, tomando el Nombre de Jesús y en su Nombre mismo... Empezamos.

Vamos a ir viendo, paso a paso, y en base a un Padre de la Iglesia de los primeros siglos aquello que Apolos tan a la ligera niega.

Pronunciada en Jerusalén, sobre lo de «resucitó al tercer día y ascendió a los cielos, y está sentado a la derecha del Padre». El texto de partida es I Cor 15,1-4: «Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os prediqué... y que resucitó al tercer día según las Escrituras...»(1).

1. «Alégrate, Jerusalén y regocijaos con ella todos los que la amáis» (Is 66, 10a) pues Jesús ha resucitado. «Llenaos de alegría por ella todos los que por ella hacíais duelo»(2), al conocer los crímenes y delitos de los judíos. Pues el que fue deshonrado por ellos en estos parajes ha sido devuelto de nuevo a la vida. Y así como la conmemoración de la cruz aportó algo de tristeza, así la fausta noticia de la resurrección debe alegrar a los aquí presentes. «Has trocado mi lamento en una danza, me has quitado el sayal y me has ceñido de alegría» (Sal 30, 12); «mi boca está repleta de tu alabanza y de tu gloria todo el día» (71, 8), por causa del que, después de su resurrección, dijo; «Alegraos» (Mt 28, 9). Sé que en los días pasados los que aman a Cristo estaban tristes cuando, al terminar nuestro discurso sobre la muerte y la sepultura, y sin hacer un anuncio de la resurrección, el ánimo estaba expectante para oír lo que deseaba. Pero aquél, después de muerto, resucitó «libre entre los muertos» y como libertador de los muertos. El que ignominiosamente fue coronado en su paciencia con corona de espinas, al resucitar se ciñó con la diadema de la victoria sobre la muerte.

El modo como se procederá

2. Y al modo como hemos expuesto los testimonios relativos a su cruz, ahora mostraremos con claridad la resurrección. Partimos de lo que el apóstol dice: «...que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras» (1 Cor 15, 4). Así pues, puesto que el Apóstol nos remite a los testimonios de las Escrituras, lo mejor será examinar en qué se apoya la esperanza de nuestra salvación y comprobar, en primer lugar, si las Escrituras nos hablan con precisión del tiempo de su resurrección: si ha tenido lugar en verano o en otoño o después del invierno, o en qué lugar resucitó el Salvador, y cuál es el nombre que en los profetas, hombres admirables, se atribuye al lugar de la resurrección. O si las mujeres, que lo buscaban sin encontrarlo, de nuevo se alegraron al encontrarlo de nuevo. De este modo, al leer los evangelios, sus narraciones no se considerarán como fábulas ni como poemas épicos(3).

La previsión bíblica de la sepultura y resurrección de Jesús

3. Que Jesús fue, pues, sepultado lo oísteis abiertamente en la catequesis anterior(4). Dice Isaías; «Cuando ante la desgracia es arrebatado el justo, se va en paz» (Is 57, 1-2)(5). Pues su sepultura pacificó el cielo y la tierra(6), acercando a los pecadores a Dios. Además: «Del rostro de la iniquidad es arrebatado el justo» (Is 57, 1 LXX) y «se puso su sepultura entre los malvados» (Is 53, 9). También está la profecía de Jacob,que dice en la Escritura: «Se recuesta, se echa cual león, o cual leona, ¿quién le hará alzarse? (Gén. 49, 9b). Y es semejante este testimonio del libro de los Números: «Se agacha, se acuesta, como león, como leona, ¿quién le hará levantar?» (Núm 24, 9)(7). Y a menudo oísteis el salmo, que dice: «Tú me sumes en el polvo de la muerte» (22, 16). Y también hemos mencionado «Reparad en la peña de donde fuisteis tallados» (Is 51, 1) refiriéndonos al lugar(8). Después relacionamos los testimonios de la misma resurrección.

