Leamos la BIBLIA

Re: Leamos la BIBLIA

a>



a>

 
Re: Leamos la BIBLIA





a>


a>


Hermanos, estamos en deuda, pero no con la carne para vivir carnalmente. Pues si vivís según la carne, vais a la muerte; pero si con el Espíritu dais muerte a las obras del cuerpo, viviréis.
Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios.
Habéis recibido, no un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: «¡Abba!» (Padre).
Ese Espíritu y nuestro espíritu dan un testimonio concorde: que somos hijos de Dios; y, si somos hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, ya que sufrimos con él para ser también con él glorificados.



a>


Un sábado, enseñaba Jesús en una sinagoga.
Habla una mujer que desde hacia dieciocho años estaba enferma por causa de un espíritu, y andaba encorvada, sin poderse enderezar.
Al verla, Jesús la llamó y le dijo:
-«Mujer, quedas libre de tu enfermedad.»
Le impuso las manos, y en seguida se puso derecha.
Y glorificaba a Dios.
Pero el jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús habla curado en sábado, dijo a la gente:
-«Seis días tenéis para trabajar; venid esos días a que os curen, y no los sábados.»
Pero el Señor, dirigiéndose a él, dijo:
-«Hipócritas: cualquiera de vosotros, ¿no desata del pesebre al buey o al burro y lo lleva a abrevar, aunque sea sábado?
Y a ésta, que es hija de Abrahán, y que Satanás ha tenido atada dieciocho años, ¿no habla que soltarla en sábado?»
A estas palabras, sus enemigos quedaron abochornados, y toda la gente se alegraba de los milagros que hacía.

Palabra del Señor.
 
Re: Leamos la BIBLIA





a>


a>


Hermanos:
Sostengo que los sufrimientos de ahora no pesan lo que la gloria que un día se nos descubrirá. Porque la creación, expectante, está aguardando la plena manifestación de los hijos de Dios; ella fue sometida a la frustración, no por su voluntad, sino por uno que la sometió; pero fue con la esperanza de que la creación misma se vería liberada de la esclavitud de la corrupción, para entrar en la libertad gloriosa de los hijos de Dios.
Porque sabemos que hasta hoy la creación entera está gimiendo toda ella con dolores de parto.
Y no sólo eso; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior, aguardando la hora de ser hijos de Dios, la redención de nuestro cuerpo.
Porque en esperanza fuimos salvados. Y una esperanza que se ve ya no es esperanza. ¿Cómo seguirá esperando uno aquello que ve?
Cuando esperamos lo que no vemos, aguardamos con perseverancia.



a>


En aquel tiempo, decía Jesús:
- ¿A qué se parece el reino de Dios? ¿A qué lo compararé?
Se parece a un grano de mostaza que un hombre toma y siembra en su huerto; crece, se hace un arbusto y los pájaros anidan en sus ramas. »
Y añadió:
-¿A qué compararé el reino de Dios?
Se parece a la levadura que una mujer toma y mete en tres medidas de harina, hasta que todo fermenta.»

Palabra del Señor.
 
Re: Leamos la BIBLIA





a>


a>


Hermanos:
El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad, porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables. Y el que escudriña los corazones sabe cuál es el deseo del Espíritu, y que su intercesión por los santos es según Dios.
Sabemos también que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien: a los que ha llamado conforme a su designio.
A los que había escogido, Dios los predestinó a ser imagen de su Hijo, para que él fuera el primogénito de muchos hermanos. A los que predestinó, los llamó; a los que llamó, los justificó; a los que justificó, los glorificó.



a>


En aquel tiempo, Jesús, de camino hacia Jerusalén, recorría ciudades y aldeas enseñando.
Uno le preguntó:
-«Señor, ¿serán pocos los que se salven?»
Jesús les dijo:
-«Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os digo que muchos intentarán entrar y no podrán.
Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta, diciendo: “Señor, ábrenos”; y él os replicará: “No sé quiénes sois.”
Entonces comenzaréis a decir: “Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas. “
Pero él os replicará:
“No sé quiénes sois. Alejaos de mí, malvados.”
Entonces será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros os veáis echados fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios.
Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos.»

