Re: Mexico ante Dios.....
Tobi escirbió:
Poner citas en latín en negritas y con un tamaño de fuente mayor que el resto de las palabras es para que los demás pongan mayor atención en la frase en latín y presumir de que supuestamente se sabe latín.
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Tobi
Auin recuerdo los dolores de coco que me produjeron las declinaciones
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Ah yo nunca dije que " ¿Poner unas citas en latín es presumir de grados acádemicos?"
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Tobi
¿Acaso afirmé que lo dijiste tu. La pregunta la hice yo. Ahí está.
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Lee con cuidado ya que cuando yo me equivoqué me reclameste y ofrecí una disculpa, creo que ahora te toca reconocer que yo nunca dije tal bárbaridad.
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Tobi
¿Quien dice que debo leeeeeeeeeeeeeeeeer con cuidado?
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Saludos.
Un poquito de historia de México:
Misioneros del norte de Chiapas
El cristianismo evangélico en Chiapas (V)
El primer misionero norteamericano llegado a Chiapas fue Edwin McDonald, de quien ya referimos su viaje en 1902. Sin embargo quienes lo comisionaron para el trabajo fueron mexicanos de la Iglesia Presbiteriana El Divino Salvador, de la ciudad de México. Por lo mismo, no obstante su nacionalidad, McDonald no puede tomarse como el iniciador de la presencia misionera norteamericana organizada ex professo para realizar trabajos en Chiapas. Dicha presencia debemos remontarla al reparto de campos que hicieron las juntas misioneras interesadas en México, y que llevó a la confección del Plan de Cincinnati. Antes de ocuparnos del contenido de ese acuerdo, es necesario ir un poco hacia atrás. En 1910, en Edimburgo, Escocia, se realizó la Conferencia Misionera Mundial. El punto de la reunión era discutir acerca de la evangelización del mundo. Asistieron aproximadamente 1,200 delegados, representando una amplia variedad de iglesias y organizaciones cristianas (excepto la Católica romana). Participaron en la Conferencia alrededor de 160 directivas de agencias misioneras (Cross y Livingstone, 1997:530).
Las iglesias protestantes europeas, las más grandes y establecidas como confesiones oficiales, vetaron al Continente latinoamericano como lugar para hacer obra misionera(1). Argumentaban que estas tierras ya habían sido cristianizadas por la Iglesia católica romana, y que los esfuerzos propagadores debían enfocarse hacia África, Asia y Oceanía (Deiros, 1992:663). Tomás Gutiérrez comenta que
…este dictamen no agradó a las sociedades misioneras que ya tenían un trabajo y arduo y complejo en América Latina(2) esto propició que algunos delegados se reunieran aparte para convocar un congreso en América Latina.
Robert Speer, secretario de la Junta de Misiones en el Extranjero de la Iglesia Presbiteriana en Estados Unidos (1891-1937) y asistente al Congreso de Edimburgo, fundó en 1913, el Comité de Cooperación para América Latina (CCLA)(3) que llegó a ser la entidad patrocinadora de los congresos evangélicos hasta 1961 (1995:36).
En las consideraciones de los que manifestaron su desacuerdo con el resolutivo de Edimburgo, estaba la convicción de que América Latina necesitaba seguir recibiendo el mensaje evangélico que ya se había hecho presente desde varias décadas atrás en distintos países hispanoparlantes. En la difusión de ese mensaje las agencias misioneras llevaban invertido un considerable monto de recursos económicos, capacitado y enviado personas que habían obtenido resultados modestos pero prometedores. Para cuando se estaba realizando el Congreso de Edimburgo ya existían, en México, 700 templos protestantes. La población evangélica, entre miembros y adherentes, rondaba los 70 mil (cuadros 1 y 2)
La primera gran tarea de los disidentes de Edimburgo que constituyeron el Comité de Cooperación para América Latina, fue convocar a una reunión con las juntas misioneras que estaban desarrollando actividades en México. El cónclave se llevó al cabo en Cincinatti, Ohio, (30 de junio-1º de julio de 1914), y surgió el Plan que lleva el nombre de la ciudad norteamericana donde se efectuaron las deliberaciones.
Las conclusiones pueden resumirse de la siguiente manera: 1) Dividir el territorio mexicano entre las distintas misiones, para evitar la duplicación de esfuerzos y lograr la más pronta evangelización del país. 2) Consolidar las escuelas normales auspiciadas por las misiones y establecer una escuela primaria en cada congregación. 3) Establecer un seminario teológico unido. 4) Establecer una casa de publicaciones y un periódico. 5) Sugerir que el nombre oficial de las iglesias protestantes fuera “Iglesia Evangélica de México”, con el agregado de la denominación entre paréntesis (Huegel, 1995:90).
