Matías
Por: WILLIAM STEUART MCBIRNIE
Todos ellos oraron: “Oh Señor, tú conoces cada corazón. Muéstranos a cuál de estos hombres has elegido como apóstol para que tome el lugar de Judas en este ministerio… ” Entonces echaron suertes, y Matías fue elegido para ser apóstol con los otros once. Hechos 1:24–26
Este apóstol se mantiene como una figura misteriosa. No era uno de los doce originales, y fue elegido posteriormente para ocupar el lugar de Judas. Algunos eruditos como David Smith y G. Campbell Morgan han cuestionado la manera de su elección. Debido al silencio de las Escrituras en cuanto a su posterior ministerio, han deducido que los Once se precipitaron en su elección de Matías. Su razonamiento dice que Pablo debería haber sido elegido y que los discípulos estaban adelantándose a la dirección del Espíritu. Debemos rechazar esa idea como poco realista.
Durante este tiempo, Jacobo el Grande también había sido asesinado por Herodes, dejando así otra vacante entre los Doce. Pablo nunca fue aceptado como uno de los apóstoles originales; ni tampoco podría haberlo sido ya que no conoció personalmente a Cristo. El perfil de un apóstol fue anunciado por Pedro durante la elección de Matías:
“Entonces ahora tenemos que elegir a alguien que tome el lugar de Judas entre los hombres que estaban con nosotros todo el tiempo mientras viajábamos con el Señor Jesús, desde el día que Juan lo bautizó hasta el día que fue tomado de entre nosotros. El que salga elegido se unirá a nosotros como testigo de la resurrección de Jesús.” … Después todos ellos oraron: “Oh Señor, tú conoces cada corazón. Muéstranos a cuál de estos hombres has elegido.” … Entonces echaron suertes, y Matías fue elegido para ser apóstol con los otros once. Hechos 1:21–26
Años después, el apóstol Juan se refirió a la Nueva Jerusalén como una ciudad con una muralla que “estaba fundada sobre doce piedras, las cuales llevaban escritos los nombres de los doce apóstoles del Cordero” (Apocalipsis 21:14). Implícitamente, esto afirma claramente la importancia de Matías.
Edgar Goodspeed dice que fue Santiago, el hermano de Jesucristo, quien ocupó en realidad el lugar de Judas, al ser mencionado por Pablo (en Gálatas 1:19; 2:9) como un líder y “pilar” de la iglesia. Pero esto no es aceptable por dos razones. Primero, la identificación de Santiago como apóstol no reúne las condiciones expuestas (arriba) por Pedro, ya que Santiago el hermano de Jesús no fue convertido sino hasta después de la resurrección y, por tanto, no pudo haber sido testigo de las enseñanzas de Jesús.
En segundo lugar, las teorías de la identidad de la autoría del libro de Santiago del doctor Goodspeed se oponen con la mayoría de las de comentaristas igualmente competentes y, por lo tanto, es probable que su identificación de Santiago el hermano de Jesús como apóstol, en el sentido que lo fueron los otros once, es discutible, aunque este Santiago también fuera un apóstol en el mismo sentido en que lo fueron otros que no eran de los Once.
Lo que han dicho los primeros escritores cristianos sobre Matías
Clemente de Alejandría identifica a Matías con Zaqueo. Esto es imposible, ya que Zaqueo jamás fue discípulo de Jesús en el sentido en que lo fueron los demás apóstoles. Y además, Zaqueo no podría haber sigo testigo de las enseñanzas de Jesús “desde el día que Juan lo bautizó” (Hechos 1:22). En The Lives of the Saints, Hugo Hoever apunta que “Clemente escribe que Matías se destacaba por enseñar la necesidad de mortificar la carne con sus pasiones y deseos inconformes.”
Eusebio sugiere que Matías había sido uno de los setenta enviados por Jesús (Lucas 10:1). Esto es absolutamente posible. En este rol, Matías debe haber tenido la oportunidad de mostrar cualidades de liderazgo que impresionaron a los Once.
La Tradición de Matías es citada por Clemente en 190–210 d.C. El doctor Goodspeed estima que esta obra apócrifa fue escrita poco antes de este período, pero un siglo entero después de la vida de Matías. Esto sólo indicaría un valor tradicional en esta historia apócrifa, pero es interesante saber que comparativamente es temprana y que, al menos, revela que Matías era importante para la opinión de algunos de los primeros cristianos.
Matías es uno de los cinco apóstoles reconocidos por la tradición armenia en evangelizar esa región. Estos fueron Tadeo, Bartolomé, Simón el cananeo, Andrés y Matías.
E. A. Wallis Budge en su libro The Contendings of the Twelve toma nota de una tradición apócrifa que dice que Matías fue encarcelado y dejado ciego por los caníbales etíopes. Esta historia afirma que fue rescatado por Andrés.