Palabra del Señor.
 
Re: Leamos la BIBLIA





a>


a>


Yo soy el Gran Rey, y mi nombre es respetado en las naciones -dice el Señor de los ejércitos-.
Y ahora os toca a vosotros, sacerdotes.
Si no obedecéis y no os proponéis dar gloria a mi nombre -dice el Señor de los ejércitos-, os enviaré mi maldición.
Os apartasteis del camino, habéis hecho tropezar a muchos en la ley, habéis invalidado mi alianza con Leví -dice el Señor de los ejércitos-.
Pues yo os haré despreciables y viles ante el pueblo, por no haber guardado mis caminos, y porque os fijáis en las personas al aplicar la ley.
¿No tenemos todos un solo padre? ¿No nos creó el mismo Señor?
¿Por qué, pues, el hombre despoja a su prójimo, profanando la alianza de nuestros padres?»



a>


Hermanos:
Os tratamos con delicadeza, como una madre cuida de sus hijos.
Os teníamos tanto cariño que deseábamos entregaros no sólo el Evangelio de Dios, sino hasta nuestras propias personas, porque os habláis ganado nuestro amor.
Recordad si no, hermanos, nuestros esfuerzos y fatigas; trabajando día y noche para no serle gravoso a nadie, proclamamos entre vosotros el Evangelio de Dios.
Ésa es la razón por la que no cesamos de dar gracias a Dios, porque al recibir la palabra de Dios, que os predicamos, la acogisteis no como palabra de hombre, sino, cual es en verdad, como palabra de Dios, que permanece operante en vosotros los creyentes.



a>


En aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a sus discípulos, diciendo: -«En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen.
Ellos lían fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar.
Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y ensanchan las franjas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias por la calle y que la gente los llame maestros.
Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro, porque uno solo es vuestro maestro, y todos vosotros sois hermanos.
Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo.
No os dejéis llamar consejeros, porque uno solo es vuestro consejero, Cristo.
El primero entre vosotros será vuestro servidor.
El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»

Palabra del Señor.


Más abajo encontrareis la HOMILÍA correspondiente a estas lecturas.
 
Re: Leamos la BIBLIA


a>


El fariseísmo...

Tanto el profeta Malaquías como el evangelista San Mateo, insisten en las falsas actitudes de algunos de los principales dirigentes religiosos del pueblo, por no hacer lo que predican.
Esta actitud ha venido a llamarse “fariseísmo”, porque las diatribas de Jesús van directamente contra los fariseos, el grupo religioso de más prestigio y mejor observante de la Ley, que además se había convertido en árbitro de la moral de los fieles judíos. Era tal la profusión de normas existentes por entonces que era prácticamente imposible cumplirlas. Muchas de ellas se relacionaban con cuestiones secundarias e intranscendentes para la fe, como: lavarse las manos antes de comer, caminar determinada distancia... Normas que terminaron convirtiéndose en controles para diferenciar los buenos de los malos. Jesús condenó este “juego de apariencias”, que no va acompañado de la autocrítica y de la conversión del corazón: “Todo lo que hacen es para que los vea la gente” (Mateo 23, 5).

Ya los primeros cristianos padecieron en sus carnes la intransigencia de este puritanismo severo, y San Pablo, que desde su más tierna infancia y juventud perteneció a la secta de los fariseos y fue perseguidor de los cristianos, se separó de esta corriente religiosa, a partir de su conversión, para adherirse a Cristo y ser fuente de misericordia, de perdón y de apertura al paganismo.
La crítica de Jesús: “Haced y cumplid lo que os digan, pero no imitéis su conducta” (Mateo 23, 3), la podemos aplicar a cada uno de nosotros y a la sociedad en la que vivimos, donde el fariseísmo campa a sus anchas en el amplio abanico del marketing, las apariencias engañosas y el cultivo de la imagen.