La resurrección en Sal 16 (Hech. 2,25 as) y Sal 30

4. En primer lugar, pues, en el Salmo 12 dice: «por la opresión de los humildes, por el gemido de los pobres, ahora me alzo yo, dice Yahvé» (12, 6). Pero este testimonio es para algunos todavía dudoso, pues a menudo se levanta airado para tomar venganza de los enemigos (cf. 7, 7). Acércate entonces al Salmo 16, que claramente dice: «Guárdame, oh Dios, en ti está mi refugio» (16, 1). Y, más abajo: «yo jamás derramaré sus libámenes de sangre, jamás tomaré sus nombres en mis labios» (16, 4), puesto que, renegando de mí, hicieron del César su rey(9). Y, más abajo: «Pongo a Yahvé ante mí sin cesar; porque él está a mi diestra, no vacilo» (16, 8). Y, a continuación: «Por eso se me alegra el corazón, mis entrañas retozan». Y después: «Pues no has de abandonar mi alma al sheol, ni dejarás a tu amigo ver la fosa» (16, 9a. 10)(10). No ha dicho «ni dejarás a tu amigo ver la muerte», pues en ese caso no habría muerto, sino «la corrupción»(11), puesto que no permaneceré en la muerte. «Me enseñarás el camino de la vida» (16, 11): claramente se anuncia la vida después de la muerte. Ven ahora al Salmo 30: «Yo te ensalzo, Yahvé, porque me has levantado; no dejaste reírse de mí a mis enemigos» (Sal 30, 1). ¿Qué ha sucedido? ¿Has sido liberado de los enemigos o has sido soltado para que te golpeasen? Lo dice con toda claridad: «Tú has sacado, Yahvé, mi alma del sheol» (Sal 30, 4). Decía proféticamente: «No dejarás...» (cf. 16, 9-10). Pero aquí, hablando del futuro como cosa ya realizada, dice: «...has sacado mi alma... me has recobrado de entre los que bajan a la fosa» (30, 4). ¿En qué tiempo sucederá esto?: «Por la tarde, visita de lágrimas y, por la mañana, gritos de alborozo» (30, 6). Por la tarde estaban de luto los discípulos, y por la mañana se alegraron de la resurrección.[...]


Ver complento aquí
 
VAMOS A VER SI SE ENTERA...

VAMOS A VER SI SE ENTERA...

Tolo lo que usted está tomando es PARA MOSTRARLE SU FALAZ ARGUMENTACIÓN RESPENTO A LA RESURRECCIÓN. En cocreto, todo ello corresponde exactamente:

CATEQUESIS XIV: RESURRECCIÓN Y ASCENSIÓN DE JESUCRISTO​

Espero que ya le quede claro cual es el tema que ha de tomar, y defender.
 
Re: APOLOS NIEGA LA RESURRECCIÓN, PREDICA UN dios menor TRINO...

Re: APOLOS NIEGA LA RESURRECCIÓN, PREDICA UN dios menor TRINO...

Ale, como no se enteró, volveremos a repetirselo...

Vamos a seguir viendo lo que san Cirilo, padre de la Iglesia de los primeros siglos, bien enseñó en sus XXIV Catequesis...

El lugar de la resurrección

5. ¿Quieres conocer también el lugar? Es en el Cantar de los Cantares donde dice: «Al nogueral había yo bajado» (Cant 6, 11). «En el lugar donde había sido crucificado había un huerto» (Jn 19, 41). Y aunque ahora, gracias a la generosidad del emperador, se encuentra magníficamente embellecido(12), antes era sólo un huerto del que quedan sus vestigios y restos. «Huerto, cerrado, fuente sellada» (Cant 4, 12), precisamente por los judíos, que dijeron: «Recordamos que ese impostor dijo cuando aún vivía: "A los tres días resucitaré". Manda, pues, que quede asegurado el sepulcro...» (Mt 27, 63-64). Y poco después: «Ellos fueron y aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y poniendo la guardia» (27, 66). A ellos se les dice hermosamente: «Lo(s) juzgarás en el descanso» Job 7,18 LXX). Pero ¿quién es la «fuente sellada» (Cant 4, 12) o la «fuente de los huertos, pozo de aguas vivas» (4, 15)? Es el Salvador, del cual está escrito: «En ti está la fuente de la vida» (Sal 36, 9).

La resurrección de Cristo como «testimonio»

6. ¿Y qué es lo que sofonías dice a los discípulos acerca de la persona de Cristo? «Dispónte, levántate de mañana, pues su racimo se ha podrido» (Sof 3, 7 LXX). Se trata del de los judíos, en los que no queda uva ni racimo de salvación, pues se ha arrancado su viña. Mira cómo habla a los discípulos: «Prepárate, levántate temprano. Espera de mañana la resurrección». Y después, según lo que sigue y el tenor mismo de la Escritura, dice: «Por eso, esperadme —dice el Señor— hasta el día de mi resurrección como testimonio» (Sof 3, 8 LXX). Ves también que el profeta previó el lugar del testimonio, que había de llamarse «martyrion»(13). Pues ¿por qué razón este lugar del Gólgota y de la resurrección no se llama «iglesia» como los demás, sino «Martyrion»? Es tal vez a causa de lo que dijo el profeta: «el día de mi resurrección como testimonio».

