Leamos la BIBLIA

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Querido hermano:
Haz memoria de Jesucristo, resucitado de entre los muertos, nacido del linaje de David. .
Éste ha sido mi Evangelio, por el que sufro hasta llevar cadenas, como un malhechor; pero la palabra de Dios no está encadenada.
Por eso lo aguanto todo por los elegidos, para que ellos también alcancen la salvación, lograda por Cristo Jesús, con la gloria eterna.
Es doctrina segura: Si morimos con él, viviremos con él. Si perseveramos, reinaremos con él. Si lo negamos, también él nos negará. Si somos infieles, él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo.
Sígueles recordando todo esto, avisándoles seriamente en nombre de Dios que no disputen sobre palabras; no sirve para nada y es catastrófico para los oyentes.
Esfuérzate por presentarte ante Dios y merecer su aprobación, como un obrero irreprensible que predica la verdad sin desviaciones.



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En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó:
-«¿Qué mandamiento es el primero de todos?»
Respondió Jesús:
-«El primero es: “Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser. “ El segundo es éste: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” No hay mandamiento mayor que éstos.»
El escriba replicó:
-«Muy bien, Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios.»
Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo:
-«No estás lejos del reino de Dios.»
Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

Palabra del Señor.
 
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Querido hermano:
Tú seguiste paso a paso mi doctrina y mi conducta, mis planes, fe y paciencia, mi amor fraterno y mi aguante en las persecuciones y sufrimientos, como aquellos que me ocurrieron en Antioquia, Iconio y Listra.
¡Qué persecuciones padecí! Pero de todas me libró el Señor.
Por otra parte, todo el que se proponga vivir piadosamente en Cristo Jesús será perseguido.
En cambio, esos perversos embaucadores irán de mal en peor, extraviando a los demás y extraviándose ellos mismos.
Pero tú permanece en lo que has aprendido y se te ha confiado, sabiendo de quién lo aprendiste y que desde niño conoces la sagrada Escritura; ella puede darte la sabiduría que, por la fe en Cristo Jesús, conduce a la salvación.
Toda Escritura inspirada por Dios es también útil para enseñar, para reprender, para corregir, para educar en la virtud; así el hombre de Dios estará perfectamente equipado para toda obra buena.



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En aquel tiempo, mientras enseñaba en el templo, Jesús preguntó:
-« ¿Cómo dicen los escribas que el Mesías es hijo de David?
El mismo David, inspirado por el Espíritu Santo, dice:
“Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, y haré de tus enemigos estrado de tus pies.”
Si el mismo David lo llama Señor, ¿cómo puede ser hijo suyo?» La gente, que era mucha, disfrutaba escuchándolo.

Palabra del Señor.
 
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Querido hermano:
Ante Dios y ante Cristo Jesús, que ha de juzgar a vivos y muertos, te conjuro por su venida en majestad: proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, reprocha, exhorta, con toda paciencia y deseo de instruir.
Porque vendrá un tiempo en que la gente no soportará la doctrina sana, sino que, para halagarse el oído, se rodearán de maestros a la medida de sus deseos y, apartando el oído de la verdad, se volverán a las fábulas.
Tú estate siempre alerta; soporta lo adverso, cumple tu tarea de evangelizador, desempeña tu ministerio.
Yo estoy a punto de ser sacrificado, y el momento de mi partida es inminente.
He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe.
Ahora me aguarda la corona merecida, con la que el Señor, juez justo, me premiará en aquel día; y no sólo a mi, sino a todos los que tienen amor a su venida.



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En aquel tiempo, entre lo que enseñaba Jesús a la gente, dijo:
-«¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas, con pretexto de largos rezos. Éstos recibirán una sentencia más rigurosa.»
Estando Jesús sentado enfrente del arca de las ofrendas, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echó dos reales. Llamando a sus discípulos, les dijo:
-«Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir. »

Palabra del Señor.
 
