Los locos que cambian el mundo
La locura del Evangelio es el mayor motor de la Historia.
19 DE AGOSTO DE 2011
<!-- init text -->Personas que lo dejaron todo por servir a Dios, necesitamos ese tipo de locura en España y en el mundo.
Me encantan las palabras del apóstol Pablo cuando dirigiéndose a los corintios, que negaban su apostolado, llega un momento en el que les dice: que aunque están locos para Dios, para ellos están cuerdos. Era una manera de afirmar que la lógica de Dios y de los hombres normalmente no se correspondía.
La locura de Dios siempre implica renuncia. Dios no busca hombres perfectos, busca hombres y mujeres dispuestos, por eso no siempre elige a los mejores según los criterios de la sociedad, prefiere a aquellos que están dispuestos a renunciar a todo por Él.
Gracias a esta locura sana y transitoria, la sociedad ha ido cambiando paso a paso. Uno de esos locos fue William Wilberfoce, un parlamentario cristiano que dedicó su vida a luchar contra la esclavitud. La gente de su tiempo pensaba que estaba completamente loco. Los intereses comerciales del Imperio Británico y del propio parlamento hacía inviable un cambio en la injusta política de la esclavitud, pero Wilberfoce esta afortunadamente loco.
Sus palabras aún tienen la capacidad de estremecernos, por sencillas y certeras: "Las grandes cosas tienen inicios pequeños. Cada aguacero es solo una gota, cada fuego es una chispa, cada cosecha es solo una semilla, cada viaje es solo un paso porque sin pasos no hay viaje."
Los conformistas siempre se escandalizan ante las palabras de los “locos” que quieren cambiar el mundo. Les parecen que rompen el protocolo de la vida, las normas de cortesía y las buenas formas de siempre.
Me encanta la filosofía de Aplee: “Son los locos. Los inadaptados. Los rebeldes. Los alborotadores. Los que ven las cosas de manera diferente. No les gustan las reglas. No tienen ningún respeto por el statu quo . Podemos citarlos, estar en desacuerdo con ellos, glorificarlos o vilipendiarlos. Lo único que no podemos hacer es ignorarlos”.
En Marcos 3:21 , unos familiares van a por uno de estos locos: Cuando lo supieron los parientes de Jesús, fueron a llevárselo, pues decían que se había vuelto loco. La misma “locura” del apóstol Pablo en Hechos 26:24, 25 : “Al decir Pablo estas cosas en su defensa, Festo gritó: --¡Estás loco, Pablo! De tanto estudiar te has vuelto loco. Pero Pablo contestó: --No estoy loco, excelentísimo Festo; al contrario, lo que digo es razonable y es la verdad”.
Necesitamos locos que puedan imaginar un mundo distinto , que sean capaces de tener la suficiente ilusión para buscar la manera de transmitir el Evangelio, que estén dispuesto a perderlo todo, por ganar a alguno para Cristo.
Mientras los cuerdos, los conformistas y los cínicos sigan mandándonos callar, estarnos quietos y no molestar, las cosas seguirán igual.
¿Cómo cambiaremos la realidad social y espiritual de nuestro país? Tendremos que estar un poco locos, para al menos intentarlo.
<!-- init signature -->Autores: Mario Escobar Golderos
©Protestante Digital 2011
Excelente escrito, hermana Manhattan.
Damos gracias a Dios por todos estos "locos" que quieren cambiar al mundo. Que luchan por construir un mundo más justo y más humano.
Muy bueno el ejemplo de ese parlamentario que luchó en contra de la esclavitud, que se enfrentó al estatus quo; un auténtico cristiano seguidor de las enseñanzas de Jesús, y como él sembrador de esperanza. Él no permaneció indiferente ante la situación de esclavitud, sino que se levantó en contra de las leyes injustas. Me encantan sus palabras que motivan a seguir adelante: ""Las grandes cosas tienen inicios pequeños. Cada aguacero es solo una gota, cada fuego es una chispa, cada cosecha es solo una semilla, cada viaje es solo un paso porque sin pasos no hay viaje."
¿Cristianos? Sí
¿Revolucionarios? Sí
¿Soñadores? Sí
¿Locos? Sí
Dios bendiga a todos los que se empeñan en construir un mundo más justo y más humano.
"No nos cansemos pues, de hacer el bien; que a su tiempo segaremos sino desmayamos" (San Pablo en Gálatas 6 y 9)
Dios te bendiga.
Paula.
¡Gracias por tu comentario Paula!...¡Tan acertados, como siempre!
