Permíteme empezar, querido compañero @Usymbv
Me gustaría primero aclarar que los Sagrados Escritos de El Báb, Baháulláh y su hijo Abdul Bahá, no son tratados teológicos. Es decir, no son como Santo Tomás de Aquino o San Agustín que buscaban demostrar sus tesis mediante argumentación lógica. Esto lo aclaro porque me pides textos donde Bahá'u'lláh "pruebe"...
Me gustaría iniciar con este pasaje, escrito por Abdul Bahá sobre la naturaleza de esos seres que los bahaís conocemos como "Manifestaciones de Dios". La terminología bahaí puede ser un poco diferente de la cristiana, por lo que si tienes dudas, por favor pregúntame y con gusto intentaré aclararlo. Por lo pronto, aclaro que "Profetas" con P mayúscula, se refiere a las Manifestaciones de Dios.
Has de saber que las Santas Manifestaciones, si bien poseen infinidad de perfecciones..., sólo poseen tres estaciones o condiciones.
La primera es la estación física;
la segunda es la humana, o sea la del alma racional;
la tercera es la estación de la aparición divina y el esplendor celestial.
La condición física es fenoménica, está compuesta de elementos y, como tal, al igual que todo lo que está compuesto, está sujeta a desintegración, pues no es posible que lo compuesto no se desintegre.
La segunda es la estación del alma racional, esto es, la realidad humana. También ésta es una condición fenoménica que las Santas Manifestaciones comparten con todo el género humano.
...
La tercera es la estación de la aparición divina y del esplendor celestial. Es la Palabra de Dios, la Gracia Eterna, el Espíritu Santo. No conoce ni principio ni fin, pues éstos no pertenecen al mundo contingente, sino al mundo divino.
Para Dios el fin es tanto como el principio. Así pues, la enumeración de los días, semanas, meses y días, el ayer y el hoy, son cosas relacionadas con el orbe terrestre. Mas en el sol no existe tal cosa; no existe ni el ayer, ni el hoy, ni el mañana, ni los meses, ni los años: en él todo es igual.
Del mismo modo, la palabra de Dios se halla purificada de toda condición, exenta de las fronteras, leyes y límites del mundo contingente.
Por tanto, la realidad de los Profetas, que es la Palabra de Dios y la condición perfecta de manifestación, no ha tenido principio ni tendrá fin. Su aparición difiere de todas las demás, y se asemeja a la del sol.
Hola compañero:Hola Alissa,
¿Podrías poner lo que dice Bahá'u'lláh para probar que la manifestación de Dios estuvo encarnada en personajes como Adán, Abraham y Moisés, teniendo la misma naturaleza divina y coeternos con el Padre?
Me gustaría primero aclarar que los Sagrados Escritos de El Báb, Baháulláh y su hijo Abdul Bahá, no son tratados teológicos. Es decir, no son como Santo Tomás de Aquino o San Agustín que buscaban demostrar sus tesis mediante argumentación lógica. Esto lo aclaro porque me pides textos donde Bahá'u'lláh "pruebe"...
Me gustaría iniciar con este pasaje, escrito por Abdul Bahá sobre la naturaleza de esos seres que los bahaís conocemos como "Manifestaciones de Dios". La terminología bahaí puede ser un poco diferente de la cristiana, por lo que si tienes dudas, por favor pregúntame y con gusto intentaré aclararlo. Por lo pronto, aclaro que "Profetas" con P mayúscula, se refiere a las Manifestaciones de Dios.
Has de saber que las Santas Manifestaciones, si bien poseen infinidad de perfecciones..., sólo poseen tres estaciones o condiciones.
La primera es la estación física;
la segunda es la humana, o sea la del alma racional;
la tercera es la estación de la aparición divina y el esplendor celestial.
La condición física es fenoménica, está compuesta de elementos y, como tal, al igual que todo lo que está compuesto, está sujeta a desintegración, pues no es posible que lo compuesto no se desintegre.
La segunda es la estación del alma racional, esto es, la realidad humana. También ésta es una condición fenoménica que las Santas Manifestaciones comparten con todo el género humano.
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La tercera es la estación de la aparición divina y del esplendor celestial. Es la Palabra de Dios, la Gracia Eterna, el Espíritu Santo. No conoce ni principio ni fin, pues éstos no pertenecen al mundo contingente, sino al mundo divino.
Para Dios el fin es tanto como el principio. Así pues, la enumeración de los días, semanas, meses y días, el ayer y el hoy, son cosas relacionadas con el orbe terrestre. Mas en el sol no existe tal cosa; no existe ni el ayer, ni el hoy, ni el mañana, ni los meses, ni los años: en él todo es igual.
Del mismo modo, la palabra de Dios se halla purificada de toda condición, exenta de las fronteras, leyes y límites del mundo contingente.
Por tanto, la realidad de los Profetas, que es la Palabra de Dios y la condición perfecta de manifestación, no ha tenido principio ni tendrá fin. Su aparición difiere de todas las demás, y se asemeja a la del sol.