“Así como te ven, te juzgan”. Este slogan lo he oído a menudo desde mi infancia.
Vestir bien, hablar con moderación, mantener la seguridad en sí mismo, presentarse como persona responsable y juiciosa... se ha convertido en una necesidad para encontrar un trabajo digno. Poco importa la calidad de la persona. Todo vale con tal de hacer atractivo lo que vendemos, sea nuestra propia imagen, sea el producto mercantil.
Se “adora” así a los triunfadores en el deporte, en la canción, en la moda...mientras se silencia a la gente cumplidora, leal y humilde.
Pero lo fundamental del hombre, como en el iceberg, está oculto a los ojos y no tiene memoria histórica. Y es aquí donde se abriga la vida cristiana con el ejercicio de “ la misericordia, la justicia y la buena fe”.

El fariseísmo en la Iglesia..

Esta concepción mercantil y artificial de la vida, que empapa todo el tejido social, está también presente en la Iglesia desde el momento en que se buscan privilegios y prebendas. En este sentido, el afán de ascender de categoría en el escalafón religioso y de ser distinguidos con títulos de Monseñor, Su reverencia, Eminencia, Padre...para ser reconocidos por los demás, es siempre condenable. Hay quien ostenta títulos, no para destacar, sino para servir más y mejor al Pueblo de Dios. De todo abunda en la “viña del Señor”.
Pero, si realmente queremos formar parte del Reino de Dios, hemos de dar paso a la sencillez y sentir que no somos tan importantes, que otros muchos nos dan lecciones de fe cristiana y de cómo actuar con buena voluntad, sin buscar honores.

San Francisco de Asís asombró por su comportamiento humilde y pobre.

San Francisco de Borja, Duque de Gandía y Grande de España, fue escogido por el Emperador Carlos V para acompañar a la catedral de Granada el féretro, con los restos mortales de su esposa, Isabel de Portugal, considerada por entonces la mujer más bella del mundo. Debía dar fe, antes de sepultar el cuerpo, que el cadáver, ya en descomposición, era el de la Reina. Quedó tan profundamente impresionado que decidió, desde ese momento, renunciar a todos sus títulos de nobleza para consagrarse al servicio de los pobres en la Compañía de Jesús.

Charles de Foucauld, se retiró al sur de Argelia, después de su conversión, para compartir su vida con los tuaregs en el desierto del Sahara. Decía que “la obediencia es la medida del amor.”

Chiara Lucce, una joven fokolar, beatificada hace poco tiempo, encontró junto al lecho de dolor y luchando contra la enfermedad el sentido último de su vida junto a Jesús Crucificado.

“ No os dejéis llamar jefes, porque uno solo es vuestro Señor, Cristo. El primero entre vosotros sea vuestro servidor” (Mateo 23, 12).

¡Cuántos fieles han abandonado la comunidad cristiana, porque no han encontrado en ella la acogida fraterna y compasiva que estaban buscando!
¡ Y cuántos sacerdotes, religiosos y religiosas se han quedado solos y apesadumbrados en su ministerio por la inconstancia y el desinterés de los laicos “comprometidos!
Hoy, más que nunca, necesitamos testigos fidedignos, no palabreros.
¡Ojalá que ahora, conscientes de lo dañina que resulta la contaminación ambiental, desintoxiquemos nuestra atmósfera personal de malos “rollos”.

Examinémonos cada uno y veamos hasta dónde llega nuestra actitud farisaica y las consecuencias a que nos lleva el afán de poder en la Iglesia. Nos urge una revisión permanente de nuestra forma de entender y vivir la fe, para desenmascarar la falsa religiosidad que amenaza a todos los creyentes.

Hay dos hechos de los que nos debemos sentir orgullosos: el primero es del nombre que recibimos el día de nuestro bautismo, que imprimió carácter a nuestra identidad cristiana. Y el segundo, de los apellidos que llevamos, frutos del amor, entrega y generosidad de nuestros padres.
Sobran todos los demás títulos, porque son como máscaras añadidas a una falsa personalidad.

La clave auténtica la encontramos hoy en labios del salmista: “No pretendo grandezas que superar mi capacidad, sino que modero y acallo mis deseos como un niño en brazos de su madre” (Salmo 130, 11-1).