También los hijos de Dios dispersos aceptarán la resurrección y sus señales

7. ¿Quién es el que resucita y cuáles son sus signos? Lo dice con evidencia continuando el mismo texto profético? «Convertiré entonces la lengua de los pueblos» (Sof 3, 9) como quiera que después de la resurrección tras el envío del Espíritu Santo, se dio el don de lenguas (Hech 2, 4), «para que invoquen todos el nombre de Yahvé y le sirvan bajo un mismo yugo» (Sof 3, 9). ¿Y qué otro símbolo se añade, en el mismo profeta, de que servirán al Señor «bajo un mismo yugo?» «Desde allende los ríos de Etiopía, mis suplicantes, mi Dispersión, me traerán mi ofrenda» (3, 10). Ves que eso está escrito en los Hechos cuando el eunuco etíope llega desde los confines de los ríos de Etiopía (Hech 8, 27). Las Escrituras señalan, por tanto, el momento y las circunstancias de tiempo y lugar, además de los signos que siguieron a la resurrección. Ten, pues, una fe firme en la resurrección y que nadie te aparte de confesar a Cristo resucitado de entre los muertos.

Valor profético de Sal 88

8. Recibe también otro testimonio del salmo 88, cuando es Cristo el que proféticamente dicen: «Yahvé Dios de mi salvación, ante ti estoy clamando día y noche» (Sal 88, 2) y, poco después: «Soy como un hombre acabado: relegado entre los muertos» (88, 5). No dice «soy un hombre acabado», sino «como un hombre acabado»: no ha sido crucificado porque le falten fuerzas, sino voluntariarnente. Ni tampoco le llegó la muerte por una debilidad involuntaria. «Me has echado en lo profundo de la fosa» (v. 7). Y, ¿cuál fue la señal de esto?: «Has alejado de mí a mis conocidos»(14). De hecho, huyeron sus discípulos (Mt 26, 56). «¿Acaso para los muertos haces maravillas?» (Sal 88, 11). Y, poco después: «Mas yo grito hacia ti, Yahvé, de madrugada va a tu encuentro mi oración» (v. 14). ¿Es que no ves cómo también se aclaran las circunstancias de tiempo tanto de la pasión como de la resurrección?

El lugar te la resurrección, en la parte exterior de la ciudad

9. ¿Pero desde qué lugar resucitó El Salvador? Dice en el Cantar de los Cantares: «Levántate, amada mía, hermosa mía y vente» (Cant 2, 10). Y en lo que sigue: «En la grieta de la roca» (2, 14). Habla de la grieta de la roca, la entrada que entonces había antes de la puerta del sepulcro del Salvador(15) y que estaba excavada en la misma roca, como suele hacerse en las entradas de los sepulcros. Ya no se puede ver actualmente porque, al colocar toda la ornamentación actual, se suprimió aquel abrigo. Anteriormente a la actual estructura del monumento, de magnificiencia regia, había una cavidad antes de la roca. Pero ¿dónde está la roca en la que se encontraba esa cavidad? ¿Está tal vez en medio de la ciudad o próxima a las murallas y a los extremos? ¿O en las antiguas murallas o en los antemurales? Pues dice en el Cantar de los Cantares: «En la cavidad de la roca junto al muro exterior» (Cant 2, 14 LXX).

Tuvo lugar en el tiempo de la Pascua

10. ¿En qué época resucitó el Salvador? ¿En la estación de verano o en otra? También en el Cantar de los cantares, muy próximo a lo que se acaba de citar, dice: «Porque, mira, ha pasado ya el invierno, han cesado las lluvias y se han ido. Aparecen las flores en la tierra, el tiempo de la poda ha llegado» (Cant 2, 11-12a LXX). ¿Es que la tierra está ahora llena de flores y se podan las viñas? Te das cuenta de cómo dijo que el invierno había pasado. Pues cuando llega el mes Xántico(16), inmediatamente viene la primavera. Pero en esta época cae el primer mes del calendario hebreo y en él se celebra la fiesta de la Pascua, que antes era en imagen y en figura, y ahora es la verdadera. Esta es la época de la creación, pues es entonces cuando dijo Dios: «produzca la tierra vegetación: hierbas que den semillas y árboles frutales que den fruto, de su especie, con su semilla dentro, sobre la tierra» (Gén I, I I ). Y ahora, como ves, germina ya toda clase de hierba. Y del mismo modo que cuando entonces hizo Dios el sol y la luna, distribuyó entre ambos el curso de los días y las noches, así pocos días antes era el tiempo del equinoccio. Y entonces dijo Dios: «hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra» (Gén 1, 26). Y realmente lo que recibió fue a imagen y semejanza de Dios, pero lo oscureció y entenebreció por la desobediencia. Pero en el mismo momento en que sufrió esta pérdida, tuvo también lugar la reparación. Después de ser creado el hombre, fue expulsado del paraíso por su desobediencia, pero en el mismo momento el que creyó fue introducido en él por la obediencia(17). La salvación fue a la vez que la caída. Cuando «aparecen las flores... y el tiempo de la poda ha llegado» (cf. Cant 2, 12 LXX).
 
Re: ¿restauración del cristianismo original?

Re: ¿restauración del cristianismo original?

Y sigamos leyendo el cristianismo orginal, que bien nos habla de la Resurrección que niegan los TJ.

