1. La muerte es real y necesaria
La muerte anunciada en Génesis 2:17 ("ciertamente morirás") no es simbólica ni meramente espiritual, sino real, absoluta y literal. Cristo no vino al mundo para evitar esta muerte, sino para experimentarla en lugar del pecador. Así, la muerte anunciada es plenamente cumplida en Cristo, satisfaciendo completamente la justicia divina.
2. La Ley se cumple plenamente mediante la muerte
La vida natural del hombre, bajo la Ley y su escrutinio, comienza desde su nacimiento y termina con su muerte física. La Ley no es anulada, sino llevada hasta sus últimas consecuencias en Cristo. De este modo, la muerte real del pecador en Cristo cumple plenamente la condena que la Ley exigía, liberando definitivamente al creyente del dominio de la Ley y el pecado. El bautismo representa de manera real y efectiva este principio, como una muerte personal en Cristo.
3. La importancia de la humanidad real y perfecta de Cristo
Jesucristo, el Verbo hecho carne, tuvo que vivir una vida humana real y perfecta bajo la Ley para cumplirla totalmente en los hechos. Su muerte física y resurrección física no son simbólicas, sino absolutamente necesarias para que la salvación sea real y legítima. La obediencia humana de Cristo se convierte así en la base objetiva y efectiva de la justificación del creyente.
4. La muerte real del creyente en Cristo
La solución divina para el pecado y la corrupción del hombre viejo no es repararlo ni regenerarlo superficialmente, sino hacer morir literalmente al viejo hombre con Cristo. En esta muerte, el creyente paga toda su deuda ante la Ley. Por lo tanto, no puede ser condenado nuevamente por lo que ya fue juzgado y cumplido en Cristo.
4. Realidad espiritual sostenida por hechos históricos reales
La salvación del creyente no está basada en presunciones ni metáforas, sino en la realidad histórica de la muerte y resurrección de Jesucristo. La fe del creyente no es presunción, sino una realidad sustentada en hechos concretos realizados por Cristo en carne y hueso. Así, la realidad espiritual del creyente es tan legítima como la realidad física de la vida, muerte y resurrección de Jesús.
5. Jesucristo como segundo hombre y nueva creación
Jesús no vino al mundo como el viejo hombre caído, sino como un nuevo hombre, una nueva humanidad. Esta nueva humanidad no es una reparación del viejo hombre corrompido, sino una creación absolutamente nueva, incorruptible. Cristo es el Segundo Hombre y el Nuevo Adán, no por ascendencia genética sino por cumplimiento de la promesa divina. Él inicia una nueva creación humana incorruptible, a la que los creyentes son incorporados mediante la fe.
6. Separación absoluta entre Ley y Gracia mediante la muerte
Esta posición deja claro que la muerte real de Cristo es la que establece la separación definitiva y absoluta entre el régimen de la Ley y el régimen de la Gracia. Dios no negocia con la rebeldía ni perdona arbitrariamente al pecador; más bien, lo crucifica junto con Cristo y crea en Él una nueva humanidad libre de la Ley y del pecado. Así, la gracia no es libertinaje, sino un señorío vivo, activo y espiritual bajo Cristo resucitado.