EL CONCILIO DE NICEA, CONSTANTINO
Y OTRA DE LAS MENTIRAS JUDAIZANTES.
Seguramente, más de una vez habrá escuchado o leído acerca de que la Doctrina de la Trinidad fue impuesta por Constantino en el Concilio de Nicea, pues lo que sigue a continuación es el relato de lo que en verdad sucedió en aquel Concilio eclesiástico;
En el año 312, un obispo de apellido Arrió, comienza negar la Divinidad del Señor Jesucristo, alegando de que enseñar tal doctrina, llevaría a caer en el politeísmo, aunque claro está que ya para aquel entonces, al igual que hoy, todo verdadero cristiano creía que la Divinidad de Cristo es una verdad fundamental de la fe cristiana y que negar tal verdad constituía una herejía destructora, y obviamente también era creencia fundamental de que existe un solo Dios. Tales verdades estuvieron presentes desde el principio de la iglesia, solo que la crisis desatada por un hereje como el obispo Arrió, fue una ocasión para que maestros como Atanasio, dados por El Espíritu santo a la Iglesia, ordenaran sistemáticamente todo el cuerpo de verdad respecto a la Doctrina de la Trinidad, y ese es precisamente el trabajo del teólogo y la teología, presentar todo el cuadro completo de todo un conjunto de verdades que componen un cuerpo de verdad.
Una vez instalada la crisis, el emperador Constantino que supuestamente había abrazado la fe cristiana, (si esto fue o no asi no es el tema en cuestión) convoca a un Concilio en la ciudad de Nicea, al que asisten más de 300 pastores que tenían responsabilidad sobre una determinada área, de entre cuales menos de un puñado que no sobrepasaba una decena, adherían a las falsas enseñanzas de Arrio.
Comienza el Concilio y cuando toca el turno de exponer al grupito de arrianos, inmediatamente una ola de repudio e indignación se apodera a la abrumadora mayoría de los presentes que no podían tolerar que se negara una verdad fundamental del cristianismo como lo es la Divinidad de Cristo. Muchos de los presentes se abalanzaron sobre los arrianos destrozando los manuscritos que esbozaban, realmente era muy difícil poder guardar la compostura y las formas, al punto que parecía que la situación se salía fuera de control. Pues bien, de esto resultó que las falsas doctrinas de Arrio y sus seguidores fueron repudiadas por la abrumadora mayoría de los presentes. Ante este escenario, el emperador Constantino, como hábil político que era y como no podía ser de otra manera, se pone del lado de la mayoría e institucionaliza la condena de Arrió y sus falsas enseñanzas como así también a quienes las siguieran.
Más allá de conocer o desconocer estos pormenores históricos de lo que realmente sucedió en Nicea, negar la doctrina de la Trinidad (sea en el caso de los unicitarios o sea en el caso de los que niegan la Divinidad de Cristo) constituye una clara evidencia de que estamos ante personas no regeneradas, es decir ante muertos espirituales que como tales carecen de vida en Cristo.