Sepultado después de muerto, se aparece Jesús a los discípulos

11. El lugar de la sepultura era un huerto, y había plantada una vid. El había dicho: «Yo soy la vid» (Jn 15, 1). Está colocada en la tierra para que quedase erradicada la maldición que se introdujo por causa de Adán. La tierra estaba condenada a producir espinas y abrojos. Pero de la tierra se alzó la vid verdadera para que se cumpliese lo dicho: «La verdad brotará de la tierra, y de los cielos se asomará la justicia (Sal 85, 12). ¿Y que habrá de decir el que está sepultado en el huerto?: «He tomado mi mirra con mi bálsamo» (Cant 5, 1). Y también: «Mirra y áloe, con los mejores bálsamos» (4, 14). Pero estos son los símbolos de la sepultura, y en los Evangelios se dice: «Fueron (las mujeres) al sepulcro llevando los aromas que habían preparado» (Lc 24, 1). «Fue también Nicodemo... con una mezcla de mirra y áloe» (n 19, 39). Y también se dicen a continuación: «He comido mi pan con mi miel» (Cant 5, 1 LXX). Lo amargo, antes de la pasión, y lo dulce después de la resurrección. Después, vuelto a la vida, entró por unas puertas que estaban cerradas (Juan 20, 19). Pero se resistían a creer, pues creían ver un espíritu (Lc 24, 37). Pero él les dijo: «Palpadme y ved» (Lc 24, 39; cf. 37-41). «Meted los dedos en el agujero de los clavos» como exigía Tomás (Jn 20,24-29). Y «como ellos no acabasen de creerlo a causa de la alegría y estuviesen asombrados, les dijo: "¿Tenéis aquí algo de comer?" Ellos le ofrecieron parte de un pez asado» (Lc 24, 41-42). Ahí se ve cómo se ha cumplido lo que se ha dicho: «He comido mi pan con mi miel».

Las mujeres, rápidas al sepulcro

12. Pero antes de entrar por las puertas cerradas, lo estaban buscando a él, esposo y médico de las almas, aquellas mujeres buenísimas y dotadas de una fortaleza viril. Llegaron aquellas bienaventuradas al sepulcro y buscaban al que ya había resucitado (cf. Mt 28, 1-6). Las lágrimas les brotaban de los ojos cuando en realidad era ya momento de alegrarse y de cantar a coro por el resucitado. Vino María buscándolo, como está en el Evangelio (Jn 20, 1 ss) y no lo encontró; lo oyó después de boca de los ángeles y finalmente vio a Cristo (20, 11-18) . ¿Acaso no constaban ya estas cosas por escrito? Pues se dice en el Cantar de los Cantares: «En mi lecho he buscado al amor de mi alma». Pero ¿en qué momento?: «En mi lecho, por las noches, he buscado al amor de mi alma»(18). María, dice, llegó «cuando todavía estaba oscuro» (Jn. 20, 1). «En mi lecho, por las noches, he buscado al amor de mi alma. Lo busqué y no lo hallé» (Cant 3, 1). Y en los evangelios es también María la que dice: «Se han llevado a mi Señor, y no se dónde lo han puesto» (Jn 20, 13). Pero los ángeles presentes deshicieron esta ignorancia diciendo: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo?» (Lc 24, 5). No resucitó solo, sino llevando consigo a otros muertos. Pero ella no lo sabía. En referencia a ella cuando se dirige a los ángeles, dice el Cantar de los Cantares: «"Habéis visto al amor de mi alma?». Apenas habíamos pasado —es decir, a los dos ángeles—, cuando encontré al amor de mi alma. Lo aprehendí y no lo soltaré» (3, 3-4).

Aparición a las mujeres

13. Después de la visión de los ángeles fue Jesús el que se anunció a sí mismo. Dice el Evangelio: «En esto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: '¡Dios os guarde!'. Y ellas, acercándose, se asieron a sus pies» (Mt 28, 9). Lo asieron para que se cumpliese aquello: «Lo aprehendí y no lo soltaré» (Cant 3, 4). La mujer era de cuerpo débil, pero de ánimo viril. Las aguas no apagaron el amor ni lo anegaron los ríos (cf. Cant 8, 7). Al que se buscaba estaba muerto, pero no se había apagado la esperanza de la resurrección. Y el ángel les dijo de nuevo: «Vosotras no temáis» (Mt 28, 5). No digo que no temáis a los soldados, sino que no estéis temerosas. Sientan ellos temor, para que, instruidos por la experiencia, den testimonio y digan: «Verdaderamente éste era Hijo de Dios» (Mt 27, 54). Pero vosotros no debéis temer, pues «el amor perfecto expulsa el temor» (I Jn 4, 18) . «Y ahora id enseguida a decir a sus discípulos», etc. (Mt 28, 7). «Ellas partieron a toda prisa del sepulcro, con miedo y gran gozo» (28, 8). ¿También esto está escrito? Dice, en efecto, el salmo segundo, enunciando la pasión de Cristo: «Servid a Yahvé con temor y regocijaos en estremecimiento ante él» (Sal 2, 11 LXX). «Regocijaos», por el Señor que ha resucitado, pero «en estremecimiento» por causa del terremoto y del ángel que apareció con el fulgor de un relámpago.

