Leamos la BIBLIA

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En aquellos días, a Eleazar, uno de los principales escribas, hombre de edad avanzada y semblante muy digno, le abrían la boca a la fuerza para que comiera carne de cerdo.
Pero él, prefiriendo una muerte honrosa a una vida de infamia, escupió la carne y avanzó voluntariamente al suplicio, como deben hacer los que son constantes en rechazar manjares prohibidos, aun a costa de la vida.
Los que presidían aquel sacrificio ¡legal, viejos amigos de Eleazar, lo llevaron aparte y le propusieron que hiciera traer carne permitida, preparada por él mismo, y que la comiera, haciendo como que comía la carne del sacrificio ordenado por el rey, para que así se librara de la muerte y, dada su antigua amistad, lo tratasen con consideración.
Pero él, adoptando una actitud cortés, digna de sus años, de su noble ancianidad, de sus canas honradas e ilustres, de su conducta intachable desde niño y, sobre todo, digna de la Ley santa dada por Dios, respondió todo seguido:
-« i Enviadme al sepulcro! Que no es digno de mi edad ese engaño. Van a creer muchos jóvenes que Eleazar, a los noventa años, ha apostatado, y, si miento por un poco de vida que me queda, se van a extraviar con mi mal ejemplo. Eso seria manchar e infamar mi vejez. Y, aunque de momento me librase del castigo de los hombres, no escaparía de la mano del Omnipotente, ni vivo ni muerto.
Si muero ahora como un valiente, me mostraré digno de mis años y legaré a los jóvenes un noble ejemplo, para que aprendan a arrostrar voluntariamente una muerte noble por amor a nuestra santa y venerable Ley. »
Dicho esto, se dirigió en seguida al suplicio. Los que lo llevaban, poco antes deferentes con él, se endurecieron, considerando insensatas las palabras que acababa de pronunciar.
El, a punto de morir a fuerza de golpes, dijo entre suspiros:
-«Bien sabe el Señor, que posee la santa sabiduría, que, pudiendo librarme de la muerte, aguanto en mi cuerpo los crueles dolores de la flagelación, y los sufro con gusto en mi alma por respeto a él.»
Así terminó su vida, dejando, no sólo a los jóvenes, sino a toda la nación, un ejemplo memorable de heroísmo y de virtud.



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En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad.
Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí.
Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo:
-«Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.»
Él bajó en seguida y lo recibió muy contento.
Al ver esto, todos murmuraban, diciendo:
-«Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador.»
Pero Zaqueo se puso en pie, y dijo al Señor:
-«Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más.»
Jesús le contestó:
-«Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán.
Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.»

Palabra del Señor.
 
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En aquellos días, arrestaron a siete hermanos con su madre. El rey los hizo azotar con látigos y nervios para forzarlos a comer carne de cerdo, prohibida por la Ley.
Pero ninguno más admirable y digno de recuerdo que la madre. Viendo morir a sus siete hijos en el espacio de un día, lo soportó con entereza, esperando en el Señor. Con noble actitud, uniendo un temple viril a la ternura femenina, fue animando a cada uno, y les decía en su lengua:
-«Yo no sé cómo aparecisteis en mi seno; yo no os di el aliento ni la vida, ni ordené los elementos de vuestro organismo. Fue el creador del universo, el que modela la raza humana y determina el origen de todo. Él, con su misericordia, os devolverá el aliento y la vida, si ahora os sacrificáis por su ley.» Antioco creyó que la mujer lo despreciaba, y sospechó que lo estaba insultando.
Todavía quedaba el más pequeño, y el rey intentaba persuadirlo, no sólo con palabras, sino que le juraba que si renegaba de sus tradiciones lo haría rico y feliz, lo tendría por amigo y le darla algún cargo.
Pero como el muchacho no hacia ningún caso, el rey llamó a la madre y le rogaba que aconsejase al chiquillo para su bien.
Tanto le insistió, que la madre accedió a persuadir al hijo; se inclinó hacia él y, riéndose del cruel tirano, habló así en su idioma: -«Hijo mío, ten piedad de mí, que te llevé nueve meses en el seno, te amamanté y crié tres años y te he alimentado hasta que te has hecho un joven. Hijo mío, te lo suplico, mira el cielo y la tierra, fíjate en todo lo que contienen y verás que Dios lo creó todo de la nada, y el mismo origen tiene el hombre. No temas a ese verdugo, no desmerezcas de tus hermanos y acepta la muerte. Así, por la misericordia de Dios, te recobraré junto con ellos.»
Estaba todavía hablando, cuando el muchacho dijo:
-« ¿Qué esperáis? No me someto al decreto real. Yo obedezco los decretos de la ley dada a nuestros antepasados por medio de Moisés. Pero tú, que has tramado toda clase de crímenes contra los hebreos, no escaparás de las manos de Dios.»



