sacado de verdades que cambian
Revela los métodos sectarios que usan estos grupos y señala varias marcas distintivas de las iglesias abusadoras.
Primero, las iglesias abusadoras tienen un estilo de liderazgo orientado hacia el control.
Segundo, los líderes de este tipo de iglesias usan la manipulación para lograr la sumisión total de sus miembros.
Tercero, hay un estilo de vida rígido y legalista que involucra numerosos requisitos y detalles minuciosos de la vida diaria.
Cuarto, estas iglesias tienden a cambiar de nombre a menudo, especialmente una vez que son expuestos por los medios.
Quinto, la desaprobación de otras iglesias es frecuente, porque se consideran superiores a todas las demás iglesias.
Sexto, estas iglesias tienen un complejo de persecución y consideran que son perseguidas por el mundo, los medios y otras iglesias cristianas: se llaman “atacadas por el enemigo”.
La séptima y última señal de las iglesias abusadoras es la gran dificultad que tienen los miembros para salir de estas iglesias, un proceso que suele estar marcado por el dolor social, psicológico o emocional.
1. Postura en Relación al Control (Poder)
Esta característica es la más utilizada por los grupos abusivos; de ella dependen las demás conductas que son ejercidas por ministerios no sanos que pretenden basar su funcionamiento en conceptos “bíblicos”. Esto significa que el líder (puede ser el pastor, los ancianos, administradores, co-pastores, ujieres, o maestros) pasa mucho de su tiempo enfocado en enseñar que él posee la “autoridad” dentro del grupo. Tanto el pastor como los líderes aprovechan cada ocasión para hacer ver a la gente quién es allí el “ungido”, el varón de Dios, el elegido, el padre espiritual, etc. ¿Por qué este gasto innecesario de tiempo para hacer ver a otros quién es allí el que manda? Simplemente porque esa “autoridad” no es real o genuina; de otro modo no habría por qué estarse recordando acerca de esa investidura.
El líder de una iglesia abusadora es dogmático, autosuficiente, arrogante y se convierte en el punto focal espiritual en la vida de sus seguidores. El líder supone que está más sintonizado espiritualmente con Dios que nadie más. Afirma tener una comprensión de la Biblia que nadie más tiene. O tal vez diga que recibe revelaciones personales de Dios. Debido a estas afirmaciones, la posición y las creencias del líder no pueden ser cuestionadas; sus afirmaciones son concluyentes. Para miembros de este tipo de iglesia o grupo, cuestionar al líder equivale a cuestionar a Dios. Si bien el líder tal vez no diga esto, esta actitud se ve claramente por el tratamiento de quienes se atreven a cuestionar o desafiar al líder quien suele tomar decisiones personales que sólo incumben a sus seguidores. El pensamiento individual está prohibido; de esta forma, los seguidores se vuelven dependientes del líder.
El Sistema Piramidal
Estas conductas sólo suceden en un sistema espiritual que ha desechado las enseñanzas de Pablo en 1 Corintios 12 en donde se nos dice que “ustedes son el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular” (1 Corintios 12:27.) El concepto de Cuerpo que ofrece Pablo es muy simple: pone a Cristo (no a ningún hombre) como cabeza, y a los demás como partes significativas de ese cuerpo.
Dentro del cuerpo (en forma de círculo) se hallan los miembros de éste, entre los cuales, naturalmente, existen ministerios como el de apóstol, maestro, pastor, evangelista, etc. Pero nunca estos ministerios están dados el uno sobre el otro.
Sin embargo, en la jerarquía de tipo abusivo, el líder no rinde --o tiende a no rendir-- cuentas a nadie. Aun cuando exista una junta de ancianos, ésta suele estar formado por personas leales al líder y que nunca estarán en desacuerdo con él. Este estilo de liderazgo no está avalado por la Biblia. Según la Biblia, todos los creyentes tienen el mismo acceso a Dios y son iguales ante Él, porque fuimos salvos por su gracia, y todos estamos bajo la autoridad de la Palabra de Dios. En 1 Tesalonicenses 5:21 se indica a los creyentes que analicen todas las enseñanzas contra la Palabra de Dios. Hechos 17:11 dice que aun el apóstol Pablo estaba bajo la autoridad de la Biblia, y se elogia a los hermanos de Berea porque verificaron las enseñanzas de Pablo con las Escrituras. Tanto los líderes como los laicos deben vivir de acuerdo con la Biblia.