Jesús resucita, aunque el sepulcro estaba sellado y vigilado

14. Los príncipes de los sacerdotes y los fariseos sellaron el sepulcro tras advertírselo a Pilatos, pero las mujeres vieron al Resucitado. E Isaías, que conocía, por una parte, la futilidad de los sumos sacerdotes y, de otro lado, la fortaleza de fe de las mujeres, dice: «Mujeres, que venís de la visión, daos prisa, pues no hay un pueblo que tenga inteligencia» (Is 27, 11 LXX). Los sumos sacerdotes están desprovistos de inteligencia, y las mujeres están mirando con sus mismos ojos(19). Y cuando fueron a aquellos los soldados comunicándoles todo lo que había sucedido (Mt 28, 11), les advirtieron: «Decid: "Sus discípulos vinieron de noche y lo robaron mientras nosotros dormíamos"» (28, 13). Correctamente lo predijo esto también Isaías hablando como por ellos: «Habladnos cosas halagüeñas, contemplad ilusiones» (Is 30, 11). Pero él ha resucitado y se ha alzado, mas ellos con donativos en dinero sobornan a los soldados (28, 15). Pero los soldados no necesitan convencer ahora a los actuales emperadores. Pues los soldados de entonces traicionaron a la verdad con dinero, pero los actuales emperadores edificaron esta santa Iglesia de la Resurrección de Dios Salvador, en la cual estamos y a la que embellecieron con plata y oro, ornamentándola a base de altares también con oro, plata y piedras preciosas. «Y si la cosa llega a oídos del procurador, nosotros le convenceremos y os evitaremos complicación» (Mt 28, 14). A él le persuadieron, pero no al mundo entero. ¿Y cómo es que, al salir Pedro de la cárcel, fueron condenados sus guardianes (Hech 12, 19), mientras que no sufrieron castigo los que custodiaban a Jesús? En realidad, la pena a aquellos les fue impuesta por Herodes, pues no tenían excusa por ignorancia, pero estos otros, que supieron la verdad y la ocultaron por dinero, fueron respetados por los sumos sacerdotes (cf. Mt 28, 15). Unos pocos judíos creyeron entonces la fábula, pero en la verdad creyó el orbe entero. Los que ocultaron la verdad quedaron sepultados en el olvido, pero los que la acogieron aparecieron a la luz pública movidos por la fuerza del Salvador. Este no sólo se alzó de entre los muertos, sino que llevó consigo también a otros muertos, de cuya persona dice claramente el profeta Oseas: «Dentro de dos días nos dará la vida, al tercer día nos hará resurgir y en su presencia viviremos» (Os 6, 2)(20).
 
YA SE HA ENTERADO O SE LO TRAIGO Y DE NUEVO TODO ENTERITO?

YA SE HA ENTERADO O SE LO TRAIGO Y DE NUEVO TODO ENTERITO?

Los apóstoles, testigos de la resurrección, son también hebreos

15. Al no convencer las Sagradas Escrituras a los judíos, que no obedecen, y al contradecir ellos mismos la resurrección de Jesús, lo mejor sería hablarles así: ¿Por qué, mientras afirmáis que Eliseo y Elías han resucitado a muertos (cf. 2 Re 4, 20 se; 1 Re 17, 17-24) os obcecáis en contra de la resurrección de nuestro Salvador? ¿O es que a los que actualmente vivimos no nos valen los testigos de entonces? Buscad, pues, vosotros testigos de aquella época(21). Si lo de aquella época está escrito, también esto está escrito. ¿Por qué aceptáis una de las cosas y rechazáis la otra? los hebreos pusieron por escrito aquellos hechos anteriores. Pero todos los apóstoles fueron también hebreos. ¿Por qué, si son judíos, no les creéis? Mateo, al escribir su evangelio, lo hizo en lengua hebrea(22). Pablo, el predicador era «hebreo e hijo de hebreos» (Flp 3, 5). Y los doce apóstoles eran todos hebreos. Posteriormente, los quince obispos de Jerusalén han sido, en sucesión ininterrumpida, también todos hebreos. ¿Por qué razón, pues, mientras admitís lo vuestro, creéis que se ha de rechazar lo nuestro, que ha sido puesto por escrito por hebreos de vuestra raza?

