Leamos la BIBLIA

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Hermanos:
Ahora, la justicia de Dios, atestiguada por la Ley y los profetas, se ha manifestado independientemente de la Ley.
Por la fe en Jesucristo viene la justicia de Dios a todos los que creen, sin distinción alguna. Pues todos pecaron y todos están privados de la gloria de Dios, y son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención de Cristo Jesús, a quien Dios constituyó sacrificio de propiciación mediante la fe en su sangre.
Así quería Dios demostrar que no fue injusto dejando impunes con su tolerancia los pecados del pasado; se proponía mostrar en nuestros días su justicia salvadora, demostrándose a sí mismo justo y justificando al que apela a la fe en Jesús.
Y ahora, ¿dónde queda el orgullo? Queda eliminado. ¿En nombre de qué? ¿De las obras?
No, en nombre de la fe.
Sostenemos, pues, que el hombre es justificado por la fe, sin las obras de la Ley.
¿Acaso es Dios sólo de los judíos? ¿No lo es también de los gentiles?
Evidente que también de los gentiles, si es verdad que no hay más que un Dios.



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En aquel tiempo, dijo el Señor:
-« ¡Ay de vosotros, que edificáis mausoleos a los profetas, después que vuestros padres los mataron!
Así sois testigos de lo que hicieron vuestros padres, y lo aprobáis; porque ellos los mataron, y vosotros les edificáis sepulcros.
Por algo dijo la sabiduría de Dios: “Les enviaré profetas y apóstoles; a algunos los perseguirán y matarán”; y así, a esta generación se le pedirá cuenta de la sangre de los profetas derramada desde la creación del mundo; desde la sangre de Abel hasta la de Zacarías, que pereció entre el altar y el santuario.
Sí, os lo repito: se le pedirá cuenta a esta generación.
¡Ay de vosotros, maestros de la Ley, que os habéis quedado con la llave del saber; vosotros, que no habéis entrado y habéis cerrado el paso a los que intentaban entrar!»
Al salir de allí, los escribas y fariseos empezaron a acosarlo y a tirarle de la lengua con muchas preguntas capciosas, para cogerlo con sus propias palabras.

Palabra del Señor.
 
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Hermanos:
Veamos el caso de Abrahán, nuestro progenitor según la carne.
¿Quedó Abrahán justificado por sus obras? Si es así, tiene de qué estar orgulloso; pero, de hecho, delante de Dios no tiene de qué.
A ver, ¿qué dice la Escritura?: «Abrahán creyó a Dios, y esto le valió la justificación.»
Pues bien, a uno que hace un trabajo el jornal no se le cuenta como un favor, sino como algo debido; en cambio, a éste que no hace ningún trabajo, pero tiene fe en que Dios hace justo al impío, esa fe se le cuenta en su haber.
También David llama dichoso al hombre a quien Dios otorga la justificación, prescindiendo de sus obras:
«Dichoso el hombre que está absuelto de su culpa, a quien le han sepultado su pecado; dichoso el hombre a quien el Señor no le cuenta el pecado.»



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En aquel tiempo, miles y miles de personas se agolpaban hasta pisarse unos a otros.
Jesús empezó a hablar, dirigiéndose primero a sus discípulos:
-«Cuidado con la levadura de los fariseos, o sea, con su hipocresía.
Nada hay cubierto que no llegue a descubrirse, nada hay escondido que no llegue a saberse.
Por eso, lo que digáis de noche se repetirá a pleno día, y lo que digáis al oído en el sótano se pregonará desde la azotea.
A vosotros os digo, amigos míos: no tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden hacer más.
Os voy a decir a quién tenéis que temer: temed al que tiene poder para matar y después echar al infierno. A éste tenéis que temer, os lo digo yo.
¿No se venden cinco gorriones por dos cuartos? Pues ni de uno solo se olvida Dios.
Hasta los pelos de vuestra cabeza están contados.
Por lo tanto, no tengáis miedo: no hay comparación entre vosotros y los gorriones.»

Palabra del Señor.
 
