Leamos la BIBLIA

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Dios hace al padre más respetable que a los hijos y afirma la autoridad de la madre sobre su prole.
El que honra a su padre expía sus pecados, el que respeta a su madre acumula tesoros; el que honra a su padre se alegrará de sus hijos y, cuando rece, será escuchado; el que respeta a su padre tendrá larga vida, al que honra a su madre el Señor lo escucha.
Hijo mío, sé constante en honrar a tu padre, no lo abandones mientras vivas; aunque chochee, ten indulgencia, no lo abochornes mientras vivas.
La limosna del padre no se olvidará, será tenida en cuenta para pagar tus pecados.



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Hermanos: Como elegidos de Dios, santos y amados, vestíos de la misericordia entrañable, bondad, humildad, dulzura, comprensión. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos, cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo. Y por encima de todo esto, el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada. Que la paz de Cristo actúe de árbitro en vuestro corazón; a ella habéis sido convocados, en un solo cuerpo. Y sed agradecidos. La palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; corregíos mutuamente.
Cantad a Dios, dadle gracias de corazón, con salmos, himnos y cánticos inspirados. Y, todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.
Mujeres, vivid bajo la autoridad de vuestros maridos, como conviene en el Señor. Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas. Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, que eso le gusta al Señor. Padres, no exasperéis a vuestros hijos, no sea que pierdan los ánimos.



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Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo primogénito varón será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones.»
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo.
Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:
«Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz.
Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.»
Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño.
Simeón los bendijo, diciendo a María, su madre:
- «Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma.»
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.
Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret.
El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.

Palabra del Señor.
 
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Hijos míos, es el momento final.
Habéis oído que iba a venir un Anticristo; pues bien, muchos anticristos han aparecido, por lo cual nos damos cuenta que es el momento final.
Salieron de entre nosotros, pero no eran de los nuestros. Si hubiesen sido de los nuestros, habrían permanecido con nosotros. Pero sucedió así para poner de manifiesto que no todos son de los nuestros.
En cuanto a vosotros, estáis ungidos por el Santo, y todos vosotros lo conocéis.
Os he escrito, no porque desconozcáis la verdad, sino porque la conocéis, y porque ninguna mentira viene de la verdad.



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En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios.
Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho.
En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió.
Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz.
La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció.
Vino a su casa, y los suyos no la recibieron.
Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre.
Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios.
Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él y grita diciendo:
- «Éste es de quien dije: “El que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo’ “»
Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la Ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.
A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.

Palabra del Señor.
 
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El Señor habló a Moisés: "Di a Aarón y a sus hijos: Ésta es la fórmula con que bendeciréis a los israelitas: "El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor se fije en ti y te conceda la paz". Así invocarán mi nombre sobre los israelitas, y yo los bendeciré."



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Hermanos: Cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la Ley, para rescatar a los que estaban bajo la Ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción. Como sois hijos, Dios envió a nuestros corazones al Espíritu de su Hijo que clama: "¡Abbá! (Padre)." Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si eres hijo, eres también heredero por voluntad de Dios.



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En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo a Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que les habían dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que les decían los pastores. Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído; todo como les habían dicho.
Al cumplirse los ocho días, tocaba circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.

Palabra del Señor.


Más abajo encontrareis la HOMILÍA correspondiente a estas lecturas.
 
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Una fotografía.