Pero, a fin de evitar enfrentar este concepto de Pablo, muchos líderes acuden inmediatamente al Antiguo Testamento. Allí encuentran un montón de ejemplos para justificar su liderazgo sobre otros –no al lado de otros. El personaje favorito de estos líderes es Moisés; en él hallan y hacen que se acomoden todas las cualidades para ejercer un ministerio impositivo. Así, estos líderes transforman el diagrama de Pablo (de forma circular) en otro llamado “top-down”, o piramidal (o también episcopal); un sistema en el que Dios se halla hasta arriba (ya nada más faltaba que no), luego, y regularmente, el pastor, y de allí una cadena de “servidores” --cada uno de los cuales tendrá oportunidad de practicar su “unción” a través de una autoridad que viene, dicen, del que está arriba de ellos. Hasta la mera parte de abajo se halla el resto de la congregación: “las ovejitas”, a las cuales el pastor de un sistema piramidal, mira como si fuera Zeus entronado en el Olimpo.
El ridículo más grande ocurre cuando la esposa del pastor se auto-nombra “pastora”. Sólo porque es la esposa del pastor, ya también se atribuye este nombre acompañado de ínfulas de autoridad semejantes, y a veces mayores, a las del marido. Esto es como llamar “maestra” a la esposa de uno de los maestros de la iglesia, o llamar “doctora” a la mujer de algún hermano que tiene este título. Si bien es cierto que muchas esposas de pastores ejercen con dignidad esta función, lo reprobable es que esa atribución “pastoral” de la mujer en las iglesias abusivas es “automático”; la mayoría de las veces plagada de ignorancia. Además, el único lugar en donde Pablo habla de autoridad refiriéndose a las mujeres, es sólo para decirles que “no le permito a la mujer enseñar o tener autoridad sobre el hombre…”
(1 Timoteo 2:12)
Todo ocurre sin sustento bíblico alguno. Cuando a alguno de estos líderes se les pide bases bíblicas que apoyen esa “autoridad” que se han auto-adjudicado, la mayoría lo mandan a uno con el pastor; pero el pastor también se guardará de responder porque, en realidad, no existe ninguna base bíblica para este tipo de autoridad. Si bien nos va, nos mandan a ya saben donde y con quién: al Antiguo Testamento y con Moisés.
El Mimetismo del Poder
Ya se ha dicho que los líderes abusivos echan mano de personajes bíblicos para poder ejercer su ministerio también abusivo. Lo más peligroso ocurre cuando estos líderes, para “apoyar” su liderazgo, se mimetizan con algún personaje bíblico. Mimetizar quiere decir “hacerse igual que”, “uno mismo con”. El predicador o maestro toma una cita (regularmente del Antiguo Testamento), la lee y la “explica”, de tal forma que Gedeón llega a encarnae en el pastor mismo quien se hace uno con el personaje bíblico: el pastor es Gedeón... los 300 que fueron aprobados por Dios, es el resto de la congregación que debe seguirlo incondicionalmente. José resulta ser (casualmente) también el pastor de la iglesia quien da de comer a los hermanos (la congregación). Si se trata de David la emoción sube de tono: el pastor o predicador se adjudica nuevamente tal personalidad: es, otra vez, el “ungido” que está predicando, y que ha sido puesto para “pastorear” a los de la cueva de Adulam (esta vez la congregación se vuelve un montón de desarrapados). Pero el pastor es también Moisés, marchando delante de los miembros para cruzar el Mar Rojo en busca de algún edificio nuevo, un camión para “traer” gente a la iglesia, o simplemente para que alguien se anime a entrar al ministerio del “talento”... Regularmente, el líder se dice cansado y pide a los creyentes que le “levanten los brazos” para que pueda seguir sosteniendo su vara. Ridículo de verdad.