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En aquellos días, Moisés bajó y contó al pueblo todo lo que había dicho el Señor y todos sus mandatos; y el pueblo contestó a una:
- «Haremos todo lo que dice el Señor.»
Moisés puso por escrito todas las palabras del Señor. Se levantó temprano y edificó un altar en la falda del monte, y doce estelas, por las doce tribus de Israel. Y mandó a algunos jóvenes israelitas ofrecer al Señor holocaustos, y vacas como sacrificio de comunión. Tomó la mitad de la sangre, y la puso en vasijas, y la otra mitad la derramó sobre el altar. Después, tomó el documento de la alianza y se lo leyó en alta voz al pueblo, el cual respondió:
- «Haremos todo lo que manda el Señor y lo obedeceremos.»
Tomó Moisés la sangre y roció al pueblo, diciendo:
- «Ésta es la sangre de la afianza que hace el Señor con vosotros, sobre todos estos mandatos.»



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Hermanos:
Cristo ha venido como sumo sacerdote de los bienes definitivos. Su tabernáculo es más grande y más perfecto: no hecho por manos de hombre, es decir, no de este mundo creado.
No usa sangre de machos cabríos ni de becerros, sino la suya propia; y así ha entrado en el santuario una vez para siempre, consiguiendo la liberación eterna.
Si la sangre de machos cabríos y de toros y el rociar con las cenizas de una becerra tienen el poder de consagrar a los profanos, devolviéndoles la pureza externa, cuánto más la sangre de Cristo, que, en virtud del Espíritu eterno, se ha ofrecido a Dios como sacrificio sin mancha, podrá purificar nuestra conciencia de las obras muertas, llevándonos al culto del Dios vivo.
Por esa razón, es mediador de una alianza nueva: en ella ha habido una muerte que ha redimido de los pecados cometidos durante la primera alianza; y así los llamados pueden recibir la promesa de la herencia eterna.



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El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos:
- « ¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?»
Él envió a dos discípulos, diciéndoles:
- «ld a la ciudad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo y, en la casa en que entre, decidle al dueño: “El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?”
Os enseñará una sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Preparadnos allí la cena.»
Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua.
Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo:
- «Tomad, esto es mi cuerpo.»
Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio, y todos bebieron.
Y les dijo:
- «Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios.»
Después de cantar el salmo, salieron para el monte de los Olivos.

Palabra del Señor.


Más abajo encontrareis la HOMILÍA correspondiente a estas lecturas.
 
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La Iglesia presenta a la Eucaristía como el “Sacramento de nuestra fe”, fundamento de toda nuestra vida cristiana
Durante cuarenta días Jesús se hizo presente ante sus discípulos instruyéndoles sobre el misterio del Reino de Dios, dándoles instrucciones y compartiendo con ellos antes de regalarles su Espíritu Santo.

Desde esta luz de Pentecostés, van reafirmando su identidad y el sentido de la misión a la que han sido llamados. Todo, gracias al encuentro definitivo con el Resucitado, que cambiará sus vidas y los fortalecerá en los momentos de la prueba.
Ellos sienten la necesidad de compartir la experiencia, rememorar y hacer presente al Señor que les había dicho “Haced esto en memoria mía” y “Cada vez que coméis de este pan y bebéis de este cáliz proclamáis la muerte del Señor hasta que vuelva”.

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El relato de San Pablo sobre la institución de la Eucaristía en su Carta a los Corintios es el más antiguo que se conoce, anterior al de los Evangelios.
San Pablo no hace más que recoger la práctica de los primeros cristianos, que tiene su origen en Jesús.
La Cena, siguiendo los gestos que el mismo Jesús había realizado, era sacramento de su misma presencia gloriosa y resucitada.
“Esto es mi cuerpo”, vida que se entrega por nosotros y por todos los hombres para remisión de los pecados.
El pan partido y repartido, el pan eucarístico, representa la suprema generosidad de Jesús al darse a sí mismo, al convertirse en alimento que nos fortalece y en fuente inagotable de vida eterna.

Por eso, la Eucaristía que hoy solemnemente festejamos, nos invita a seguir el mismo camino de entrega de Jesús, hasta dar la vida por los hermanos.

Comulgar con el Cuerpo y la Sangre del Señor, acogiendo el don gratuito de su presencia salvadora, debe ser un revulsivo inigualable para confesar su nombre, no sólo
de palabra, sino también con obras.

No podemos olvidar que cuando San Pablo recuerda a los Corintios la institución de la Eucaristía, lo hace desde el contexto de división existente en esta joven comunidad.
La Eucaristía es una llamada a compartir lo que somos y tenemos; una llamada a la caridad, a la solidaridad cristiana, a la unidad fraterna.
La exhortación de San Pablo a que nos examines por dentro antes de recibir la Eucaristía, nos da una idea clara de la singular importancia que él mismo da al “Sacramento por excelencia de la Iglesia” que nos muestra a Cristo a través de los sacerdotes para “anunciar su muerte y proclamar su resurrección hasta que El vuelva”.