La biznaga
Seguid unidos a mí como yo sigo unido a vosotros. Evangelio de Juan, capítulo 15, versículo 4.
31 DE AGOSTO DE 2011
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La biznaga es uno de los símbolos de la ciudad de Málaga. Para las personas que no la conocen, a simple vista es una flor blanca, parecida al geranio, gitanilla o celestino. Sin embargo, no es nacida de una planta sino que está compuesta por un puñado de jazmines escogidos durante el frescor de la mañana antes de que se abran. Aún cerrados son ensartados, uno a uno, en las agujas de un armazón similar al del eneldo seco.
Se vende por la tarde, cuando la gente sale a disfrutar del paseo y se sienta en las terrazas a tomar algo, o en las diferentes ferias de verano. Es hermoso ver como comienzan a abrirse formando un conjunto y esparciendo su intenso aroma dejando huella por donde quiera que va.
Antes de elegir, el biznaguero, distingue los que se abrirán esa tarde. Por eso, todos los jazmines no son aptos para la biznaga del día, algunos tienen que madurar un poco más antes de cumplir su cometido.
El armazón que los une se sujeta a una base que puede ser una penca de chumbera limpia de espinas, o una hoja de pita que hace las veces de bandeja transportada en alto.
Donde quiero ir a parar con esta breve exposición sobre las tradiciones de mi tierra es que, de igual forma que en ocasiones la Palabra de Dios compara a Cristo con el Buen Pastor y a su Iglesia con las ovejas, como malagueña me permito hoy la licencia de comparar al Padre con el biznaguero, al soporte de eneldo con Cristo y a su Iglesia con la unión de los jazmines.
Jesús insistió en pedir: ...cuídalos con el poder de tu nombre, el nombre que me has dado, para que estén completamente unidos, como tú y yo. Te pido que todos ellos estén unidos; que como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, también ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste. Jn 17,11 y 21 .
Muchos individuos juntos forman grupo y ese grupo tiene un fin. En la Iglesia nos juntamos engarzados al tronco que es Cristo y lucimos y perfumamos el entorno para gloria de Dios. Ante Sus ojos vestimos el traje blanco con que nos ha cubierto y perfumamos con los dones que reparte el Espíritu.
¡Ved qué bueno y agradable es que los hermanos vivan unidos! Sal 133,1
<!-- init signature -->Autores:Isabel Pavón Vergara
Lo que tengo te doy
No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda… Hch 3:6
01 DE DE 2011
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¿Cuántos años llevaría sentándose aquel hombre a la puerta de la Hermosa?
¿Cuántas veces habría soñado con recibir sabrosas limosnas que le permitieran vivir cómodamente?
Jamás hubiese pensado que aquel encuentro con Juan y Pedro iba a resultar tan trascendental en su vida.
El milagro fluye, los tullidos miembros son restaurados, la cojera desaparece, la vida se renueva.
En ese vertiginoso cambio, en ese vuelco maravilloso que efectúa su existencia reconoce el poder divino . Entra gozoso en el templo, exultante de alegría, andando, saltando y alabando a Dios.
Advirtió este hombre con inmediatez al autor de aquel regalo.
Sabía que se habían esgrimido sencillos útiles para ejecutar el milagro, pero la transformación, el cambio, era poder absoluto de Dios.
No siempre reconocemos el poder de Dios en nosotros.
Aceptamos su misericordia y todo lo que ello conlleva con la naturalidad de quienes creen ser merecedores de tal despliegue de amor.
A veces, no somos conscientes de que cada día es un pequeño gran milagro que hemos de agradecer a quien nos lo otorga.
No podemos acostumbrarnos a Dios. El hecho de ver pasar sus prodigios ante nosotros y no darles la relevancia que merecen, hace que olvidemos con torpeza quien es merecedor de nuestra continua alabanza.
Cuando la monotonía y ajetreo diario me roba la claridad para ver lo que me acontece con ojos amables, reconozco la necesidad que tengo de pasar un tiempo a solas con Él.
En esos encuentros hallo la respuesta que mi corazón ansía, ese soplo de aire restaurador que me indica donde está mi puerto, a donde debo dirigir mi embarcación.
Cuando la alegría permanece amordazada, busco ansiosamente un lugar de recogimiento para decirle a mi redentor, que tenga misericordia de mí.
Tras mis ruegos, descubro su mano extendida que con amor desata la mordaza y me devuelve la risa.
Entono un cántico nuevo, ensalzo su nombre y como aquel cojo transformado, salto de alegría y alabo a mi creador.
Autores: Yolanda Tamayo
©Protestante Digital 2011