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En aquel tiempo, dijo Jesús una parábola; el motivo era que estaba cerca de Jerusalén, y se pensaban que el reino de Dios iba a despuntar de un momento a otro.
Dijo, pues:
-«Un hombre noble se marchó a un país lejano para conseguirse el título de rey, y volver después.
Llamó a diez empleados suyos y les repartió diez onzas de oro, diciéndoles:
“Negociad mientras vuelvo.”
Sus conciudadanos, que lo aborrecían, enviaron tras él una embajada para informar:
“No queremos que él sea nuestro rey.”
Cuando volvió con el título real, mandó llamar a los empleados a quienes había dado el dinero, para enterarse de lo que había ganado cada uno.
El primero se presentó y dijo:
“Señor, tu onza ha producido diez.”
Él le contestó:
“Muy bien, eres un empleado cumplidor; como has sido fiel en una minucia, tendrás autoridad sobre diez ciudades.”
El segundo llegó y dijo:
“Tu onza, señor, ha producido cinco.”
A ése le dijo también:
“Pues toma tú el mando de cinco ciudades.”
El otro llegó y dijo:
“Señor, aquí está tu onza; la he tenido guardada en el pañuelo; te tenía miedo, porque eres hombre exigente, que reclamas lo que no prestas y siegas lo que no siembras.”
Él le contestó:
“Por tu boca te condeno, empleado holgazán.
¿Conque sabías que soy exigente, que reclamo lo que no presto y siego lo que no siembro?
Pues, ¿por qué no pusiste mi dinero en el banco?
Al volver yo, lo habría cobrado con los intereses.”
Entonces dijo a los presentes:
“Quitadle a éste la onza y dádsela al que tiene diez.”
Le replicaron:
“Señor, si ya tiene diez onzas.”
“Os digo: ‘Al que tiene se le dará, pero al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene.’
Y a esos enemigos míos, que no me querían por rey, traedlos acá y degolladlos en mi presencia.”»
Dicho esto, echó a andar delante de ellos, subiendo hacia Jerusalén.

Palabra del Señor.
 
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En aquellos días, los funcionarios reales encargados de hacer apostatar por la fuerza llegaron a Modin, para que la gente ofreciese sacrificios, y muchos israelitas acudieron a ellos.
Matatías se reunió con sus hijos, y los funcionarios del rey le dijeron:
-«Eres un personaje ilustre, un hombre importante en este pueblo, y estás respaldado por tus hijos y parientes. Adelántate el primero, haz lo que manda el rey, como lo han hecho todas las naciones, y los mismos judíos, y los que han quedado en Jerusalén. Tú y tus hijos recibiréis el título de grandes del reino, os premiarán con oro y plata y muchos regalos. »
Pero Matatias respondió en voz alta:
-«Aunque todos los súbditos en los dominios del rey le obedezcan, apostatando de la religión de sus padres, y aunque prefieran cumplir sus órdenes, yo, mis hijos y mis parientes viviremos según la alianza de nuestros padres. El cielo nos libre de abandonar la ley y nuestras costumbres. No obedeceremos las órdenes del rey, desviándonos de nuestra religión a derecha ni a izquierda.»
Nada más decirlo, se adelantó un judío, a la vista de todos, dispuesto a sacrificar sobre el ara de Modin, como lo mandaba el rey.
Al verlo, Matatias se indignó, tembló de cólera y en un arrebato de ira santa corrió a degollar a aquel hombre sobre el ara. Y entonces mismo mató al funcionario real, que obligaba a sacrificar, y derribó el ara. Lleno de celo por la ley, hizo lo que Fineés a Zinirí, hijo de Salu.
Luego empezó a gritar a voz en cuello por la ciudad:
-«El que sienta celo por la ley y quiera mantener la alianza, ¡que me siga! »
Después se echó al monte con sus hijos, dejando en el pueblo cuanto tenía.
Por entonces, muchos bajaron al desierto para instalarse allí, porque deseaban vivir según derecho y justicia.