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El que teme al Señor obrará así, observando la ley, alcanzará la sabiduría. Ella le saldrá al encuentro como una madre y lo recibirá como la esposa de la juventud; lo alimentará con pan de sensatez y le dará a beber agua de prudencia; apoyado en ella no vacilará y confiado en ella no fracasará; lo ensalzará sobre sus compañeros, para que abra la boca en la asamblea; lo llena de sabiduría e inteligencia, lo cubre con vestidos de gloria; alcanzará gozo y alegría, le dará un nombre perdurable.



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En aquel tiempo, exclamó Jesús:
-«Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. SI, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.»

Palabra del Señor.
 
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Hermanos:
Ante la promesa de Dios Abrahán no fue incrédulo, sino que se hizo fuerte en la fe, dando con ello gloria a Dios, al persuadirse de que Dios es capaz de hacer lo que promete, por lo cual le valió la justificación.
Y no sólo por él está escrito: «Le valió», sino también por nosotros, a quienes nos valdrá si creemos en el que resucitó de entre los muertos a nuestro Señor Jesús, que fue entregado por nuestros pecados y resucitado para nuestra justificación.



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En aquel tiempo, dijo uno del público a Jesús:
-«Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia. »
Él le contestó:
-«Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros?»
Y dijo a la gente:
-«Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes.»
Y les propuso una parábola:
-«Un hombre rico tuvo una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos: “¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha.”
Y se dijo:
“Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mí mismo: Hombre, tienes bienes acumulados para muchos años; túmbate, come, bebe y date buena vida.”
Pero Dios le dijo:
“Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?”
Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios. »

Palabra del Señor.
 
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Querido hermano:
Dimas me ha dejado, enamorado de este mundo presente, y se ha marchado a Tesalónica; Crescente se ha ido a Galacía; Tito, a Dalmacia; sólo Lucas está conmigo. Coge a Marcos y tráetelo contigo, ayuda bien en la tarea. A Tíquico lo he mandado a Éfeso.
El abrigo que me dejé en Troas, en casa de Carpo, tráetelo al venir, y los libros también, sobre todo los de pergamino.
Alejandro, el metalúrgico, se ha portado muy mal conmigo; el Señor le pagará lo que ha hecho.
Ten cuidado con él también tú, porque se opuso violentamente a mis palabras.
La primera vez que me defendí, todos me abandonaron, y nadie me asistió. Que Dios los perdone. Pero el Señor me ayudó y me dio s para anunciar integro el mensaje, de modo que lo oyeran los gentiles.


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En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía:
-«La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies.
¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino.
Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa”. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros.
Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan, porque el obrero merece su salario.
No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: “Está cerca de vosotros el reino de Dios.”»

Palabra del Señor.
 
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Hermanos:
Que el pecado no siga dominando vuestro cuerpo mortal, ni seáis súbditos de los deseos del cuerpo.
No pongáis vuestros miembros al servicio del pecado, como instrumentos para la injusticia; ofreceos a Dios como hombres que de la muerte han vuelto a la vida, y poned a su servicio vuestros miembros, como instrumentos para la justicia.
Porque el pecado no os dominará: ya no estáis bajo la Ley, sino bajo la gracia.
Pues, ¿qué? ¿Pecaremos porque no estamos bajo la Ley, sino bajo la gracia?
¡De ningún modo!
¿No sabéis que, al ofreceros a alguno como esclavos para obedecerle, os hacéis esclavos de aquel a quien obedecéis: bien del pecado, para la muerte, bien de la obediencia, para la justicia?
Pero, gracias a Dios, vosotros, que erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquel modelo de doctrina al que fuisteis entregados y, liberados del pecado, os habéis hecho esclavos de la justicia.



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En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría abrir un boquete.
Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.»
Pedro le preguntó:
-«Señor, ¿has dicho esa parábola por nosotros o por todos?»
El Señor le respondió:
-« ¿Quién es el administrador fiel y solícito a quien el amo ha puesto al frente de su servidumbre para que les reparta la ración a sus horas?
Dichoso el criado a quien su amo, al llegar, lo encuentre portándose así. Os aseguro que lo pondrá al frente de todos sus bienes.
Pero si el empleado piensa: “Mi amo tarda en llegar”, y empieza a pegarles a los mozos y a las muchachas, a comer y beber y emborracharse, llegará el amo de ese criado el día y a la hora que menos lo espera y lo despedirá, condenándolo a la pena de los que no son fieles.
El criado que sabe lo que su amo quiere y no está dispuesto a ponerlo por obra recibirá muchos azotes; el que no lo sabe, pero hace algo digno de castigo, recibirá pocos.
Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le confió, más se le exigirá.»

