Leamos la BIBLIA

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La sabiduría es radiante e inmarcesible, la ven fácilmente los que la aman, y la encuentran los que la buscan; ella misma se da a conocer a los que la desean.
Quien madruga por ella no se cansa: la encuentra sentada a la puerta.
Meditar en ella es prudencia consumada, el que vela por ella pronto se ve libre de preocupaciones; ella misma va de un lado a otro buscando a los que la merecen; los aborda benigna por los caminos y les sale al paso en cada pensamiento.



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Hermanos, no queremos que ignoréis la suerte de los difuntos para que no os aflijáis como los hombres sin esperanza.
Pues si creemos que Jesús ha muerto y resucitado, del mismo modo, a los que han muerto, Dios, por medio de Jesús, los llevará con él.
Esto es lo que os decimos como palabra del Señor:
Nosotros, los que vivimos y quedamos para cuando venga el Señor, n o aventajaremos a los difuntos.
Pues él mismo, el Señor, cuando se dé la orden, a la voz del arcángel y al son de la trompeta divina, descenderá del cielo, y los muertos en Cristo resucitarán en primer lugar.
Después nosotros, los que aún vivimos, seremos arrebatados con ellos en la nube, al encuentro del Señor, en el aire.
Y así estaremos siempre con el Señor.
Consolaos, pues, mutuamente con estas palabras.



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En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
-«Se parecerá el reino de los cielos a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo.
Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas.
Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite; en cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas.
El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron.
A medianoche se oyó una voz:
“¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!”
Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas.
Y las necias dijeron a las sensatas:
“Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas.
Pero las sensatas contestaron:
“Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis.”
Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta.
Más tarde llegaron también las otras doncellas, diciendo:
“Señor, señor, ábrenos.”
Pero él respondió:
“Os lo aseguro: no os conozco.”
Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora.»

Palabra del Señor.


Más abajo encontrareis la HOMILÍA correspondiente a estas lecturas.
 
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Catástrofes..

En todas las épocas de la vida cristiana han crecido como hongos los agoreros de catástrofes y los precursores del miedo, aprovechándose de la curiosidad morbosa de la gente. Y han ido teniendo éxito, a juzgar por el número creciente de los inquietos.
Los atentados del 11 de Septiembre de 2.001 sobre las Torres Gemelas de Nueva York han despertado la preocupación sobre el fin del mundo, de tal forma que el libro de ciencia- ficción más vendido allí ha rebasado en pocos meses los 32 millones de ejemplares y ha sido traducido a treinta idiomas.

Ya en el año 410, parte de las masas estaban convencidas que con el saqueo de Roma llegaba el fin del mundo. Algo similar sucedió con la peste negra que se llevó en el siglo XIV a la tercera parte de la población europea o con el estallido en 1.945 de las primeras bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki. Desde entonces ha aumentado el poder de destrucción del hombre sobre nuestro planeta: cambios de clima, calentamiento de la Tierra, actividad terrorista, nacionalismos agresivos y excluyentes, explotación despiadada de las riquezas de la Tierra, destrucción de grandes superficies verdes en la Amazonia, desaparición de especies animales y vegetales...
Si nos fijamos en los presagios negativos, siempre encontraremos justificaciones para el pesimismo y el determinismo de la historia. Como todo está prefijado de antemano por el Creador, aguardemos atemorizados su venida gloriosa y el juicio final.
Algunas sectas, aprovechándose de los temores que subyacen en el corazón de muchos creyentes, intentan ganar adeptos a su causa.
El mismo San Pablo sale al paso en su carta a los Tesalonicenses, primer escrito del Nuevo Testamento, de todos aquellos que aguardan cruzados de brazos la segunda venida inminente de Jesucristo, para que se mantengan en vela y en la fidelidad al trabajo.

Las “esperas” y la esperanza..

