Amigo, eso que rescaté en negritas, de eso es que se trata. No se trata de comerse una borona de pan o una galleta, ni de comer una hostia, se trata de comer 'Su Pan', Él es 'el Pan que descendió del cielo', Él es el Pan que da vida al mundo', es a Él a quien hay que comer, y más que comer, devorar. Si no comemos Su Pan, Su Palabra, Su Alimento, no tenemos los Nutrientes necesarios para obtener la vida eterna que nos ofrece ese Alimento.
TOMANDO LA CENA INDIGNAMENTE
¿Judas Iscariote estaba apto para participar de los símbolos dignamente?
Preguntamos:
¿Cuáles son las cosas que hacen posible que un creyente participe de los símbolos indignamente en la Cena del Señor?
Según entendemos, en 1 Corintios 11:17-34, encontramos tres cosas que hacen posible una participación de manera indigna.
1. EL ASPECTO DOCTRINAL
En versículo 23, el apóstol está diciendo que ya ha enseñado a los corintios lo relacionado a la cena del Señor en lo que respecta a su forma, a sus elementos, a su doctrina y, más aún, les señala que aquella enseñanza no ha sido humana, sino divina (“...yo recibí del Señor lo que también os he enseñado”).
¿Qué habían hecho los corintios con aquellas enseñanzas?
En 11:2, el apóstol les dice:
“Os alabo, hermanos, porque en todo os acordáis de mí, y retenéis las instrucciones, tal como os las entregué”.
¿Qué instrucciones eran éstas?
Con toda seguridad, podemos decir que no eran las que se relacionaban a la Cena del Señor.
Pues él dice: “Pero al anunciaros esto que sigue, no os alabo... Cuando, pues, os reunís vosotros, esto no es comer la Cena del Señor” (2, 20).
Con esta expresión el apóstol descalifica aquellas reuniones.
Podrían ser, tal vez, una comilona o una fiesta “a lo cristiano”, pero aquello no podría llamársele Cena del Señor.
Así, pues, dejar a un lado las instrucciones divinas, para celebrar la cena en conformidad a criterios humanos conlleva a celebrar tal acto de una manera indigna.
Tal es el camino que han seguido tantas sectas y denominaciones que, desconociendo las instrucciones divinas tocante a la cena del Señor (la celebran cómo y cuándo bien les parece, con galletas en vez de pan; con guarapos refrescantes en vez de vino), aún siguen llamándose “cristianas”.
Gracias por las asambleas congregadas en el Nombre del Señor en Venezuela, ya que, desde el punto de vista doctrinal, en la celebración de la cena, a ninguna de ellas puede decírsele aún:
“Esto no es comer la cena del Señor”.
2. EL ASPECTO PERSONAL
El versículo 27 habla de “cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa del Señor indignamente...” e, inmediatamente, en el verso 28, dice “pruébese cada uno” y, en verso 31, añade “Si... nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados”.
Es claro, pues, que se hace necesario un examen personal profundo antes de sentarnos en torno a los símbolos.
En vista de la solemnidad que entraña tal acto, debemos sentir la necesidad de mirar con cuidado hacia dentro de nosotros, pues lo contrario no es otra cosa que liviandad.
La invitación es “acerquémonos”; pero, ¿cómo?, “con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura” (Heb. 10:22).
¿Estamos aprobados en tal examen? Más aún, ¿Rehusamos tal evaluación?
3. EL ASPECTO DEVOCIONAL
En el verso 29, “el que come y bebe indignamente” es aquel que no discierne el cuerpo del Señor.
La palabra que se usa aquí con relación a discernir el cuerpo del Señor es la misma que se usa en el verso 31 cuando habla de la necesidad de examinarnos.
Realmente es la misma palabra, lo único que cambia en uno y otro versículo es su forma verbal, pero su raíz y su significado son los mismos.
Entendemos, pues, que, si es grave no examinarnos nosotros mismos, también lo es no examinar el cuerpo del Señor.
En otras palabras, si uno va a la cena y su pensamiento está vagando u ocupado con las cosas de esta vida, no cabe duda de que no estamos ocupándonos de Su persona.
Comemos pan y bebemos vino de una manera mecánica, sin ninguna devoción, sin ninguna reflexión sobre el Cordero bendito que llene nuestras almas.
Comer pan y beber vino de esta manera tiene un sentido aún menor que el comer pan y beber leche en nuestras casas.
Puesto que, en el último caso, comemos para alimentarnos; mientras que en el otro, comemos para enjuiciarnos, pues dice:
“juicio come y bebe para sí”.
En los sacrificios del Antiguo Testamento tenemos, tipológicamente, tal escrutinio devocional hacia Aquel que debemos admirar.
En la Pascua, el cordero era tomado con anticipación (el día 10) y el día 14 era inmolado.
¿Por qué?
Porque en aquel lapso de tiempo se podía observar la perfección externa del animal, pues está escrito:
“El animal será sin defecto” (Ex. 12:5).
Así nosotros, podemos valorar, ponderar, la actividad y el andar del Señor.
En el holocausto, lo único que el sacerdote podía tomar para sí era la piel del animal (Lev. 7:8).
Era, pues, necesario que el sacerdote quitara la piel, para darse cuenta, así, de la perfección muscular de la víctima.
Esto representa un paso más adelante en la contemplación del Señor.
· Igualmente, en el holocausto, el animal era dividido “en sus piezas, con su cabeza, y la grosura de los intestinos” (Lev. 1:12).
Se trataba de una observación más profunda, en la cual se podía apreciar la perfección interna del animal.
¡Cuánto tenemos que admirar del carácter y los afectos del Redentor!
Hermanos, tenemos tanto objeto y motivo de contemplación en la persona del Salvador, que es una lástima y pérdida grande no hacerlo.
Para concluir, ¿cómo estamos con estos tres exámenes?
l. El doctrinal:
Estamos celebrando la cena en conformidad al modelo de la Escritura?
2. El personal:
¿Estamos poniendo atención a las condiciones en las cuales nos acercamos a participar de los símbolos, haciendo memoria del Señor?
El devocional:
¿Estamos teniendo una contemplación sincera y devota de Aquel que nos amó?
CONCLUSIÓN SOBRE LA PARTICIPACIÓN DE JUDAS EL TRAIDOR
Aquellos foristas que quieren introducir a Judas Iscariote dentro de la Cena del Señor, primero háganlo pasar por estos tres exámenes, por mi parte, no creo que supere la prueba doctrinal, por cuanto la doctrina aún no se había escrito.
Tampoco la prueba personal, pues su corazón estaba poseído por el diablo (Jua_6:70)
Y menos el examen devocional, pues el objeto de su contemplación sincera y devota, eran las treinta piezas de plata y no Cristo.
Que el Señor prospere este mensaje.