Hace años, un dos de Enero, aparecía en las primeras páginas de un periódico de tirada nacional, una fotografía con un breve comentario debajo.
Se refería a la multitud que todos los años se congrega en la Plaza de San Pedro, de Roma, para recibir la bendición papal “urbi et orbi” con motivo de la apertura del Año Nuevo.
Al fondo de la foto, desde su ventana del palacio Vaticano, se veía al Papa con las manos levantadas dirigiéndose a la muchedumbre que abarrotaba el recinto y a ésta, embelesada, contemplándole. A ambos lados, la columnata de Bernini, como centinela del evento y en un rincón, dando la espalda al público, una viejecita con un rosario en la mano.
El comentario del periodista me llamó la atención. No tenía desperdicio. Venía a decir lo siguiente- no son palabras textuales:
Como cada año una multitud incontable acudirá fervorosa a recibir la bendición del Papa. Como cada año atronarán los aplausos en la emblemática Plaza. Pero también, como cada año, esta pobre anciana, vestida de negro y casi ciega, dará la espalda al pueblo, ajena a una Iglesia, de la que se considera hija pecadora e indigna. Hace lo que ya solamente puede hacer: rezar y esperar pacientemente.
¡Qué poco sabe esta buena mujer que la auténtica iglesia de Jesús es precisamente ella!

La guerra es el fracaso del diálogo y la solidaridad humana.

Este ejemplo viene al caso, porque montamos parafernalias, bendiciones sin cuento, propagandas de paz, mostrando una cara del mundo que no se corresponde con la realidad.
Organizamos conferencias de paz mientras las Grandes Potencias llenan sus arsenales de las armas más sofisticadas o venden las de desecho a precios elevados a países pobres a quienes previamente enfrentan entre sí para dar salida a la industria bélica que alimenta a millones de trabajadores del primer mundo.
Se emparejan el fariseísmo y el cinismo en una simbiosis demoníaca, disfrazados de mansas palomas. ¿Será siempre la paz para la humanidad un bien inalcanzable?¿Continuaremos justificando las guerras bajo apariencia de bien común cuando lo que se esconde detrás es un egoísmo rampante?

Analizando las distintas guerras que han provocado el azote del hambre en el mundo y vistos los resultados: destrucción, muerte y hambre, podemos deducir fácilmente que no existe ninguna guerra justa.
La paz nace desde dentro, del reconocimiento humilde de la propia limitación y con la aportación de lo que cada uno, como la propia viejecita, puede hacer o dar.
Se convierte así en una conquista cotidiana y en un bien absolutamente necesario.

Jornada Mundial de la Paz

En la primera lectura del día de hoy hemos escuchado una bendición, tan cotidiana para el pueblo judío como lo es el Padrenuestro para los cristianos: “El Señor te bendiga y te proteja; ilumine su rostro sobre ti y te conceda la paz”
Resulta curioso y elocuente que la liturgia ponga en el centro de la celebración de este primer día del año la “Jornada Mundial de la Paz” y la figura de María, la mujer silenciosa y humilde que medita y conserva en su corazón cuanto sucede a su alrededor y a quien invocamos los cristianos en las letanías del Rosario como Reina de la Paz.
Ambas celebraciones se armonizan en los gestos, las palabras y los hechos que Ella medita y conserva en su corazón., porque conoce a fondo la persecución de Herodes, el exilio y la violencia de la que fue objeto su hijo Jesús, culminada en el calvario y en la cruz.
Es frecuente quitar de en medio a pacifistas y pacificadores; estorban en el mundo de los intereses creados. Así lincharon en su momento a Gandhi, a Luther King, a Mons. Romero y a miles de héroes anónimos, cuyo único “pecado” fue clamar contra las degradaciones morales y las injusticias.
Intereses independentistas siembran nuestras sociedades modernas de agresiones sin cuartel contra quienes no participan de sus ideales racistas y xenófobos haciendo prevalecer la utopía de una nación sobre la misma vida humana a la que se desprecia.
Y no hablemos de la terrible lacra del terrorismo.
¿Hasta dónde llegaremos en la escalada de descalificaciones?
La violencia genera violencia y no soluciona los problemas. Nos cansamos de comprobarlo diariamente en los medios de comunicación o repasando las páginas de la historia.

Alternativa de Jesús.