La humildad es silenciosa, pero sensible a la llamada del corazón y al clamor de los necesitados.
Por otra parte, nadie está tan vacío que quien está lleno de sí mismo.
Hagamos profesión de fe desde la actitud filial de sentirnos amados por Dios, nuestro Padre.
 
Re: Leamos la BIBLIA





a>


a>


Hermanos:
Los dones y la llamada de Dios son irrevocables.
Vosotros, en otro tiempo, erais rebeldes a Dios; pero ahora, al rebelarse ellos, habéis obtenido misericordia.
Así también ellos, que ahora son rebeldes, con ocasión de la misericordia obtenida por vosotros, alcanzarán misericordia.
Pues Dios nos encerró a todos en la rebeldía para tener misericordia de todos.
¡Qué abismo de generosidad, de sabiduría y de conocimiento, el de Dios! ¡Qué insondables sus decisiones y qué irrastreables sus caminos!
¿Quién conoció la mente del Señor? ¿Quién fue su consejero? ¿Quién le ha dado primero, para que él le devuelva?
Él es el origen, guía y meta del universo. A él la gloria por los siglos.
Amén.



a>


En aquel tiempo, dijo Jesús a uno de los principales fariseos que lo había invitado:
-«Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado.
Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos.»

Palabra del Señor.
 
Re: Leamos la BIBLIA





a>


a>


Respondió Job a sus amigos: "¡Ojalá se escribieran mis palabras, ojalá se grabaran en cobre, con cincel de hierro y en plomo se escribieran para siempre en la roca! Yo sé que está vivo mi Redentor, y que al final se alzará sobre el polvo: después que me arranquen la piel, ya sin carne, veré a Dios; yo mismo lo veré, y no otro, mis propios ojos lo verán."



a>


Hermanos: Nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo. Él transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso, con esa energía que posee para sometérselo todo.



a>


Al llegar el mediodía, toda la región quedó en tinieblas hasta media tarde. Y, a la media tarde, Jesús clamó con voz potente: "Eloí, Eloí, lamá sabaktaní". (Que significa: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?") Algunos de los presentes, al oírlo, decían: "Mira, está llamando a Elías." Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber, diciendo: "Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo." Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró. El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo: "Realmente este hombre era Hijo de Dios." Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago, y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús. Y muy temprano, el primer día de la semana, al salir el sol, fueron al sepulcro. Y se decían unas a otras: "¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?" Al mirar, vieron que la piedra estaba corrida, y eso que era muy grande. Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de blanco. Y se asustaron. Él les dijo: "No os asustéis. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? No está aquí. Ha resucitado. Mirad el sitio donde lo pusieron."

Palabra del Señor.
 
Re: Leamos la BIBLIA





a>


a>


Hermanos:
Ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para si mismo. Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor; en la vida y en la muerte somos del Señor.
Para esto murió y resucitó Cristo: para ser Señor de vivos y muertos. Tú, ¿por qué juzgas a tu hermano?
Y tú, ¿por qué desprecias a tu hermano?
Todos compareceremos ante el tribunal de Dios, porque está escrito:
«Por mi vida, dice el Señor, ante mi se doblará toda rodilla, a mí me alabará toda lengua.»
Por eso, cada uno dará cuenta a Dios de sí mismo



a>


En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos:
-«Ése acoge a los pecadores y come con ellos.»
Jesús les dijo esta parábola:
-«Si uno de vosotros tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos para decirles:
“¡Felicitadme!, he encontrado la oveja que se me había perdido.”
Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.
Y si una mujer tiene diez monedas y se le pierde una, ¿no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, reúne a las amigas y a las vecinas para decirles:
“¡Felicitadme!, he encontrado la moneda que se me había perdido.”
Os digo que la misma alegría habrá entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta. »

Palabra del Señor.
 