La resurrección de Jesús es mayor milagro que las obradas por Ellas y Eliseo

16. Pero es imposible, dirá alguno, resucitar muertos. Pero Eliseo obró una y otra vez resurrecciones, tanto estando en vida (2 Re 4, 20 ss) como después de su muerte (2 Re 13, 21). Si creemos que un cadáver arrojado al suelo resucitó al contacto con Eliseo, que yacía allí muerto ¿no resucitó Cristo de entre los muertos? Además, resucitó aquel que estaba muerto y tocó a Eliseo, pero el que lo hizo alzarse permaneció, sin embargo, muerto, como ya estaba antes. Pero el muerto del que nosotros hablamos resucitó y resucitaron otros muchos muertos que a él ni siquiera le habían tocado: «Muchos cuerpos de santos difuntos resucitaron. Y, saliendo de los sepulcros después de la resurrección de él, entraron en la Ciudad Santa —claramente se trata de la ciudad en la que estamos(23)— y se aparecieron a muchos» (Mt 27, 52-53). Eliseo hizo ciertamente resucitar a un muerto, pero no consiguió dominar el orbe; Elías resucitó a un muerto, pero los demonios no se sometieron en nombre de Elías. Sin embargo, no hacemos de menos a los profetas, sino que celebramos con mayor magnificencia a quien es Señor de ellos. En realidad, no ensalzamos lo nuestro empequeñeciendo aquello, pues también aquello es nuestro. Más bien conciliamos la fe en lo nuestro con las cosas de ellos(24).

Jonás, imagen de la muerte y resurrección de Jesús


17. Pero dicen insistentemente: Es un muerto recientemente difunto que ha sido resucitado por un vivo, pero mostradnos que es posible que resucite un muerto de tres días y que sea llamado de nuevo a la vida un hombre que esté ya tres días sepultado. Pero, si buscamos una tal prueba, nos la suministra el Señor Jesús en los evangelios al decir: «Porque de la misma manera que Jonás estuvo en el vientre del cetáceo tres días y tres noches, así también el Hijo del hombre estará en el seno de la tierra tres días y tres noches» (Mt 12, 40; cf.Jon 2, 1). Y cuando indagamos con cuidado la historia de Jonás, es grande la semejanza con lo nuestro. Jesús fue enviado a predicar la conversión: también Jonás (1, 2 es) fue enviado (a lo mismo). Pero éste, al no saber el futuro, huye: aquél, en cambio, accedió a anunciar la penitencia de salvación. Jonás dormía en la nave, y lo hacía profundamente (1, 5) mientras el mar estaba encrespado por la tempestad: también, cuando Jesús se encontraba durmiendo, se encrespó el mar por determinados designios (Mt 8,2 4-25), para que después se reconociese el poder del que estaba durmiendo (8, 27). Aquellos decían: «¿Qué haces aquí dormido? ¡Levántate e invoca a tu Dios! Quizás Dios se preocupe de nosotros y no perezcamos» (Jon 1, 6). Y aquí dicen al Señor: «¡Señor, sálvanos!» (Mt 8, 25). Allí decían: «¡Invoca a tu Dios!». Y aquí; «¡sálvanos!». Aquél dice: «Agarradme y tiradme al mar, y el mar se os calmará» (Jn 1, 12). Este, «increpó a los vientos y al mar, y sobrevino una gran bonanza» (Mt 8, 26). Aquél fue a parar al vientre de la ballena (Jon 2, 1), pero éste descendió por su propia voluntad al lugar donde la muerte tragaba a los hombres. Descendió voluntariamente para que la muerte vomitase a aquellos que se había tragado, según aquello que está escrito: «De la garra del sheol los libraré, de la muerte los rescataré» (Os 13, 14).
 
VENGA, UNO MÁS Y VOLVEMOS CON EL HIJO UNIGÉNITO...

VENGA, UNO MÁS Y VOLVEMOS CON EL HIJO UNIGÉNITO...

En el abismo, la victoria sobre la muerte

19. La muerte quedó aterrorizada al ver que descendía al infierno alguien distinto que no estaba sujeto por las cadenas de este lugar (cf. Hech 2, 24). ¿Por qué razón, guardianes del infierno, os llenasteis de pavor al verlo? (cf. Job 38, 17 LXX). ¿Os invadió un temor descarado? Huyó la muerte y esa fuga delataba su temor. Acudieron los santos profetas. Moisés el legislador, Abraham, Isaac y Jacob, David y Samuel, Isaías y Juan Bautista, que dice y testifica: «¿Eres tu el que ha de venir, o debemos esperar a otro?» (Mt 11, 3). Han sido redimidos todos los santos que la muerte se había tragado. Lo que debía ser es que el Rey que había sido predicado fuese en realidad el libertador de los mejores augurios. Por eso ha dicho alguno entre los justos: «¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?» (1 Cor 15, 55). Es el autor de la victoria el que nos ha liberado(26).