Jesús, en el Sermón de la Montaña, propone como única alternativa a la violencia el perdón y la reconciliación, y hace distinción entre la paz de Dios y la paz de los hombres. La paz de Dios está basada sobre la verdad, la justicia y el amor hasta entregar la vida. La del mundo, sin embargo, es una paz que compromete la verdad y oculta la justicia , camuflándola bajo el orden social. En el fondo es un pretexto para defender los derechos de los más privilegiados y coaccionar a los más pobres.

La paz sigue siendo después de dos mil años el bien más anhelado y, a su vez, el más amenazado.
La paz es el compendio de todas las promesas hechas por Dios y el gran mensaje de la Navidad: “Paz en la tierra a los hombres que ama el Señor”y “Bienaventurados los que construyen la paz, porque serán hijos de Dios”

Pidamos al Señor por María la paz que nace del corazón, que crece en la familia y se realiza en la sociedad, haciendo que todos nos sintamos hermanos e hijos de Dios.

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Queridos hermanos: ¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Ése es el Anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. Todo el que niega al Hijo tampoco posee al Padre. Quien confiesa al Hijo posee también al Padre.
En cuanto a vosotros, lo que habéis oído desde el principio permanezca en vosotros. Si permanece en vosotros lo que habéis oído desde el principio, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre; y ésta es la promesa que él mismo nos hizo: la vida eterna.
Os he escrito esto respecto a los que tratan de engañaros. Y en cuanto a vosotros, la unción que de él habéis recibido permanece en vosotros, y no necesitáis que nadie os enseñe. Pero como su unción os enseña acerca de todas las cosas y es verdadera y no mentirosa según os enseñó, permanecéis en él.
Y ahora, hijos, permaneced en él para que, cuando se manifieste, tengamos plena confianza y no quedemos avergonzados lejos de él en su venida.



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Éste fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a Juan a que le preguntaran:
-« ¿Tú quién eres?»
Él confesó sin reservas:
-«Yo no soy el Mesías.»
Le preguntaron:
-« ¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elías?»
Él dijo:
-«No lo soy.»
-« ¿Eres tú el Profeta?»
Respondió:
-«No.»
Y le dijeron:
-« ¿Quién eres? Para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado, ¿qué dices de ti mismo?»
El contestó:
- «Yo soy la voz que grita en el desierto: “Allanad el camino del Señor”, como dijo el profeta Isaías.»
Entre los enviados había fariseos y le preguntaron:
- «Entonces, ¿por qué bautizas si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?»
Juan les respondió:
- «Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia.»
Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde estaba Juan bautizando.

Palabra del Señor.
 
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La paz será abundante.jpg"Los malhechores serán cortados pero los que esperan en Jehová heredaran la tierra" Salmo 37:9
 
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Queridos hermanos:
Si sabéis que él es justo, reconoced que todo el que obra la justicia ha nacido de él.
Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!
El mundo no nos conoce porque no le conoció a él.
Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es. Todo el que tiene esperanza en él se purifica a sí mismo, como él es puro.
Todo el que comete pecado quebranta también la ley, pues el pecado es quebrantamiento de la ley.
Y sabéis que él se manifestó para quitar los pecados, y en él no hay pecado.
Todo el que permanece en él no peca. Todo el que peca no :ha visto ni conocido.



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Al día siguiente, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó:
- «Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Éste es aquel de quien yo dije: “Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo.” Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel.» Y Juan dio testimonio diciendo:
- «He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él.
Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo:
“Aquél sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que ha de bautizar con Espíritu Santo.”
Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.»

Palabra del Señor.
 
Re: Leamos la BIBLIA





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Queridos hermanos:
Si sabéis que él es justo, reconoced que todo el que obra la justicia ha nacido de él.
Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!
El mundo no nos conoce porque no le conoció a él.
Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es. Todo el que tiene esperanza en él se purifica a sí mismo, como él es puro.
Todo el que comete pecado quebranta también la ley, pues el pecado es quebrantamiento de la ley.
Y sabéis que él se manifestó para quitar los pecados, y en él no hay pecado.
Todo el que permanece en él no peca. Todo el que peca no :ha visto ni conocido.



