La doctrina del carácter salvífico de los sacramentos, cuya administración era monopolizada por el clero, acosó la espiritualidad privada de las personas en Europa. No me refiero a la vida política y social, en donde hubo tanto califas perversos como obispos perversos, sino a la espiritualidad privada diaria.
LA CONFESIÓN
En el Islam, si una persona hurtaba un camello, no necesitaba acudir a un clérigo a confesarlo.
Bastaba con que con humildad se arrodillara ante Dios en su casa, pidiera perdón, y restituyera el camello o la compensación debida al afectado.
Este concepto es FUNDAMENTAL para comprender el carácter disruptivo del Islam en el contexto de la Edad Media.
En Europa, en cambio, el temor a irse al infierno de quien había robado un caballo, hacía que viajara de su aldea a la abadía o ciudad más cercana para buscar, desesperadamente, la absolución del cura. Y si estaba con una enfermedad grave, la urgencia era mayor. Había que traer al sacerdote de donde fuera para administrar los santos óleos. De tal dependencia fanática en la absolución de un sacerdote se derivó posteriormente la venta de indulgencias, que los reformadores repudiaron valientemente.
LA EUCARISTÍA
En la Europa medieval, la Eucaristía se convirtió en una obligación recibirla cada domingo, creyendo que en la hostia se recibía literalmente a Dios mismo. ¿Pero quién podía efectuar tal transición de hostia a Dios? El sacerdote. ¿Y quién podía ordenar a un sacerdote? Los obispos, que a su vez eran nombrados por el Papa. Así pues, sin Papa, obispos y sacerdotes, no había posibilidad de salvación. Además, para comulgar, había primero que confesarse. Negocio redondo. El negocio de las conciencias y de los bolsillos.
En cambio, en el Islam la peregrinación a la Meca era un evento de una sola vez en la vida, y solo para quien tuviera los medios para hacerla. No requería de la autorización de ningún clérigo, por lo que no estaba en sus manos autorizarla o prohibirla para un pecador corriente. Además, la Kaaba no se consideraba en modo alguno Dios vuelto piedra. Es un pilar del Islam que Dios no tiene forma alguna.
EL BAUTISMO
En la Europa medieval, para ingresar a la comunidad de cristianos había que bautizarse. Pero quién podía oficiar el bautismo? El sacerdote, por supuesto. ¿En dónde? En la capilla o catedral (por eso se inventaron los bautisterios y se abandonaron los ríos). Y este sacerdote juzgaba si era posible o imposible hacerlo, con base en criterios fácilmente sobornables.
En cambio, en el Islam la shahada era una declaración simple ante testigos que podía hacerse absolutamente en cualquier parte y cualquier momento. Los testigos no tenían que ser clérigos.
EL CULTO A LAS IMÁGENES
En la Europa medieval se extendió el culto a reliquias, que eran llevadas de manera itinerante por pueblos y ciudades, y el culto a imágenes, que requerían ser resguardadas en santuarios o catedrales que costaban mucho dinero. Se creía que la salud, la prosperidad material, y hasta el amor de una pareja, provenían del apropiado culto a una imagen o reliquia. Las imágenes lloraban o sangraban, se creía. Los cadáveres de los santos no entraban en descomposición. Las festividades populares se organizaban en torno a estas imágenes. Negocio redondo.
En cambio, en las mezquitas el adorador mantenía su foco en el Dios invisible, intangible, eterno, que no puede ser ni fabricado, ni destruido, ni requiere mantenimiento. Que no llora ni sangra, ni concede milagros por perfumarlo, o vestirlo, o pasearlo en las calles, o por prenderle veladoras.