Más datos sobre Jonás como imagen de Cristo muerto y resucitado

20. Jonás fue figura de este nuestro Salvador orando desde el vientre del cetáceo diciendo: «Desde mi angutia clamé a Yahvé y él me respondió: desde el seno del sheol grité, y tu oíste mi voz» (Jan 2, 3). Estaba en el interior de la ballena, pero dice que estaba en el infierno: era figura de Cristo, que en su momento habría de descender a los infiernos(27). Y poco después, hablando proféticamente con toda claridad acerca de la persona de Cristo, dice; «A las raíces de los montes descendí» (2, 7). ¿De qué montes hablas si estás en el vientre de la ballena? Es que sé -dice- que soy imagen de aquél que será colocado en el sepulcro excavado en piedra. Cuando Jonás se encontraba en el mar, dice: «Descendí a la tierra» (2, 7 LXX), siendo así imagen de Cristo, que descendió hasta las entrañas de la tierra (Mt 12, 39-40)(28). Previó también el fraude de los judíos induciendo a los soldados a mentir y diciéndoles: «Decid que lo robaron» (cf. Mt 28, 13). Lo previó diciendo: «Observando cosas vanas y falsas, abandonan la misericordia para con ellos» (Jan 2, 9, mejor LXX). De hecho, vino quien se compadecía de ellos, y fue crucificado y resucitó tras haber dado el don de su preciosa sangre en favor de judíos y gentiles. Ellos, sin embargo, dicen: «Decid que lo robaron», haciendo así observancia de cosas vanas y de falsedadess. De su resurrección dice también Isaías: «El que sacó de entre los muertos al gran pastor de las ovejas, en la sangre de una alianza eterna» (Is 63, 11)(29). Añadió lo de «grande» para que no fuese contado entre los pastores de la categoría de los anteriores.
 
LA VERDADERA restauración del cristianismo original (SEGIMOS CON EL UNIGÉNITO)

LA VERDADERA restauración del cristianismo original (SEGIMOS CON EL UNIGÉNITO)

15. ¿Quieres darte cuenta de que es Dios el que ha nacido del Padre y que después se ha hecho hombre? Escucha al profeta: «Este es nuestro Dios, ningún otro es comparable a él. El descubrió el camino entero de la ciencia, y se lo enseñó a su siervo Jacob, y a Israel su amado. Después apareció ella en la tierra, y entre los hombres convivió» (Bar 3,36-38). ¿Crees que Dios, después de la Ley de Moisés no se ha hecho hombre? Acoge también otro testimonio de la divinidad de Cristo acabado de leer: «Tu trono, oh Dios, para siempre jamás» (Sal 45,7). Y para que a propósito de estos pasajes no se pensase que con su venida en carne llegó después, como desarrollándose, a la cima de la divinidad, dice abiertamente: «Por eso Dios, tu Dios, te ha ungido con óleo de alegría más que a tus compañeros». ¿No ves acaso que el Mesías Dios ha sido ungido por Dios Padre?

16. ¿Quieres que se te ofrezca también un tercer testimonio de la divinidad de Cristo? Oye a Isaías que dice: «Los productos de Egipto, el comercio de Kush... vendrán a ti y tuyos serán»; y poco después: «Ante ti se postrarán y te suplicarán: "Sólo en ti hay Dios, no hay ningún otro, no hay más dioses". De cierto que tú eres un Dios oculto, el Dios de Israel, salvador» (Is 45,14-15)24. Ves a Dios Hijo que tiene en sí mismo a Dios Padre. Sólo le falta decir lo que dijo en los Evangelios: «Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí» (Jn 14,11). No dice «yo soy el Padre», sino «yo estoy en el Padre y el Padre está en mí». Y, a su vez, no dijo: «Yo y el Padre soy uno», sino «Yo y el Padre somos uno» (Jn 10,30), para que ni los separemos a uno del otro, ni hagamos mezcla de Padre e Hijo. «Uno», porque es una la dignidad de la divinidad, puesto que es Dios quien engendró a Dios. «Uno» por la prerrogativa del Reino, pues no es que sobre unas cosas reine el Padre y sobre otras el Hijo, como si éste, a semejanza de Absalón25, se alzase contra el Padre. En realidad, el Hijo reina sobre las mismas cosas sobre las que reina el Padre. Son «uno» también porque no hay disonancia alguna o separación, pues no son unos los deseos del Padre y otros los del Hijo. «Uno» porque no son unas las obras de Cristo y otras las del Padre. El ordenamiento de todas las cosas es unitario, ya que el Padre ha actuado a través del Hijo: «Pues él habló y así fue; él ordenó y fueron creados» (Sal 148,5 LXX), dice el salmista. Pero el que dice, dice a quien oye; y quien manda, manda a quien está presente.