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Al día siguiente, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó:
- «Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Éste es aquel de quien yo dije: “Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo.” Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel.» Y Juan dio testimonio diciendo:
- «He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él.
Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo:
“Aquél sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que ha de bautizar con Espíritu Santo.”
Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.»

Palabra del Señor.
 
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Queridos hermanos:
Este es el mensaje que habéis oído desde el principio: que nos amemos unos a otros.
No seamos como Caín, que procedía del Maligno y asesinó a su hermano. ¿Y por qué lo asesinó? Porque sus obras eran malas, mientras que las de su hermano eran buenas.
No os sorprenda, hermanos, que el mundo os odie; nosotros hemos pasado de la muerte a la vida: lo sabemos porque amamos a los hermanos.
El que no ama permanece en la muerte. El que odia a su hermano es un homicida. Y sabéis que ningún homicida lleva en sí vida eterna. En esto hemos conocido el amor: en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar nuestra vida por los hermanos. Pero si uno tiene de qué vivir y, viendo a su hermano en necesidad, le cierra sus entrañas, ¿cómo va a estar en él el amor de Dios?
Hijos míos, no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras.
En esto conoceremos que somos de la verdad y tranquilizaremos nuestra conciencia ante él, en caso de que nos condene nuestra conciencia, pues Dios es mayor que nuestra conciencia y conoce todo.
Queridos, si la conciencia no nos condena, tenemos plena confianza ante Dios.



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En aquel tiempo, determinó Jesús salir para Galilea; encuentra a Felipe y le dice: «Sígueme.»
Felipe era de Betsaida, ciudad de Andrés y de Pedro. Felipe encuentra a Natanael y le dice:
«Aquel de quien escribieron Moisés en la Ley y los profetas, lo hemos encontrado: Jesús, hijo de José, de Nazaret.»
Natanael le replicó:
« ¿De Nazaret puede salir algo bueno?»
Felipe le contestó: «Ven y verás.»
Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él:
«Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño.»
Natanael le contesta: « ¿De qué me conoces?»
Jesús le responde:
«Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.» Natanael respondió:
«Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel.»
Jesús le contestó:
« ¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores.»
Y le añadió:
«Yo os aseguro: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre.»

Palabra del Señor.
 
Re: Leamos la BIBLIA





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¡Levántate, brilla, Jerusalén, que llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti!
Mira: las tinieblas cubren la tierra, y la oscuridad los pueblos, pero sobre ti amanecerá el Señor, su gloria aparecerá sobre ti.
Y caminarán los pueblos a tu luz, los reyes al resplandor de tu aurora.
Levanta la vista en torno, mira: todos ésos se han reunido, vienen a ti; tus hijos llegan de lejos, a tus hijas las traen en brazos.
Entonces lo verás, radiante de alegría; tu corazón se asombrará, se ensanchará, cuando vuelquen sobre ti los tesoros del mar y te traigan las riquezas de los pueblos. Te inundará una multitud de camellos, de dromedarios de Madián y de Efá.
Vienen todos de Saba, trayendo incienso y oro, y proclamando las alabanzas del Señor.



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Habéis oído hablar de la distribución de la gracia de Dios que se me ha dado en favor vuestro.
Ya que se me dio a conocer por revelación el misterio, que no había sido manifestado a los hombres en otros tiempos, como ha sido revelado ahora por el Espíritu a sus santos apóstoles y profetas: que también los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la promesa en Jesucristo, por el Evangelio.



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Entonces, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando:
- « ¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y, venimos a adorarlo. »
Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó, y todo Jerusalén con él; convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas del país, y les preguntó dónde tenia que nacer el Mesías.
Ellos le contestaron:
- «En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el profeta:
“Y tú, Belén, tierra de Judea, no eres ni mucho menos la última de las ciudades de Judea, pues de ti saldrá un jefe que será el pastor de mi pueblo Israel.”»
Entonces Herodes llamó en secreto a los magos para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles:
- «ld y averiguad cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo.»
Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño.
Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.
Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se marcharon a su tierra por otro camino.