El Evangelio nos habla de esa larga espera de la comitiva que en la boda judía acompañaba a los novios hasta el lugar del banquete.
Es ésta una espera gozosa que se traduce en esperanza de futuro, ante la celebración de un banquete sin fin donde los invitados disfrutarán de manjares suculentos, avalados por la presencia del Novio, que no es otro que el mismo Jesús.
No es igual la espera que la esperanza. De niños esperamos ser mayores, esperamos un trabajo, una familia, casarnos y tener hijos, jubilarnos en paz...
Esperamos también que nos toque la lotería, acertar una quiniela de quince, que gane nuestro equipo favorito. Algo muy humano; pero, la esperanza es otra cosa.
Las esperas se asientan en lo material, lo efímero; la esperanza se cimienta en Dios, que es quien puede llenar las aspiraciones más profundas de la persona.
¿Tenemos hoy motivos para la esperanza?
Los conflictos que afectaron a buena parte del siglo veinte con el enfrentamiento de dos grandes ideologías: comunismo y capitalismo, se rompió en su momento con el derrumbe del muro de Berlín y la caída del comunismo. Queda un capitalismo salvaje, generador de desigualdades sociales y carente de un sistema auténtico de valores.
Nos aguardan luchas entre civilizaciones, como pronostica Gilles Kepel en su libro “La revancha de Dios”, donde la cultura y la religión van a pesar mucho más que las ideologías y la economía.
En esta “revancha” de Dios, según los expertos, van a tener un protagonismo especial los movimientos religiosos fundamentalistas.

Vivimos una época similar a la de los contemporáneos de San Mateo. Entonces fue destruido el Templo de Jerusalén y cayeron la teología y la religión asociadas a este lugar sagrado, provocando un cataclismo de considerable magnitud. Ahora el choque de civilizaciones abre la marcha del nuevo milenio. ¿Estamos preparados para afrontar sus consecuencias? ¿Cómo responderemos los cristianos? ¿Nos uniremos a los fundamentalistas y a su irracional aproximación al hecho religioso o vamos a buscar las verdaderas raíces de nuestra fe teniendo presentes las palabras de Karl Rahner de que el siglo XXI o será místico o no será religioso.
¿Renovaremos nuestras vasijas con el aceite de la fortaleza o nos agarraremos a nuestras viejas tradiciones, encerrados en nuestras casas para no contaminarnos?
 
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Amad la justicia, los que regís la tierra, pensad correctamente del Señor y buscadlo con corazón entero.
Lo encuentran los que no exigen pruebas, y se revela a los que no desconfían.
Los razonamientos retorcidos alejan de Dios, y su poder, sometido a prueba, pone en evidencia a los necios.
La sabiduría no entra en alma de mala ley ni habita en cuerpo deudor del pecado.
El espíritu educador y santo rehúye la estratagema, levanta el campo ante los razonamientos sin sentido y se rinde ante el asalto de la injusticia.
La sabiduría es un espíritu amigo de los hombres que no deja impune al deslenguado;
Dios penetra sus entrañas, vigila puntualmente su corazón y escucha lo que dice su lengua.
Porque el espíritu del Señor llena la tierra y, como da consistencia al universo, no ignora ningún sonido.



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En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
-«Es inevitable que sucedan escándalos; pero ¡ay del que los provoca!
Al que escandaliza a uno de estos pequeños, más le valdría que le encajaran en el cuello una piedra de molino y lo arrojasen al mar.
Tened cuidado.
Si tu hermano te ofende, repréndelo; si se arrepiente, perdónalo; si te ofende siete veces en un día, y siete veces vuelve a decirte: “Lo siento”, lo perdonarás.»
Los apóstoles le pidieron al Señor:
-«Auméntanos la fe.»
El Señor contestó:
-«Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera:
“Arráncate de raíz y plántate en el mar.”
Y os obedecería.»

Palabra del Señor.
 
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Dios creó al hombre para la inmortalidad y lo hizo a imagen de su propio ser; pero la muerte entró en el mundo por la envidia del diablo, y los de su partido pasarán por ella.
En cambio, la vida de los justos está en manos de Dios, y no los tocará el tormento.
La gente insensata pensaba que morían, consideraba su tránsito como una desgracia, y su partida de entre nosotros como una destrucción; pero ellos están en paz.
La gente pensaba que cumplían una pena, pero ellos esperaban de lleno la inmortalidad; sufrieron pequeños castigos, recibirán grandes favores, porque Dios los puso a prueba y los halló dignos de si; los probó como oro en crisol, los recibió como sacrificio de holocausto; a la hora de la cuenta resplandecerán como chispas que prenden por un cañaveral; gobernarán naciones, someterán pueblos, y el Señor reinará sobre ellos eternamente.
Los que confían en él comprenderán la verdad, los fieles a su amor seguirán a su lado; porque quiere a sus devotos, se apiada de ellos y mira por sus elegidos.



