-Te recuerdo que en el último párrafo de mi Mensaje # 68, ya te decía que los "harán" dichos a Moisés eran pocos comparados con los muchos "harás". Lo mismo en el caso de Salomón cuando leemos de lo que él hizo. Cuéntalos y compruébalo por ti mismo. Si así no fuera, con el mayor de los gustos te daría la razón.Bueno, es obvio que lo que para ti es obvio no lo es para mí. Lo obvio para mí es que a Noé le fue ordenado hacer el arca en modo imperativo y singular, mientras que a Moisés Salomón y los tantísimos más, la orden de hacer les fue hecha en el plural 'harán'.
Claro que pienso que a Noé le bastó derribar lo que muchos creen 'grandes árboles' (tal vez a él le parecieran lo que a nosotros son palillos de dientes ) y juntarlos, aserrarlos, etc. y hasta quién sabe si los habría arrastrado con un solo brazo hasta el astillero donde debía construir su Titanic Es que pienso que Dios no le hubiera ordenado algo que le sería imposible realizar. Moisés y Aarón no entraron en la tierra prometida (Nm. 20:10-24) porque no obedecieron al pie de la letra el Mandamiento de Dios, quien le había ordenado golpear la peña (no hablarle al pueblo en incredulidad Ex. 17:6), así que, no seguir 'a pie juntillas' el Mandamiento de Dios es tan temerario como no efectuarlo en su totalidad.
Lo intrépido no es cuestionar o diferir de los eruditos sino desecharlos por completo. Ya estamos avisados que en ellos no hay más que insensatez (1 Co. 3:19), por eso me prendo de mi espíritu y a él le entrego el timón (1 Jn. 2:27) y si aquél día me entero que me engañó, me oirás decirle con resignación: ¡Nos jodimos!
Cordial saludo.
-Leo que Noé lo hizo todo "conforme a lo que Dios había mandado" (Gn 6:22). De haberse valido del brazo de sus hijos y de otros trabajadores contratados, ello en nada desvirtuaría su cabal obediencia. Servir a Dios al pie de la letra o a pie juntillas no excluye que esa acción de uno sea consumada con muchos. De haber un mandamiento expreso prohibiendo la cooperación ¡sería distinto!
-Los sabios de este mundo lo son sin Cristo, sin esperanza y sin Dios (Ef 2:12), pero también los hay que son temerosos de Dios, pues de Él recibieron su sabiduría (Stgo 1:5). No tenemos necesidad que nadie nos enseñe (1Jn 2:27) desde fuera lo que el Espíritu hace desde adentro, pero es universalmente cierta la pregunta: "¿Cómo entenderé si alguno no me enseñare?" (Hch 8:31). Es tan peligroso valerse de muchos maestros como hacerse maestro exclusivo de sí mismo. El autodidacta se instruye por sí mismo aprovechándose bien del legado de los más sabios, peritos y eruditos.
Saludos cordiales