Palabra del Señor.


Más abajo encontrareis la HOMILÍA correspondiente a estas lecturas.
 
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Este es un día mágico, lleno de fantasías e ilusiones, especialmente para los niños y sus familiares que, en la víspera por la noche recibieron el regalo de los Reyes.
¿Quiénes eran estos personajes que aparecen en la leyenda como portadores de la alegría que alimenta los sueños?
El evangelio según San Mateo, donde se narra esta pequeña historia, nos dice que eran unos magos que venidos de Oriente hacia Jerusalén y guiados por una estrella buscaban al recién nacido Rey de los judíos.
El evangelista no precisa su número ni su raza ni su nombre ni su nacionalidad. Tampoco dice que fueran reyes, sino simplemente magos, identificables en aquel entonces con astrónomos, supuestamente de Persia.
Orígenes, escritor cristiano del s.III afirma que eran tres, puesto que San Mateo cita tan sólo tres regalos, pero no deja de ser una hipótesis sin base histórica.
Tertuliano, también del s.III los convirtió en reyes mediante una afirmación gratuita que tuvo mucho éxito y que ha perdurado hasta nuestros días..
En un mosaico bizantino del s.VI aparece dibujado Baltasar, un hombre de larga barba oscura, de unos 35 años y con un recipiente de mirra en las manos; Melchor es mostrado como un joven imberbe, llevando una bandeja de incienso y Gaspar, de unos 50 años , luenga cabellera cana y larga barba, ofrece una canasta de oro. Los tres eran de raza blanca.
San Beda el Venerable, afirma hacia el año 700 que Melchor era un anciano de larga cabellera cana y una gran barba. Lleva el oro. Gaspar, imberbe y de rostro pálido, adora a Jesús con incienso y Baltasar, de tez morena, ofrece mirra..
Hasta el s.XVI no se adjudicó a Baltasar la raza negra. Fue obra de unos artistas que pintaron al óleo el famoso cuadro de la Adoración de los Magos que simboliza, según sus autores a Sem, Cam y Jafet, los tres hijos del patriarca Noé, que simbolizan a las tres razas humanas que poblaban por entonces el mundo que se conocía: blanca, negra y amarilla.
Lo de los juguetes y regalos que han engrosado una serie de tradiciones en numerosos países viene a confirmar el ambiente festivo que se vive en torno a los niños, primeros depositarios del afecto familiar.
Nunca habría sospechado San Mateo que su relato despertase de tal forma el fervor popular.

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En cualquier caso existe una finalidad muy palpable en el evangelio: Jesús, el Mesías prometido por Dios al pueblo judío y esperado largamente por éste, no fue aceptado por la mayoría de los suyos y sí por los gentiles, representados en los Magos. Así, el oro que se ofrece a los reyes, el incienso con el que se tributa adoración a Dios y la mirra, que se aplica a los cadáveres para retrasar su putrefacción, simbolizan a Jesús que es reconocido como Rey, como Dios y como Hombre.

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Jesús, fiel a las promesas de Dios, predica en primer lugar la Buena Noticia al pueblo judío. Desde Dan hasta Berseba recorría pueblos, aldeas y ciudades proclamando la llegada del Reino de Dios. Su afán era llegar a Jerusalén para culminar la misión que su Padre, Dios, le había encomendado con la Muerte en la Cruz y la Resurrección.
Desde entonces Jerusalén, fin de una etapa de la revelación de Dios, se convierte en punto de partida para el anuncio salvador a todos los pueblos.