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En aquel tiempo, dijo el Señor:
-«Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor; cuando vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice:
“En seguida, ven y ponte a la mesa”
No le diréis:
“Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después comerás y beberás tú”
Tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: “Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer. “

Palabra del Señor.
 
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En aquellos días, el ángel me hizo volver a la entrada del templo. Del zaguán del templo manaba agua hacia levante -el templo miraba a levante-. El agua iba bajando por el lado derecho del templo, al mediodía del altar.
Me sacó por la puerta septentrional y me llevó a la puerta exterior que mira a levante. El agua iba corriendo por el lado derecho.
Me dijo:
-«Estas aguas fluyen hacia la comarca levantina, bajarán hasta la estepa, desembocarán en el mar de las aguas salobres, y lo sanearán. Todos los seres vivos que bullan allí donde desemboque la corriente, tendrán vida; y habrá peces en abundancia. Al desembocar allí estas aguas, quedará saneado el mar y habrá vida dondequiera que llegue la corriente.
A la vera del río, en sus dos riberas, crecerán toda clase de frutales; no se marchitarán sus hojas ni sus frutos se acabarán; darán cosecha nueva cada luna, porque los riegan aguas que manan del santuario; su fruto será comestible y sus hojas medicinales.»



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Hermanos:
Sois edificio de Dios. Conforme al don que Dios me ha dado, yo, como hábil arquitecto, coloqué el cimiento, otro levanta el edificio. Mire cada uno cómo construye.
Nadie puede poner otro cimiento fuera del ya puesto, que es Jesucristo.
¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?
Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él; porque el templo de Dios es santo: ese templo sois vosotros.



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Se acercaba la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo:
-«Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre.»
Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora.»
Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron:
-«¿Qué signos nos muestras para obrar así?»
Jesús contestó:
-«Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.»
Los judíos replicaron:
-«Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?»
Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y, cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo habla dicho, y dieron fe a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús.

Palabra del Señor.
 
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La sabiduría es un espíritu inteligente, santo, único, múltiple, sutil, móvil, penetrante, inmaculado, lúcido, invulnerable, bondadoso, agudo, incoercible, benéfico, amigo del hombre, firme, seguro, sereno, todopoderoso, todo vigilante, que penetra todos los espíritus inteligentes, puros, sutilísimos. La sabiduría es más móvil que cualquier movimiento, y, en virtud de su pureza, lo atraviesa y lo penetra todo; porque es efluvio del poder divino, emanación purísima de la gloria del Omnipotente; por eso, nada inmundo se le pega. Es reflejo de la luz eterna, espejo nítido de la actividad de Dios e imagen de su bondad.
Siendo una sola, todo lo puede; sin cambiar en nada, renueva el universo, y, entrando en las almas buenas de cada generación, va haciendo amigos de Dios y profetas; pues Dios ama sólo a quien convive con la sabiduría.
Es más bella que el sol y que todas las constelaciones; comparada a la luz del día, sale ganando, pues a éste le releva la noche, mientras que a la sabiduría no le puede el mal.
Alcanza con vigor de extremo a extremo y gobierna el universo con acierto.



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En aquel tiempo, a unos fariseos que le preguntaban cuándo iba a llegar el reino de Dios Jesús les contestó:
-«El reino de Dios no vendrá espectacularmente, ni anunciarán que está aquí o está allí; porque mirad, el reino de Dios está dentro de vosotros.»
Dijo a sus discípulos:
-«Llegará un tiempo en que desearéis vivir un día con el Hijo del hombre, y no podréis.
Si os dicen que está aquí o está allí no os vayáis detrás.
Como el fulgor del relámpago brilla de un horizonte a otro, así será el Hijo del hombre en su día.
Pero antes tiene que padecer mucho y ser reprobado por esta generación.»

Palabra del Señor.
 