Palabra del Señor.
 
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Hermanos:
Uso un lenguaje corriente, adaptándome a vuestra debilidad, propia de hombres; quiero decir esto: si antes cedisteis vuestros miembros como esclavos a la inmoralidad y al desorden, para el desorden total, ponedlos ahora al servicio de la justicia para vuestra santificación.
Cuando erais esclavos del pecado, la justicia no os gobernaba.
¿Qué frutos dabais entonces? Frutos de los que ahora os avergonzáis, porque acaban en la muerte.
Ahora, en cambio, emancipados del pecado y hechos esclavos de Dios, producís frutos que llevan a la santidad y acaban en vida eterna.
Porque el pecado paga con muerte, mientras que Dios regala vida eterna por medio de Cristo Jesús, Señor nuestro.


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En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla!
¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división.
En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres Contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.»

Palabra del Señor.
 
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Hermanos:
Sé muy bien que no es bueno eso que habita en mi, es decir, en mi carne; porque el querer lo bueno lo tengo a mano, pero el hacerlo, no.
El bien que quiero hacer no lo hago; el mal que no quiero hacer, eso es lo que hago.
Entonces, si hago precisamente lo que no quiero, señal que no soy yo el que actúa, sino el pecado que habita en mi.
Cuando quiero hacer lo bueno, me encuentro inevitablemente con lo malo en las manos.
En mi interior me complazco en la ley de Dios, pero percibo en mi cuerpo un principio diferente que guerrea contra la ley que aprueba mi razón, y me hace prisionero de la ley del pecado que está en mi cuerpo.
¡Desgraciado de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo presa de la muerte?
Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo, y le doy gracias.



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En aquel tiempo, decía Jesús a la gente:
-«Cuando veis subir una nube por el poniente, decís en seguida: “Chaparrón tenemos”, y así sucede. Cuando sopla el sur, decís: “Va a hacer bochorno”, y lo hace.
Hipócritas: si sabéis interpretar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo no sabéis interpretar el tiempo presente?
¿Cómo no sabéis juzgar vosotros mismos lo que se debe hacer?
Cuando te diriges al tribunal con el que te pone pleito, haz lo posible por llegar a un acuerdo con él, mientras vais de camino; no sea que te arrastre ante el juez, y el juez te entregue al guardia, y el guardia te meta en la cárcel.
Te digo que no saldrás de allí hasta que no pagues el último céntimo. »

Palabra del Señor.
 
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Hermanos:
Ahora no pesa condena alguna sobre los que están unidos a Cristo Jesús, pues, por la unión con Cristo Jesús, la ley del Espíritu de vida me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.
Lo que no pudo hacer la Ley, reducida a la impotencia por la carne, lo ha hecho Dios: envió a su Hijo encarnado en una carne pecadora como la nuestra, haciéndolo víctima por el pecado, y en su carne condenó el pecado.
Así, la justicia que proponía la Ley puede realizarse en nosotros, que ya no procedemos dirigidos por la carne, sino por el Espíritu. Porque los que se dejan dirigir por la carne tienden a lo carnal; en cambio, los que se dejan dirigir por el Espíritu tienden a lo espiritual.
Nuestra carne tiende a la muerte; el Espíritu, a la vida y a la paz. Porque la tendencia de la carne es rebelarse contra Dios; no sólo no se somete a la ley de Dios, ni siquiera lo puede. Los que viven sujetos a la carne no pueden agradar a Dios.
Pero vosotros no estáis sujetos a la carne, sino al espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros.
El que no tiene el Espíritu de Cristo no es de Cristo.
Pues bien, si Cristo está en vosotros, el cuerpo está muerto por el pecado, pero el espíritu vive por la justificación obtenida. Si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros.



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En una ocasión, se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos cuya sangre vertió Pilato con la de los sacrificios que ofrecían. Jesús les contestó:
_« ¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así?
Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén?
Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera.»
Y les dijo esta parábola:
-«Uno tenla una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró.
Dijo entonces al viñador:
“Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?
Pero el viñador contestó:
“Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto.
Si no, la cortas.” »

Palabra del Señor.
 