Aunque, más peligrosamente aún, el líder abusivo suele adaptarse (aunque de forma más sublime) a la persona de ¡Jesucristo!. El líder dice a la congregación “floja e indiferente” que él, el pastor, está esperando que sus miembros “le den de comer a la gente”... que si ellos no pueden, él, como Cristo, sí podrá.
Esta forma de hacerse “uno e igual” a los personajes bíblicos es una muestra clara de una iglesia no sana. Curiosamente, el líder jamás se hará igual a, por ejemplo, Jonás, Saúl o Judas; esos papeles se los deja a los demás líderes o a miembros que han mostrado algún tipo de desacuerdos con él dentro de la iglesia.
Cuando el líder se da cuenta, ya él mismo se cree todas estas aberraciones. Entonces comienza a predicar cosas como: “Aquí yo soy el único que recibe revelación de Dios... Ustedes deben confiar en Dios a través de mí; yo sé lo que es mejor para ustedes; no pregunten a nadie más. Yo tengo la responsabilidad y la carga de cada uno de ustedes de acuerdo a la Palabra de Dios”.
La Pretendida Autoridad
Los líderes abusivos basan mucho de su poder de control, en una pretendida autoridad que viene en escalera desde la punta de la pirámide; obviamente, el pastor es quien más “directamente” recibe autoridad de Dios, para “ponerse sobre otros”. Este concepto, naturalmente, está torcido: nace de no conocer en absoluto las Escrituras. Un grave problema de quienes practican estos sistemas de abuso es su poca o nula educación ministerial o que, en el mismo instituto bíblico al que asistieron, se les inyecta con esta doctrina falsa de la autoridad.
La palabra autoridad, exousia, aparece 38 veces en la Biblia. En el Antiguo Testamento sólo se usa dos veces, la primera vez en el libro de Esther 9:29, la segunda en Proverbios 29:2. Existen asimismo las palabras “dominio” y “poder” como sinónimo de autoridad. En el Antiguo Testamento “poder” o autoridad, se usan siempre para establecer una relación entre dos naciones, una de las cuales está sometida a la otra bajo ese dominio o autoridad. Jamás se utiliza para denotar una relación personal hombre-hombre/mujer.
Ahora bien, los líderes abusivos jamás enseñan un punto que echaría por tierra sus aspiraciones divinas: Dios creó al hombre y le dio autoridad sobre todo lo que hay en la tierra, excepto sobre el hombre mismo. Cuando existe dominio de una persona a la otra, entonces hay conflictos; a nadie le gusta ser dominado: por mucho que quien domine se diga “ungido” del Señor. Dicho esto, a los líderes abusivos sólo les quedan una o dos citas de las Cartas de Pablo para apoyar su pretendida autoridad, si bien jamás examinan cuál es la verdadera autoridad que Dios dio a los creyentes. Un examen cuidadoso del Nuevo Testamento, nos habla que efectivamente, sí tenemos autoridad. Esa autoridad proviene de Jesús, Él tenía autoridad y la ejerció y nos la dio a sus discípulos. ¿Pero qué tipo de autoridad es la que Jesucristo practicó? ¿Fue Jesús un autoritario, es decir, alguien que trataba de controlar emocional y mentalmente a las multitudes y a su prójimo? Creo que no. Veamos cuál es la autoridad que Jesús permitió y puso en práctica. Jesús tiene autoridad para:
1) Hacer discípulos (Mateo 28:18);
2) Echar fuera de demonios (Lucas 9:1);
3) Resistir veneno de serpientes y escorpiones (Lucas 10:9);
4) Hacer milagros (Juan 2:18);
5) Para juzgar a las naciones (Juan 5:27);
6) Para tomar su vida de nuevo y resucitar (Juan 10:18); y
7) Dar vida eterna (Juan 17:2).
En ningún momento Cristo habla de ejercer dominio sobre otro hombre; Él mismo aborrecía esta práctica. ¿Por qué tendríamos que creer a pastores abusivos que ellos sí tienen poder y dominio sobre sus “ovejas”?