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En aquel tiempo, al acercarse Jesús a Jerusalén y ver la ciudad, le dijo llorando:
-« ¡Si al menos tú comprendieras en este día lo que conduce a la paz!
Pero no: está escondido a tus ojos.
Llegará un día en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán, apretarán el cerco, te arrasarán con tus hijos dentro, y no dejarán piedra sobre piedra.
Porque no reconociste el momento de mi venida.»

Palabra del Señor.
 
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En aquellos días, Judas y sus hermanos propusieron:
-«Ahora que tenemos derrotado al enemigo, subamos a purificar y consagrar el templo.»
Se reunió toda la tropa, y subieron al monte Sión.
El año ciento cuarenta y ocho, el día veinticinco del mes noveno, que es el de Casleu, madrugaron para ofrecer un sacrificio, según la ley, en el nuevo altar de los holocaustos recién construido. En el aniversario del día en que lo habían profanado los paganos, lo volvieron a consagrar, cantando himnos y tocando cítaras, laúdes y platillos. Todo el pueblo se postró en tierra, adorando y alabando a Dios, que les había dado éxito.
Durante ocho días, celebraron la consagración, ofreciendo con júbilo holocaustos y sacrificios de comunión y de alabanza. Decoraron la fachada del templo con coronas de oro y rodelas. Consagraron también el portal y las dependencias, poniéndoles puertas. El pueblo entero celebró una gran fiesta, que canceló la afrenta de los paganos.
Judas, con sus hermanos y toda la asamblea de Israel, determinó que se conmemorara anualmente la nueva consagración del altar, con solemnes festejos, durante ocho días, a partir del veinticinco del mes de Casleu.



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En aquel tiempo, entró Jesús en el templo y se puso a echar a los vendedores, diciéndoles:
-«Escrito está: “Mi casa es casa de oración”; pero vosotros la habéis convertido en una “cueva de bandidos.”»
Todos los días enseñaba en el templo.
Los sumos sacerdotes, los escribas y los notables del pueblo intentaban quitarlo de en medio; pero se dieron cuenta de que no podían hacer nada, porque el pueblo entero estaba pendiente de sus labios.

Palabra del Señor.
 
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En aquellos días, el rey Antioco recorría las provincias del norte, cuando se enteró de que en Persia habla una ciudad llamada Elimaida, famosa por su riqueza en plata y oro, con un templo lleno de tesoros: escudos dorados, lorigas y armas dejadas allí por Alejandro, el de Filipo, rey de Macedonia, que habla sido el primer rey de Grecia.
Antioco fue allá e intentó apoderarse de la ciudad y saquearla; pero no pudo, porque los de la ciudad, dándose cuenta de lo que pretendía, salieron a atacarle.
Antioco tuvo que huir, y emprendió el viaje de vuelta a Babilonia, apesadumbrado.
Entonces llegó a Persia un mensajero, con la noticia de que la expedición militar contra Judá había fracasado: Lisias, que había ido como caudillo de un ejército poderoso, habla huido ante el enemigo; los judíos, sintiéndose fuertes con las armas y pertrechos, y el enorme botín de los campamentos saqueados, habían derribado el arca sacrílega construida sobre el altar de Jerusalén, habían levantado en torno al santuario una muralla alta como la de antes, y lo mismo en Betsur, ciudad que pertenecía al rey.
Al oír este informe, el rey se asustó y se impresionó de tal forma que cayó en cama con una gran depresión, porque no le hablan salido las cosas como quería.
Allí pasó muchos días, cada vez más deprimido. Pensó que se moría, llamó a todos sus grandes y les dijo: -«El sueño ha huido de mis ojos; me siento abrumado de pena y me digo: “¡A qué tribulación he llegado, en qué violento oleaje estoy metido, yo, feliz y querido cuando era poderoso! “ Pero ahora me viene a la memoria el daño que hice en Jerusalén, robando el ajuar de plata y oro que había allí, y enviando gente que exterminase a los habitantes de Judá, sin motivo. Reconozco que por eso me han venido estas desgracias. Ya veis, muero de tristeza en tierra extranjera. »