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Así dice el Señor:
«No oprimirás ni vejarás al forastero, porque forasteros fuisteis vosotros en Egipto.
No explotarás a viudas ni a huérfanos, porque, si los explotas y ellos gritan a mí, yo los escucharé. Se encenderá m¡ ira y os haré morir a espada, dejando a vuestras mujeres viudas y a vuestros hijos huérfanos.
Si prestas dinero a uno de mi pueblo, a un pobre que habita contigo, no serás con él un usurero, cargándole intereses.
Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, se lo devolverás antes de ponerse el sol, porque no tiene otro vestido para cubrir su cuerpo, ¿y dónde, si no, se va a acostar? Si grita a mi, yo lo escucharé, porque yo soy compasivo.»



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Hermanos:
Sabéis cuál fue nuestra actuación entre vosotros para vuestro bien. Y vosotros seguisteis nuestro ejemplo y el del Señor, acogiendo la palabra entre tanta lucha con la alegría del Espíritu Santo. Así llegasteis a ser un modelo para todos los creyentes de Macedonia y de Acaya.
Desde vuestra Iglesia, la palabra del Señor ha resonado no sólo en Macedonia y en Acaya, sino en todas partes. Vuestra fe en Dios había corrido de boca en boca, de modo que nosotros no teníamos necesidad de explicar nada, ya que ellos mismos cuentan los detalles de la acogida que nos hicisteis: cómo, abandonando los ídolos, os volvisteis a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y vivir aguardando la vuelta de su Hijo Jesús desde el cielo, a quien ha resucitado de entre los muertos y que nos libra del castigo futuro.



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En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos, formaron grupo, y uno de ellos, que era experto en la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba:
-«Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?»
Él le dijo:
-«”Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser.”
Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él:
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo.”
Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas.»

Palabra del Señor.


Más abajo encontrareis la HOMILÍA correspondiente a estas lecturas.
 
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Cuenta la leyenda que un anacoreta, empeñado en llegar al pleno conocimiento de Dios, decidió seguir los más avanzados procedimientos de la escuela del ascetismo. Se sacrificó, mortificó e hizo largas oraciones durante muchos años. El resto de los monjes le respetaban teniéndolo por un santo, pedían sus consejos y se guiaban por sus actitudes. Pero no era feliz, porque su continua búsqueda tropezaba siempre con la monotonía del silencio y el vacío.
Cierto día le dijeron que Dios moraba en lo alto de una montaña cercana al monasterio y le recibiría gustoso. Y allá se fue. Gorjeaban los pájaros y una brisa fresca con perfume de flores sacudía su rostro. Respiró de satisfacción `pensando en lo sublime que sería estar en la presencia de Dios.
Mientras ascendía, un terremoto sacudió la falda de la montaña, derribando casas y árboles.
Oyó gritos de auxilio entre una nube de polvo y sintió miedo. No podía perder tiempo y la oportunidad de llegar a la cima antes de anochecer. Siguió su lento caminar por la pendiente surcando varias poblaciones. De nuevo un estruendo paralizó sus pies al contemplar el panorama dantesco de edificios destruidos por la metralla. La gente lloraba y gritaba exasperada pidiendo ayuda. ¡Cómo iba él a detenerse cuando tan cerca tenía su objetivo!
Por fin, una aureola de luz inundó toda la cumbre. “Será Dios que me aguarda”- se dijo- al tiempo que aceleraba el paso- “mis sacrificios tendrán recompensa.”
Una puerta grande se abrió, apareciendo un hombre en el umbral.
“¿Vive aquí Dios?”- preguntó emocionado, nervioso e inquieto
-******** Por supuesto, añadió el portero, pero ha tenido que ausentarse, porque le reclamaban para ayudar a las víctimas de un terremoto y un acto terrorista.

Nuestra vida a menudo se pierde, como la del monje, en la cotidianidad de actos mecánicos, de fórmulas aprendidas de memoria para ganar la salvación, pero sin encarnarnos realmente en relaciones de pertenencia, que nos piden mayor dedicación a los demás.

El amor, lo único eternizable de la vida..