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El relato de la multiplicación de los panes y los peces del evangelio según San Lucas se enmarca en el ámbito de colaboración de los discípulos en el anuncio del Reino y en la curación de enfermos.
Días antes habían sido enviados por Jesús para evangelizar pueblos y aldeas. Habían actuado con generosidad, sin llevar calzado de repuesto, ni comida, ni dinero. Y no les faltó de nada.
Ahora Jesús les da una suprema lección ante la muchedumbre hambrienta al decirles. “dadles vosotros de comer”.
La respuesta de los discípulos parece lógica dentro de un contexto materialista: “doscientos denarios de pan no bastan para dar alimento a tanta gente”.
Pero el milagro auténtico viene más de lo que uno da que de lo que recibe.
Sin los cinco panes y los dos peces el milagro no habría sido posible.
Cuando uno da lo que tiene, siempre se opera el milagro.
Hay personas que se preguntan cómo pueden sobrevivir en el mundo tantos millones de pobres sin apenas recursos.
Pues sobreviven, porque comparten desde su pobreza.
La multiplicación de los panes y los peces es un signo de Jesús para que aprendamos a compartir, y una lección a la humanidad egoísta que piensa más en los números económicos que en las necesidades íntimas de las personas.

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Hoy he leído en un periódico de tirada nacional las cifras escalofriantes de Cáritas: “Existen en España más de 10 millones de pobres con graves necesidades”.

La larga caravana de los que no tienen voz, ni techo, ni dinero, ni estudios, ni amigos se engrosa cada día al compás de la crisis económica y la tremenda frivolidad irresponsable de algunos de nuestros gobernantes, poco propicios a examinar los suburbios de la pobreza y los gritos de los hambrientos.
Que quienes critican tan negativamente a la Iglesia por atávicos prejuicios tomen buena nota de su entrega caritativa y de su sabiduría de siglos.
Allí donde no llegan las arcas del Estado, llega la Iglesia, porque los problemas no se solucionan desde los fríos datos estadísticos o liberando dinero, sino compartiendo la vida y estando al lado de los que sufren.
Claro que se necesita dinero! Sería de necios no verlo, y lo pedimos hoy en la colecta.
¡Pero el gran milagro eucarístico nace en el corazón de todo hombre o mujer que se hace pan de entrega, triturado en el molino de la vida, y derrama, como Jesús, el vino alegre de la esperanza para llenar el corazón de los sedientos de afecto y de todo tipo de necesidades!
Seamos generosos.
 
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En aquellos días, gran número creyó y se convirtió al Señor.
Llegó noticia a la Iglesia de Jerusalén, y enviaron a Bernabé a Antioquia; al llegar y ver la acción de la gracia de Dios, se alegró mucho, y exhortó a todos a seguir unidos al Señor con todo empeño; como era hombre de bien, lleno de Espíritu Santo y de fe, una multitud considerable se adhirió al Señor.
Más tarde, salió para Tarso, en busca de Saulo; lo encontró y se lo llevó a Antioquia. Durante un año fueron huéspedes de aquella Iglesia e instruyeron a muchos. Fue en Antioquia donde por primera vez llamaron a los discípulos cristianos.
En la Iglesia de Antioquia había profetas y maestros: Bernabé, Simeón, apodado el Moreno, Lucio el Cireneo, Manahén, hermano de leche del virrey Herodes, y Saulo.
Un día que ayunaban y daban culto al Señor, dijo el Espíritu Santo:
-«Apartadme a Bernabé y a Saulo para la misión a que los he llamado.»
Volvieron a ayunar y a orar, les impusieron las manos y los despidieron.



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En aquel tiempo, cuando Jesús vio a la muchedumbre, subió al monte y se sentó. Entonces se le acercaron sus discípulos. Enseguida comenzó a enseñarles, hablándoles así:
“Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos. Dichosos los que lloran, porque serán consolados. Dichosos los sufridos, porque heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.
Dichosos los limpios de corazón, porque verán a Dios.
Dichosos los que trabajan por la paz, porque se les llamará hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Dichosos serán ustedes cuando los injurien, los persigan y digan cosas falsas de ustedes por causa mía. Alégrense y salten de contento, porque su premio será grande en los cielos”.