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En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan la resurrección, y le preguntaron:
-«Maestro, Moisés nos dejó escrito: Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer, pero sin hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano. Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos. Y el segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete murieron sin dejar hijos. Por último murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete han estado casados con ella.»
Jesús les contestó:
-«En esta vida, hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos no se casarán. Pues ya no pueden morir, son como ángeles; son hijos de Dios, porque participan en la resurrección.
Y que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor “Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob”. No es Dios de muertos, sino de vivos; porque para él todos están vivos.»
Intervinieron unos escribas:
-«Bien dicho, Maestro.»
Y no se atrevían a hacerle más preguntas.

Palabra del Señor.
 
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Así dice el Señor Dios:
«Yo mismo en persona buscaré a mis ovejas, siguiendo su rastro.
Como sigue el pastor el rastro de su rebaño, cuando las ovejas se le dispersan, así seguiré yo el rastro de mis ovejas y las libraré, sacándolas de todos los lugares por donde se desperdigaron un día de oscuridad y nubarrones.
Yo mismo apacentaré mis ovejas, yo mismo las haré sestear -oráculo del Señor Dios-.
Buscaré las ovejas perdidas, recogeré a las descarriadas; vendaré a las heridas; curaré a las enfermas: a las gordas y fuertes las guardaré y las apacentaré como es debido.
Y a vosotras, mis ovejas, así dice el Señor:
Voy a juzgar entre oveja y oveja, entre carnero y macho cabrio.»



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Hermanos:
Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos.
Si por un hombre vino la muerte, por un hombre ha venido la resurrección. Si por Adán murieron todos, por Cristo todos volverán a la vida.
Pero cada uno en su puesto: primero Cristo, como primicia; después, cuando él vuelva, todos los que son de Cristo; después los últimos, cuando Cristo devuelva a Dios Padre su reino, una vez aniquilado todo principado, poder y fuerza.’
Cristo tiene que reinar hasta que Dios haga de sus enemigos estrado de sus pies. El último enemigo aniquilado será la muerte.
Y, cuando todo esté sometido, entonces también el Hijo se someterá a Dios, al que se lo habla sometido todo. Y así Dios lo será todo para todos.



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En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria, y serán reunidas ante él todas las naciones.
Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas, de las cabras.
Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda.
Entonces dirá el rey a los de su derecha: “Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo.
Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme.”
Entonces los justos le contestarán:
“Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?”
Y el rey les dirá:
“Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis.”
Y entonces dirá a los de su izquierda:
“Apartaos de mi, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis.
Entonces también éstos contestarán:
“Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistirnos?”
Y él replicará:
“Os aseguro que cada vez que no lo hicisteis con uno de éstos, los humildes, tampoco lo hicisteis conmigo.”
Y éstos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.»

Palabra del Señor.


Más abajo encontrareis la HOMILÍA correspondiente a estas lecturas.
 
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La figura de Jesús..

¿Qué tenía Jesús que a unos encandilaba, a otros exasperaba y a nadie dejaba indiferente?
-Era una persona singular, extraordinaria, de la que emanaba un imán poderoso que seducía
Con el poder de su mirada y la fuerza de su doctrina.
Una persona desconcertante, que obra como enviado de Dios y realiza signos que conmueven e impresionan. Su forma de hablar, sus actitudes no son las propias de un rabí cualquiera. Está con los pobres, con los enfermos, con los marginados, con los proscritos, con los extranjeros y las viudas. Se compadece, perdona, ama y utiliza una infinita paciencia con sus amigos más cercanos, los Apóstoles, a quienes va descubriendo los pormenores del Reinado de Dios, su Padre. Pero éstos, que son conscientes de su poder, no entienden por qué no lo utiliza contra las fuerzas de ocupación romanas, enemigas de Israel, y se convierte en el salvador de su pueblo erigiéndose en rey como buen político triunfante y poniendo en su sitio a los leguleyos escribas y fariseos.
Les desconcierta su humildad, su misericordia con todo tipo de personas, su independencia frente a los poderes establecidos, su acogida a la gente necesitada.
¿Por qué no se manifiesta de una vez y restablece la soberanía de Israel?
¿Llenará por fin las anhelantes expectativas, lanzará su poderío para desconcierto de los enemigos y regocijo de sus partidarios?

