El mandamiento es sumamente eficaz para dar a conocer la voluntad de Dios pero ineficaz para hacer que el hombre la obedezca.
Todo padre quiere que sus hijos hagan lo bueno y que les vaya bien, y entienden, que para que esto suceda deben enseñarles lo que está bien y lo que está mal. Deben darles la ley.
Pero también los padres sabemos que el que conozcan la ley no es absoluta garantía de que ellos harán lo que es correcto.
La instrucción entonces, es perfectamente eficaz, cuando se trata de dar a conocer lo que está bien y lo que está mal, pero esa instrucción no es eficaz en los términos de lograr que nuestros hijos se comporten legalmente.
Entonces..., como sabemos que aunque la LEY sea buena y perfecta para alumbrarles el camino, no es garantía de que la vayan a respetar y encomendamos sus vidas a Dios, para que les sea propicio.
Lo mismo hizo Dios como padre amoroso y no dio al hijo.
¿Y cual fue la solución de Dios a esta falla del sistema?
He aquí vienen días, dice el Señor,
En que estableceré con la casa de Israel y la casa de Judá un nuevo pacto;
Pondré mis leyes en la mente de ellos,
Y sobre su corazón las escribiré;
Y seré a ellos por Dios,
Y ellos me serán a mí por pueblo...
26 Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne.
27 Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra.