Leamos la BIBLIA

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En aquellos días, el sumo sacerdote Helcias dijo al cronista Safán: -«He encontrado en el templo el libro de la Ley. » Entregó el libro a Safán, y éste lo leyó. Luego fue a dar cuenta al rey Josías:
-«Tus siervos han juntado el dinero que habla en el templo y se lo han entregado a los encargados de las obras.»
Y le comunicó la noticia:
-«El sacerdote Helcías me ha dado un libro.»
Safán lo leyó ante el rey; y, cuando el rey oyó el contenido del libro de la Ley, se rasgó las vestiduras y ordenó al sacerdote Helcías, a Ajicán, hijo de Safán, a Acbor, hijo de Miqueas, al cronista Safán y a Asalas, funcionario real:
-«Id a consultar al Señor por mí y por el pueblo y todo Judá, a propósito de este libro que han encontrado; porque el Señor estará enfurecido contra nosotros, porque nuestros padres no obedecieron los mandatos de este libro cumpliendo lo prescrito en él.»
Ellos llevaron la respuesta al rey, y el rey ordenó que se presentasen ante él todos los ancianos de Judá y de Jerusalén.
Luego subió al templo, acompañado de todos los judíos y los habitantes de Jerusalén, los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo, chicos y grandes.
El rey les leyó el libro de la alianza encontrados en el templo.
Después, en pie sobre el estrado, selló ante el Señor la alianza, comprometiéndose a seguirle y cumplir sus preceptos, normas y mandatos, con todo el corazón y con toda el alma, cumpliendo las cláusulas de la alianza escritas en aquel libro.
El pueblo entero suscribió la alianza.



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En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«Cuidado con los falsos profetas; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces.
Por sus frutos los conoceréis. A ver, ¿acaso se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos? Los árboles sanos dan frutos buenos; los árboles dañados dan frutos malos. Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos. El árbol que no da fruto bueno se tala y se echa al fuego. Es decir, que por sus frutos los conoceréis.

Palabra del Señor.
 
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Caracas Venezuela 26/06/2012.

Bueno, las escrituras no solo se-anima a leer , sino mas importante aun es la "investigación ", para los judíos no solo leían el tora , sino que la estudiaban o la investigaban

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Cuando Jeconías subió al trono tenía dieciocho años, y reinó tres meses en Jerusalén.
Su madre se llamaba Nejustá, hija de Elnatán, natural de Jerusalén. Hizo lo que el Señor reprueba, igual que su padre.
En aquel tiempo, los oficiales de Nabucodonosor, rey de Babilonia, subieron contra Jerusalén y la cercaron.
Nabucodonosor, rey de Babilonia, llegó a Jerusalén cuando sus oficiales la tenían cercada.
Jeconías de Judá se rindió al rey de Babilonia, con su madre, sus ministros, generales y funcionarios.
El rey de Babilonia los apresó el año octavo de su reinado.
Se llevó los tesoros del templo y del palacio y destrozó todos los utensilios de oro que Salomón, rey de Israel, había hecho para el templo según las órdenes del Señor.
Deportó a todo Jerusalén, los generales, los ricos -diez mil deportados-, los herreros y cerrajeros; sólo quedó la plebe.
Nabucodonosor deportó a Jeconías a Babilonia.
Llevó deportados, de Jerusalén a Babilonia, al rey y sus mujeres, sus funcionarios y grandes del reino, todos los ricos -siete mil deportados-, los herreros y cerrajeros -mil deportados-, todos aptos para la guerra.
En su lugar nombró rey a su tío Matanías, y le cambió el nombre en Sedecías.



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En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«No todo el que me dice “Señor, Señor” entrará en el reino de cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo.
Aquel día muchos dirán:
“Señor, Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre, y en tu nombre echado demonios, y no hemos hecho en tu nombre muchos milagros?”
Yo entonces les declararé:
‘Nunca os he conocido. Alejaos de mí, malvados.”
El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia salieron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca.
El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se para aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la a, se salieron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la, y se hundió totalmente. »
Al terminar Jesús este discurso, la gente estaba admirada de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad, y no como los escribas.

Palabra del Señor.
 
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En aquellos días, el rey Herodes se puso a perseguir a algunos miembros de la Iglesia. Hizo pasar a cuchillo a Santiago, hermano de Juan. Al ver que esto agradaba a los judíos, decidió detener a Pedro. Era la semana de Pascua. Mandó prenderlo y meterlo en la cárcel, encargando de su custodia a cuatro piquetes de cuatro soldados cada uno; tenla intención de presentarlo al pueblo pasadas las fiestas de Pascua, Mientras Pedro estaba en la cárcel bien custodiado, la Iglesia oraba insistentemente a Dios por él.
La noche antes de que lo sacara Herodes, estaba Pedro durmiendo entre dos soldados, atado con cadenas. Los centinelas hacían guardia a la puerta de la cárcel.
De repente, se presentó el ángel del Señor, y se iluminó la celda. Tocó a Pedro en el hombro, lo despertó y le dijo:
-«Date prisa, levántate.»
Las cadenas se le cayeron de las manos, y el ángel añadió:
-«Ponte el cinturón y las sandalias.»
Obedeció, y el ángel le dijo:
-«Échate el manto y sígueme.»
Pedro salió detrás, creyendo que lo que hacía el ángel era una visión y no realidad. Atravesaron la primera y la segunda guardia, llegaron al portón de hierro que daba a la calle, y se abrió solo. Salieron, y al final de la calle se marchó el ángel.
Pedro recapacitó y dijo:
-«Pues era verdad: el Señor ha enviado a su ángel para librarme de las manos de Herodes y de la expectación de los judíos.»



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Querido hermano:
Yo estoy a punto de ser sacrificado, y el momento de mi partida es inminente. He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe. Ahora me aguarda la corona merecida, con la que el Señor, juez justo, me premiará en aquel día; y no sólo a mí, sino a todos los que tienen amor a su venida.
El Señor me ayudó y me dio fuerzas para anunciar íntegro el mensaje, de modo que lo oyeran todos los gentiles. Él me libró de la boca del león. El Señor seguirá librándome de todo mal, me salvará y me llevará a su reino del cielo. A él la gloria por los siglos de los siglos.



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En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos:
-« ¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?»
Ellos contestaron:
-«Unos que Juan Bautista, otros que Ellas, otros que Jeremías o uno de los profetas.»
Él les preguntó:
-«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»
Simón Pedro tomó la palabra y dijo:
-«Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.»
Jesús le respondió:
-« ¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo.
Ahora te digo yo:
Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará.
Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo.»
Palabra del Señor.
 
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El Señor destruyó sin compasión todas las moradas de Jacob, con su indignación demolió las plazas fuertes de Judá; derribó por tierra, deshonrados, al rey y a los príncipes.
Los ancianos de Sión se sientan en el suelo silenciosos, se echan polvo en la cabeza y se visten de sayal; las doncellas de Jerusalén humillan hasta el suelo la cabeza.
Se consumen en lágrimas mis ojos, de amargura mis entrañas; se derrama por tierra mi hiel, por la ruina de la capital de mí pueblo; muchachos y niños de pecho desfallecen por las calles de la ciudad.
Preguntaban a sus madres:
«¿Dónde hay pan y vino?», mientras desfallecían, como los heridos, por las calles de la ciudad, mientras expiraban en brazos de sus madres.
¿Quién se te iguala, quién se te asemeja, ciudad de Jerusalén?
¿A quién te compararé, para consolarte, Sión, la doncella?
Inmensa como el mar es tu desgracia: ¿quién podrá curarte?
Tus profetas te ofrecían visiones falsas y engañosas; y no te denunciaban tus culpas para cambiar tu suerte, sino que te anunciaban visiones falsas y seductoras.
Grita con toda el alma al Señor, laméntate, Sión; derrama torrentes de lágrimas, de día y de noche; no te concedas reposo, no descansen tus ojos.
Levántate y grita de noche, al relevo de la guardia; derrama como agua tu corazón en presencia del Señor; levanta hacia él las manos por la vida de tus niños, desfallecidos de hambre en las encrucijadas.



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En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaún, un centurión se le acercó rogándole:
-«Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho. »
Jesús le contestó:
-«Voy -yo a curarlo. »
Pero el centurión le replicó:
-«Señor, no soy quién para que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; y le dijo a uno:
“Ve”, y va; al otro: “Ven”, y viene; a mi criado: “Haz esto”, y lo hace.»
Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían:
-«Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe. Os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos; en cambio, a los ciudadanos del reino los echarán fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.»
Y al centurión le dijo:
-«Vuelve a casa, que se cumpla lo que has creído.»
Y en aquel momento se puso bueno el criado.
Al llegar Jesús a casa de Pedro, encontró a la suegra en cama con fiebre; la cogió de la mano, y se le pasó la fiebre; se levantó y se puso a servirles.
Al anochecer, le llevaron muchos endemoniados; él, con su palabra, expulsó los espíritus y curó a todos los enfermos. Así se cumplió lo que dijo el profeta Isaías:
«Él tomó nuestras dolencias y cargó con nuestras enfermedades.»

Palabra del Señor.
 
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Dios no hizo la muerte ni goza destruyendo a los vivientes.
Todo lo creó para que subsistiera; las criaturas del mundo son saludables: no hay en ellas veneno de muerte, ni el abismo impera en la tierra.
Porque la justicia es inmortal.
Dios creó al hombre para la inmortalidad y lo hizo a imagen de su propio ser; pero la muerte entró en el mundo por la envidia del diablo, y los de su partido pasarán por ella.



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Hermanos:
Ya que sobresalís en todo: en la fe, en la palabra, en el conocimiento, en el empeño y en el cariño que nos tenéis, distínguídos también ahora por vuestra generosidad.
Porque ya sabéis lo generoso que fue nuestro Señor Jesucristo: siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza.
Pues no se trata de aliviar a otros, pasando vosotros estrecheces; se trata de igualar. En el momento actual, vuestra abundancia remedia la falta que ellos tienen; y un día, la abundancia de ellos remediará vuestra falta; así habrá igualdad.
Es lo que dice la Escritura: «Al que recogía mucho no le sobraba; y al que recogía poco no le faltaba.»



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En aquel tiempo, Jesús atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor, y se quedó junto al lago. Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus pies, rogándole con insistencia:
«Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva.»
Jesús se fue con él, acompañado de mucha gente.
Llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle:
«Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?»
Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga:
«No temas; basta que tengas fe.»
No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago.
Llegaron a casa del jefe de la sinagoga y encontró el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos. Entró y les dijo:
« ¿Qué estrépito y qué lloros son éstos? La niña no está muerta, está dormida.»
Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos y, con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo:
«Talitha qumi» (que significa: «Contigo hablo, niña, levántate»).
La niña se puso en pie inmediatamente y echó a andar; tenía doce afíos. Y se quedaron viendo visiones.
Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña.

Palabra del Señor.


Más abajo encontrareis la HOMILÍA correspondiente a estas lecturas.
 
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La afirmación, contenida en el Libro de la Sabiduría, que hoy escuchamos: “Dios creó al hombre para la inmortalidad y lo hizo imagen de su propio ser” (Sabiduría 2,23) nos adentra en un misterio que nos afecta a todos: la vida y la muerte.
Es una afirmación que confirma el avance de la revelación sobre el “más allá”, porque los judíos de épocas anteriores pensaban que, tras la muerte todos los seres iban al “sheol”. Creían, eso sí, en un Dios bondadoso y misericordioso, pero sólo para la vida terrena.; en modo alguno en la inmortalidad del alma

Hace unos días, acudí al crematorio del cementerio de la Almudena para dar el última adiós a un amigo. Llegué al lugar con bastante anticipación. Para hacer tiempo y por curiosidad, me acerqué al cementerio civil; recorrí algunos mausoleos y tumbas, leyendo las lápidas. En una estaba escrito:”después de la muerte no hay nada” mientras en otra estaban grabadas estas palabras:”Si Cristo ha venido a traerme la vida, la tendré creyendo en él”. Reflexioné sobre el contenido de estas frases, que nos afectan en momentos claves de nuestra existencia, cuando el dolor y la muerte sacuden nuestro entorno familiar y social.

Nuestro Dios es un Dios de vida y, porque creemos en la vida, somos capaces de afrontar las mayores dificultades y compadecernos de todo ser humano.
La Iglesia Católica es la única entidad que atiende a los enfermos de sida en el Tercer Mundo, a través de sacerdotes, religiosos y religiosas, que han ido montando dispensarios y hospitales, acogiendo con amor a estos enfermos marginados. Ninguna institución política libera a sus afiliados para cuidar de los sidosos.
Existe en nuestra sociedad un grave desconocimiento de la acción caritativa de la Iglesia.
Vigilemos los tópicos negativos y las descalificaciones sin fundamento, guiándonos por oídas, porque, a la hora de la verdad, si alguno de nosotros contrae esta enfermedad, quien nos atienda será, casi con toda seguridad, un sacerdote, un religioso o una religiosa.
Todo esto es posible gracias a la fe en Cristo, que nos libera y nos hace compartir los sufrimientos ajenos.

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San Pablo, preocupado sin duda por la situación económica de los cristianos de Jerusalén, que pasaban verdadera necesidad, apela a la generosidad de todos para paliar las penurias de mucha gente. “No se trata, dice de “aliviar a otros, pasando vosotros estrecheces; se trata de igualar” (II Cor. 8,13-14).
Es importante en la distribución cristiana de bienes que cada uno aporte según sus posibilidades, para que nadie pase necesidad.

La crisis económica a nivel global que padece la sociedad capitalista, afecta singularmente a España por su dependencia energética y la caída de la construcción. Consecuencia: más de cinco millones de parados y miles de familias sin ingresos suficientes para subsistir. Cáritas y otras organizaciones benéficas han multiplicado por tres sus prestaciones, con el propósito de cubrir las necesidades alimenticias básicas. Algo que debe despertar nuestra conciencia social.

Ante esta tesitura, sobran palabras y faltan hechos concretos, para que nuestra democracia sea creíble, empezando por arriba. Menos demagogias y más testimonios positivos. Queda por ver el ejemplo de nuestros políticos y mandos sindicales. con sueldos asegurados a perpetuidad, cobros de comisiones, tratos de privilegio, pero ninguno se rebaja el sueldo de forma significativa. ¡Qué fácil es criticar a la Iglesia y tratar de acallar su voz, desviar la atención y avivar el debate ideológico, cuando es Ella la que está al pie de calle y de los problemas reales de las personas!.

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El evangelio de hoy nos narra dos hechos concretos, de amplio contenido simbólico. Las protagonistas son dos mujeres impuras, separadas de la comunidad religiosa: una, la hemorroísa, por motivos de sangre; otra, una adolescente, por una grave enfermedad. Ambas son curadas por Jesús.
La primera, la hemorroísa, toma la iniciativa y se acerca a Jesús para tocar su manto. Busca la vida que va perdiendo, a través del soporte de la fe. Para ello pone todos los medios a su alcance, buscando una solución a sus males. La vida retorna en su plenitud y parece una mujer nueva por la sanación impulsada por Jesús.

Si repasamos el evangelio, nos daremos cuenta de que Jesús nunca negó nada a ninguna mujer. Conoce sus sentimientos, su marginación y acude a rescatarlas de la exclusión social, sin importarle el qué dirán. María Magdalena, la mujer cananea, la adúltera, la hemorroisa, la viuda de Naín... son una clara muestra del amor misericordioso de Jesús.

La mujer es portadora y primera cuna donde se amasa el amor. Por eso, Jesús actúa para que recupere su dignidad primigenia, en igualdad con el hombre.
Si queremos que una familia funcione, empecemos por valorar el sacrificio y dedicación de la mujer en el hogar.

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Jesús, al contrario que con la hemorroísa, toma en este caso la iniciativa, acompaña a Jairo, jefe de la sinagoga, a su casa y cura a su hija adolescente.
Las palabras de Jesús, transcritas en su lengua original aramea :”Talitha qumi”, (“contigo hablo, niña, levántate”-Mc 5,41), enmarcan la importancia del hecho, conocido pronto por toda la comarca.
Hay un simbolismo en la intervención de Jesús: “contigo hablo, niña, levántate”.
Jesús no quiere que se interrumpa el crecimiento en libertad y responsabilidad de la persona.

La adolescencia es una época crucial de la vida, donde todos los valores se tambalean, se reafirma la personalidad, se pone en tela de juicio la autoridad paterna o materna, el cuerpo se prepara para ser generador de vida, se irrita el carácter y el egoísmo aflora por doquier, mientras bajan las seguridades.

La sociedad es un factor fundamental para que el adolescente madure adecuadamente.
Hagamos autocrítica. Me acuerdo de una charla que escuché a nuestro recordado cardenal Tarancón. Entre otras cosas afirmaba: “¿Qué pasa con nuestros jóvenes, que no acaban de madurar?”
Quizás la respuesta la encontremos en la dejación de los padres, que sufrieron necesidades en la post-guerra, y con el progreso económico han dotado a sus hijos de toda suerte de caprichos, pero no les han educado hacia el respeto, el compromiso y el altruismo. Lo han recibido todo sin esfuerzos, se han vuelto egocéntricos e insolidarios, convirtiéndose en dictadores dentro de la propia familia. Son los mismos jóvenes que los fines de semana duermen de día y viven de noche, los amantes del botellón y de los conciertos de sus cantantes favoritos, que pasan de la política, la religión... y a quienes no les importa que les quiten derechos y libertades con tal de seguir disfrutando de su limitada parcela de ocio.

No pretendo generalizar, sino hacer caricatura. Por supuesto que abundan los jóvenes, extraordinarios en todos los sentidos, que serán los líderes del futuro y la esperanza para cambiar este mundo materialista, hedonista y esclavizado al consumo.
Llegará con ellos una regeneración social.

La crisis económica, la carencia de necesidades básicas y la dependencia de unos con otros, nos harán despertar del letargo y cambiar de orientación la convivencia diaria.

El “Yo te lo mando, niña, levántate”, es como un alegato contra el pasotismo , que nos devuelve las ganas de vivir, de crear espacios donde desarrollar y dar lo mejor de nosotros mismos, en pos de auténticos valores que den sentido a nuestro ser y a nuestros actos.
 
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Así dice el Señor:
«A Israel, por tres delitos y por el cuarto, no le perdonaré: porque venden al inocente por dinero y al pobre por un par de sandalias; revuelcan en el polvo al desvalido y tuercen el proceso del indigente.
Padre e hijo van juntos a una mujer, profanando mi santo nombre; se acuestan sobre ropas dejadas en fianza, junto a cualquier altar, beben vino de multas en el templo de su Dios.
Yo destruí a los amorreos al llegar ellos; eran altos como cedros, fuertes como encinas; destruí arriba el fruto, abajo la raíz.
Yo os saqué de Egipto, os conduje por el desierto cuarenta años, para que conquistarais el país amorreo.
Pues mirad, yo os aplastaré en el suelo, como un carro cargado de gavillas; el más veloz no logrará huir, el más fuerte no sacará fuerzas, el soldado no salvará la vida; el arquero no resistirá, el más ágil no se salvará, el jinete no salvará la vida; el más valiente entre los soldados huirá desnudo aquel día.» Oráculo del Señor.



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En aquel tiempo, viendo Jesús que lo rodeaba mucha gente, dio orden de atravesar a la otra orilla.
Se le acercó un escriba y le dijo:
-«Maestro, te seguiré adonde vayas.»
Jesús le respondió:
-«Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero el Hi-jo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza.»
Otro, que era discípulo, le dijo:
-«Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre.»
Jesús le replicó:
-«Tú, sígueme. Deja que los muertos entierren a sus muertos.»

Palabra del Señor.
 
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Buscad el bien y no el mal, y viviréis, y así estará con vosotros el Señor Dios de los ejércitos, como deseáis.
Odiad el mal, amad el bien, defended la justicia en el tribunal.
Quizá se apiade el Señor, Dios de los ejércitos, del resto de José.
«Detesto y rehúso vuestras fiestas, no quiero oler vuestras ofrendas.
Aunque me ofrezcáis holocaustos y dones, no me agradarán; no aceptaré los terneros cebados que sacrificáis en acción de gracias.
Retirad de mí presencia el estruendo del canto, no quiero escuchar el son de la cítara; fluya como el agua el juicio, la justicia como arroyo perenne.»



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En aquel tiempo, llegó Jesús a la otra orilla, a la región de los gerasenos.
Desde el cementerio, dos endemoniados salieron a su encuentro; eran tan furiosos que nadie se atrevía a transitar por aquel camino.
Y le dijeron a gritos:
-« ¿Qué quieres de nosotros, Hijo de Dios? ¿Has venido a atormentarnos antes de tiempo?»
Una gran piara de cerdos a distancia estaba hozando. Los demonios le rogaron:
-«Si nos echas, mándanos a la piara.»
Jesús les dijo:
-«Id.»
Salieron y se metieron en los cerdos. Y la piara entera se abalanzó acantilado abajo y se ahogó en el agua.
Los porquerizos huyeron al pueblo y lo contaron todo, incluyendo lo de los endemoniados.
Entonces el pueblo entero salió a donde estaba Jesús y, al verlo, le rogaron que se marchara de su país.

Palabra del Señor.