Raúl niega que Cristo oraba a otro ser distinto a él
Raúl niega que Cristo oraba a otro ser distinto a él
Las propias palabras de Cirilo de Jerusalén acerca del Salmo 88 muestran que Cristo clamó y oró a Yahvé para que lo resucitara. Esto armoniza con las palabras de Hebreos 5:7, 8:
“En los días de su carne [Cristo] ofreció ruegos y también peticiones a Aquel que podía salvarlo de la muerte, con fuertes clamores y lágrimas, y fue oído favorablemente por su temor piadoso. 8 Aunque era Hijo, aprendió la obediencia por las cosas que sufrió;” (Hebreos 5:7-8)
Raúl niega que Cristo oraba a otro ser distinto a él
También los hijos de Dios dispersos aceptarán la resurrección y sus señales
7. ¿Quién es el que resucita y cuáles son sus signos? Lo dice con evidencia continuando el mismo texto profético? «Convertiré entonces la lengua de los pueblos» (Sof 3, 9) como quiera que después de la resurrección tras el envío del Espíritu Santo, se dio el don de lenguas (Hech 2, 4), «para que invoquen todos el nombre de Yahvé y le sirvan bajo un mismo yugo» (Sof 3, 9). ¿Y qué otro símbolo se añade, en el mismo profeta, de que servirán al Señor «bajo un mismo yugo?» «Desde allende los ríos de Etiopía, mis suplicantes, mi Dispersión, me traerán mi ofrenda» (3, 10). Ves que eso está escrito en los Hechos cuando el eunuco etíope llega desde los confines de los ríos de Etiopía (Hech 8, 27). Las Escrituras señalan, por tanto, el momento y las circunstancias de tiempo y lugar, además de los signos que siguieron a la resurrección. Ten, pues, una fe firme en la resurrección y que nadie te aparte de confesar a Cristo resucitado de entre los muertos.
Valor profético de Sal 88
8. Recibe también otro testimonio del salmo 88, cuando es Cristo el que proféticamente dicen: «Yahvé Dios de mi salvación, ante ti estoy clamando día y noche» (Sal 88, 2) y, poco después: «Soy como un hombre acabado: relegado entre los muertos» (88, 5). No dice «soy un hombre acabado», sino «como un hombre acabado»: no ha sido crucificado porque le falten fuerzas, sino voluntariarnente. Ni tampoco le llegó la muerte por una debilidad involuntaria. «Me has echado en lo profundo de la fosa» (v. 7). Y, ¿cuál fue la señal de esto?: «Has alejado de mí a mis conocidos»(14). De hecho, huyeron sus discípulos (Mt 26, 56). «¿Acaso para los muertos haces maravillas?» (Sal 88, 11). Y, poco después: «Mas yo grito hacia ti, Yahvé, de madrugada va a tu encuentro mi oración» (v. 14). ¿Es que no ves cómo también se aclaran las circunstancias de tiempo tanto de la pasión como de la resurrección?
Las propias palabras de Cirilo de Jerusalén acerca del Salmo 88 muestran que Cristo clamó y oró a Yahvé para que lo resucitara. Esto armoniza con las palabras de Hebreos 5:7, 8:
“En los días de su carne [Cristo] ofreció ruegos y también peticiones a Aquel que podía salvarlo de la muerte, con fuertes clamores y lágrimas, y fue oído favorablemente por su temor piadoso. 8 Aunque era Hijo, aprendió la obediencia por las cosas que sufrió;” (Hebreos 5:7-8)