Es interesante apuntar que en los tiempos bíblicos debió haber existido dos países llamados “Etiopía.” El que se encuentra en África es el que conocemos en la actualidad. Allí, las tradiciones locales todavía afirman que el eunuco etíope que fue llevado a Cristo y bautizado por Felipe fue el fundador de la iglesia que sobrevive hasta ahora. Las iglesias etíopes son iglesias coptas que tienen una tradición histórica en común con los coptos de Egipto.
La otra Etiopía, donde se dice que Matías encontró a los caníbales, no es del todo identificable en el presente, pero parece haber sido una de las provincias de Mesopotamia o de Armenia. Existe poca evidencia histórica de que se practicara regularmente el canibalismo en Etiopía, aunque no hay prueba de que en instancias aisladas no pueda haber sucedido. Hay algunos indicios de que el canibalismo ritual (comer carne humana por el bien de algún supuesto beneficio para quien lo practicaba, por ejemplo, comer el corazón de un guerrero capturado para obtener la valentía de la víctima), era practicado en la antigua Britania y entre los indios mexicanos y americanos antes de la conquista española. Incluso se ha sabido de algunas ocasiones en las que entre americanos hambrientos tuvo lugar el canibalismo. Así que no podemos decir que no hubiera caníbales en esta “Etiopía” de Medio Oriente.
Según el Martirio de San Matías, él fue enviado a Damasco y murió en Phaleaon, una ciudad de Judea. Otras fuentes mencionan a Jerusalén como el lugar del ministerio y sepultura de Matías. La tradición dice que fue muerto a pedradas allí por los judíos.5
Ireneo se refiere a Matías como siendo “ordenado” en reemplazo de Judas.
No quedan rastros de ningún apócrifo Evangelio según San Matías. Fue una obra hereje a la cual se refirió Origen (Hom. sobre Lucas i) y Eusebio (Eusebio HE iii 25,6).
El gnóstico Basílides (133 d.C.) y su hijo Isidoro afirman basar su doctrina en el Evangelio de Basílides sobre la enseñanza que Matías recibió directamente de parte de Jesús (Hippol., 7.20) (compárese Hennecke, Neutestamentlicke Apokryphen, 167).
Según una tradición de la iglesia antigua, Matías padeció el martirio a manos de los judíos, ya fuera por lanza o por hacha.
Según una tradición de la iglesia antigua registrada en Sacred and Legendary Arta, Matías padeció el martirio en manos de los judíos, ya fuera por lanza o por el hacha. La tradición católico-romana sobre la muerte y el entierro de Matías indica que predicó y fue martirizado en Judea, pero esas fuentes reconocen que algunos de los primeros escritores señalan que Matías fue martirizado en Colchis, y otros en Sebastopol en 64 d.C. También señalan que el cuerpo de Matías fue mantenido en Jerusalén y más tarde llevado a Roma por Santa Elena, del cual algunas reliquias (huesos) fueron transportadas después a Tréveris, Alemania.
Los escritos de Dorman Newman en 1685 reconocen muchas de estas tradiciones:
En el año 51 de nuestro Señor, murió en un lugar llamado Sebastopol y fue sepultado cerca del templo del Sol. Los griegos, en esto registrado por muchos anticuarios, nos dicen que fue crucificado y se dice que su cuerpo fue guardado durante mucho tiempo en Jerusalén, de ahí transportado a Roma por la reina Elena, y en ese lugar algunas partes son veneradas hasta hoy (es decir, 1685), aunque otros con gran entusiasmo afirman que sus reliquias fueron traídas y que todavía se conservan en Tréveris, en Alemania.
Los actuales lugares de sepultura de las reliquias
Las personas que visitan Tréveris pueden conseguir la Guía de los monumentos local excelentemente escrita, la cual registra:
Cuando se encontraron las reliquias del Apóstol Matías en 1127, la veneración de San Eucario fue rápidamente transferida a San Matías. Las crecientes peregrinaciones a la tumba del Apóstol demandaron un nuevo edificio, que fue comenzado en 1127 y consagrado en 1148 por el Papa Eugenio III.
La iglesia de Matías todavía es el centro de peregrinaje a las tumbas de los primeros santos obispos, San Eucario y San Valerio, y al sepulcro del Apóstol Matías recientemente reinstalado bajo la intersección de la nave y los transeptos. De esta manera, esta iglesia conserva las tradiciones de tiempos antiguos hasta la actualidad.
El relicario que contiene los huesos de Matías es una célebre atracción turística en Tréveris. Cuando yo visité esta antigua ciudad romana, encontré que este entierro se mencionaba en las publicaciones de los museos locales como “el único cuerpo de un apóstol enterrado al norte de los Alpes.” En mi primera visita a Tréveris me mostraron las reliquias de Matías, que estaban guardadas en un sarcófago de oro ubicado en una capilla lateral adjunta a la iglesia del monasterio de San Matías.