El Juicio Final..

“Cuando venga en su gloria el Hijo del Hombre...” Mateo 25, 31).
El corazón se enciende, pero sus palabras no son las propias de un político que practica la demagogia y quiere complacer las aspiraciones de todos. Siembra la decepción, porque está muy lejos de la venganza, el revanchismo, el espíritu justiciero que anidaba en el alma del pueblo. Quizás esperaban un buen rapapolvo para todos los opresores y llamas de condenación. El Trono de Dios- qué paradoja- se asienta sobre el amor, no sobre coronas, oropeles, ostentación, lujo, parafernalia y poderío militar.
No entienden qué tipo de Reino predica, pero siguen con quien ha ido sembrando en sus corazones el amor. Tampoco lo terminamos de entender los hombres y mujeres de hoy a quienes nos gustaría un Dios más intolerante, peleón y belicoso con los tiranos, asesinos y gente de mal vivir. Que se limpiara el mundo de injusticias, pero sin necesidad de que cambiemos nosotros.

Y, sin embargo, la escena del Juicio Final- que también los musulmanes contemplan en su religión- nos adentra en el mundo de lo real- de la mayoría de los humanos- del que queremos huir o escondernos. Es el mundo de Dios, siempre preparado para sembrar la utopía de una sociedad nueva, equipada para acompañar a los débiles, vacilantes, hambrientos y desahuciados de la Tierra. No es ciertamente nuestra sociedad globalizada, la de las multinacionales, la del soporte de los poderosos.
Cada día somos testigos de las grandes miserias que hieren a los hombres a través de imágenes sobre los niños hambrientos de Africa, de la sequedad que asola a muchos países, de los emigrantes explotados, de las luchas de razas, de los enfermos de sida, malaria, de los encarcelados en prisiones injustas, de los refugiados y perseguidos por pertenecer a otra etnia, confesión religiosa o partido político rival. Mientras nosotros, habituales espectadores televisivos, hacemos costosas dietas de adelgazamiento, derrochamos agua, electricidad, cosas superfluas. Deben hacernos daño y cuestionarnos por dentro estas palabras de Jesús en el evangelio, sobre todo cuando habla también de malaventuranzas: “tuve hambre y no me disteis de comer, sed y no me disteis de beber, era peregrino y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo o en la cárcel y no vinisteis a verme.

Los “ateos cristianos”.

Es curioso constatar que, si bien las bienaventuranzas del Sermón de la Montaña que escuchábamos el día de Todos los Santos, representan las del pueblo cristiano, las de hoy son las de los que no forman parte del mismo. Lo expresaba San Agustín en una especie de parábola, cuando hablaba de los “ateos cristianos”; es decir: los que están cerca de los pobres y de los que sufren; los que fomentan la justicia y buscan aliviar las tristezas; los que invierten su tiempo en quehaceres nobles en ayuda de los demás.

No olvidemos que la etiqueta de “cristiano” no sirve si no va acompañada de las buenas obras. Son múltiples las oportunidades que se nos ofrecen a lo largo de la vida para manifestar nuestro compromiso de fe. Si no lo hacemos, si nos comportamos como “cristianos ateos”, viviendo ajenos al proyecto de Dios ¿cómo podremos ser aprobados en el amor al atardecer de nuestra vida, cuando el Señor nos llame a su presencia?
En este examen del amor, según el evangelio de hoy, los “ateos cristianos”superan con creces la prueba; no así los “cristianos ateos”.

