Re: PODEMOS ESTAR SEGUROS DE LA SALVACION
Estimado patricio césped. Saludos cordiales.
Se debe predicar el evangelio para que los pecadores que aún no creen en el Señor, tengan la oportunidad de oír las Nuevas Nuevas.
"diciendo a gran voz: Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas." Apocalipsis 14:7.
"Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él." Juan 3:16,17.
"El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.
Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.
Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas.
Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios." Juan 3:18-21.
Si no hubiera nada más en todas las Escrituras que señalase definidamente el camino al cielo, lo tenemos aquí en estas palabras. Nos dicen qué es la conversión. Nos indican qué debemos hacer para ser salvos. Y, mis amigos, quiero decirles que esto golpea directamente en la raíz de la obra superficial en el mundo religioso. Choca directamente con la idea de que uno puede llegar a ser un hijo de Dios sin experimentar ningún cambio especial. Si la verdad de Dios halla cabida en nuestros corazones, se produce en nosotros un cambio decidido, porque tiene un poder santificador sobre la vida y el carácter. Cuando veamos los frutos de la justificación en los que manifiestan poseer la verdad avanzada, como nosotros manifestamos tenerla, entonces habrá un curso de acción que dará testimonio de que hemos aprendido de Cristo.
Cuando Cristo, la Esperanza de Israel, fue clavado en la cruz y levantado como le dijo a Nicodemo que lo sería. La esperanza de los discípulos murió con Jesús. Ellos no podían explicar la cuestión. No podían entender todo lo que Cristo les había dicho al respecto con anticipación.
Pero después de la Resurrección, resucitaron su esperanza y su fe, y salieron a proclamar a Cristo y a Este crucificado. Contaron cómo el Señor de vida y gloria había sido tomado y crucificado por manos impías, y cómo había resucitado. Y así hablaron con gran denuedo las palabras de vida ante las cuales la gente se admiraba sobremanera.
Los fariseos y los que oyeron a los discípulos proclamar osadamente a Jesús como el Mesías, entendieron que ellos habían estado con Jesús y habían aprendido de El. Hablaban tal como Jesús habló. Esto dejó en claro en las mentes de aquéllos, que los discípulos habían aprendido de Jesús.
¿Cómo ha sucedido con sus discípulos en todas las edades del mundo? Ciertamente, han aprendido de Jesús; han estado en su escuela; han sido sus alumnos y han aprendido las lecciones de Cristo respecto a la conexión viviente que el alma tiene con Dios. Esa fe viviente es esencial para nuestra salvación a fin de que nos aferremos de los méritos de la sangre del Salvador crucificado y resucitado -de Cristo, nuestra justicia.
Parecería haber, una atmósfera nubosa que se ha acumulado en torno del alma del hombre y que ha cerrado su mente. Es casi imposible abrirse paso a través de esta atmósfera de duda e incredulidad. Es casi imposible despertar sus intereses vitales a fin de que pueda comprender lo que necesita hacer para ser salvo.
La sencillez de la salvación
El que se aferre de la justicia de Cristo no ha de esperar ni por un momento que él mismo podrá borrar sus propios pecados. No necesita aguardar hasta haber experimentado un arrepentimiento satisfactorio antes de poder apropiarse de la justicia de Cristo. No entendemos el tema de la salvación. Es tan sencillo como el ABC. Pero no lo entendemos.
Ahora bien, ¿cómo es que se arrepiente el ser humano? ¿Es algo que proviene de sí mismo? No; porque el corazón natural está en enemistad con Dios. Entonces, ¿como puede el corazón natural despertar al arrepentimiento cuando no tiene poder para hacerlo? ¿Qué es lo que induce al hombre al arrepentimiento? Es Cristo Jesús. ¿Cómo induce al hombre al arrepentimiento? Hay mil maneras en que puede hacerlo.
El Dios del cielo está obrando sobre las mentes humanas todo el tiempo. En la Palabra de Dios se formula una invitación, y no sólo se formula allí, sino también por medio de todos los que creen en Jesucristo y revelan a Cristo en sus caracteres. Tal vez no se acerquen directamente a una persona para hablarle respecto a su condición de impenitencia; sin embargo, tal persona percibe, cuando entra en relación con algún discípulo de Jesucristo, que allí hay algo que ella no posee.