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Eran naturalmente vanos todos los hombres que ignoraban a Dios y fueron incapaces de conocer al que es, partiendo de las cosas buenas que están a la vista, y no reconocieron al Artífice, fijándose en sus obras, sino que tuvieron por dioses al fuego, al viento, al aire leve, a las órbitas astrales, al agua impetuosa, a las lumbreras celestes, regidoras del mundo.
Si, fascinados por -su hermosura, los creyeron dioses, sepan cuánto los aventaja su Dueño, pues los creó el autor de la belleza; y si los asombró su poder y actividad, calculen cuánto más poderoso es quien los hizo; pues, por la magnitud y belleza de las criaturas, se descubre por analogía el que les dio el ser.
Con todo, a éstos poco se les puede echar en cara, pues tal vez andan extraviados, buscando a Dios y queriéndolo encontrar; en efecto, dan vueltas a sus obras, las exploran, y su apariencia los subyuga, porque es bello lo que ven.
Pero ni siquiera éstos son perdonables, porque, si lograron saber tanto que fueron capaces de averiguar el principio del cosmos, ¿cómo no encontraron antes a su Dueño?



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En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«Como sucedió en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del hombre: comían, bebían y se casaban, hasta el día que Noé entró en el arca; entonces llegó el diluvio y acabó con todos.
Lo mismo sucedió en tiempos de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, sembraban, construían; pero el día que Lot salió de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo y acabó con todos.
Así sucederá el día que se manifieste el Hijo del hombre.
Aquel día, si uno está en la azotea y tiene sus cosas en casa, que no baje por ellas; si uno está en el campo, que no vuelva.
Acordaos de la mujer de Lot.
El que pretenda guardarse su vida la perderá; y el que la pierda la recobrará.
Os digo esto: aquella noche estarán dos en una cama: a uno se lo llevarán y al otro lo dejarán; estarán dos moliendo juntas: a una se la llevarán y a la otra la dejarán. »
Ellos le preguntaron:
-« ¿Dónde, Señor?»
Él contestó:
-«Donde se reúnen los buitres, allí está el cuerpo.»

Palabra del Señor.
 
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Un silencio sereno lo envolvía todo, y, al mediar la noche su carrera, tu palabra todopoderosa se abalanzó, como paladín inexorable, desde el trono real de los cielos al país condenado; llevaba la espada afilada de tu orden terminante; se detuvo y lo llenó todo de muerte; pisaba la tierra y tocaba el cielo.
Porque la creación entera, cumpliendo tus órdenes, cambió radicalmente de naturaleza, para guardar incólumes a tus hijos.
Se vio la nube dando sombra al campamento, la tierra firme emergiendo donde había antes agua, el mar Rojo convertido en camino practicable y el violento oleaje hecho una vega verde; por allí pasaron, en formación compacta, los que iban protegidos por tu mano, presenciando prodigios asombrosos. Retozaban como potros y triscaban como corderos, alabándote a ti, Señor, su libertador.



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En aquel tiempo, Jesús, para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola:
-«Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres.
En la misma ciudad habla una viuda que solía ir a decirle:
“Hazme justicia frente a mi adversario.”
Por algún tiempo se negó, pero después se dijo:
“Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, corno esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara. “»
Y el Señor añadió:
-«Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?; ¿O les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. ¿Pero, cuando venga el Hijo del hombre, encontrará esta fe en la tierra?»

Palabra del Señor.
 
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Una mujer hacendosa, ¿quién la hallará? Vale mucho más que las perlas.
Su marido se fía de ella, y no le faltan riquezas.
Le trae ganancias y no pérdidas todos los días de su vida.
Adquiere lana y lino, los trabaja con la destreza de sus manos.
Extiende la mano hacia el huso, y sostiene con la palma la rueca.
Abre sus manos al necesitado y extiende el brazo al pobre.
Engañosa es la gracia, fugaz la hermosura, la que teme al Señor merece alabanza.
Cantadle por el éxito de su trabajo, que sus obras la alaben en la plaza.



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En lo referente al tiempo y a las circunstancias no necesitáis, hermanos, que os escriba.
Sabéis perfectamente que el día del Señor llegará como un ladrón en la noche. Cuando estén diciendo:
«Paz y seguridad», entonces, de improviso, les sobrevendrá la ruina, como los dolores de parto a la que está encinta, y no podrán escapar.
Pero vosotros, hermanos, no vivís en tinieblas, para que ese día no os sorprenda como un ladrón, porque todos sois hijos de la luz e hijos del día; no lo sois de la noche ni de las tinieblas, Así, pues, no durmamos como los demás, sino estemos vigilantes y despejados.