Jesús ya lo había anticipado al curar al siervo del centurión: “vendrán muchos de Oriente y Occidente a sentarse a la mesa de Abraham, Isaac y Jacob en el Reino de Dios; en cambio, a los ciudadanos del Reino los echarán afuera, a las tinieblas” (Mt.5,11-13)
La pertenencia al Pueblo de Dios no se demuestra exhibiendo un carnet o de boquilla, sino con obras y de verdad.
Esperemos que esta Eucaristía, con la que cerramos el año litúrgico, nos conciencie y nos haga despertar de nuestra pasividad y letargo, y contribuyamos con nuestro esfuerzo a construir el Reino de Dios, que es nuestra Patria definitiva. El premio merece la pena.
 
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El año tercero del reinado de Joaquín, rey de Judá, llegó a Jerusalén Nabucodonosor, rey de Babilonia, y la asedió.
El Señor entregó en su poder a Joaquín de Judá y todo el ajuar que quedaba en el templo; se los llevó a Senaar, y el ajuar del templo lo metió en el tesoro del templo de su dios.
El rey ordenó a Aspenaz, jefe de eunucos, seleccionar algunos israelitas de sangre real y de la nobleza, jóvenes, perfectamente sanos, de buen tipo, bien formados en la sabiduría, cultos e inteligentes y aptos para servir en palacio, y ordenó que les enseñasen la lengua y literatura caldeas.
Cada día el rey les pasaría una ración de comida y de vino de la mesa real.
Su educación duraría tres años, al cabo de los cuales, pasarían a servir al rey.
Entre ellos, había unos judíos: Daniel, Anamas, Misael y Azarías.
Daniel hizo propósito de no contaminarse con los manjares y el vino de la mesa real, y pidió al jefe de eunucos que lo dispensase de esa contaminación. El jefe de eunucos, movido por Dios, se compadeció de Daniel y le dijo:
-«Tengo miedo al rey, mi señor, que os ha asignado la ración de comida y bebida; si os ve más flacos que vuestros compañeros, me juego la cabeza. »
Daniel dijo al guardia que el jefe de eunucos había designado para cuidarlo a él, a Ananías, a Misael y a Azarias:
-«Haz una prueba con nosotros durante diez días: que nos den legumbres para comer y agua para beber. Compara después nuestro aspecto con el de los jóvenes que comen de la mesa real y trátanos luego según el resultado.»
Aceptó la propuesta e hizo la prueba durante diez días. Al acabar, tenían mejor aspecto y estaban más gordos que los jóvenes que comían de la mesa real. Así que les retiró la ración de comida y de vino y les dio legumbres.
Dios les concedió a los cuatro un conocimiento profundo de todos los libros del saber. Daniel sabía además interpretar visiones y sueños.
Al cumplirse el plazo señalado por el rey, el jefe de eunucos se los presentó a Nabucodonosor.
Después de conversar con ellos, el rey no encontró ninguno como Daniel, Ananías, Misael y Azarías, y los tomó a su servicio.
Y en todas las cuestiones y problemas que el rey les proponía, lo hacían diez veces mejor que todos los magos y adivinos de todo el reino.



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En aquel tiempo, alzando Jesús los ojos, vio unos ricos que echaban donativos en el arca de las ofrendas; vio también una viuda pobre que echaba dos reales, y dijo:
-«Sabed que esa pobre viuda ha echado más que nadie, porque todos los demás han echado de lo que les sobra, pero ella, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.»

Palabra del Señor.
 