Palabra del Señor.
 
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En aquellos días, se secó el torrente donde se había escondido Elías, porque no había llovido en la región.
Entonces el Señor dirigió la palabra a Elías:
-«Anda, vete a Sarepta de Fenicia a vivir allí; yo mandaré a una viuda que te dé la comida. »
Elías se puso en camino hacia Sarepta, y, al llegar a la puerta de la ciudad, encontró allí una viuda que recogía leña. La llamó y le dijo:
-«Por favor, tráeme un poco de agua en un jarro para que beba.»
Mientras iba a buscarla, le gritó:
-«Por favor, tráeme también en la mano un trozo de pan.»
Respondió ella:
-«Te juro por el Señor, tu Dios, que no tengo ni pan; me queda sólo un puñado de harina en el cántaro y un poco de aceite en la alcuza. Ya ves que estaba recogiendo un poco de leña. Voy a hacer un pan para mí y para mi hijo; nos lo comeremos y luego moriremos.»
Respondió Elías:
-«No temas. Anda, prepáralo como has dicho, pero primero hazme a mí un panecillo y tráemelo; para ti y para tu hijo lo harás después.
Porque así dice el Señor, Dios de Israel:
“La orza de harina no se vaciará, la alcuza de aceite no se agotará, hasta el día en que el Señor envíe la lluvia sobre la tierra.”»
Ella se fue, hizo lo que le había dicho Elías, y comieron él, ella y su hijo.
Ni la orza de harina se vació, ni la alcuza de aceite se agotó, como lo habla dicho el Señor por medio de Elías.



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En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán?
No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.
Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte.
Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa.
Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.»

Palabra del Señor.
 
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En aquellos días, el rey Ajab despachó órdenes a todo Israel, y los profetas de Baal se reunieron en el monte Carmelo.
Ellas se acercó a la gente y dijo:
-« ¿Hasta cuándo vais a caminar con muletas? Si el Señor es el verdadero Dios, seguidlo; si lo es Baal, seguid a Baal.»
La gente no respondió una palabra. Entonces Elías les dijo:
-«He quedado yo solo como profeta del Señor, mientras que los profetas de Baal son cuatrocientos cincuenta. Que nos den dos novillos: vosotros elegid uno; que lo descuarticen y lo pongan sobre la leña, sin prenderle fuego; yo prepararé el otro novillo y lo pondré sobre la leña, sin prenderle fuego.
Vosotros invocaréis a vuestro dios, y yo invocaré al Señor; y el dios que responda enviando fuego, ése es el Dios verdadero.»
Toda la gente asintió:
-« ¡Buena idea! »
Elías dijo a los profetas de Baal:
-«Elegid un novillo y preparadlo vosotros primero, porque sois más. Luego invocad a vuestro dios, pero sin encender el fuego.»
Cogieron el novillo que les dieron, lo prepararon y estuvieron invocando a Baal desde la mañana hasta mediodía:
-« ¡Baal, respóndenos!»
Pero no se oía una voz ni una respuesta, mientras brincaban alrededor del altar que hablan hecho.
Al mediodía, Elías empezó a reírse de ellos.
-« i Gritad más fuerte! Baal es dios, pero estará meditando, o bien ocupado, o estará de viaje; ¡a lo mejor está durmiendo y se despierta! »
Entonces gritaron más fuerte; y se hicieron cortaduras, según su costumbre, con cuchillos y punzones, hasta chorrear sangre por todo el cuerpo.
Pasado el mediodía, entraron en trance, y así estuvieron hasta la hora de la ofrenda. Pero no se oía una voz, ni una palabra, ni una respuesta.
Entonces Elías dijo a la gente:
-«¡Acercaos!»
Se acercaron todos, y él reconstruyó el altar del Señor, que estaba demolido: cogió doce piedras, una por cada tribu de Jacob, a quien el Señor había dicho: «Te llamarás Israel»; con las piedras levantó un altar en honor del Señor, hizo una zanja alrededor del altar, como para sembrar dos fanegas; apiló la leña, descuartizó el novillo, lo puso sobre la leña y dijo:
-«Llenad cuatro cántaros de agua y derramadla sobre la victima y la leña.»
Luego dijo:
-«¡ Otra vez! »
Y lo hicieron otra vez.
Añadió:
-«¡ Otra vez! »
Y lo repitieron por tercera vez.
El agua corrió alrededor del altar, e incluso la zanja se llenó de agua.
Llegada la hora de la ofrenda, el profeta Elías se acercó y oró:
-« i Señor, Dios de Abrahán, Isaac e Israel! Que se vea hoy que tú eres el Dios de Israel, y yo tu siervo, que he hecho esto por orden tuya. Respóndeme, Señor, respóndeme, para que sepa este pueblo que tú, Señor, eres el Dios verdadero, y que eres tú quien les cambiará el corazón.»
Entonces el Señor envió un rayo que abrasó la víctima, la leña, las piedras y el polvo, y secó el agua de la zanja.
Al verlo, cayeron todos sobre su rostro, exclamando:
-« ¡El Señor es el Dios verdadero! ¡El Señor es el Dios verdadero! »



