ATENDIENDO LA SOLICITUD DE NUESTRO HERMANO RICARDO
Un punto nuevo sería considerar la voluntad permisiva del Creador, no solamente en este caso específico, cuando la criatura se toma atribuciones que no le corresponden, las cuales pertenecen al ámbito Divino, que la criatura no puede alterar ¡Y sin embargo lo hace!
Apo 21:14 Y el muro de la ciudad tenía doce cimientos, y sobre ellos los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero.
Doce cimientos + doce nombres + doce apóstoles = PERÍODO APOSTÓLICO
El cual finaliza con la muerte del último apóstol.
El caso de Matías ilustra la voluntad permisiva del Señor, pero no legitima su elección, las cuales deben estar sustentadas por las señales y prodigios (Heb.2:3-4) que corresponden a este período apostólico y que el verdadero sustituto del traidor, saca a flote cuando se atacó su apostolado:
1Co 9:1 ¿No soy apóstol? ¿No soy libre? ¿No he visto a Jesús el Señor nuestro? ¿No sois vosotros mi obra en el Señor?
2Co 12:12 Con todo, las señales de apóstol han sido hechas entre vosotros en toda paciencia, por señales, prodigios y milagros.
Como bien debemos recordar, el Señor pasó toda una noche en oración (Lc.6:12-13) al Padre y conoció de antemano quién le iba a entregar (Jn.6:70), como también quién iría a sustituir al traidor, quien en esa época ya había sido apartado desde el vientre de su madre, aquí están los textos:
Gál 1:1 Pablo, apóstol (no de hombres ni por hombre, sino por Jesucristo y por Dios el Padre que lo resucitó de los muertos),
Gál 1:15 Pero cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre, y me llamó por su gracia,
Lo de Pedro, usando métodos de azar, ilustra lo que ocurre cuando se nos da una cuota de poder, nos volvemos impetuosos como capitanes de barcos y se nos olvida quien controla al mar y sus tempestades manda callar (Mr.4:39), así somos la mayoría de nosotros.
Pero esta cita nos ubica en una perspectiva real, sobre este período pentecostal, que finaliza con la muerte del último apóstol, leemos:
Jua 14:12 De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aún mayores hará, porque yo voy al Padre.
Esto fue algo completamente visible en este período apostólico:
Mar 16:17 Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas;
Mar 16:18 tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán.
¿Dónde vemos a Matías sanando enfermos o haciendo señales y prodigios como sus demás compañeros?
Las Escrituras guardan silencio, a pesar de estar viviendo en un contexto apostólico donde el apostolado de Pablo emerge como el genuino sustituto del traidor, elegido no por hombres, y lo que es más vinculante todavía en su ministerio, fusionando tanto a judíos como a gentiles en la Iglesia de Cristo como el cimiento de la Jerusalén celestial, del cual nunca formó parte Judas el traidor.
AHORA, EN CUANTO A SEÑALES Y PRODIGIOS EN LA EDAD APOSTÓLICA
Que el lector reflexivo considere si cada palabra dirigida a los apóstoles se ha de entender como aplicable a todos los creyentes en todas las épocas o no.
En este contexto apostólico estaban dotados por Cristo de poder y autoridad sobre los elementos, como podemos inferir cuando leemos:
Luc 9:54 Viendo esto sus discípulos Jacobo y Juan, dijeron: Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma?
¿Acaso cada creyente HOY EN DÍA está dotado de poderes milagrosos iguales o mayores que los ejercidos por el Señor mismo y sus apóstoles?
No creo.
Los apóstoles fueron dotados en un sentido especial tanto para actuar como para orar en el nombre del Señor Jesús, mientras que nosotros debemos inclinarnos ante las palabras finales "conforme a tu voluntad".
Pero con demasiada frecuencia, al igual que Pedro, el impetuoso, el apresurado, o "los hijos del trueno", hacemos que nuestros propios anhelos o nuestros propios intereses, y no la voluntad divina, formen la base de nuestra oración.
Cuántas veces no quedamos frustrados por no saber orar como conviene, y esto a pesar de que el Espíritu Santo nos ayuda con gemidos indecibles, pero cuando no vemos resultados, nos llenamos de amargura y de incredulidad, sin entender que el Señor conoce que es lo que nos conviene, aún antes de nosotros solicitarlo.
Pues él está con nosotros hasta el fin del mundo.
Entonces, en su voluntad permisiva el Señor permite que hagamos ciertas cosas, que, aunque no estén conformes a su voluntad, nos enseña más adelante a entender nuestra equivocación, no porque se nos hallan dado las llaves del reino de los cielos, vamos a olvidarnos del dueño de ellas (Ap.1:18), pues al final contemplamos a Pedro bien humilde, calmado, su impetuosidad (Jn.18:10) a dado lugar a un-Pedro sereno, en medio de los demás ancianos (1P.5:1), y en su comunión con Cristo, gozoso, consciente de su inmediata reunión con Cristo en la Casa de su Padre (Jn.14:1-3) al final de su ministerio por boca del mismo Señor, aquí está el texto:
2Pe 1:14 sabiendo que en breve debo abandonar el cuerpo, como nuestro Señor Jesucristo me ha declarado.