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En aquellos días, dijo Daniel a Nabucodonosor:
-«Tú, rey, viste una visión: una estatua majestuosa, una estatua gigantesca y de un brillo extraordinario; su aspecto era impresionante. Tenla la cabeza de oro fino, el pecho y los brazos de plata, el vientre y los muslos de bronce, las piernas de hierro y los pies de hierro mezclado con barro.
En tu visión, una piedra se desprendió sin intervención humana, chocó con los pies de hierro y barro de la estatua y la hizo pedazos. Del golpe, se hicieron pedazos el hierro y el barro, el bronce, la plata y el oro, triturados como tamo de una era en verano, que el viento arrebata y desaparece sin dejar rastro. Y la piedra que deshizo la estatua creció hasta convertirse en una montaña enorme que ocupaba toda la tierra.
Éste era el sueño; ahora explicaremos al rey su sentido:
Tú, majestad, rey de reyes, a quien el Dios del cielo ha concedido el reino y el poder, el dominio y la gloria, a quien ha dado poder sobre los hombres, dondequiera que vivan, sobre las bestias del campo y las aves del cielo, para que reines sobre ellos, tú eres la cabeza de oro.
Te sucederá un reino de plata, menos poderoso. Después un tercer reino, de bronce, que dominará todo el orbe.
Vendrá después un cuarto reino, fuerte como el hierro. Como el hierro destroza y machaca todo, así destrozará y triturará a todos.
Los pies y los dedos que viste, de hierro mezclado con barro de alfarero, representan un reino dividido; conservará algo del vigor del hierro, porque viste hierro mezclado con arcilla. Los dedos de los pies, de hierro y barro, son un reino a la vez poderoso y débil. Como viste el hierro mezclado con la arcilla, así se mezclarán los linajes, pero no llegarán a fundirse, lo mismo que no se puede alear el hierro con el barro.
Durante ese reinado, el Dios del cielo suscitará un reino que nunca será destruido ni su dominio pasará a otro, sino que destruirá y acabará con todos los demás reinos, pero él durará por siempre; eso significa la piedra que viste desprendida del monte sin intervención humana y que destrozó el barro, el hierro, el bronce, la plata y el oro. Éste es el destino que el Dios poderoso comunica a su majestad.
El sueño tiene sentido, la interpretación es cierta.»



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En aquel tiempo, algunos ponderaban la belleza del templo, por la calidad de la piedra y los exvotos.
Jesús les dijo:
-«Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido. »
Ellos le preguntaron:
-«Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?»
Él contestó:
-«Cuidado con que nadie os engañe. Porque muchos vendrán usurpando mi nombre, diciendo: “Yo soy”, o bien “El momento está cerca”; no vayáis tras ellos.
Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico.
Porque eso tiene que ocurrir primero, pero al final no vendrá en seguida.»
Luego les dijo:
-«Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países epidemias y hambre.
Habrá también espantos y grandes signos en el cielo. »

Palabra del Señor.
 
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En aquellos días, el rey Baltasar ofreció un banquete a mil nobles del reino, y se puso a beber delante de todos. Después de probar el vino, mandó traer los vasos de oro y plata que su padre, Nabucodonosor, había cogido en el templo de Jerusalén, para que bebieran en ellos el rey y los nobles, sus mujeres y concubinas.
Cuando trajeron los vasos de oro que habían cogido en el templo de Jerusalén, brindaron con ellos el rey y sus nobles, sus mujeres y concubinas. Apurando el vino, alababan a los dioses de oro y plata, de bronce y hierro, de piedra y madera.
De repente, aparecieron unos dedos de mano humana escribiendo sobre el revoco del muro del palacio, frente al candelabro, y el rey veía cómo escribían los dedos.
Entonces su rostro palideció, la mente se le turbó, le faltaron las fuerzas, las rodillas le entrechocaban.
Trajeron a Daniel ante el rey, y éste le preguntó:
-«¿Eres tú Daniel, uno de los judíos desterrados que trajo de Judea el rey, mi padre? Me han dicho que posees espíritu de profecía, inteligencia, prudencia y un saber extraordinario. Me han dicho que tú puedes interpretar sueños y resolver problemas; pues bien, si logras leer lo escrito y explicarme su sentido, te vestirás de púrpura, llevarás un collar de oro y ocuparás el tercer puesto en mi reino.»
Entonces Daniel habló así al rey:
-«Quédate con tus dones y da a otro tus regalos. Yo leeré al rey lo escrito y le explicaré su sentido.
Te has rebelado contra el Señor del cielo, has hecho traer los vasos de su templo, para brindar con ellos en compañía de tus nobles, tus mujeres y concubinas. Habéis alabado a dioses de oro y plata, de bronce y hierro, de piedra y madera, que ni ven, ni oyen, ni entienden; mientras que al Dios dueño de vuestra vida y vuestras empresas no lo has honrado. Por eso Dios ha enviado esa mano para escribir ese texto.
Lo que está escrito es: “Contado, Pesado, Dividido.” La interpretación es ésta:
“Contado”: Dios ha contado los días de tu reinado y les ha señalado el límite; “Pesado”: te ha pesado en la balanza y te falta peso; “Dividido”: tu reino se ha dividido y se lo entregan a medos y persas. »