Uno de los resultados de la zonificación del trabajo fue que a la Iglesia Presbiteriana del Norte le correspondieron todos los estados del sureste mexicano. Por un poco más de diez años no envió misionero alguno a Chiapas, y decidió en 1925 cederle su responsabilidad a la Iglesia Reformada en América (IRA)(4). En las negociaciones del traspaso, representando a la parte mexicana, estuvo José Coffin. Es seguro que Coffin conocía bien de las repercusiones del Plan de Cincinatti, ya que asistió como uno de los delegados mexicanos al Congreso sobre Obra Cristiana, realizado en Panamá (10-19 de febrero de 1916). Entre muchas otras cuestiones este Congreso conoció de lo acordado en Ohio. Sobre la composición y resoluciones de la reunión en Panamá tenemos que
La mayoría de los asistentes fueron agencias misioneras y personal que trabajaba en América Latina. El idioma oficial fue el inglés. Robert Speer presidió el Congreso, que impulsó el recientemente creado Comité de Cooperación para América Latina, organismo paraeclesiástico que trabajaría de la mano con las misiones norteamericanas y canadienses en América Latina, con la tarea de Samuel Guy Inman como secretario ejecutivo.
Entre los más destacados acuerdos del Congreso de Panamá puede mencionarse la definición del cristianismo social como: “El objeto de la enseñanza evangélica es no solamente conseguir una salvación personal, sino también una manifestación de patriotismo, de amor al prójimo, de deseo de emplear todo y cualquier esfuerzo personal, y movimientos que tiendan a purificar del fraude la vida política, de crueldad la vida industrial, de deshonestidad la vida comercial, de vicios y depravaciones en todas las relaciones sociales” (Gutiérrez, 1995:40).
Por la importancia del personaje, que ya hemos advertido antes, consideramos necesario ahora proporcionar más información acerca de José Coffin Sánchez. De manera equivocada se le ha identificado como misionero norteamericano (Rivera Farfán, 2001:34), cuando fue mexicano, hijo de escocés (Joseph Coffin Deems) y tabasqueña (Tomasa Sánchez), y perteneciente a las primeras generaciones de protestantes en nuestro país. A Coffin se debe la incorporación al presbiterianismo de varios núcleos evangélicos dispersos por la intrincada geografía chiapaneca. Tanto él como su esposa, Luz Otero, apoyaron el movimiento revolucionario de 1910. De su identificación con la insurrección contra la dictadura de Porfirio Díaz dejó claras muestras en la biografía que escribió del General Gutiérrez, un tabasqueño presbiteriano y revolucionario. Por su parte Luz Otero fue maestra de primaria y “doctrina en las iglesias que pastoreó su esposo… gran humanista que restañó heridas y dolores con su brigada de (la) Cruz Roja Tabasqueña de los que caían en las acciones de la Revolución maderista y después Constitucionalista” (Rosales Pérez, 1998:160). La extensa cita que sigue se justifica por el lugar que ocupa José Coffin como participante primordial en la difusión del evangelicalismo en Chiapas y como organizador de las células que por otras iniciativas espontáneas existían cuando él llegó a la entidad.
José Coffin, fiel siervo de nuestro Señor Jesucristo, era natural del estado de Tabasco en la región de La Chontalpa. Su padre era norteamericano de ascendencia escocesa (cuando los Estados Unidos del sur perdieron la guerra civil, saliendo triunfadores los Estados del Norte, él, el padre del hermano Coffin y otras personas salieron de su país para no volver jamás). La madre del citado hermano Coffin era originaria de Tabasco. Fue educado desde niño en el Evangelio y ya de joven decidió dedicarse al ministerio. Ingresó al Seminario Presbiteriano que para ese tiempo se había cambiado a Coyoacán, México, D.F. Se graduó en la primera generación que salió de allí en el año 1904, cuando aún era estudiante seminarista prestó sus servicios a la Iglesia presbiteriana de Veracruz, porque en el Seminario los estudiantes eran enviados como colportores a las diferentes regiones del país. También al hermano José Coffin en ese tiempo le toco salir por Jalpan, Coatepec, Xico, Teocelo y Huatusco. En Teocelo un fanático lo iba a asesinar, pero escapó el hermano Coffin milagrosamente. Al salir del Seminario ya graduado le tocó pastorear en la iglesia de Veracruz, Ver., en la cual desarrolló un intenso programa de trabajo evangelístico. En ese tiempo la iglesia de Veracruz fue una de las primeras en todo sentido. Ya siendo pastor ordenado en compañía del misionero N. J. Elliot y del señor J. Miraval Lausan, establecieron la obra médica que duró varios años dando buenos frutos. La iglesia tenía una escuela en Paraíso, Tabasco, y ya estando casado con la profesora Luz Otero, a los esposos Coffin les fue encomendada dicha escuela que atendieron durante algunos años. Este mismo hermano fue fundador en Tabasco de la Cruz Roja en tiempos de la Revolución. Su obra evangelística fue grande. Más tarde trabajó en Chiapas. A su trabajo él le llamaba ruralismo y tenía razón, pues como pionero en Chiapas hacía recorridos en todo el estado a pie y algunas veces a caballo. Su campo de acción fue bastante extenso, teniendo que trabajar mucho para poder atender ese campo, pues allí los ministros escaseaban.
Su obra principal consistió en saber aprovechar a los laicos de preferencia en Chiapas en donde atendía muchas congregaciones formadas por él con personas que él mismo preparaba de las mismas congregaciones. El era un visitador incansable e instructor, además de buen teólogo (Esponda, 1986:165-166). Fue el primer presidente de la Asamblea General (1947), órgano máximo de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México (Tijerina González, 1993:73)
Seguirá.