En una visita posterior, encontré que un nuevo sarcófago de mármol blanco y gris oscuro había sido colocado frente al altar principal del más grande edificio de la iglesia. Una imagen de tamaño natural del apóstol está tallada en la parte blanca del nuevo sarcófago, acostado sobre el relicario de mármol gris oscuro que ahora contiene sus huesos. De esta manera, así como también sucede en el caso de la cabeza de Andrés, las reliquias apostólicas fueron movidas de lugar en el término de diez años. Quienes viajan a Europa pueden visitar los dos lugares de sepultura de Matías, ambos descritos como auténticos por las autoridades católico-romanas.
Conociendo la afición de varios grupos religiosos buscadores de reliquias en la Edad Media por fragmentar los cuerpos o las reliquias de los apóstoles, hay poca duda de que tanto Roma como Tréveris contengan partes del cuerpo de Matías, si efectivamente su cuerpo fue conservado y transportado, como indican los documentos. La verdad es que hay un gran espacio para que se cometieran errores en varios de los pasos importantes del transporte de estas reliquias.
La reina Elena, la primera en trasladarlos, fue una de las creyentes más entusiastas de todos los tiempos. Su fe igualaba sus riquezas y su poder. Uno apenas puede creer que fuera ella una coleccionista de reliquias apostólicas y, por ese motivo, de lugares sagrados, tan crítica como podría desear la erudición moderna. Su “descubrimiento” del Santo Sepulcro en Jerusalén, por ejemplo, se basó en una visión que supuestamente tuvo. Uno puede admirar su piedad, su determinación y su celo infatigable por recuperar todo lo que pudiera de los vínculos apostólicos del siglo primero. Pero es seguro que, a veces, estuvo equivocada.
Una breve biografía
Una síntesis de la información sobre Matías indicaría la siguiente biografía:
Como uno de los primeros seguidores de Jesús, Matías fue importante entre los Setenta. Aparentemente, él había acompañado en numerosas ocasiones a los Doce, y muy posiblemente pudo haber sido discípulo de Juan el Bautista, como Juan y Andrés.
Desde luego, Matías fue elegido para reemplazar a Judas inmediatamente después de la ascensión de Jesús. Por lo tanto, él estuvo en Jerusalén el día de Pentecostés y tuvo una parte importante en los días turbulentos y estremecedores de la temprana expansión del cristianismo. Como judío, naturalmente habría salido de Jerusalén para ministrar a la porción de la extensa diáspora de Israel. Había colonias de judíos y de otros hebreos que se encontraban prácticamente en todos los centros poblacionales de Medio Oriente. Por lo tanto, no hay dificultad en aceptar la tradición de su apostolado en regiones de Armenia, y la probabilidad de que corriera un gran peligro, lo cual le sucedió en las ciudades de Colchis, Sebastopol y en otros lugares. Es ciertamente posible que alguna vez haya sido asistido por Andrés, ya que a menudo los apóstoles iban de a dos.
Matías estuvo en Jerusalén el día de Pentecostés y tuvo una parte importante en los días turbulentos y estremecedores de la temprana expansión del cristianismo.
Podemos verlo volviendo a Jerusalén, un testigo maltratado de la peligrosa experiencia misionera. Quizás a su regreso encontró mayor antagonismo hacia el cristianismo que cuando se fue. En cualquier caso, el antagonismo demostró ser más peligroso que antes y, al final, fue fatal para él. También podemos aceptar la posibilidad de que luego la reina Elena trasladara sus restos a Roma, aunque fuera más partidaria de Constantinopla que de Roma. En todo caso, ella puede haber dado comienzo a la preservación y traslado del cuerpo de Matías.
Hay una tradición sistemática del transporte occidental de casi todas las reliquias apostólicas. En esto contribuyen tres factores: (1) el celo recolector de Elena y otros. (2) El peligro inminente para las iglesias cristianas y las reliquias apostólicas bajo las invasiones persas en los siglos quinto y sexto. (3) El valor asignado a las reliquias y la necesidad de salvaguardarlas, que fue compartida universalmente por los clérigos en la Edad Media.
Estos tres factores rescataron reliquias que fueron aceptadas por auténticas y transportadas a zonas que eran consideradas más seguras que las tumbas originales, o las sepulturas secundarias, tales como Constantinopla misma. Uno no puede pasar por alto el hecho de que el Imperio Romano de Oriente frecuentemente procuró fortalecer las alianzas con Roma y con la Iglesia católico-romana. Las reliquias de los apóstoles eran consideradas piezas de ajedrez del más alto valor político; esta es una de las razones por las que fueron tan bien conservadas hasta la actualidad.
En cualquier caso, las reliquias de Matías parecen haber hallado su último lugar de descanso tanto en Roma como en Tréveris, donde todavía pueden verse.