Re: Leamos la BIBLIA





a>


a>


Respecto a vosotros, hermanos, yo personalmente estoy convenido de que rebosáis de buena voluntad y de que os sobra saber para aconsejaros unos a otros.
A pesar de eso, para traeros a la memoria lo que ya sabéis, os he escrito, a veces propasándome un poco.
Me da pie el don recibido de Dios, que me hace ministro de Cristo Jesús para con los gentiles: mí acción sacra consiste en anunciar el Evangelio de Dios, para que la ofrenda de los gentiles, consagrada por el Espíritu Santo, agrade a Dios.
En Cristo Jesús estoy orgulloso de mi trabajo por Dios. Sería presunción hablar de algo que no fuera lo que Cristo hace por mi miedo para que los gentiles respondan a la fe, con mis palabras y acciones con la fuerza de señales y prodigios, con la fuerza del Espíritu de Dios.
Tanto, que en todas direcciones, a partir de Jerusalén y llegando hasta la Iliria, lo he dejado todo lleno del Evangelio de Cristo.
Eso sí, para mi es cuestión de amor propio no anunciar el Evangelio más que donde no se ha pronunciado aún el nombre de Cristo; e vez de construir sobre cimiento ajeno, hago lo que dice la Escritura: «Los que no tenían noticia lo verán, los que no habían oído hablar comprenderán.»



a>


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«Un hombre rico tenía un administrador y le llegó la denuncia de que derrochaba sus bienes.
Entonces lo llamó y le dijo:
“¿Qué es eso que me cuentan de ti? Entrégame el balance de tu gestión, porque quedas despedido.”
El administrador se puso a echar sus cálculos:
“¿Qué voy a hacer ahora que mi amo me quita el empleo? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa.”
Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero:
“¿Cuánto debes a mi amo?”
Éste respondió:
“Cien barriles de aceite.”
El le dijo:
“Aquí está tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta.”
Luego dijo a otro:
“Y tú, ¿cuánto debes?”
Él contestó:
“Cien fanegas de trigo.”
Le dijo:
“Aquí está tu recibo, escribe ochenta.”
Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que habla procedido.
Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz.»

Palabra del Señor.
 
Re: Leamos la BIBLIA





a>


a>


Hermanos:
Saludos a Prisca y Aquila, colaboradores míos en la obra de Cristo Jesús; por salvar mi vida expusieron su cabeza, y no soy yo sólo quien les está agradecido, también todas las Iglesias de los gentiles.
Saludad a la Iglesia que se reúne en su casa.
Saludos a mi querido Epéneto, el primer convertido de Cristo en Asia.
Saludos a María, que ha trabajado mucho por vosotros.
Saludos a Andrónico y Junia, mis paisanos y compañeros de prisión, ilustres entre los apóstoles, que llegaron a Cristo antes que yo.
Saludos a Ampliato, mi amigo en el Señor.
Saludos a Urbano, colaborador mío en la obra de Cristo, y a mi querido Estaquis.
Saludaos unos a otros con el beso ritual.
Todas las Iglesias de Cristo os saludan.
Yo, Tercio, que escribo la carta, os mando un saludo en el Señor.
Os saluda Gayo, que me hospeda, y toda esta Iglesia.
Os saluda Erasto, tesorero de la ciudad, y nuestro hermano Cuarto.
Al que puede fortaleceros según el Evangelio que yo proclamo, predicando a Cristo Jesús, revelación del misterio mantenido en secreto durante siglos eternos y manifestado ahora en los escritos proféticos, dado a conocer por decreto del Dios eterno, para traer a todas las naciones a la obediencia de la fe, al Dios, único sabio, por Jesucristo, la gloria por los siglos de los siglos. Amén.



a>


En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
-«Ganaos amigos con el dinero injusto, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas.
El que es de fiar en lo menudo también en lo importante es de fiar; el que no es honrado en lo menudo tampoco en lo importante es honrado.
Si no fuisteis de fiar en el injusto dinero, ¿quién os confiará lo que vale de veras? Si no fuisteis de fiar en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará?
Ningún siervo puede servir a dos amos, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero.»
Oyeron esto los fariseos, amigos del dinero, y se burlaban de él.
Jesús les dijo:
-«Vosotros presumís de observantes delante de la gente, pero Dios os conoce por dentro.
La arrogancia con los hombres Dios la detesta.»

Palabra del Señor.