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En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«Os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a la cárcel, y os harán comparecer ante reyes y gobernadores, por causa mía. Así tendréis ocasión de dar testimonio.
Haced propósito de no preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro.
Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os traicionarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán por causa mía.
Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.»

Palabra del Señor.
 
Re: Leamos la BIBLIA





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En aquellos días, unos hombres espiaron a Daniel y lo sorprendieron orando y suplicando a su Dios. Entonces fueron a decirle al rey:
-«Majestad, ¿no has firmado tú un decreto que prohíbe hacer oración, durante treinta días, a cualquier dios o cualquier hombre fuera de ti, bajo pena de ser arrojado al foso de los leones? »
El rey contestó:
-«El decreto está en vigor, como ley irrevocable de medos y persas.»
Ellos le replicaron:
-«Pues Daniel, uno de los deportados de Judea, no te obedece a ti, majestad, ni al decreto que has firmado, sino que tres veces al día hace oración a su Dios. »
Al oírlo, el rey, todo sofocado, se puso a pensar la manera de salvar a Daniel, y hasta la puesta del sol hizo lo imposible por librarlo.
Pero aquellos hombres le urgían, diciéndole:
-«Majestad, sabes que, según la ley de medos y persas, un decreto o edicto real es válido e irrevocable.»
Entonces el rey mandó traer a Daniel y echarlo al foso de los leones.
El rey dijo a Daniel:
-«¡Que te salve ese Dios a quien tú veneras tan fielmente!»
Trajeron una piedra, taparon con ella la boca del foso, y el rey la selló con su sello y con el de sus nobles, para que nadie pudiese modificar la sentencia dada contra Daniel.
Luego el rey volvió a palacio, pasó la noche en ayunas, sin mujeres y sin poder dormir.
Madrugó y fue corriendo al foso de los leones. Se acercó al foso y gritó afligido:
-« ¡Daniel, siervo del Dios vivo! ¿Ha podido salvarte de los leones ese Dios a quien veneras tan fielmente?»
Daniel le contestó:
-« ¡Viva siempre el rey! Mi Dios envió su ángel a cerrar las fauces de los leones, y no me han hecho nada, porque ante él soy inocente, como tampoco he hecho nada contra ti.»
El rey se alegró mucho y mandó que sacaran a Daniel del foso. Al sacarlo, no tenía ni un rasguño, porque había confiado en su Dios.
Luego mandó el rey traer a los que hablan calumniado a Daniel y arrojarlos al foso de los leones con sus hijos y esposas. No hablan llegado al suelo, y ya los leones los habían atrapado y despedazado.
Entonces el rey Darlo escribió a todos los pueblos, naciones y lenguas de la tierra:
-« ¡ Paz y bienestar! Ordeno y mando que en mi imperio todos respeten y teman al Dios de Daniel. Él es el Dios vivo que permanece siempre. Su reino no será destruido, su imperio dura hasta el fin. Él salva y libra, hace signos y prodigios en el cielo y en la tierra. Él salvó a Daniel de los leones.»



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En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«Cuando veáis a Jerusalén sitiada por ejércitos, sabed que está cerca su destrucción.
Entonces, los que estén en Judea, que huyan a la sierra; los que estén en la ciudad, que se alejen; los que estén en el campo, que no entren en la ciudad; porque serán días de venganza en que se cumplirá todo lo que está escrito.
¡Ay de las que estén encinta o criando en aquellos días!
Porque habrá angustia tremenda en esta tierra y un castigo para este pueblo.
Caerán a filo de espada, los llevarán cautivos a todas las naciones, Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que a los gentiles les llegue su hora.
Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues los astros se tambalearán.
Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y majestad.
Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación.»

Palabra del Señor.