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En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
-«Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó.
El que recibió cinco talentos fue en seguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos.
En cambio, el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor.
Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos.
Se acercó el que habla recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: “Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco.”
Su señor le dijo: “Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor.”
Se acercó luego el que habla recibido dos talentos y dijo: “Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos.”
Su señor le dijo: “Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor.”
Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y dijo: “Señor, sabia que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces, tuve miedo y fui a esconder mi talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo.”
El señor le respondió: “Eres un empleado negligente y holgazán. ¿Con que sabias que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues deblas haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadle fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes.”

Palabra del Señor.


Más abajo encontrareis la HOMILÍA correspondiente a estas lecturas.



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Ser responsables..

Estamos en los últimos domingos del año litúrgico mirando al futuro desde la promesa de Dios sobre la historia. La Palabra de Dios nos presenta hoy un horizonte de esperanza. Pero, entretanto, nuestra vida no está paralizada. El evangelio nos impulsa a la responsabilidad, pues los dones que hemos recibido de Dios no pueden permanecer ociosos.
La vigilancia, que es una actitud creyente de la responsabilidad, nos impulsa a ser activos, dadores de vida y creadores de movimientos positivos que fortalezcan los valores del Reino.
Desde la visión de una esperanza que reza, trabaja y contribuye a la liberación del hombre, intentamos avanzar por el camino que nos lleva a vivir el plan de Dios.
La parábola de los talentos es de una profunda humanidad y una llamada en defensa de la dignidad de la persona humana.
La vida es un don de un Dios que jamás nos anula, sino que nos respeta y nos quiere, a pesar de nuestras equivocaciones mientras ejercemos nuestra libertad.

Sin embargo, a menudo nos preguntamos qué es lo que estamos haciendo con nuestra vida, con los talentos que El nos ha dado.
Todo va cambiando. Parece que hemos enterrado la época de las utopías, tanto políticas como religiosas, que hace años servían de motor a la sociedad y despertaban el fervor y la entrega generosa de los jóvenes e incluso de hombres y mujeres mayores.
Nos hemos adentrado actualmente en un pragmatismo frío y distante, vacío de esperanzas,
que nos desconcierta. Se pone en tela de juicio la autoridad, la tradición, la sabiduría de los ancianos y el sistema de valores en el que hemos crecido. Las normas de conducta, los buenos modales se van difuminando como una cortina de humo.
Todo esto provoca desorientación y desconcierto entre los mayores y dudas sobre la autenticidad de la moral tradicional y con ella el sentido del pecado.
“Todo vale mientras no te pillen”.

Es una “moral” acomodaticia, hecha a la medida de cada cual, teñida de egoísmo e insolidaridad. Ignoramos el nombre de nuestros vecinos, sus necesidades, sus inquietudes...
No podemos extrañarnos que mucha gente se encierre en sus cuarteles de invierno, resguardándose de los vaivenes de la modernidad y aferrándose a sus “seguridades” pasadas, echando mano de la “libreta de ahorros” para poder sobrevivir espiritualmente.
Esta actitud conservadora, sin riesgos y con la garantía de unas normas que aseguran el Reino de los cielos, encuentra eco en los grupos, devociones acarameladas y actitudes cristianas que tienen las características de una secta.

No ha pasado tanto tiempo desde los mitos revolucionarios, cuyos ideales sacrificaron a millones de seres humanos. Tampoco el progreso técnico ha sembrado credibilidad.
Es lógico, hasta cierto punto, que mucha gente no quiera arriesgarse por temor a ser utilizada y engañada. Por eso se prefiere la seguridad al riesgo y se exige coherencia entre el mensaje y la propia vida.
Pero este planteamiento pragmático termina siendo un arma de doble filo, porque la fe es incertidumbre, salto en el vacío ¿y cómo vivirla sin arriesgar?

De poco sirve ser fieles al pasado si ese pasado no guarda relación con los desafíos y los problemas del presente. Nuestra negativa a cambiar, a perder privilegios, nos lleva a esconder nuestros talentos y a apagar en nosotros esa llama que Dios encendió un día en nuestro corazón para que alumbráramos a los demás.

¿Qué hacemos con los talentos que Dios nos ha dado?.