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En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud.
Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley.
El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos.
Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos. »

Palabra del Señor.
 
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En aquellos días, Ellas dijo a Ajab:
-«Vete a comer y a beber, que ya se oye el ruido de la lluvia.»
Ajab fue a comer y a beber, mientras Elías subía a la cima del Carmelo; allí se encorvó hacia tierra, con el rostro en las rodillas, y ordenó, a su criado:
-«Sube a otear el mar.»
El criado subió, miró y dijo:
-«No se ve nada.»
Ellas ordenó:
-«Vuelve otra vez.»
El criado volvió siete veces, y a la séptima dijo:
-«Sube del mar una nubecilla como la palma de una mano.»
Entonces Ellas mandó:
-«Vete a decirle a Ajab que enganche y se vaya, no le coja la lluvia.»
En un instante se oscureció el cielo con nubes empujadas por el viento, y empezó a diluviar.
Ajab montó en el carro y marchó a Yezrael. Y Elías, con la fuerza del Señor, se ciñó y fue corriendo delante de Ajab, hasta la entrada de Yezrael.



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En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«Si no sois mejores que los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.
Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y el que mate será procesado.
Pero yo os digo: Todo el que esté peleado con su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano “imbécil”, tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama “renegado”, merece la condena del fuego.
Por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda.
Con el que te pone pleito, procura arreglarte en seguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez, y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último cuarto. »

Palabra del Señor.
 
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Así diece el Señor:
-”Cuando Israel era joven, lo amé, desde Egipto llamé a mi hijo. Yo enseñe a andar a Efraín lo alzaba en brazos; y él comprendía que yo lo curaba.
Con cuerdas humanas, con correas de amor lo atraía; era para ellos como el que levanta el yugo de la cerviz, me inclinaba y le daba de comer.
Se me revuelve el corazón , se me conmueven las entrañas. No cederé al ardor de mi cólera, no volveré a destruir a Efraín; que soy Dios, y no hombre; santo en medio de ti, y no enemigo a la puerta”



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Hermanos:
A mí, el más insignificante de todos los santos, se me ha dado esta gracia: anunciar a los gentiles la riqueza insondable que es Cristo, y aclarar a todos la realización del misterio, escondido desde el principio de los siglos en Dios, creador de todo.
Así, mediante la Iglesia, los Principados y Potestades en los cielos conocen ahora la multiforme sabiduría de Dios, según el designio eterno, realizado en Cristo Jesús, Señor nuestro, por quien tenemos libre y confiado acceso a Dios, por la fe en él.
Por esta razón, doblo las rodillas ante el Padre, de quien toma nombre toda familia en el cielo y en la tierra, pidiéndole que, de los tesoros de su gloria, os conceda por medio de su Espíritu robusteceros en lo profundo de vuestro ser, que Cristo habite por la fe en vuestros corazones, que el amor sea vuestra raíz y vuestro cimiento; y así, con todos los santos, lograréis abarcar lo ancho, lo largo, lo alto y lo profundo, comprendiendo lo que trasciende toda filosofía: el amor cristiano.
Así llegaréis a vuestra plenitud, según la plenitud total de Dios.



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En aquel tiempo, los judíos, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua.
El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: «No le quebrarán un hueso»; y en otro lugar la Escritura dice: «Mirarán al que atravesaron.»

Palabra del Señor.