Re: SE PUEDE PERDER LA SALVACION??
VII. LA ENTERA ELEVACIÓN DEL HOMBRE QUE ES HECHO PARTICIPANTE DE LA GRACIA DE DIOS ES también una salvaguarda especial contra el pecado. Me atrevo a decir, aunque pueda ser controvertible, que el hombre que cree en las doctrinas gloriosas de la gracia es usualmente un hombre de mucho mayor estilo que la persona que no tiene opinión de ese asunto.
¿En qué piensa la mayoría de los hombres? En la comida, en la renta de su casa, y en el vestido. Pero los hombres que consideran las doctrinas del evangelio meditan en el eterno pacto, la predestinación, el amor inmutable, el llamamiento eficaz, Dios en Cristo Jesús, la obra del Espíritu, la justificación, la santificación, la adopción, y otros temas igualmente nobles. ¡Oh! ¡Qué refrescante es ver simplemente el catálogo de esas grandiosas verdades!
Otros parecen niños jugando con montoncitos de arena en la playa; pero el creyente en la gracia inmerecida camina entre colinas y montañas. Los temas del pensamiento se alzan imponentes alrededor de él, como Alpes sobre Alpes; la estatura mental del hombre se eleva con sus entornos, y se convierte en un hombre prudente, en comunión con lo sublime. No es de poca importancia esto, para una cosa tan dispuesta a envilecerse, como es el intelecto humano promedio. En relación a la liberación de bajos vicios y anhelos degradantes, esta doctrina debe ser promovida y será de mucha ayuda.
La irreflexión es la madre prolífica de la perversidad. Es un signo esperanzador cuando las mentes comienzan a discurrir entre verdades sublimes. El hombre que ha sido enseñado por Dios para pensar no estará tan preparado para pecar como el ser cuya mente está enterrada bajo su carne. El hombre ha obtenido ahora una visión muy diferente de la que lo condujo a derrochar su tiempo con la idea que no había nada mejor para él, que divertirse mientras podía. Él dice, "Yo soy uno de los elegidos de Dios, ordenado para ser Su hijo, Su heredero, heredero conjuntamente con Jesucristo. He sido apartado para ser un rey y un sacerdote para Dios, y, como tal, no puedo ser impío, ni vivir para los objetos comunes de la vida."
Él mismo se eleva en el objeto que lo ocupa: de ahora en adelante no puede vivir para sí mismo, porque ya no se pertenece, fue comprado con un precio. Ahora habita en la presencia de Dios, y la vida para él es real, de entrega, sublime. No se preocupa en juntar a duras penas el oro con el rastrillo de estiércol del codicioso, porque es inmortal y debe necesariamente buscar ganancias eternas. Siente que ha nacido para propósitos divinos, y pregunta "Señor, ¿qué quieres que yo haga?" Siente que Dios lo ha amado para que Su amor pueda fluir también hacia otros.
La elección de cualquier hombre por Dios tiene una interrelación con todos: elige a José para que una familia completa, una nación completa, más aún, el mundo entero, puedan ser preservados con vida cuando el hambre ha quebrantado el sustento del pan. Somos cada uno como una lámpara encendida para que pueda brillar en la oscuridad, e iluminar otras lámparas.
Las nuevas esperanzas llegan agolpándose en el hombre que es salvo por gracia. Su espíritu inmortal goza de atisbos de lo que no tiene fin. Como Dios lo ha amado en el tiempo, él cree que ese mismo amor lo va a bendecir en la eternidad. Sabe que su Redentor vive, y que al fin, él lo mirará; por ello no teme el futuro. Aun aquí abajo él comienza a cantar los himnos de los ángeles, porque su espíritu vislumbra desde lejos el amanecer de la gloria que todavía se ha de manifestar. Así con corazón gozoso y paso ligero va adelante al futuro desconocido tan alegremente como a una fiesta de bodas.
¿Hay aquí un pecador, un pecador culpable, alguien que no tenga ningún mérito, ni derecho a algún tipo de misericordia, hay aquí alguno deseoso de ser salvo por la gracia inmerecida de Dios por medio de la fe en Jesucristo? Entonces déjame decirte, pecador, no hay ninguna palabra en el libro de Dios en contra tuya, ni una línea ni sílaba, sino que todo es a favor tuyo. "Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores." Aún al peor de ellos. Jesús vino al mundo para salvarte a ti. Tan solo confía en Él, y descansa en Él.
Te voy a decir algo que te hará ir a buscar a Cristo de inmediato, es el pensamiento de Su amor asombroso. Un hijo libertino había sido una gran aflicción para su padre, le había robado y avergonzado, y, por último, terminó provocando que sus cabellos grises se fueran con tristeza a la tumba. Era un miserable: nadie pudiera ser más desvergonzado. Sin embargo, asistió al funeral de su padre, y permaneció para oír la lectura del testamento, tal vez era la principal razón para estar ahí. Se había hecho completamente a la idea que su padre no le iba a dejar un centavo, y había resuelto que haría pasar ratos muy desagradables al resto de la familia. Para su gran asombro, en la lectura del testamento se leyó algo así: "En cuanto a mi hijo Ricardo, aunque ha derrochado terriblemente mi riqueza, y aunque a menudo ha afligido mi corazón, quiero que sepa que aún lo considero mi hijo querido, y por consiguiente, como muestra de mi imperecedero amor, le dejo a él la misma proporción que al resto de sus hermanos." Salió de la habitación, no podía soportar más, el sorprendente amor de su padre lo había dominado. Fue a ver al albacea la mañana siguiente y le dijo, "seguramente usted no leyó correctamente." "Sí, lo leí bien, aquí está." "Entonces," dijo, "Me siento listo para maldecirme por haber afligido a mi anciano padre amado. ¡Oh, que lo pudiera recuperar otra vez! El amor nació en ese corazón ruin por una muestra inesperada de amor.
¿Acaso no puede ser tu caso similar? Nuestro Señor Jesucristo está muerto, pero ha dejado en su testamento que los primeros entre los pecadores son objeto de su misericordia más especial. Mientras agonizaba Él oró: "Padre, perdónalos." Resucitado, intercede por los transgresores. Los pecadores están siempre en Su mente: la salvación de ellos es Su gran propósito. Su sangre es para ellos, Su corazón para ellos, Su justicia para ellos, Su cielo para ellos. Vengan, oh, ustedes culpables y tomen su porción. Confíen en Jesús con sus almas, y Él los salvará. Dios los bendiga. Amén.
Charles Haddon Spurgeon
Fragmentos de la predicación:
Las Doctrinas de la Gracia no Conducen a Pecar
NO. 1735 Sermón predicado la mañana del Domingo 19 de Agosto, 1883
por Charles Haddon Spurgeon, en Exeter Hall, Londres.