El empleado holgazán, que entierra el dinero recibido de su señor, es condenado, sin haber hecho nada malo, simplemente por no hacer nada, por dejar pasar la vida sin crecer en frutos de buenas obras. Además cree haber sido fiel por devolver lo prestado.
Es el mal que nos afecta a un buen número de cristianos que, sabiendo que Dios nos ha regalado la vida para que la utilicemos adecuadamente, nos conformamos con los cumplimientos mínimos y carencia casi absoluta de compromisos que condicionen nuestra comodidad y libertad.
¿ No estamos enterrando también los talentos que Dios nos ha regalado?
Recordemos las palabras de Jesús: “quien quiera guardar su vida, la perderá”.
Ante la difícil coyuntura económica que nos toca vivir, con millones de desempleados, es preciso arrimar el hombro, ser solidarios y buscar con ahínco soluciones a los problemas.
Es lo que hacen los dos empleados responsables que buscan merecer con su esfuerzo la confianza que en ellos ha depositado su señor. Por esta razón consumen todo el tiempo- que simboliza la vida- en incrementar el tesoro prestado.
Ambos son alabados y premiados con la suprema herencia: el Reino de los Cielos.
Las Bienaventuranzas, la Carta Magna de Jesús, insisten en este planteamiento de los dos empleados trabajadores y llama “dichosos” a los que saben desprenderse de sus bienes para ayudar a otros, a los misericordiosos, a los que trabajan por la paz, a los perseguidos por ser fieles a sus ideales, a los que saben mirar con ojos limpios el devenir de los acontecimientos...
En este penúltimo Domingo del tiempo ordinario, la liturgia nos guía hacia la escena del Juicio Final, que meditaremos el próximo Domingo.

¿Nos presentaremos a Dios, cuando nos llame para darle cuentas de nuestra vida, con las manos llenas o con las manos vacías?
 
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En aquellos días, brotó un vástago perverso: Antíoco Epifanes, hijo del rey Antíoco. Habla estado en Roma como rehén, y subió al trono el año ciento treinta y siete de la era seléucida.
Por entonces hubo unos israelitas apóstatas que convencieron a muchos: -« ¡ Vamos a hacer un pacto con las naciones vecinas, pues, desde que nos hemos aislado, nos han venido muchas desgracias! »
Gustó la propuesta, y algunos del pueblo se decidieron a ir al rey.
El rey los autorizó a adoptar las costumbres paganas, y entonces, acomodándose a los usos paganos, construyeron un gimnasio en Jerusalén; disimularon la circuncisión, apostataron de la alianza santa, emparentaron con los paganos y se vendieron para hacer el mal.
El rey Antíoco decretó la unidad nacional para todos los súbditos de su imperio, obligando a cada uno a abandonar su legislación particular. Todas las naciones acataron la orden del rey, e incluso muchos israelitas adoptaron la religión oficial: ofrecieron sacrificios a los ídolos y profanaron el Sábado.
El día quince del mes de Casleu del año ciento cuarenta y cinco, el rey mandó poner sobre el altar un ara sacrílega, y fueron poniendo aras por todas las poblaciones judías del contorno; quemaban incienso ante las puertas de las casas y en las plazas; los libros de la Ley que encontraban, los rasgaban y echaban al fuego, al que le encontraban en casa un libro de la alianza y al que vivía de acuerdo con la Ley, lo ajusticiaban, según el decreto real.
Pero hubo muchos israelitas que resistieron, haciendo el firme propósito de no comer alimentos impuros; prefirieron la muerte antes que contaminarse con aquellos alimentos y profanar la alianza santa.
Y murieron.
Una cólera terrible se abatió sobre Israel.



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En aquel tiempo, cuando se acercaba Jesús a Jericó, había un ciego sentado al borde del camino, pidiendo limosna.
Al oír que pasaba gente, preguntaba qué era aquello; y le explicaron:
-«Pasa Jesús Nazareno.»
Entonces gritó:
-«¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!»
Los que iban delante le regañaban para que se callara, pero él gritaba más fuerte:
-«¡Hijo de David, ten compasión de mi!»
Jesús se paró y mandó que se lo trajeran.
Cuando estuvo cerca, le preguntó:
-«¿Qué quieres que haga por ti?»
Él dijo:
-«Señor, que vea otra vez.»
Jesús le contestó:
-«Recobra la vista, tu fe te ha curado.»
En seguida recobró la vista y lo siguió glorificando a Dios.
Y todo el pueblo, al ver esto, alababa a Dios.

Palabra del Señor.