Los fariseos advirtieron que en los discípulos de Jesús había algo que ellos no podían entender. Percibieron algo maravilloso, y en sus mentes quedó claro que los discípulos habían estado escuchando a Jesús y que habían aprendido de El sus lecciones.
Hay impresiones que se producen todo el tiempo. Hay una atmósfera que rodea al alma humana, y esa atmósfera es una atmósfera celestial o una atmósfera infernal. No hay sino dos líneas diferentes. O estamos en esta materia del lado de Cristo o estamos del lado del enemigo. Y si continuamente extraemos rayos de la divina luz de gloria, los ángeles de Dios están a nuestro alrededor y hay una atmósfera que rodea al alma humana. Nuestra actitud, nuestras palabras, dan testimonio de una conversión genuina a todos los que entran en la esfera de nuestra influencia. "Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga".
Ahora que somos ramas de la Vid viviente seremos nutridos por la savia que fluye de la Vid. Fluye a todas las ramas todo el tiempo, y cada rama llevará fruto para la gloria de Dios. "A vuestro Padre le ha placido" "que llevéis mucho fruto". Bien, entonces, ¿cuál es nuestra actitud? Debe ser una actitud de fe viva.
No puede ser demostrado por el razonamiento
"Yo quiero -dice alguien- razonar este asunto". Bien, razónalo si puedes. "El viento sopla de donde quiere", y tú oyes su sonido, pero no puedes explicarlo. Y tampoco puedes explicar cómo obra Dios en el corazón humano. No puedes explicar esta fe que se aferra firmemente a los méritos de la sangre de un Salvador crucificado y resucitado para introducir la justicia de Cristo en tu vida.
Cubierto con la justicia de Cristo y no con tu propia justicia, no dependerás de lo que puedes hacer o de lo que harás. ¿No sabes que nada puedes hacer sin Cristo? "Separados de mí -dice El- nada podéis hacer" (Juan 15: 5).
Cuando te sientas a la mesa, el alimento que comes es una expresión del amor de Cristo. Y al escuchar la verdad de las palabras de Dios pronunciadas desde el púlpito recibimos un mensaje que se envía a fin de proclamar para nosotros las palabras de vida.
¿Quiénes entre ustedes han estado reuniendo todas las dudas e interrogantes que podían juntar y amontonar contra esta justicia de Cristo? ¿Quién ha estado haciendo esto? ¿De qué lado estás tú?
¿Has estado asimilando las preciosas verdades, punto tras punto, así como han sido presentadas?
¿O has estado pensando en seguir tus propias ideas y opiniones, y lees y juzgas la Palabra de Dios por tus opiniones y teorías? ¿O cotejarás tus ideas y teorías con la Palabra de Dios permitiendo que los oráculos vivientes te revelen dónde están las deficiencias y los defectos en tus ideas y teorías? No podemos tomar la posición de que juzgaremos la Palabra de Dios porque creímos tal y tal cosa. "¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido" (Isa. 8: 20).
Si hubo alguna vez un pueblo que necesitó luz, es el que está viviendo en los días finales de la historia de esta tierra. Queremos saber qué dice la Escritura. Anhelamos allegarnos a los oráculos vivientes de Dios. Queremos esa fe viva que ase el brazo del poder infinito, y deseamos confiar, con todo nuestro ser en Cristo Jesús nuestra justicia. Y podemos hacerlo. Sí, lo hacemos provechosamente para el interés de nuestra propia alma.
Tú puedes unirte a la Vid viviente. Cada miembro de tu ser entero puede unirse a esa Vid, y la savia y el alimento que vienen de la vid nutrirán la rama que está en la Vid, hasta que seas uno con Cristo como El era uno con el Padre. De esa manera sus bendiciones te serán impartidas. Pero, hermanos, no hemos tenido fe. Hemos deshonrado a Dios con nuestra incredulidad demasiado tiempo.
