Aquí el Señor Jesús les daría una lección.
¿Acaso no sabía él, de que estaban hablando?
¡Sí!
Él todo lo sabe.
Pero al hacerles esta y otras preguntas, les haría ver su problema y su
error.
En primer lugar, ellos tenían una imagen pequeña y mezquina de Jesús.
Habían dicho...
- De Jesús Nazareno, que era un hombre profeta. (Juan 6:14)
Para ellos, ya había terminado en la tumba.
¡Pero Jesús era, es y será por toda la eternidad!
Y es mucho más que un hombre profeta.
Él es el Dios eterno, el creador de todo.
Como dice la Biblia en Colosenses 1:15-17.
“El es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación.
Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y
las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean
dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de
él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él
subsisten”.
Tenían una imagen pequeña de Dios.
Cómo el Señor nos pregunta en Isaías 40:25, 26.
“¿A qué, pues, me haréis semejante o me compararéis? dice el Santo.
Levantad en alto vuestros ojos, y mirad quién creó estas cosas; él saca y
cuenta su ejército; a todas llama por sus nombres; ninguna faltará; tal
es la grandeza de su fuerza, y el poder de su dominio”.
¿Cuál es la imagen que tenemos de él?
En segundo lugar, ellos habían caído en la incredulidad...
- Dicen las mujeres que dijeron los ángeles, que él vive.
El Señor les dijo...
“¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer!”. Lucas 24:25.
¿No nos diría esto el Señor, hoy?
Y aquí, Jesús hizo algo maravilloso.
Les haría ver quién era él, pero para esto no llamó a una legión de
ángeles para que anunciaran que él era Dios.
Tampoco convirtió piedras en pan, ni agua en vino.
Tampoco caminó sobre el mar ni resucitó un muerto, sino que tomó este
santo libro, la Biblia, y comenzando desde Moisés y siguiendo por todas
las escrituras, les declaró lo que de él decían.
Él usó la Biblia, y toda la Biblia.
“Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios”.
Romanos 10:17.
Hoy muchos se van en busca de lo espectacular y de las experiencias y
creen porque ven, pero Cristo dijo.
“… bienaventurados los que no vieron, y creyeron”. Juan 20:29.
Y aquellos dos discípulos, hicieron algo notable, le dijeron...
- ¡Quédate!
“… Quédate con nosotros, porque se hace tarde, y el día ya ha
declinado”.
Lucas 24:29.
¡Ah no!
No fue por eso que le pidieron que se quedara.
Forastero, quédate porque tus palabras nos han hecho mucho bien.
Quédate porque estábamos a oscuras pero ahora brilla la luz.
Quédate porque estábamos tristes pero ahora tenemos gozo.
Quédate porque estábamos fríos como piedras pero ahora el amor de Dios
nos quema adentro.
¡Oh!
Que nosotros podamos decir…
- ¡Quédate!
- Porque necesito tu luz y tu calor, porque necesito tu alegría Señor.
Y dice la Biblia, que Jesús se quedó, y se sentó a la mesa con ellos y
por primera vez en aquel grandioso día, pudieron los dos discípulos,
ver los ojos de aquel forastero y contemplaron su rostro y miraron como
les partía el pan, y entonces... le reconocieron.
Y se maravillaron, y él, habiéndoles enseñado la lección y amándoles
como les amaba, se desapareció de su vista.
Puede ser que durante el día muchas veces oremos y le pidamos cuando
trabajamos o caminamos o predicamos, pero a la hora de la comunión,
después o antes del fragor de la batalla de ese día, cuando estemos solos a
la mesa con él, allí le reconoceremos.
¡Oh!
Que podamos creer todo los que los profetas han dicho, pero más aún lo
que él nos ha dicho.
Que cuando la angustia venga, pueda recordar que su palabra me dice…
“Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones
delante de Dios”. Filipenses 4:6.
Que cuando el temor venga pueda creer y obedecer a su voz que me
dice...
- ¡No temas!
Que cuando venga la injusticia pueda creer de verdad que son…
“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos
serán saciados”. Mateo 5:6.
Que si la persecución viene, crea que mi galardón es grande en los
cielos y sobre todo si alguno no ha creído en el cómo su salvador personal,
pueda creer que verdaderamente el que oye su palabra y cree al que le
envió ciertamente tiene (no quizás, algún día y con suerte) vida eterna
y con toda seguridad no vendrá a condenación sino que ha pasado ahora
(no mañana ni en el día postrero) de muerte a vida. (Juan 5:24)
Aquellos discípulos aunque el día había declinado, en la misma hora
volvieron a Jerusalén con gozo, con una nueva meta y un gran mensaje que
contar.
¡Jesús vive!
Amén.