Por eso Jesús les invita a salir a Galilea, donde acaece la Ascensión en lo alto de un monte y donde reciben sus últimas recomendaciones:”id por el mundo, predicad el evangelio a todos los hombres, bautizadles en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñadles a guardar cuanto yo os he mandado, porque estaré siempre con vosotros hasta el fin de los tiempos” (Mt. 18,16-fin)

Con esto se confirma que el Señor no es egoísta ni racista. Quiere, como ya había preconizado Isaías que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Son múltiples las profecías que nos hablan de este acontecimiento: “¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del heraldo que anuncia la paz, que trae la buena nueva, que pregona la victoria!” (Is. 50,7).

Hoy hemos escuchado un cántico de regocijo y de fiesta. “Levántate, brilla, Jerusalén, que llega tu luz; La gloria del Señor amanece sobre ti. Mira: las tinieblas cubren la tierra; la oscuridad, los pueblos, pero sobre ti amanecerá el Señor, su gloria aparecerá sobre ti y caminarán los pueblos a tu luz, los reyes al resplandor de tu aurora... Tus hijos llegan de lejos. Te inundará una multitud de camellos... Vienen todos de Sabá, trayendo incienso y oro y proclamando las alabanzas del Señor” Is.60,1-3,6).

También se nos recuerda estos días el salmo 97,3: “Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios”

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Los difíciles tiempos que nos toca vivir en España a causa de la crisis económica y de las actitudes de un Gobierno más preocupado en destruir el sistema tradicional de valores y la misma estructura familiar que en afrontar los problema reales de la nación, están sembrando el desconcierto en mucha gente. También, todo hay que decirlo, está despertando las conciencias de colectivos importantes, alarmados por la deriva que padecemos.
Siempre han existido problemas; los mismos Magos anduvieron un tiempo sin guía ni rumbo por Jerusalén, hasta encontrar de nuevo su estrella
Al igual que los Magos, cada uno de nosotros tiene su estrella. A veces se oculta y terminamos perdiéndonos en las encrucijadas de la vida y tenemos que reiniciar una fatigosa búsqueda. Pero el Señor no nos abandona, aunque parece que se olvida de nosotros en las noches oscuras del alma, que describía San Juan de la Cruz. Ahí está, sin embargo, su luz, oculta por las nubes de un mundo materialista, incapaz de mirar hacia arriba y contemplar el resplandor que nos lleva a lo desconocido.

No podemos claudicar en la prueba, porque no estamos solos. Otros han vivido experiencias similares y nos pueden guiar. Es la lucha diaria, la búsqueda que termina en éxito. Vuelve de nuevo la luz y recobramos la confianza.

Ya escribía Pascal que “sólo hay dos clases de hombres razonables. Los que sirven a Dios porque le conocen y los que buscan a Dios porque no le conocen”.

Esta fue la historia de los Magos, hombres inquietos, insatisfechos, que dejaron la comodidad de su propio hogar - como Abraham - para lanzarse a la aventura, a la llamada del corazón.

Nadie que haya experimentado la cercanía de Dios vuelve la vista atrás, al encuentro de falsas seguridades, sino que corre el riesgo de regresar por otro camino.
Si el fiel cristiano, si la Iglesia quiere abrirse caminos hacia el futuro, deberá avanzar por otras rutas alternativas, abiertas por Jesús. La rutina termina en apatías y mediocridades, precursoras del desánimo y el aburrimiento. No es lo que Dios quiere para cada uno de nosotros.

“Hoy todos seguimos buscando estrella”- decía Javier Gafo - Se llaman técnica, dinero, bienestar, droga, sexo, política, cultura... Y llenamos nuestros cofres, pero siempre están vacíos. Hasta hemos dejado de mirar al cielo, pero la estrella sigue en lo alto... Ábrenos, Señor, nuestros ojos, vacíanos nuestros cofres... Que veamos detenerse nuestra estrella ante el Niño, junto a su bella y bendita madre. Y que nuestros corazones queden llenos de una inmensa alegría”.

Miremos hacia las estrellas y corramos el riesgo de seguir su horizonte que, aunque el camino sea largo, merecerá la pena. El Señor es nuestro regalo que nadie ni nada nos podrá arrebatar.