La fe del paralítico
Me referiré al paralítico que no había usado sus miembros por muchos años. Allí estaba. Los sacerdotes, los doctores de la ley y los escribas examinaron su caso y lo declararon incurable. Le dijeron que por su propio pecado había caído en esa condición, y que no había esperanza para él. Pero le llegó la noticia de que había un hombre llamado Jesús que estaba realizando obras poderosas. Sanaba a los enfermos, y hasta había resucitado a los muertos. "Pero ¿cómo puedo ir a El?" -preguntó.
"Nosotros te llevaremos a Jesús -replicaron sus amigos-, ante su misma presencia; nos enteramos de que El ha venido a tal lugar". Y así tomaron al hombre desahuciado y lo llevaron adonde sabían que estaba Jesús. Pero la multitud rodeaba tan apretadamente la casa donde se hallaba Jesús, que ellos ni tenían posibilidad de acercarse a la puerta. ¿Qué iban a hacer? El paralítico sugirió que sacaran las tejas e hicieran una abertura en el techo, y lo bajaran por allí.
Y así puso de manifiesto su ferviente fe. Ellos lo hicieron, y él fue colocado justamente delante de Jesús, donde el Señor podía verlo. Y Jesús, al mirarlo, tuvo compasión de él, y dijo: "Hijo, tus pecados te son perdonados" (Mar. 2: 5). Bien, ¡qué gozo significaba eso! Jesús sabía exactamente qué necesitaba esa alma agobiada por el pecado. Sabía que el hombre había sido torturado por su propia conciencia, así que le dijo: "Tus pecados te son perdonados". ¡Qué alivio para la mente del paralítico! ¡Qué esperanza llenó su corazón!
Entonces las sospechas se suscitaron en los corazones de los fariseos: "Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?"
Jesús les dijo entonces: "Para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa" (Luc. 5: 24). ¿Qué, tomar el lecho con sus brazos lisiados? ¿Qué, ponerse en pie, con sus piernas paralíticas? ¿Qué hizo? Pues, hizo exactamente lo que se le ordenó. Hizo lo que el Señor le dijo que hiciera. La fuerza de la voluntad fue dirigida a mover sus piernas y brazos tullidos, y éstos respondieron, aun cuando no habían respondido por largo tiempo. Esta manifestación demostró delante de la gente que allí había Uno, en medio de ellos, que no sólo podía perdonar pecados sino también sanar a los enfermos.
Pero esa poderosa evidencia dada a los fariseos no los convirtió. Los hombres pueden encerrarse de tal manera en la incredulidad, la duda y el escepticismo, que ni la resurrección de los muertos los convencería. Por causa de su incredulidad, se mantendrían en la misma actitud de descreimiento, impenitentes, inconversos. Pero todos los que tienen corazones dispuestos para recibir la verdad y oídos para oír, glorifican a Dios. Los tales exclaman: "¡Nunca antes lo habíamos visto de este modo!"
La respuesta al lisiado de Betesda
Allí estaba el lisiado, y cuando Cristo le habló, el hombre le contó a triste historia de como, en cuanto se disponía a descender al agua para ser sanado, otro descendía antes que él. Cristo le preguntó: "¿Quieres ser sano?" (Juan 5: 6). ¡Qué pregunta! Por ese motivo estaba allí; pero Cristo quería suscitar en el corazón de ese hombre la expresión del deseo de ser sanado. Y cuando Cristo le mandó que se levantara, tomara su lecho y caminase, hizo exactamente lo que Cristo le indicó que hiciera. No dijo: "¡Qué, he estado aquí treinta años y no he dado un paso en todo ese tiempo!" No se detuvo a argumentar, sino que hizo exactamente lo que se le ordenó. Tomó su lecho y caminó, y fue sanado a partir de ese momento.
Esta es la fe que necesitamos. Pero si tú te detienes a explicar cada cosa y a razonar cada punto, morirás en tus pecados, porque nunca estarás satisfecho.
Bendiciones.
Luego todo Israel será salvo.