Amar es salir de sí mismo y adentrarse en la gratuidad de la entrega, que rompe las barreras de turbios intereses o el atractivo de los cuerpos.
Una civilización basada en el hedonismo poco sabe de la tenacidad de la voluntad y de la constancia en el esfuerzo para construir relaciones de amor.
No hay lazo más fuerte que el de la ternura, hecha compromiso y entrega y el amor asumido como deber que nunca se convertirá en una imposición o una carga pesada.
Nos es fácil así entender la felicidad de una madre robando tiempo al sueño y trabajando horas y horas para pagar la matrícula de su hijo y ofrecerle la oportunidad de estudiar o para atender al hijo paraplégico, postrado en cama y necesitado de todo.

Es el amor la fuerza que mueve el mundo, lo único verdaderamente eternizable..
Ibn Arabí, hispano-musulmán, nacido en Murcia en 1.165 y autor de obras de teología mística decía: “Hubo un tiempo en que yo rechazaba a mi prójimo, si su religión no era como la mía. Ahora mi corazón se ha convertido en el receptáculo de todas las formas: es pradera de las gacelas y claustro de los monjes, templo de ídolos y Kaaba de peregrinos, Tablas de la Ley y pliegos del Corán. Porque profeso la religión del Amor y voy dondequiera que vaya su cabalgadura, pues el Amor es mi credo y mi fe”.

“El Amor es mi credo y mi fe”, frase que se parece bastante a la de Jesús en el evangelio de hoy: “Estos dos mandamientos- el amor a Dios y al prójimo- sostienen la ley y los profetas”. ( Mateo 22, 40).

Escuchar esto en nuestro mundo de hoy, cuando se hacen cada vez más palpables los conflictos y las intolerancias entre dos grandes civilizaciones como son el cristianismo y el Islam, no deja de ser una bocanada de aire fresco y un grito a la esperanza.
¿Cuándo escarmentaremos los hombres y seremos capaces de dar sentido a la vida y a las relaciones sociales? ¿Cuándo nos respetaremos?
“Quien no ama está muerto”, gritaba el apóstol San Juan, plenamente convencido de la gran verdad que anuncia el cristianismo, porque somos frutos del amor de Dios y hacia él tendemos desde su fuente hasta el encuentro definitivo con el Padre.

El Papa Juan Pablo II decía a los jóvenes en Toronto que edificaran la civilización del amor, el sueño más antiguo y el más nuevo, porque hay que renovarlo cada día. Sueño que alimentó la predicación de Jesús y que ha sido el paradigma de los grandes personajes de la historia que han dejado memoria agradecida en el corazón y nos han enseñado que la utopía de la fraternidad es posible por encima del odio y el juego de los intereses inconfensables de nuestro consumismo galopante. Luther King, Teresa de Calcuta... y los santos anónimos de cada día nos lo atestiguan.

Día del Domund.

En el mensaje del Domund de este vemos reflejada, una vez más, la necesidad y urgencia de anunciar el evangelio a todas las gentes.
La misión nace en el corazón misericordioso de Dios que, a través de su Hijo, “ quiere que todos los hombres se salvan y lleguen al conocimiento de la verdad”.
Los misioneros encarnan la misma misión de Jesús y son la avanzadilla más querida de la comunidad cristiana, que los envía por el mundo a evangelizar.

Por eso es tan importante valorar a las personas por lo que son y no por lo que tienen; cuidar las cosas porque son útiles, no porque sean más caras; apreciar lo que hacemos las personas para vivir mejor y, en especial, lo que podemos hacer para que esa vida mejor alcance a todos los habitantes de la tierra.

Encontrar a Dios en el prójimo es donde radica el misterio de la felicidad que buscamos y donde podemos llenar nuestras necesidades más profundas de amar y ser amados.
Con amor todas las cargas resultan livianas y posibles los proyectos, con amor todas las esperanzas se alimentan de futuro, las utopías aparecen al alcance de la mano y los anhelos del corazón se transforman en ser de eternidad.
El compendio de todas las leyes y de toda la sabiduría humana se resume en esta palabra
“AMAR”, que es entrega, es donación, es escucha atenta, es gratuidad, es sacrificio... LO ES TODO.