 
LA VERDADERA restauración del cristianismo original (HIJO NO CREADO)

LA VERDADERA restauración del cristianismo original (HIJO NO CREADO)

17. El Hijo es, por tanto, verdadero Dios, teniendo en sí mismo al Padre, pero no transformado en el Padre: pues tampoco se hizo hombre el Padre, sino el Hijo—digámoslo en verdad y libremente. No padeció por nosotros el Padre, sino que el Padre envió al que padeció por nosotros. Ni tampoco digamos nunca: «Había un tiempo en el cual no existía el Hijo»26. Tampoco admitamos una filio-paternidad, sino que avancemos por el camino regio sin desviarnos a la izquierda o a la derecha. Ni, creyendo honrar al Hijo, le llamemos a éste Padre ni, pensando en tributar honor al Padre, creamos que el Hijo es una de las cosas creadas. Más bien el Padre único sea adorado a través del Hijo único, sin que se «distribuya» la adoración. Predíquese un Hijo único, sentado a la derecha del Padre antes de los siglos, que no ha recibido en el tiempo esto de sentarse con el Padre tras el sufrimiento y como resultado de una evolución, sino que lo posee desde la eternidad.

18. «El que ve al Hijo, ve al Padre»27. Pues en todo es semejante el Hijo a quien lo engendró: vida que procede de vida, luz de luz, poder de poder, Dios de Dios. En nada son diferentes las características de la divinidad en el Hijo, y quien ha sido considerado digno de ver la divinidad del Hijo ha sido llevado con ello a gozar del Padre. Este modo de hablar no es mío, sino del Hijo unigénito: «¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces, Felipe? El que me ha visto a mí ha visto al Padre» (Jn 14,9)29. Y, para decirlo más compendiosamente, debemos evitar tanto separar como confundir: no digas nunca que el Hijo es ajeno al Padre ni aceptes a quienes dicen que el Padre es a veces Padre y a veces Hijo: son afirmaciones extrañas e impías, no testimonios de la Iglesia, pues el Padre permaneció tal aunque hubiese engendrado al Hijo sin sufrir él mismo transformación. Engendró a la Sabiduría (cf. I Cor 1,24), pero él no fue despojado de ella; engendró la fuerzan sin perder con ello su energía. Engendrando a Dios, no fue despojado de su divinidad ni nada perdió quedando disminuido o transformado, ni a su vez el engendrado carece de algo: perfecto es el que engendró y perfecto es el engendrado. Dios es quien engendró y Dios es el que ha sido engendrado, el cual es Dios de todas las cosas y llama Padre a su Dios, sin miedo de decir: «Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios» (Jn 20,17).
 
LA VERDADERA restauración del cristianismo original

LA VERDADERA restauración del cristianismo original

19. Pero para que no creas que se trata de una paternidad igual tanto para el Hijo como para las demás criaturas, en las frases que siguen hizo una distinción. Pues no dijo: «Subo a nuestro Padre», de modo que se dedujese una comunidad de las creaturas con el Unigénito; sino que dice: «mi Padre y vuestro Padre». De un modo, mío, por naturaleza; y de otro modo, vuestro, por adopción. Y, a su vez: «A mi Dios y a vuestro Dios». De una forma, Padre mío por vínculo natural y como Hijo unigénito; de otra forma, vuestro como criaturas. Por consiguiente, el Hijo de Dios es verdadero Dios, engendrado de modo inefable antes de todos los siglos. Os repito a menudo todo esto para que se os grabe bien en vuestra mente. Cree ciertamente que Dios tiene un Hijo, pero no tengas mayor curiosidad en el cómo, pues si lo indagas no encontrarás respuesta. No te ensalces a ti mismo, no sea que caigas.
 
LA VERDADERA restauración del cristianismo original

LA VERDADERA restauración del cristianismo original

Ale, les dejo un momento. Mediten, leanlo todo, escudriñen, no vayan a vote voleo, no saquen citas de contexto, y ante la duda, esperen a que llegue el texto correcto... Ahora me voy a leer un rato la Biblia. Ya vengo luego, o mañana.

Por cierto, Apolos, desde las 7:00 am que ando esperando que me de respuesta a los dos primeros post de día, que como ya es norma en usted, no lo ha hecho.

No pasa nada, también lo veremos en su justo momento. Escrito está, y escrito quedará hasta el debido momento por Dios dispuesto.
 
Re: Testigos de Jehová...¿restauración del cristianismo original?

Te invito a que pongas tus comentarios respecto a Cirilo en un nuevo epígrafe. Aquí ya estamos aburridos de tu terquedad y repeticiones de catecismos humanos.
 
Campeón de las evasivas

Campeón de las evasivas

Ni respondiste sobre:
  • por qué asumiste como ciertas las palabras de Elifaz,
  • quién era el que hablaba en Job 4:18,
  • a cuantas personas adoras (si son tres personas, eres politeísta)
  • por qué el espíritu santo no sabe el día ni la hora (Marcos 13:32)
  • por qué Hebreos dice que Jesús clamó a "aquél que podía salvarlo", etc. etc.